Buenas, buenas a todos. Una nueva historia comienza, con la misma calidad de siempre. En realidad, más que nada este es un prototipo, ya que la seguiré en función del éxito que recoja el primer capítulo.
Antes que nada, que no os alerte la misoginia que presentarán los capítulos a medida que avance el fic. La misoginia es, básicamente, parte del pensamiento que llevaba la humanidad durante los últimos siglos, y que en el transcurso del siglo XX se ha podido, en parte, erradicar. Se trata del desdén hacia la mujer, y el tópico que aparecerá en mi historia es el que dice que las mujeres son incapaces de incursionar en política, supongo que entenderán a qué me refiero. Eso no significa que yo comparta este modo de pensar, aquí en mi país Argentina tenemos una presidenta, y aunque no estoy precisamente orgullosa de su accionar o sus decisiones, no significa que yo piense que "hace todo mal porque es mujer". No, para nada. Sólo puedo decirles que los principales enemigos de esta nueva historia comparten el pensamiento que los hombres tenían hace no mucho tiempo en la historia de la humanidad…
¿A qué viene toda esta explicación? Que los reyes antiguos que aquí desempeñan el papel de antagonistas no aceptan la presencia de las princesas en el poder, porque antiguamente, en las tierras y habitantes que formaron Equestria, era común que el papel de las yeguas quedara relegado a lo más mínimo… hasta el punto de que incluso Star swirl formó parte de ese pensamiento, pero luego cambió de parecer.
Después de mil quinientos años, las cosas en Equestria son distintas.
Después de algún tiempo de la derrota de Tirek, las relaciones entre Equestria y el Imperio de Cristal serán distintas.
Sin más dilación, los dejo con el primer capítulo.
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Todos los días, al despertarme, pienso qué habrá más allá de este reino, donde solo veo casas y ponis opacos, que caminan por las calles con un gesto de resignación que no alcanzo a comprender aún. Por alguna razón, me siento indiferente a lo que ellos piensan o sienten. Sé que sufren, ¿pero qué es lo que yo puedo hacer? Poco a poco, mi espíritu se rebela contra esa prisión que es la vida de un príncipe. Los plebeyos no tienen nada, y son felices con eso, y yo que lo tengo todo me siento más miserable de lo que ellos se podrían sentir. ¿La razón? Simple: aunque vivan sin privilegios ni cargos militares, cerca suyo están sus familias, sus madres y hermanos, si los tienen, sus abuelas… He visto potros y potrancas que, pese a la oscuridad que los rodea, salen a jugar a los patios de su casa, ignorando la tristeza de los mayores. He visto potros y potrancas que acompañan a sus madres al mercado, desviando la mirada de los guardias que patrullan por cielo y por tierra. Los niños no los notan, y los comprendo, son muy pequeños para darse cuenta. Pero yo sí, y eso es lo terrible, porque sé que les depara el futuro.
Sin duda lo que me quita muchas veces el sueño es el extrañar a mi madre y a mi hermana. Las recuerdo a través de mis sueños, aunque no habré tenido más de cuatro años cuando ellas se fueron, o mi padre me llevó, ya no me acuerdo. Sé que después de ese día ya no las volví a ver, y por mucho que le rogué a mi padre, siempre se negó a dejarme ir a visitarlas a Canterlot. Ellas no pueden pisar el Imperio, pero eso no significa que yo no pueda pisar la capital de Equestria. O Poniville, he tenido noticias de que se trasladaron hace poco a vivir al castillo de mi tía Twilight, que también es princesa, y de la que tengo muchos menos recuerdos. Ah, y de Spike, que a través de su fuego mágico me hace llegar las cartas que madre me escribe cada tanto. Ojalá pudiéramos escribirnos más seguido, después de todo, el fuego verde que me trae las cartas de mamá no es detectado por los Guardianes ni los celadores. Skyla también me escribe cartas, diciendo que extraña horrores poder jugar conmigo. Es la conexión que llevamos desde el vientre de nuestra madre, yo sin verla puedo saber que ella está bien, y viceversa, y nuestra conexión de mellizos es lo único que padre ni esa extraña magia han podido alterar de mí.
Yo simplemente no entiendo, no entiendo por qué nos separamos. Tengo un pequeño cuaderno que la tía Twilight escribió para mí y para Skyla, contándonos todas las aventuras que había tenido con sus amigas, las Portadoras de los Elementos de la Armonía, y la parte que a mi hermana y a mí nos gustó más fue la anécdota de la reina Chrysalis de los simuladores. Si el amor de mis padres salvó a Canterlot enviando a volar a los devoradores de amor, y si la reina simuladora se había hecho tan poderosa a costa del amor que sentía mi padre por mi madre, ¿por qué? ¿Por qué tuvo que dejarla, por qué mi padre destruyó a nuestra familia de esa forma, encerrándome por años en este feudo de cristal que ha perdido todo el color? ¿Por qué la niega de forma tan descarada cada vez que toco el tema, y se va sin decir nada? ¿Cómo es que ahora desdeña a su hermana y a su esposa, y a Skyla que también es su hija? ¿Por qué me quiso sólo a mí? Cuando me hago estas preguntas, siento que el pecho me arde y que me quedo sin aliento. Al parecer, mi padre no extraña a su familia en lo más mínimo, no de la misma forma que yo, y eso es lo que no entiendo.
Lo único seguro, es que es culpa de ellos. Le lavaron el cerebro, drenándole toda la bondad y el amor que alguna vez tuvo hacia las ponis que conformaron su familia, dándoles la espalda y hasta amenazándolas de muerte. Y yo estoy solo, porque padre no me ofrece ningún consuelo, y estos últimos años sólo se ha enfocado en criarme para que cuando tome su lugar como rey del Imperio de Cristal, no sea más que un tipo con una roca dura, fría y sin sentimientos, totalmente inmune a toda manifestación emocional. Por eso, sé que es culpa de ellos. No sé cuándo llegaron, ni cómo lo hicieron. Ni siquiera sé bien de dónde vienen, ni si son realmente ponis o verdaderos monstruos. Sé que pueden tomar forma de ponis, preferentemente unicornios, y usan esas formas para las reuniones en el castillo. Son cuatro, un dragón, un pájaro de pico afilado, cuya especie no conozco, un lobo y un lagarto, de lengua bífida y colmillos como los de una serpiente. Son cuatro de tamaño enorme, que aterran la tierra por donde pasan, y su presencia es palabra mayor. En jerarquía, están al mismo nivel que mi padre, y si él así lo desea, pueden mandar u ordenar con la misma autoridad que la del propio rey. Aunque ya debería decir emperador, pues otros pueblos han caído, dada la superioridad militar y armamentística que se desarrolló durante estos quince años, y todavía me sorprende que no se hubiera desatado una guerra contra el reino vecino, que se encuentra allá más al sur de todo.
He cultivado un odio inmenso hacia aquellos que aconsejan a mi padre en las reuniones, de las cuales él me ha hecho partícipe, pero sólo de las más banales, porque las reuniones más importantes se llevan a cabo en el sótano, en la parte más profunda. Por un lado, siento gran curiosidad por saber de qué hablan, pero nunca me molesto en averiguarlo. Aprovecho la ausencia paterna para dedicarme a otros asuntos, distender mi mente o escribir cartas a mi madre, a mi hermana o a mi tía. He conseguido crear un hechizo con el que puedo desmaterializar la carta en un simple humo de tabaco, sería muy arriesgado enviar mensajeros, ni siquiera una mísera paloma con un trozo de papel atado en la pata. Una vez lo intenté, pero entre el dragón y el león dejaron sólo las plumas, y padre me prohibió terminantemente enviar ninguna misiva a ningún lado.
No recuerdo haber visto, cuando todo era diferente, ver ponis que tuvieran esa costumbre de fumar o de beber. Mi padre es como una roca imposible de resquebrajar, pero he descubierto que los tragos fuertes de la bodega desactivan todos los escudos de su espíritu, sólo cuando ha pasado demasiado tiempo bebiendo. Son esos los momentos en los que noto un cambio en sus ojos, un leve brillo, una angustia enterrada por años que sale a la superficie. Yo tengo la esperanza de que todavía siente algo por mi madre, de que los recuerdos de su infancia con la tía y con Spike no han sido borrados de su memoria, de que, muy en lo profundo, piensa en los abuelos y en lo que ellos podrían sentir con su accionar. Jamás le he visto derramar una lágrima, si a mí me inculcó toda mi vida que llorar es de potrillas con tanta vehemencia, así él llegara a un punto de depresión total, eso no haría que de sus ojos corriera una sola lágrima. El único efecto es que todo se torna más oscuro, pero nada más.
En ocasiones, yo he llegado a cierto estadío de ebriedad, pero en serio no soporto el sabor del ron o del vodka. Me producen náuseas o sueño, el vino no me hace nada, ni tampoco me deja tanto dolor de cabeza como la cerveza. Mi estómago no llegará nunca a tener la resistencia del de mi padre. No siempre bebe, por lo menos no cuando hay asuntos de suma relevancia para tratar. Ellos lo acompañan a veces con las copas, pero pasan mucho más tiempo en los alrededores, en las torres, y yo siento un gran alivio de que así sea. Cuando están dentro del palacio, rondando como sementales, me producen la más sincera repugnancia. No les dirijo una sola palabra, asiento o niego con la cabeza si alguno efectúa alguna pregunta que puedo responder tranquilamente con sí o no. Lo reconozco, no me caen nada bien. Especialmente Sombra, el lobo. Sé quién es realmente, quién fue, todo aparece especificado en el compilado de memorias que me enviaron a escondidas como regalo para el día de los Corazones Cálidos, un libro inmenso, hecho solamente para mí, con las letras de la tía Twilight, Spike, mi madre, Skyla, las amigas de Twilight… todos colaboraron para hacerlo, incluso las hermanas menores de Applejack, Rainbow Dash y Rarity colaboraron, incluyendo dibujos hechos por ellas, ilustrando muchas cosas, los mejores de Apple Bloom. Ellas ahora ya son mayores, sin embargo en el tiempo de los hechos ellas eran apenas unas niñas, que buscaban su talento, habiendo conformado un grupo de nombre Cutie Mark Crusaders.
Para este próximo Día de los Corazones Cálidos, tengo pensado mandar a Poniville más que una carta de saludos. Quiero enviarles regalos a todos, quiero cubrir cumpleaños y especialmente el día de la madre. Este año voy a regalarle a mi madre un ramo de flores que nunca se marchite; sé lo mucho que le gustan las rosas, por eso voy a tomarme el trabajo de fabricar las rosas más bellas que se hayan hecho en todo el mundo. Todavía no encuentro palabras para expresarle a mi madre todo lo que siento, he vivido con el frío tan al lado del corazón, tan solo y sin contención en este inmenso palacio en silencio. Me sorprende no haber sucumbido a toda esta oscuridad que me rodea, desde pequeño he convivido con un padre que no me ha enseñado otra cosa más que magia, magia negra, milicia y un montón de cosas aburridas que tornaron mi infancia de lo más aburrida e insulsa. ¡Oh! ¡Cuántas veces he querido salir a jugar, cuando el sol logra escurrirse entre estas nubes, cuando le permiten al día ser día y a la noche ser noche, y se pueden ver las estrellas que acompañan a la dulce y blanca luna!
Durante una de esas juntas que mi padre tenía con los Cuatro, me encerré en mi habitación para trabajar en los regalos, pensando y repensando qué podría darle a cada poni. Y tomando en cuenta la clase de materiales con la que dispongo, para la tía Twilight y sus amigas, se me ocurrió que podía regalarles árboles, cada uno con su cutie mark como las hojas, labrados en cristal y con incrustaciones de piedras preciosas, se obtienen muchas por aquí gracias a la minas. Al principio iba a hacerles collares o algo parecido, pero me pareció mejor representativa la idea de los arbolitos, y al instante en que la idea nació, ya sabía cómo hacerlos. Para Spike me costó un poco más inventar un regalo, no sé nada de los gustos del dragón, y entonces recordé que había una sección especial en el libro que podía revisar, y luego de buscar y leer con detenimiento las páginas, me decidí. Iba a tallar una figura suya en madera de roble, con alguno que otro detalle extra, que lo representaba como un dragón escribiente, con un pichón de fénix parado en el hombro, y sentado en un trono en cuya base se hallaba el Corazón de Cristal que había ayudado a rescatar, según lo que leí en el libro. Para Skyla, diseñé un complicado collar, con preciosos metales y joyas que de seguro adornaría su cuello de lo más bien. Y para Cadence, mi madre, planifiqué un ramo de rosas, que fue lo que más tiempo me tomó al tener que hacer los pétalos uno por uno.
El escondite para todo este gran proyecto fue algo que demandó mucho esfuerzo mental. Padre me tenía suficiente confianza como para no ordenar que alguien viniera a revisarme el cuarto, si algo aprendí bien fue la obediencia debida, debiendo callarme tantas cosas que me hacían sufrir, sólo para garantizar que su autoritarismo no traspasara mis puertas. He logrado convencerlo de que en mi cuarto no hago otra cosa que estudiar, practicar la voz real, fortalecer mi magia y una extensa lista de tonterías más. De todos modos, tengo un baúl bajo mi lecho que resguarda todo aquello que debe ser ocultado de su mirada inquisitiva cada vez que se presentaba en mi habitación, con o sin previo aviso. El temor a que me descubriera causó varios estragos en los objetos con los que trabajaba, y aunque pude arreglar algunos desperfectos, como para disimularlos, otros debieron quedar tal cual como estaban, arruinando todo el trabajo anterior. Pero no podía darme el gusto de comenzar uno nuevo, la prioridad era acabarlos y enviarlos lo más pronto.
El mejor método que, deduje, podía utilizar para realizar el envío era un hechizo de portal. Es más complejo que el de teletransporte, y requiere utilizar una superficie espejada para abrir un agujero espacial con la capacidad para abrirse en un sitio a miles de kilómetros de distancia. El problema es que ese tipo de magia puede ser detectada por mi padre, de hecho, cualquier tipo de magia, reconocida o no, puede ser detectada tanto por él como por cualquiera de los Cuatro, y eso desembocaría en un gran problema para aquél o aquella que haya manifestado su magia, pues lo rastrearían enseguida, sin darle tiempo a alejarse demasiado de los límites del feudo. Si bien mi magia es perfectamente reconocible para los sensores invisibles, y no sé exactamente si se limita solamente a la manifestación de magia o si también puede definirse para qué se la usa, pero no quiero arriesgarme a que venga y empiece a indagarme. No soy bueno mintiendo, y padre puede ver a través de mí como si fuera una lámina de cristal. Y aunque lograra vencer su cuestionario, tarde o temprano sabría de mis intercambios secretos. Porque cuando empieza a sospechar, es como uno de esos sabuesos que nunca pierden la pista.
Poco a poco siento que me agobia esta vida. Quiero huir, quiero dejar este sitio en penumbras, y mudarme a otro que sea solamente pura luz. Poder tirarme en la hierba, respirar aire fresco, dejar que mis sentidos se abran y mi alma se libere de todas las ataduras que la mantienen prisionera en el cuerpo de este infeliz príncipe. Por el momento, sólo me preocupan los presentes para mi familia, que está allá lejos, esperando, luchando, sobreviviendo al hostigamiento de este imperio oscuro, que cada día amenaza con absorber otra porción de tierra. Padre siempre me mantiene al corriente del avance de la conquista, geografía, política, historia, y siempre me invita a festejar cada victoria. De hecho, cada vez que su ejército devora otro pedazo de Equestria, como una enorme marabunta hambrienta y feroz, es motivo para que en el Palacio de Cristal se arme todo un festín. Pocos son los que alzan las copas con sinceridad en el momento del brindis, porque es invitado todo el pueblo, pero no todo el pueblo se siente contento de la misma manera que la realeza. Y yo tampoco puedo sentirme feliz de cada conquista, no sé por qué, pero debe ser porque me paro más a pensar en los ponis masacrados, en las casas destruidas, en toda la devastación que dejan los ejércitos del rey Shinning Armor, que desde el trono envía comandos a los Cuatro, y éstos a su vez dan las órdenes a los capitanes, y éstos a sus subordinados, bajando por la amplia y compleja jerarquía de todo ejército bien organizado.
El solo pensar que algún día estaré a cargo de semejante imperio, pero sobre todo a cargo de ese ejército, me produce escalofríos. No sé cómo serán los ejércitos de las princesas de Equestria, pero el Ejército Imperial tiene algo más que ponis. Empezando por los soldados. El servicio militar es absolutamente obligatorio para todos los sementales que se encuentren bajo el régimen imperial, por un espacio de dos años, tiempo durante el cual los cadetes deben pasar por pruebas duras y un entrenamiento extremo. Y el servicio es obligatorio por dos años, porque ese período alcanza para determinar si un cadete califica para unirse a cualquiera de las dependencias de las Fuerzas Armadas, que incluyen cielo, tierra y agua, ya que en el último lustro, mi padre ha logrado conquistar una importante zona costera. Y la industria armamentística no cesa, ni hablar con el aporte constante de las minas, que año tras año han ido socavando las entrañas de la Cordillera del Norte, e incluso hay otras zonas mineras que rinden tributo al emperador.
Hay mucho que sé de esto, y hay mucho para hablar sobre el ejército imperial. Los soldados no sólo son entrenados, sino completamente reconfigurados, para maximizar las habilidades de sus sentidos, y si bien la comunicación telepática es un poder que solamente manejan los altos estratos del poder, véase mi padre, los Cuatro, y los máximos jefes de la Marina, la Infantería, la Gendarmería y la Guardia Real, están pensando en ir cubriendo más cargos de autoridad, dado el crecimiento del ejército y de las zonas controladas militarmente, ya que existe cierta resistencia por parte de los equestrianos a abandonar sus tierras o doblegarse ante el coloso militar. El poder económico y político total es más bajo cuanto más se baja hacia el sur, hacia el reino de Equestria, que se vio obligada a hacer profundos y severos cambios en su propio ejército, consiguiendo mejoras totalmente sustanciales, y que sirvieron para ganar varias batallas, y defender territorios que aún permanecen atrincherados, entre el dominio de un reino o de otro.
Yo no sé en qué terminará esto, aunque sólo existen dos finales potenciales. Temo por Equestria, por mi familia, pero también temo por mi padre, a pesar de todo. Algo tuvo que hacerlo cambiar, y si las princesas no pudieron hacer nada para detenerlo en su momento, de seguro es que no han hallado la manera… o simplemente no supieron qué hacer. Probablemente, cuando pudieron haberlo detectado, ya era tarde, la corrupción se había instalado de manera tan silenciosa y sutil en el corazón de mi padre, que cuando se manifestó por primera vez ya poco o nada podía hacerse. En mis cartas, le he preguntado sobre esto a mi madre, pero he dejado de hacerlo, porque a juzgar por sus vagas respuestas, es un tema que le causa mucho dolor y sufrimiento al recordarlo. Pero yo sé que no es culpa de mi padre, yo sé que todavía vive, perdido y amordazado por la oscuridad, su verdadero ser, aquel Capitán de la Guardia Real de Equestria, hijo, hermano, esposo y padre que el día de su boda ayudó a salvar Canterlot, y que tuvo la suerte de desposar a nadie más ni nada menos que una princesa, y que para agregar más, su hermana obtuvo el mismo título, por los logros y hazañas que cumplió junto a cinco simples ponis. Lo sé, porque en mis años viviendo aquí con él, he visto y oído cosas que así me lo confirman. Y me gustaría poder ayudarlo, poder hallar una solución a todo esto, sin embargo, soy demasiado joven e inexperto como para hacer por mí mismo algo que las cuatro princesas de Equestria no pudieron. Es triste, es muy triste, y lo que yo menos quiero es que destierren a mi padre para siempre, porque sé que no es su culpa.
Es culpa de los Cuatro. Todo es culpa de esas bestias, que le llenaron la cabeza y lo inclinaron a ser lo que es ahora. Si tan solo pudiera conseguir más información de ellos, y de cómo vencerlos y debilitarlos, y llevarles esa información a mi madre, a mi tía y a las Hermanas Reales, podría darle un giro radical a toda esta situación, para encontrar un modo de acabar con esta oscuridad y que los verdaderos culpables paguen.
Pero solo soy un joven unicornio, ¿qué puedo hacer yo contra este sistema?
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(recomiendo la siguiente melodía para acompañar la lectura: watch?v=mF3DCa4TbD0)
Quince años. Quince años que parecían toda una vida, y parecía todavía ayer cuando decía, en compañía de sus tías y de su cuñada, que detendrían a Shinning Armor. ¿Cómo podía ser esto posible, cómo había sucedido? Cadence creía haber conocido el dolor, cuando la reina simuladora la había encerrado en las minas de cristal debajo de Canterlot, y la abrumaba la soledad y la tristeza de estar atrapada ahí abajo, sin poder pedir ayuda, y casi había perdido la esperanza hasta que Twilight apareció para cambiarlo todo. Había sido la única en darse cuenta del erróneo comportamiento de Chrysalis durante los preparativos para la boda. ¿Pero cómo se les había pasado esto? ¿Cómo pudo ser que ni ella ni Twilight se dieran cuenta del cambio que se había ido graduando en Shinning?
Los pensamientos de culpa y remordimiento inundaban la mente de la princesa del amor. Había pasado esos años como mejor pudo, pensando que allá lejos, el imperio que se le había entregado para su protección, lo había perdido, fallándole a todos los ponis de cristal, fallándole a sus hijos, a todos. No pudo hacer nada, no fue capaz de lanzar siquiera un mísero rayo contra el que había esclavizado al Imperio de Cristal, y arrasaba ahora con el norte de Equestria, con ese ejército que cada vez se acercaba más a Canterlot. No pudo reaccionar, porque el amor que sentía por Shinning podía más que todo, y aunque ese mismo amor los había salvado una vez, lamentablemente no funcionó. La mirada de su esposo era como una daga fría, y a pesar de que reconocía su cara, de repente ya no era lo mismo, algo se interponía entre los dos. Twilight había pasado por un proceso parecido, ¡era su hermano! ¿De dónde sacaría la fuerza para enfrentarse a su hermano? No podía, y Cadence la comprendía perfectamente. Ahora, ambas cuñadas sabían lo que había sentido Celestia al tener que desterrar a Luna, nada más que ellas dos se negaban a aceptar la salida del destierro. Era algo que ellas no podrían soportar, especialmente Cadence, con dos hermosos mellizos… y con ella ahora solamente estaba Skyla. Shinning Armor sólo se llevó a su hijo, por la idea de que era Starlight quien merecía estar a su lado, pues cuando creciera heredaría el trono del rey.
En todo el viaje en tren, Cadence permaneció callada. La decisión de que su hija y ella se mudaran a Poniville, al castillo de Twilight, era más por protección que por un simple paseo. Celestia y Luna las habían convencido de dejar la capital de Equestria, por su seguridad. Confiaba en que las Portadoras de los Elementos consiguieran activar el Rainbow Power en caso de emergencia. Pero, ¿lograría Twilight conservar la entereza suficiente para tal acto? A Cadence lo que más la aterraba, eran los reyes, esos seres bestiales que habían defendido a Shinning Armor, y que sin duda habían sido ellos quienes lo habían corrompido, porque Shinning jamás haría algo así, ¡jamás! ¡Jamás se había proclamado de esa forma ante las princesas, jamás habría compartido esa idea de la antigüedad, de que las yeguas no estaban preparadas para gobernar! No. Era un capitán amable y respetado, era un hermano excelente y un marido excepcional. Cadence siempre había creído que defendería juntos el Imperio, ante todo peligro, pero todo desgraciadamente se había torcido, y la alicornio rosa se negaba a soltarse del pasado, se resistía a creer que aquel lazo de amor infinito se había roto, porque solamente una punta se había roto. Ella no perdía la esperanza de recuperar a Shinning Armor, contra todo mal pronóstico, ella soñaba con el día en que vería reunida a su familia, y todos compartirían un gran y cálido momento juntos a Nightlight y Velvet, y con Twilight y Flash Sentry, y su pequeña hija Magic Light. Más Spike y todas las amigas de Twilight.
Pero, ¿había realmente expectativas de que todo terminara bien? Por lo que Starlight contaba en sus cartas, Cadence no podía más que reanudar su llanto, obligándose al mismo tiempo a contenerse. Existía una mínima, infinitesimal probabilidad de que Shinning todavía la amara, de que la magia negra no hubiera consumido su alma del todo.
Skyla vio cómo su madre fruncía el rostro, cerrando los ojos con fuerza para evitar que surgiera de ellos otro afluente de lágrimas. La pequeña princesa se sentía impotente para calmar el dolor de su madre, y por su parte, ella también tenía ganas de llorar, llorar porque la mitad de su familia se hallaba muy lejos de allí, llorar por sus quince años cumplidos, y por la destruida ilusión de entrar al salón de fiestas acompañada por su padre, al ritmo de alguna melodía especial. Pero Skyla no quería llorar, se esforzaba por ser fuerte, y por darles fuerzas a su madre y a su tía, que de seguro debía estar parada en la estación de trenes de Poniville, contando cada minuto y cada segundo que transcurrían, mientras aguardaba la llegada del expreso de Canterlot. Y sin dudas, allí estarían también Flash Sentry, Magic, Spike, Applejack, Rainbow Dash, Rarity, Pinkie Pie y Fluttershy. Todo un bello comité de bienvenida, reunido sólo para ellas dos.
Lentamente, el tren cubrió los últimos kilómetros de su recorrido. Por dentro y alrededor, estaba lleno de guardias reales, listos para defender la vida de las princesas en caso de una redada, a pesar de que el ejército del emperador se hallaba detenido en el norte, pero esos traicioneros matones podían hacer de las suyas aún en territorio enemigo. Eso sí, no sin que los equestrianos no se defendieran. Realmente, la paz y la armonía de Equestria habían sido terriblemente afectadas, y un hilo delgado como la seda la mantenía colgando sobre el abismo, al borde del colapso.
-Mamá, mira, allá se ve Poniville… - dijo Skyla a su madre, señalando las torres del castillo de la princesa de la Amistad.
Cadence se recuperó de su llanto y de su tristeza más rápidamente que otras veces. Suspiró, inhaló, exhaló. Recompuso su rostro y su imagen, en ese momento debía presentarse como una princesa, pero más que nada, no quería ver preocupada a Twilight, más de lo ya estaba. A pesar de que habían aprendido a convivir con ese dolor en el pecho, había días en los que ninguna de las dos jóvenes princesas. Al ver el perfil de la estación de tren, Cadence recordó súbitamente esa horrible y fría tarde…
-Vete – le dijo Shinning Armor.
Cadence estaba tirada en el suelo, la espada de Armor pendía sobre su cabeza, y bajo una de sus alas, una asustada Skyla lloraba a lágrima suelta, protegida por el abrazo de su madre, quebrada en cuerpo y alma. Cadence también lloraba, pero su llanto era más liviano. Trataba de convencer a Shinning, de tocar su corazón, pero se topaba una y otra vez con esa coraza fría y negra.
-Shinning, por favor… no lo hagas. ¡Somos tu familia! Juntos podremos superar esto…
Detrás de ella, Twilight la llamaba a todo pulmón, a la vez que mantenía en marcha el destartalado tren imperial, atacado por las bestias, que lo habrían reducido a escombros de no ser por la orden de Shinning. Éste permanecía impasible ante los ruegos de su esposa, y podría haberle dado el golpe de gracia, pero no lo hizo. Un impulso, tan fuerte como el viento de un huracán, quería hacerlo bajar la espada, y abrazar a Cadence, y decirle que lo sentía, que lo sentía… Pero ahora todo era diferente. Sólo quería que ella se fuera, ya no tenía sentido seguir. Starlight estaba en el castillo, solo, encerrado en un cuarto del que no tardaría en descubrir cómo salir. Ahora su responsabilidad estaba con su reino y con su heredero, y para eso era necesario hacer un gran sacrificio. El mentón comenzó a temblarle, primero levemente, luego de tal forma que ya no podía contenerse.
-¡Vete! – le espetó -¡Toma a tu hija y lárgate de mi reino!
Para hacer que se moviera, lanzó un rayo a la nieve, y Cadence pareció reaccionar, aunque sólo corrió cuando oyó la voz desesperada de Twilight. Shinning se alejó unos pasos, y se las quedó mirando en la tarde que moría con un resplandor rojo en el horizonte. El tren arrancó, avanzando por los rieles, mientras los ojos llorosos de Twilight y de Cadence se clavaban en los fríos y duros de quien hacía apenas unos meses había sido hermano y marido.
Y las vio irse en ese tren, y perderse en dirección a Equestria. Y el tren se llevaba dos, tres grandes trozos de su corazón, pero ya no se podía hacer nada. Ahora debía mirar para adelante, dejar ir aquello que le estorbaba para construir un nuevo imperio, algo que llevaría mucho trabajo y dedicación, además de la crianza del príncipe heredero.
Y un corazón difícilmente se puede reparar, cuando aquello que falta se ha ido para siempre.
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El tren que venía de Canterlot se detuvo finalmente en la estación. Sólo se había retrasado unos minutos, pero para la alicornio púrpura esos minutos habían sido como horas. No veía a su cuñada ni a su sobrina desde hacía un par de meses. No quería dejar Canterlot tampoco, quería estar de su maestra y de la princesa Luna para ayudarlas a afrontar cualquier amenaza. El ejército oscuro retomaría su avance en cualquier momento, y era cuestión de tiempo para que llegara a Canterlot. A Twilight esos quince años la habían atravesado como si fueran sesenta, perder a su hermano, por segunda vez, y sin poder haber hecho nada para impedirlo, había trastornado toda su existencia. Sus padres estaban en la estación de Canterlot, esperándola, y apreció mucho el esfuerzo de su madre por no echarse a llorar cuando ambas se encontraron. Velvet estaba resuelta a brindar todo el apoyo necesario tanto a su hija como a su nuera, y las envolvió en el abrazo más maternal del mundo. Celestia las recibió en persona con las mane 6 y el bebé dragón, todos derrotados, y las hospedó en el palacio real todo el tiempo que quisieron permanecer allí. Twilight nunca olvidaría los ojos de Luna, que había llorado en secreto en su habitación aquella noche. Todos creyeron que era por lo sucedido, pero sólo Celestia supo que su hermana lloraba por la impotencia, y por algo mucho más profundo. Porque tenía una deuda que no había cumplido, que no había saldado, porque pudo haber evitado mucho de lo ocurrido con una simple decisión, pero eso iba más allá de todo. Se negó a recibir el consuelo de su hermana mayor, salió a recibir a las heroínas derrotadas, y luego se abstrajo del mundo por el resto de la noche.
-¡Cadence, Skyla! – saludó Twilight enérgicamente, abrazando a las recién llegadas como si fuera el último día. Curiosamente, había estado pensando en el mismo recuerdo que Cadence minutos atrás.
-¡Tía Twilight!
-Twili… - murmuró Cadence, recordando aquellos días felices en los que cuidaba de la alicornio morada, y ahora princesa, que la recibía con una sonrisa de oreja a oreja.
-¡Tía Cadence, prima Skyla! – Magic Light saltó desde la banqueta en la que estaba sentada con su padre para correr a recibir a las princesas alicornio, con una felicidad que era como una caricia para sus padres y los presentes.
Los demás que ocupaban el andén se acercaron para sumarse al abrazo. Era uno de esos pequeños en los que podían olvidar que la guerra estaba ahí afuera, para compartir un mismo calor todos juntos, símbolo de la unidad producida la Noche de los Corazones Cálidos. Pues allí se reunían las cuatro razas de ponis, todos con los corazones encendidos por volverse a ver.
-¿Cómo han estado todos ustedes? – preguntó Cadence. Siempre la hacía sentir mejor saber que los demás estaban bien, aunque ella no.
-Hemos estado bien – respondió Twilight, un poco a secas. – Desde que la princesa Celestia me informó de su venida a Poniville, he estado muy ocupada arreglando sus habitaciones, y haciendo todo lo posible para que tengan la mejor bienvenida.
-Gracias, Twilight. – dijo Cadence, mientras Magic Light seguía abrazada a ella - ¿Y tú cómo vas, pequeña?
-¡Muy bien! ¡Genial! He ayudado a Pinkie Pie con todos los preparativos para la fiesta, y también ayudé a mamá con las sábanas y las cortinas, y… - Magic desplegó una intensa verborragia con todo lo que había hecho esos días, tan feliz de tener nuevas visitas en el castillo de su madre, que lucía triste la mayor parte de cada día.
Cadence reparó, con una mirada rápida, en todos los rostros de los ponis congregados para recibirlas a ella y a su hija, la mitad de lo que debía ser una feliz familia. Cada uno tenía una sonrisa en el rostro, y saludaban amablemente y con una reverencia, con sumo respeto a ambas. Estaban bien acostumbradas a los actos formales, y ellas siempre respondían con modestia, como era su costumbre. De camino al castillo, madre e hija pudieron oír con una sonrisa el relato de cada poni, y de lo que habían hecho en todo ese tiempo que habían estado fuera de Canterlot. Skyla estaba muy expectante por la fiesta en el castillo de su tía, Pinkie Pie había dicho que le había preparado sus cupcakes favoritos, y la joven quinceañera se relamía por probarlos. En ese momento, se acordó de su hermano Starlight, con tristeza al pensar en todo lo que se perdía por estar en el Imperio de Cristal, no porque fuera su culpa, claro. Pero Skyla se preguntaba qué comerían allá, en qué consistirían los platos que se preparaban para la realeza, y lo único que ella podía imaginarse era que sería el mismo tipo de comida insípida y peculiar que servían en Canterlot, bueno, no toda. Ella adoraba venir a Poniville, uno de sus recuerdos más preciados de la infancia con Starlight fue cuando todos vinieron para celebrar el cumpleaños de la tía Twilight, y en lo mucho que se divirtió su hermano en todo el día.
Recordaba a su tía diciendo que Starlight tenía una humildad y caridad muy grande para con los ponis campesinos y pueblerinos, y algo que Skyla agradecía era que, por el momento, y si las cartas de Starlight no mentían, el príncipe conservaba sin dudas el mismo sentimiento de afecto hacia el resto, sin prejuicios ni desprecio. Aunque era sólo cuestión de tiempo para que le dieran vuelta la cabeza como a su padre, pero mejor lo dejaba ahí.
Un rugido a lo lejos les avisó que Spike llegaba. Ahora era un dragón adolescente, hecho y derecho, que cubría grandes distancias de tierra en pocos minutos. Desde que se había reencontrado con sus padres, iba cada vez más seguido a visitarlos a la tierra de los dragones, pero eso no significaba que hubiera olvidado a sus amigas. Siempre estaba contento de llegar y ver a todos los ponis que lo habían acompañado en su crecimiento. Traía unas alforjas tan cargadas de joyas sobre el lomo que lo hacían casi tener el vientre pegado al suelo, aunque también tenía otras cosas. Iba a quedarse más tiempo con su familia, pero al enterarse del viaje de Cadence y su hija, quiso estar presente también para darles la bienvenida a Poniville, el pueblo con más igualdad en toda Equestria.
-¡Spike, qué bueno verte! – dijo Skyla cuando el dragón se sumó al grupo - ¿Cómo has estado, noble dragón?
El dragón púrpura de espinas verdes inclinó la cabeza para que la alicornio le acariciara la frente, como había hecho desde pequeña.
-Así como me ves, prima. – respondió con una sonrisa. Spike siempre había sido uno más de la familia, por eso se trataban como parientes cercanos. - ¿Cómo estás tú, Cadence?
-Yo bien. Creo que no podría estar bien en otro lugar en el que no estuvieran mi familia y mis amigos.
-¡Así se habla! – gritó Pinkie Pie, saltando eufórica, y ansiosa por comenzar la fiesta.
-Oh, querida, espero que se sientan de lo más a gusto aquí, sé que es difícil la situación por la que están pasando. – dijo Rarity.
-No se preocupen por nada, terroncitos de azúcar, nosotras estaremos aquí para todo lo que necesiten. – dijo Applejack.
-Sí, siempre puedes contar con nosotras, Cadence. Nunca las dejaremos solas. – dijo Twilight, abrazando a su cuñada con mucho cariño, ella le devolvió el abrazo.
-¿Y qué estamos esperando? ¡Habrá sidra en la fiesta! – se impacientó Rainbow Dash, que por un lado estaba alegre por la bienvenida, y por otro lado estaba ansiosa de ir a probar la sidra de la familia Apple, hecha para esta ocasión especial.
-Am, Rainbow, todavía nos queda un trecho… - dijo Fluttershy.
Todos los transeúntes saludaban al grupo al pasar y todos conversaban animadamente cuando llegaron a la puerta del castillo, que lucía tan pulcro y reluciente como el primer día. Twilight abrió las puertas, y la algarabía se desató ni bien las agasajadas cruzaron el umbral.
Antes de que la princesa de la amistad dejara la puerta como estaba, oyó un par de voces conocidas desde afuera, y vio acercarse a dos figuras oscuras que contrastaban a la luz del día. Cadence también las oyó, pues no había avanzado tan lejos de la puerta. Había muchos festejando dentro, y Skyla se había sumado instantáneamente a los festejos, más que nada moviéndose disimuladamente a la mesa de los postres. La princesa del amor volvió sobre sus pasos para ir a pararse al lado de su cuñada, la cual bajó las escaleras para saludar amablemente a la reina simuladora, que había sufrido terribles cambios durante esos años, después de que su reino fuera atacado por el ejército imperial, con una espantosa derrota dado que los simuladores no tenían oportunidad contra los soldados del rey Armor, pero lo peor era que no pudieron utilizar sus poderes porque estaban paralizados del miedo por la presencia de los Cuatro, cuyas miradas feroces los atravesaban como agujas afiladas.
Ahora Chrysalis no era una enemiga, era una aliada.
-No iba a venir, pero decidí que no quiero estar sola en mi casa mientras que puedo distenderme un poco. – dijo, con un rostro decaído.
-No hay problema, todos son bienvenidos a mi castillo – dijo solemnemente Twilight, sonriéndole a la ex reina.
-¿Cómo has estado, Chrysalis? – preguntó Cadence, que ya no le guardaba ningún rencor a la simuladora, dado que con los años habían construido cierta amistad.
-He estado mejor, gracias. – respondió Chysalis, dirigiéndose a la princesa que alguna vez había suplantado, y luego miró a Twilight – Gracias a ustedes también, no habría encontrado mejor refugio aquí que en otro lugar.
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En Canterlot, una pensativa Celestia aguardaba la llegada de un visitante especial. Habían hecho el ritual de invocación con Luna, y no habían tenido tantas esperanzas de que hubiera funcionado, hasta que una estrella fugaz cruzó el firmamento por enfrente de la luna, señal de que su pedido había sido escuchado. Convencer a Cadence no había sido fácil, pero las Hermanas reales consideraron que era lo mejor para ella y para Skyla, las huestes del rey Armor se acercaban a los límites de la capital, y no importaba que Canterlot se hallara en la cima de una montaña, eso no los detendría.
Al entrar en la sala del trono, la soberana del sol vio a su hermana menor con una mueca de fastidio en la cara. Cuando le preguntó el motivo de su molestia, ella sólo negó con la cabeza y pasó a otro tema. El salón entonces fue envuelto con una luz pálida, que al disiparse reveló la figura de un alicornio completamente blanco, inmaculado como la pureza misma, y luego siguió un manto de oscuridad que dio lugar a un alicornio completamente negro. Ambos tenían expresiones serias y resueltas en sus rostros, pues lo que venían a comunicar revestía una importancia decisiva en el destino de Equestria y su sobrevivencia o caída ante este enemigo que se abría paso lentamente.
-Es un honor tenerlos aquí – saludó Celestia, con una reverencia de tiempos antiguos.
-Les agradecemos de corazón que hayan respondido a nuestro llamado – la siguió Luna, imitando a su hermana mayor.
-El gusto es nuestro – respondió el alicornio blanco, cuya voz clara y serena les dio paz a las almas afligidas de las princesas. – Yo, por lo menos, hubiera querido venir antes, y os pido disculpas por haberme tardado tanto desde mi última visita.
-Nuestras estadías aquí son breves y limitadas. – dijo el alicornio negro, su voz era profunda y cavernosa, pero inspiraba confianza porque a pesar de su aspecto era un ente benigno – Y no hemos permanecido durante este corto lapso, pues los tiempos largos para los mortales son mucho más cortos para nosotros.
-Confiamos en su ayuda y en su consejo – dijo Luna – Nuestro tiempo se acaba, el enemigo está cada vez más cerca, y hemos de decidir la estrategia a seguir pronto.
Una leve sonrisa se vislumbró apenas en el alicornio blanco, que miró fugazmente a su compañero antes de anunciar:
-No se preocupen más sus majestades, pues ha llegado la hora de la espada, y la información que os traemos será la llave de su libertad.
Las Hermanas Reales intercambiaron miradas de asombro y confusión. Temían a lo que vendría, pero era necesario enfrentarse al peligro que amenazaba el reino. Para eso estaban ellas, para eso las había puesto allí el destino, y debían responder a su llamado, a pesar de las probabilidades de sobrevivir. Cada una debió ejercer sobre sí misma un fuerte autocontrol para no amedrentar a los recién llegados con un montón de preguntas atropelladas. Celestia dio un paso al frente, y preguntó:
-Entonces, ¿eso significa que han hallado una forma de vencer a los Reyes?
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Bueno, amigos, hasta aquí el primer capítulo, que muestra más o menos en perspectiva los hechos principales de lo que tratará esta nueva historia, con un toque diferente de las otras, pues empieza varios años después de ocurrida la tragedia principal.
Cuéntenme en sus reviews qué les pareció, estoy abierta a cualquier sugerencia o pregunta que pueda surgir.
Nos leeemos luego, ¿ok?
