Mi ángel

Me llamo Isabella Swan, pero prefiero que me digan Bella o Is y tengo 12 años. Me sentí muy mal porque mi familia no me quería, me odiaba.

Mis padres cuando yo era muy pequeña se separaron y mi papá se fue y yo me tuve que quedar con mi madre Renee.

En mi escuela me resultaba muy complicado tener amigos solamente tenía a una que se llamaba Ángela Weber.

Se podía decir que yo era una alumna sobresaliente pero la verdad era que eso no me importaba, yo seguía teniendo la esperanza de que mi madre me amara.

De mi infancia no recordaba nada solo recuerdo que cuando tenía 6, seguía sufriendo por el desamor de mi familia y en las noches no podía dormir, como era una niña sentía que alguien venía, me acariciaba la frente y me cantaba para que yo pudiera dormir.

Ya que crecí, ese misterio era mucho más grande.

-Is, ¿estás bien?-me preguntó Ángela cuando íbamos regresando al salón de clases después del recreo.

Ángela si sabía lo que me sucedió desde pequeña.

-Estaba pensando en mi infancia-contesté.

-En el ángel-afirmó Áng.

-Si…-susurré.

El día para mí pasó demasiado lento, a mis 12 mí madre me hacia ir caminando sola de l

la escuela a mi casa.

Llegué a la casa y mi madre estaba en la sala.

-¿Vamos a comer?-no pude evitar preguntarle.

-Tú, yo ya lo hice, prepárate lo que encuentres-me dijo limándose las uñas.

Mi recámara era un cubo, era muy pequeña solo tenía una cama y un escritorio.

Dejé mis cosas en mi cama y me fui a la cocina sin gana alguna.

En el refrigerador solo había un limón y un filete crudo.

Cocí el filete y me fui a comer al comedor, mi madre se acercó a mí y me dijo:

-Isabella, voy a salir hasta la madrugada, no te metas a mi recámara.-me ordenó.

-Mamá, ¿me quieres?-pregunté con miedo a su respuesta.

-Ja, ja, ja, ¡no!-contestó riéndose a carcajadas

No me di nada más y salió por la puerta principal.

Terminé de cenar y enjabone y enjuagué mi plato y me fui corriendo a mi recámara.

Lo que hice fue derrumbarme en la cama y comenzar a llorar con desconsuelo.

Llegó la noche y yo seguía llorando sin poder parar. En el reloj de mi mesa de noche decían las doce de la noche.

Voltee a ver al frente y pude ver la silueta de una persona parada frente a la cama.

Me paré lo más rápido que pude, sin perder de vista de esa silueta, encendí la luz y…