●Pequeña aclaración:
Los personajes de Saint Seiya no me pertenecen, son propiedad de Kurumada-sama. Solo los tomo prestado para la realización de este fic sin ánimo de lucro con el único fin de entretener. De fans para fans.
Este fanfic será de yaoi con lemon incluido. Si no les agrada el yaoi no lo lean. Dicho esto les dejo el primer capítulo.
Actualizaciones: Martes.
■Prólogo:
Muchas veces el amor y la soledad van de la mano. Son dos sentimientos aunque opuestos tienen demasiadas cosas en común. Muchas veces el amor, aunque no lo queramos ver, conlleva un profundo dolor que poco a poco se extiende por tu cuerpo, no quieres verlo pero lo sientes.
Quieres creer que el amor es un camino de rosas, que todo estará bien, pero también sabes que eso no es del todo cierto. Las rosas tienen espinas, el amor es la más bella de las rosas, pero también es la que más la flor cuyas espinas se clavan más profundo.
El amor duele, irónicamente tal vez sea el sentimiento que más daño causa, aunque también sea el sentimiento más dulce. Una mezcla extraña, tal vez demasiado extraña y confusa.
Es un sentimiento que buscamos pero a la vez nos da miedo sentirlo, ya sea por experiencias pasadas que nos sacaron más lágrimas que sonrisas o por no querer abrir tu corazón a otra persona.
Una persona que nos acompaña pero que también hace que en su ausencia nos sintamos solo.
¿No es curioso sentir soledad con el amor? Sobretodo porque se piensa que así esa sensación de soledad se esfuma, se disipa como la niebla cuando sale el sol, por desgracia, muchas veces no es así.
El mayor dolor del amor es ver a esa persona amada, día tras día, sabiendo que no puedes estar con esa persona, solo verla en la lejanía, sin poder besarle o abrazarle ni poder confesarle tus sentimientos. Esa es la más crueles de las situaciones.
Ese amor inconfesable, prohibido por motivos que ni tú mismo conoces, solo sabes que es tabú, es un paso que no puedes dar por mucho que lo desees y quieras. Decirlo sería como caminar por un hielo muy fino, sabes que se romperá y caerás al frío agua.
Decides callar. Ocultas ese sentimiento cuanto puedes, incluso intentas olvidarlo, pero no puedes.
El amor se convierte en una cruel tortura que te consume poco a poco, sintiendo como cristales cubiertos en ponzoña se clavan en tu corazón. Lo más cruel es saber que esa persona siente lo mismo por ti, pero sabes que no puedes corresponder, no puedes confesar esos sentimientos que tanto ansias gritar, no puedes besar esos labios que tanto deseas.
Te alejas de esa persona, al menos lo intentas,
pero una parte de ti se niega, pues quieres estar con esa persona que acelera los latidos de tu corazón.
Sabes que estar cerca de él puede hacerle daño y eso te mata por dentro. Una flor hermosa aunque sus pétalos se estén marchitando poco a poco.
Aparentas indiferencia por esa persona, no te importa. Eso es lo que te dices a ti mismo constantemente, pero no es así.
Los celos se apoderan de ti cuando ves que otra persona se toma demasiadas confianzas a tu juicio con él cuando tú ni siquiera puedes rozarle la mejilla sin poner en riesgo su vida.
¿Por qué el destino puedo ser tan cruel? Maldices tu sino mientras imaginas como sería una vida a su lado, como sería darle un beso... Un beso que nunca podrás darle.
En tu desesperación con el amor aprietas los puños con fuerza y contienes ese grito exasperado que proclama por salir.
El amor que sientes se convierte en un dolor agridulce, aceptas tu destino condenado a la soledad, sintiendo un amor que, aunque quieras, no puedes corresponder.
Optas por la soledad y el olvido, pero nunca llega. Cuando por fin crees que lo has olvidado, ese sentimiento vuelve a ti de nuevo, como una ola rompiendo contra las rocas.
Cierras los ojos, en un intento de contener tus propias lágrimas de frustración y tristeza. A veces lo consigues, otras veces no.
¿Por qué el amor duele tanto o más que la soledad? No le ves el sentimiento, pero comprendes que es así. No quieres, pero acaban aceptando esa cruel y triste realidad que tienes ante ti.
Una realidad que, sin duda, preferirías que no fuera así. Es demasiado doloroso, pero ese es tu destino, tu sino. Amar y ser amado pero sin poder demostrarlo, sin poder estrechar entre tus brazos a esa persona, ¡Cruel condena a la soledad hasta el fin de tus días!
Pero no te queda más opción.
Demasiado peligroso.
El amor se convierte en dolor cuando tu propia sangre es un veneno letal.
