Κάθαρση

Capítulo 1: Απώλεια

Milo observó como Hyoga se marchaba, tambaleante, hacia el noveno templo. Presa de los nervios, dio la vuelta bruscamente y empezó a caminar de un lado a otro del templo mientras pensaba en todo lo que la batalla con el cisne había dejado en claro.

Primero, Athena no había estado en el Santuario en todos esos años. Medio Santuario se había tragado las aparentes mentiras del sacerdote sobre la diosa.

Segundo: el propio sacerdote, según Hyoga, no era el mismo desde hacía años. Recordaba sus propias sospechas en cuanto al carácter desconfiado de éste último, sobre todo en cuanto a Aioria de Leo, al que había mandado a eliminar a los santos de bronce, vigilado por tres santos de plata. ¡Un santo de oro vigilado por uno de plata! Resultaba desconcertante el sólo pensarlo. Luego, había mandado a Afrodita de Piscis a Andrómeda a escarmentar a Cefeo y a Death Mask de Cáncer a Rozan a eliminar al anciano maestro de Libra.

Milo recordaba la furia de Piscis por el sólo hecho de que se le insinuara lo que tenía que hacer. Afrodita, si bien conocía la fama del santo de Cefeo, pensaba que mientras éste no desafiara abiertamente al Santuario no habría nada que temer. Death Mask era harina de otro costal. Pero se había ido al aparecer Mu de Aries sin cumplir con su deber.

Milo sacudió la cabeza confuso. Era demasiado para asimilar en muy poco tiempo. Sonaba absurdo y además, ¿quién iba a ser capaz de cargarse a un ex santo de oro? Solo otro santo de oro ¿Pero quién, si en esa época todos estaban, literalmente, en pañales? Sólo había dos posibilidades: Sagitario o.. Géminis.

-No, murmuró el guardián del Escorpión Celeste,- no pudo ser Saga. Saga era el modelo de santo al que todos aspirábamos llegar a ser. Era fuerte, valeroso, y muy bondadoso. Casi considerado como un semidiós. Todos lo admirábamos.

Por otra parte, el santo de Géminis había desaparecido hacía trece años. Las malas lenguas decían que había muerto en una misión.

Pero se había sentido su cosmos en la tercera casa. Los santos de bronce estuvieron detenidos en el tercer templo por poco más de una hora y Hyoga había sido enviado a otra dimensión. Sólo la intervención del santo de Acuario lo había salvado de vagar eternamente por la nada. ¿Había regresado el gemelo perdido o alguien más estaba fabricando esas ilusiones? Pero sólo Shaka tenía poderes semejantes y el arrogante santo de Virgo no habría perdido tiempo en detenerlos así, pudiendo hacerlo él mismo en el sexto templo. Casi lo había logrado.

"Deja de comerte la cabeza, Milo" le recriminó alguien por medio del cosmos.

"¿Camus?"

"La verdad se sabrá de todas formas", lo aconsejó el santo de Acuario, "tranquílizate de una vez"

"Pero...", el santo de Escorpio estaba muy nervioso.

"¡Que te calmes! Entiendo que estés nervioso, pero todo se aclarará", continuó Camus

Milo suspiró.

"Sólo espero que no muera nadie más"

Sintió el asentimiento silencioso del santo de Acuario.

Shura casi había dejado escapar a los santos de bronce ilesos. Ahora se enzarzó en una pelea con el dragón mientras los otros subían rumbo a Acuario.

Milo se deslizó hasta los interiores de su templo hasta el cuarto de baño. Se inclinó sobre la pileta recogió agua con las manos y se mojó la cara. Se enguagó también la nuca y se echó el cabello sobre un hombro, tratando de disminuir la sensación de calor que sabía muy bien que era producto del estrés.

Mientras caminaba de nuevo hacia la parte exterior del templo se dio cuenta de que el dragón intentaba hacer estallar su cosmos. Debido a la distancia, la sensación le llegó muy débilmente, pero conforme éste iba aumentando se percibió más claramente.

Shura se había confiado igual que él. Debieron haberlo supuesto. Si fueron capaces de pasar por Virgo, ya no habría nada que los detuviera. Además, poseían una fuerza de voluntad muy superior a cualquiera que hubiera visto Milo antes. Hyoga había sido capaz de recibir las 14 agujas sin morir.

De repente, la tierra tembló. El cosmos del dragón había estallado, llevándose consigo al décimo guardián. Los otros tres habían llegado a Acuario. Camus dejó pasar a Pegaso y Andrómeda, quedándose a solas con Hyoga.

"Camus no te confíes", pensó, "No es momento de pruebas"

Tres horas habían pasado. Tres angustiantes horas desde que dejó ir al Cisne rumbo a Sagitario. Ahora, el santo de Escorpio seguía, con el corazón en un puño, el combate de éste contra Camus de Acuario.

Éste encerró de nuevo al santo del cisne en un Freeze Coffin pero Hyoga logró romperlo desde adentro.

Hubo una colisión de cosmos y ambos se extinguieron. Milo se sobresaltó.

- Camus...¿seguirás a Shura?, se preguntó. A pesar de que sabía que no debía permitirse flaquear en una batalla, sintió que algo en su interior se desgarraba.

El santo de Acuario había sido su mejor amigo desde que eran niños, habían pasado por mucho juntos. Incluso habían aprendido el uno del otro, a fuerza de pasar mucho tiempo juntos. A pesar de sus personalidades, totalmente opuestas, se habían vuelto inseparables.

Los santos de bronce habían demostrado ser buenos guerreros llegando hasta Piscis. El escorpión apenas se percató de lo que pasaba...Estaba demasiado impactado por lo sucedido en la onceava casa. Si él no hubiera...Volcó su rabia sobre el santo del Cisne...maldito mocoso...Después de casi una hora concentrado en la casa de Acuario tratando de percibir el mínimo de cosmos por parte del francés, se dio cuenta del débil cosmos que todavía desprendía el cuerpo de Hyoga.

No podía ser. El alumno había sobrevivido al maestro. Aguijoneado por el dolor, Milo se dio la vuelta, decidido a rematar al ruso. A medio camino entre Escorpio y Sagitario se paró en seco y suspiró. No, eso no era la solución. Matar a Hyoga no devolvería a Camus a la vida. Se percató de que ya no sentía el cosmos de Andrómeda ni el de Afrodita. ¿También el santo de los Peces Gemelos había muerto? Afrodita también se había confiado, a pesar de que enfrentaba a Shun de Andrómeda, el discípulo de Albiore de Cefeo, a quién había asesinado y el que posiblemente buscaría venganza. Aún cuando el santo de bronce ignorara lo sucedido en Andrómeda, la tendencia a alardear del santo de Piscis podría haberle costado caro.

Apartando esos pensamientos de su mente, recordó el día en que había conocido al acuariano:

Flashback

El pequeño Milo buscaba al santo de Géminis. ¡Lo admiraba tanto! Pero, ¿dónde se habría metido? Por andar distraído, chocó contra Aioria, el hermano del santo de Sagitario, con quién no se llevaba bien.

-¡Ewww!, exclamó el leonino, con expresión de asco fingida,-¡toqué un asqueroso bicho!

-Cállate, gatucho enclenque, tú no eres quién para hablar!

-¿¡Cómo me has llamado?!, se encendió Aioria

-¡Gatucho enclenque, gatucho enclenque !, se mofó Milo.

Aioria levantó un pequeño puño dispuesto a pegarle a Milo, pero un resplandor blanco más allá, llamó su atención.

-¡Mira eso, parece nieve!, exclamó Aioria y salió corriendo hacia el resplandor, seguido de Milo que también sentía curiosidad ¿Nieve en pleno verano?

Cuando llegaron al lugar vieron que el motivo del brillo eran copos de nieve que caían del cielo. Buscaron el origen del extraño fenómeno sin encontrar nada.

-¿Quién hace eso?, dijo confundido Milo.

-Allá!, dijo el futuro santo de Leo.

En efecto, en el punto señalado había un niño más o menos de su edad que los miraba serio. Se acercaron.

-Hola, ¿cómo te llamas?,preguntó Milo

-Soy Camus, inquirió el pequeño desconocido.

-¿De dónde vienes? Nunca te había visto en el Santuario, dijo ahora Aioria.

-Vengo de Francia, pero estoy entrenando en Siberia. Hoy estamos aquí porque mi maestro quiere que conozca el Santuario, dijo Camus. Su timidez inicial se iba disipando. Miraba con curiosidad a sus nuevos amiguitos.

-¡Aioria! ¿Dónde te metiste?!, se oyó una voz a lo lejos.

-Mejor te vas, gato, se mofó Milo.

-Cállate! Gusto en conocerte, le dijo a Camus.

Éste lo despidió con la mano.

-¿Cómo te llamas tú?, le dijo a Milo.

-Milo

-¿Cómo la fruta?, inquirió Camus sorprendido.

-Sí, dijo Milo,-¿oye qué clase de entrenamiento estás siguiendo?

-¿Clase de entrenamiento?

-Sí. ¿Para ser un santo de bronce, plata u oro?, aclaró Milo

Los ojos de Camus brillaron.

-Oro!, contestó muy convencido.

-¡Yo también!, exclamó Milo, muy contento de tener algo en común con su nuevo amigo.

Camus se animó también.

-¿A cuál armadura aspiras tú? Yo, a Acuario. Mi maestro dice que, si sigo mejorando, probablemente lo lograré en un año o dos, dijo sacando pecho.

Milo se sorprendió.

-¿Un año o dos? ¿Pero cuántos años tienes?, dijo, algo confundido.

-Tengo cinco. Mi maestro dice que no importa la edad a la que te den la armadura sino que la merezcas. Y tú, ¿a cuál aspiras?

- A Escorpio.

-El otro chico, también?

-¿Quién, Aioria? Él es hermano menor del santo de Sagitario, Aioros. Aspira a la armadura de Leo.

-¿Hay muchas armaduras vacantes?, preguntó el pequeño Camus, interesado

- Géminis,Sagitario y Libra ya tienen dueño. Los aspirantes a Capricornio, Cáncer, Piscis, Tauro y Virgo están entrenando lejos. Yo estoy aquí porque mi maestro quiere informar al sacerdote de como va mi entrenamiento, pero entreno en la isla Milos, y el aspirante a Aries es alumno del sacerdote, resumió Milo, dándoselas de importante.

La mirada de Camus se entristeció.

-Entonces no nos veremos mucho, verdad Milo?

-No te preocupes, Camus, cuando obtengamos las armaduras, estaremos siempre juntos!, dijo Milo, con optimismo.

-¿Lo prometes, Milo?

-Prometido, Camus, dijo Milo guiñándole un ojo,-¿por cierto cómo haces eso?, dijo señalándo la nieve que seguía cayendo.

-Eso es una de las técnicas de Acuario. Se llama "Polvo de Diamantes"

-¡Milo!, llamó alguien a lo lejos.

-Me tengo que ir. Recuerda nuestra promesa. Camus asintió. Milo echó a correr.

Flashback

-De verdad cumplimos esa promesa, nunca más nos volvimos a separar y ambos obtuvimos nuestras armaduras, Mago de los Hielos, murmuró el santo de Escorpio mientras daba media vuelta para regresar a su templo. Una sola lágrima se deslizó por su mejilla.

-Camus, ¿porqué tuviste que sacrificarte? ¡No era el momento para pruebas!

Milo sintió que flaqueaba. Su temperamento sanguíneo le impedía mantenerse frío a veces, lo sabía. Nunca había sido como Camus, el cual controlaba perfectamente su comportamiento en todo momento. Pero la batalla aún no había terminado, todavía tenía que mantener sus sentimientos en segundo plano.

Inspiró y expiró varias veces para tranquilizarse. Divisó a la amazona de Águila entrando al templo. Marin paró en seco al ver al santo dorado.