Recuerdo como había llegado a este lugar, a tan solo 8 años de edad fui vendida por mi padre al no tener como alimentarse y alimentar a su única hija, mi madre había muerto en el parto, éramos solamente él y yo, pero mi padre no tenía suficiente dinero, decidió venderme para "beneficio" de ambos, recuerdo muy bien aquel momento.

Hija estarás en un lugar mejor donde te alimentaran, no como este padre que ni trabajo tiene para mantenerte – con aquellas palabras salidas de sus labios, confié plenamente en mi padre, era la única persona en la que podía darle mi plena confianza, confianza que se fue al momento de separarnos.

Aquella mentira me había dolido lo suficiente, a pesar de ser una niña de 12 años, al llegar a ese lugar, me di cuenta de la realidad, no era una casa hogar donde alimentaban a las personas, más bien era un simple burdel, donde las mujeres se vendían a cualquier hombre, donde las mujeres pasaban por atapadas, de maiko, geisha a oirán, siendo esta última nuestra jefa y el puesto más alto.

Realmente este lugar es para complacer al hombre pequeña, así que debes trabajar muy duro - comento una de las mujeres de aquel burdel.

¿Cuál es tu nombre? – una mujer sumamente hermosa me pregunto.

Narumi – respondí con temor, aquel lugar era mi nuevo hogar, las lágrimas me querían salir.

Debes saber que ya no volverás a ver a tu padre pequeña, de este lugar nadie sale, este es nuestro infierno - aquella joven hermosa quiso tranquilizarme – mi nombre es Take - me sonrió amable, yo solo pude abrazarla.

Al principio no era nada pesado, el solo hecho de vivir en aquel lugar, me hacía ser la sirvienta del lugar, pero poco a poco el mundo te consume, sobre todo cuando eres comprada, cuando eres servidumbre.

Realmente eres hermosa Narumi, tu piel blanca resalta mucho – Take-sama siempre me quería levantar el ánimo- tus ojos cafés son tan puros - ella sonreía con melancolía curvándose en sus labios – ahora entiendo porque la jefa te trajo a este lugar – me dio un abrazo para parar mi llanto.

Con el tiempo una Geisha adoptaba a una de las chicas para convertirla es su Kohai, cuando llegabas a ese entrenamiento eras considerada una Maiko, se nos enseñaba a servir el té al principio, buenos modales ante un hombre, quizás al principio costaba, pero era fácil aprenderlo.

Nuestra cara debía estar oculta ante los demás, bajo aquel maquillaje blanco y espeso, los labios sumamente rojos, los ojos delineados, mientras estábamos en aquel estado, siendo solo unas simples Maiko, nos dedicábamos a servir el té o los aperitivos, cuando se subía un poco más el rango aun siendo Maiko, se nos enseñaba a bailar, tocar algún instrumentos simplemente para el entretenimiento.

Cuando miraba a las demás bailar, siendo una Maiko o una Geisha, me latía el corazón fuertemente, eran maravillosos los pasos, el baile mostrando alguna historia en ella, deseaba ser una de ellas, pero debido a la torpeza de mi juventud, la realidad era otra, por ese momento me tocaba servir el té.

Recuerdo aquel momento, decían que el burdel había llegado un sujeto temerario, era un samurái o al menos eso pensaba yo, era contratado como guardaespaldas, sabia el arte de la espada y el cuchillo, la señora de la casa lo había contratado, todas las mujeres, sobre todo aquellas en el puesto de geisha hablaban sobre él, diciendo que era demasiado atractivo, no entendía mucho puesto a mi juventud, solamente era enseñada a bailar bajo el mando de Take-sama, mi hermana mayor de juramento.

El tiempo paso rápido, el tiempo paso y con ella aquella persona que quería como mi hermana se había ido, alguien había pagado el precio de ella, el precio de su libertad de esa manera podía vivir libre de este infierno, al principio me sentía decepcionada, la única persona que había comenzado a confiar me había abandonado, era la segunda vez que me traicionaban, la segunda vez que me rompían el corazón, prometiéndome no volver a confiar el alguien más.

Las damas estaban encantadas con aquel guardaespaldas, realmente no deseaba saber nada de nadie, aunque habían pasado unos 5 años de que Take-sama había sido liberada, los recuerdos de mi padre, los recuerdos de ella me lastimaban, quizás era una persona egoísta por pensar que Take debería estar a mi lado, aunque tenía a otra chica, otra geisha que se encargaba de mí, no era lo mismo que aquella primera hermana de juramento.

Take siempre estaba hay para consolarme, apoyarme cuando lloraba tras los recuerdos de mi padre, de mi hogar de cómo había sido traicionada, ella sabía más que nadie cuanto me dolía haber llegado aquí por las mentiras de mi padre, recordaba cuando tenía 6 años y me decía "Todo estará bien yo siempre estaré a tu lado, así como tu madre en el cielo" mentiras que solo me daban esperanza, algo que jamás sucedería y no valía esperar.

Los recuerdos no valían de nada si dos personas me habían traicionado, los recuerdos eran simples promesas que te obligaba a esperar algo que jamás llegaría, aquella mujer que era como mi hermana se había ido hace 5 años atrás, mi padre me había dejado hace 8 años atrás, realmente no podía seguir así.

Temía que llegara el día en que sería ascendida a geisha, aunque bailaba para algunos hombres, debido a mi torpeza, seguía en el mismo rango de Maiko sin mostrar mi rostro por aquella pintura que ocultaba mi dolor y tristeza.

Después de lo que había pasado, después de los recuerdos, me levante muy a mi pesar, cerca había un árbol de maple, sus hojas rojas cayendo debido al invierno, espectáculo hermoso. Momento en que mi dolor no podía ser ocultado, las decepciones llegaban a mi mente, los recuerdos de mi padre, de Take-sama, el aire fresco, un simple kimono, solamente quería salir a caminar, pero aquel árbol cercano me parecía tan familiar, tal vez por aquella promesa de mi padre bajo uno, quizás la despedida de Take cuando era invierno, no podía dejar de mirarlo ni de llorar.

No importa el pasado, solo se feliz en tu presente - una voz masculina que se me hacía un poco familiar debido a que lo llegaba escuchar por los pasillos del burdel, hablaba con pasibilidad.

Limpie mis lágrimas rápidamente, hay estaba aquel sujeto piel aterciopelada, con un poco más oscuro que la mía, sus ojos azules que parecían ocultar algo, sentado con tan solo una Yukata color rosado, aquel cabello amarrado de color blanco inmaculado, fumando de una pipa como si en este mundo nada importara, el viento meciendo mi cabello negro sin recoger, largo y lacio, mi flequillo desordenado debido a la temprana hora, mientras me limpiaba sola las lágrimas, los recuerdos me inundaban por completo.