AVISO: Este fanfic contiene algunos spoilers del manga de MAGI labyrinth of magic del arco de Alma Toran y posiblemente (aún no confirmado) lo que le continue a ese arco. Tampoco soy dueña de los personajes de esta historia, estos pertenecen a Shinobu Ohtaka, mangakana y creadora de la serie. Solo hay excepciones de personajes los cuales salen de mente.
Cabe aclarar que esta historia está subida en wattpad bajo el usuario de noami-chan (Qué es mi user en ese sitio).
Capítulo 1
El sueño
El festejo por la conquista del calabozo de Zagan había concluido; Morgiana se encontraba descansando en una habitación aparte al igual que Dunya de Musta'sim. Alibaba también estaba descansando al igual que Aladdín y Hakuryuu después del agotador incidente con Ithan.
Aladdín estaba soñando de nuevo con la gran tragedia de Alma Toran, sus ojos se abrieron de golpe.
―Otra vez el mismo sueño ―pensó suspirando en silencio, a su lado estaba Alibaba roncando ruidosamente y al otro lado estaba Morgiana que tenía algunas parte del cuerpo vendadas mientras dormía pacíficamente. El joven de once años cerró sus ojos después de embozar una pequeña sonrisa al ver a sus amigos durmiendo. Cerró sus ojos nuevamente esperando conciliar nuevamente el sueño. A los pocos momentos él se quedó dormido, volviendo a soñar. Esta vez no había imágenes de Alma Toran, ni de su estadía en el palacio sagrado u otra manifestación de su pasado. Sus ojos de un azul profundo se abrieron lentamente. No reconocía ese lugar, no era su habitación, era un lugar completamente negro, no podía discernir entre que tan amplio o estrecho era el lugar. Estaba acostado en el suelo, lentamente se levantó. Solo llevaba su báculo consigo. Miró a su alrededor buscando a alguien, a algo que le dijera que ocurría. Caminó con una sensación de incertidumbre pero a la vez calma, se sentía muy rara. Todo era misterioso a su al rededor, todo estaba oscuro y caminaba sin saber a dónde iba.
―Hola, hola ¡Hola! ¿Hay alguien? ―aquellas últimas palabras resonaron como un eco por varios segundos.
Siguió avanzando a paso lento y tranquilo sintiendo el sonido de sus propios pies descalzos sobre el gélido piso.
―Qué lugar más raro es este ―se dijo contemplando su alrededor con los ojos bien abiertos.
Fue entonces cuando unas rukh blancas se acercaron a él de forma inhóspita. Eran cinco pequeñas aves que lo rodeaban mientras silbaban sin descanso. Aladdín extendió su mano y la más gran de todas se posó en ella. Movió sus brillantes alas un par de veces mientras él se concentraba en escuchar lo que ese pequeño rukh trataba de decirle. Para mayor concentración cerró sus ojos y respiró hondo y exhaló.
―Ve a buscarla ―dijo de repente el magi repitiendo las palabras del rukh― ¿Qué quieren decir con eso? ¿A quién debo encontrar? ―les preguntó abriendo lentamente los ojos, viendo que estas comenzaban a avanzar―. ¡No! ¡Espera por favor! ―gritó corriendo tras ellas.
Siguió el camino que ellas recorrían, hasta que notó que parte de ellos se tiñeron de rojo intenso, un rojo que nunca había visto nunca. El color no se comparaba de las rukhs de un brillo rojizo que lo rodeaban al emplear magia de fuego, eran diferentes en todo sentido. Se sobresaltó al ver aquello, a la distancia, donde algunas aves se desvanecían había una chica con un vestido blanco y un chal celeste grisáceo con flecos. Estaba de espaldas con la cabeza baja y parecía estar temblando, todo rukh blanco que se le acercaba la rodeaba en símbolo de consuelo.
―Debe tener miedo ―dijo en voz baja.
La chica pareció sobresaltarse, se volteó a ver a Aladdín que retrocedió un poco.
― ¿Quién eres? ―le preguntó la chica de los ojos verde agua y pelo anaranjado apagado hecho en una trenza que le llegaba hasta un poco después de los hombros― ¿Dónde estamos? ―su voz era apagada, estaba asustada… Su mirada lo reflejaba.
Se quedó pensando unos momentos en cómo presentarse sin espantarla. Pero al final se dignó a presentarse como siempre lo hacía:
― ¡Hola onee-san! ¡Soy Aladdín, un viajero, es un placer conocerte! ―se acercó un poco más, ella se movió para atrás―. No temas onee-san, no voy a lastimarte ni nada por el estilo ―sonrió.
―Pero ese báculo ―señaló el bastón― eres un mago… ―agregó con desconfianza.
Él arqueó una ceja, no vio nada malo en ser un mago… Pero aun así se agachó al suelo y apoyó el báculo en el piso. Luego se acercó más a la chica ―que parecía ser de su edad― y se sentó a su lado.
―No quiero lastimarte, no puedo usar magia sin mi báculo así que no te preocupes… Tal vez fui algo brusco al presentarme ¿No? ―sonrió― mi nombre es Aladdín ¿Cómo te llamas onee-san?
―H-hola, soy Akai ―respondió tomando confianza― un gusto en conocerte Aladdín-san.
― ¡El placer es mío Akai-san! ―sonrió aún más tendiéndole su mano como saludo.
Ella vaciló al principio pero la estrechó y al instante embozó una pequeña sonrisa.
― ¿Sabes dónde estamos Aladdín-san? ―le preguntó.
―Un sueño, creo ―respondió viendo hacia arriba donde unas rukhs ambulaban, una de ellas se posó en su nariz y él rio un poco. Akai inclinó la cabeza con curiosidad por la extraña conducta del muchacho.
―No parece ser mala persona ―pensó Akai sonriendo― él debe estar viendo rukh ¿No? Si es un mago ―miró a su alrededor.
― ¿Cómo sabías que era un mago Akai-san?
―Pues, llevas un báculo… y no sé, me dio esa sensación al verte.
― ¿Conoces a otros magos?
―Sí, donde vivo hay muchos magos… Ese lugar se lo llama el país de la magia.
Los ojos del magi se agrandaron.
― ¡¿EN SERIO?! ¡Dime todo de ese lugar!
―E-Esta bien, yo vivo en Magnostadt… Allí hay una gran academia de magia y muchos magos, también hay mucha gente normal ¿Sabes? Pero en cantidad, los magos predominan.
― ¿Ella es de Magnostadt? ―pensó al recordar que Dunya venía de ese lugar― me preguntó qué clase de lugar será.
―Pero no recuerdo mucho de ese lugar ―prosiguió suspirando.
― ¿A qué te refieres?
―Es que, cuando las personas no pueden pagar los tributos los magos se llevan a las personas normales a un lugar llamado el quinto nivel de ciudanía… Un lugar muy confinado del exterior ―.Abrazó sus rodillas con sus brazos― la última vez que vi el cielo azul fue cuando tenía dos o tres años. Mi padre murió por enfermedad y con mi madre y mi tía no pusimos arreglárnoslas solas. Y al final terminamos en este oscuro lugar.
―Qué cruel ―pensó él impactado.
―Mi tía en ese lugar conoció a un hombre y tuvo una hija llamada Marga ―sonrió― al poco tiempo de nacer ella mi mamá murió así que mi tía nos cuida a ambas. Las cosas allá son difíciles, no entiendo como la gente se enferma por un resfriado y mueren así como así. Arriba nunca pasaba eso, tengo miedo de que me pase, yo quiero ver el exterior de nuevo. Aunque sea por unos momentos ¿Sabes?
Fue entonces que Aladdín tomó una decisión crucial en su vida.
― ¡Yo te llevaré al exterior!
― ¿Eh? ¿¡Cómo harás eso?! ¡Es imposible!
―No, no lo es… Yo no vivo en Magnostadt, pero iré allí. Puedo usar los estudios en la academia como excusa ¿Qué opinas?
―Pero ¿Y tus padres? Debes tener una familia que te querrá a su lado.
Él negó con la cabeza.
―Yo no tengo familia, nunca la tuve. Así que nada me ata al lugar en donde estoy ahora, en Sindria ¡Es un lugar hermoso! ¡Cuando te saque de allí te llevaré a Sindria y te presentaré a mis amigos!
Unas lágrimas se asomaron por los ojos de la niña.
― ¿E-En serio? ―sonrió esperanzada.
― ¡Sí te lo prometo! ―le tendió su meñique que entrelazó con el de Akai.
― ¡Gracias! ―suspiro de alivio.
―Apenas tenga una oportunidad de irme ¡Lo haré!
―Está bien, tómate tu tiempo. No vaya a ser por mí que te aleje de tus asuntos en tu tierra natal ―sonrió.
Aladdín rio un poco pensando:
―Técnicamente Sindria no es mi tierra natal ―lanzó un suspiro― ¿Tú no eres una maga?
―No, bueno… Eso creo yo, nunca pude usar magia. Escuché que los magos usan magia desde el nacimiento por instinto.
― ¿Eso crees?
Ella asintió varias veces y contestó:
―Es que a veces, cerca de algunas personas veo rukhs rojas… Pero por lo que dicen, las rukh son blancas. No rojas. Mis amigos cuando era pequeña decían que mentía solo para parecer genial ―dijo con desdén.
Entonces Aladdín abrió sus ojos recordando esas rukhs que se tornaron rojas y desaparecieron de su vista. ¿Quién era ella? De seguro era especial, no había duda, pero la pregunta era ¿Por qué vino a este mundo?
―Yo te creo ―le dijo firmemente― yo estoy seguro que puedes ver esas rukhs ―sonrió.
Los ojos de Akai se llenaron de alegría en ese momento.
―Eres alguien muy extraño ―confesó ella― me agradas ¿Podemos ser amigos?
Aladdín embozó una gran sonrisa y le contestó alegremente:
― ¡Sí, seamos amigos!
―Al fin encuentro a alguien con quien sentirme segura ―pensó la niña con una gran alegría brotando de su pecho― ¿Puedes ver las rukhs rojas? ―preguntó.
Él negó con la cabeza.
―Las únicas que puedo ver son blancas y negras.
―Me preguntó por qué vemos distintos tipos de rukh ―pensó en voz alta subiendo sus ojos verde agua hacia arriba.
―Quien sabe, pero cuando nos encontremos lo averiguaremos juntos ―le propuso.
―Suena bien, cuéntame más sobre esas rukhs que ves.
―Pues en su mayoría son de un color blanco y puro que despiden un brillo hermoso ―contestó― el rukh es el hogar del alma, cuando una persona muere su alma regresa al rukh y van al gran flujo que algunos lo llaman como destino ―entrecerró los ojos.
A la chica le asombraba todo el conocimiento que tenía sobre los rukh, para ella era realmente abrumador y fantástico.
― ¡¿Puedes contarme más?! ―preguntó con entusiasmo.
Él soltó una risa al verla tan animada.
―Claro, Akai-san ―le tendió una sonrisa pequeña― las personas que pueden ver el rukh son especiales, porque poseen una habilidad que no todos tienen. Los magos, ellos pueden usar su magoi para. Por lo de seguro eres muy especial.
―La magia ―murmuró ella― ¿Crees que soy una maga? Tal vez por eso veo estas aves rojas ―dijo fijando la mirada en una avecilla roja que revoloteaba a su alrededor
―Quien sabe ―se puso de pie― es algo que deberás descubrir tu misma.
―Ya veo ―suspiró― pero ¿Qué preciso para comprobarlo?
―Un báculo ―respondió al instante.
Entonces le tendió su báculo de madera.
―Cuando lo usas, puedes hacer magia.
Ella lo examinó curiosa.
― ¿No es algún tipo de artefacto mágico o especial?
―No, solo es un bastón común y corriente ―dijo riendo ligeramente― mira ―tomó el bastón y lo elevó―. Halharl Rasars ―murmuró.
Lo miró extrañada sin comprender que hacía. Tres bolas de fuego aparecieron de la nada, el rukh comenzaba a moverse a un ritmo rápido y comenzaban a dirigirse a Aladdín.
― ¡¿Esto es magia?! ―preguntó exaltada, es cierto que en su vida había visto magos pero nunca los vio empleando alguna madia además del vuelo.
Él asintió.
―Es lo poco que sé ―le comentó frotándose la nuca.
―Quiero seguir escuchándote Aladdín-san ―le dijo animada.
―Bien ―sonrió…
Fue entonces que un viento que no sabían de dónde pasó por allí de forma inhóspita. Seguido a eso, todo se tornó oscuro y ambos perdieron la visión del otro.
