Un bebe se encontraba en la cuna, ante la mirada fascinada de su madre.

—Brilla brilla estrella azul, me pregunto que eres tu —entonó Mabel mientras arropaba a su hijo.

—Puf —bufó Bill mientras soplaba su flequillo rubio que tapaba un ojo, acercándose hacia los dos— ¿Sigues cantándole eso? —Asintió— ¿Aun cuando te di una versión más asombrosa?

Ella rió.

—Esta es la versión normal, no quiero que nuestro hijo tenga pesadillas —el mismo que miraba a sus progenitores con curiosidad.

—Si tiene pesadillas ahora, no va tener miedo después.

—O se va a traumar por el resto de su vida —y pinchó una mejilla de su hijo, el dejó salir una risa muy tierna.

—Aun creo que es mejor la mía —y se puso a cantar— Sufre, sufre con pavor. ..

—¡Bill! —Exclamó, volviendo a cantar Mabel su versión— Brilla brilla estrella azul...

—Siempre egocéntrica, estrella fugaz —ella frunció el ceño, Bill realizó una sonrisa torcida— Sangra y pena con dolor —continuó— Zombies que te comerán. De terror te harán gritar.

Mabel tenía la boca abierta, mucho más cuando su hijo parecía que comenzaba a dormirse, cerrando sus ojitos para entrar en un sueño profundo.

—Sufre, sufre con pavor. Ya no vas a respirar —finalizó— ¿Viste? Siempre funciona.

Ella no le contestó.

—Que tengas dulces sueños —se encargó a decir a su hijo, mientras le depositaba un beso tiernamente en su frente.

—Que tengas dulces pesadillas.

En cambio, dijo Bill. Ella lo reprendió, él esbozó su característica sonrisa. Mabel desvió la mirada, inflando sus cachetes colorados. Después de todo, esa sonrisa fue la que comenzó todo.

—¿Y estrella fugaz...? —Inició— ¿Esta noche quieres intentar hacer estrellitas? —sugirió picaronamente, sus ojos brillando.

Mabel sintió como echaba humo, pero no rechazo la propuesta.