Capítulo 1: La mudanza
Demelza abandonó Nampara en una fría mañana de diciembre. Se habría ido en medio de la noche, pero Ross insistió en que debía esperar hasta que saliera el sol. Jud la ayudó con su equipaje, y tan pronto como la lluvia se detuvo estaban en camino. Parecía que el cielo estaba contra ella, manteniéndola prisionera en ese lugar que una vez fue su hogar y Ross lo intentó, trató de convencerla de que se quedara, le dijo que la amaba, que estaba equivocado, que Elizabeth no se interpondría nunca entre ellos de nuevo. Y ella intentó creerle, pero al final ya era demasiado tarde. El no dijo nada que ella no hubiera oído antes, así que tuvo que irse.
La luz gris del nuevo día encontró a Ross ya no tratando de hacer las paces con su esposa, sino suplicándole de que no se fuera a Illugan:
'Por favor, evítame la idea de mi hijo viviendo con tu padre' -le dijo para hacerla reconsiderar, pero ella respondió que no tenía otro lugar adonde ir.
'Entonces quédate aquí'
'No Ross, no puedo...'
"Me iré si no quieres vivir más conmigo, pero esta es tu casa…'
'No puedo. Te veré en cada habitación, te oiré en cada pequeño sonido, te sentiré en... No puedo, no quiero.'
Si Ross había estado ciego por quién sabe cuántos años ahora era Demelza la que no podía ver. El dolor en ella tan profundo, entumeciendo todos sus sentidos, ella sólo conocía su decisión y la iba a llevar a cabo. Ross estaba desesperado. Toda su vida convertida en cenizas. La esperanza que había tenido ayer por la tarde al regresar de Plymouth fue otro sueño, él la había perdido, el verdadero amor de su vida lo estaba dejando.
Necesitaba más tiempo, no se podía ir en medio de la tormenta, pero ahora la lluvia estaba menguando y el sol saldría en cualquier momento. La vió mirando por la ventana tras él y luego a la puerta.
'No puedes ir con tu padre.'
'Voy a ir adonde me plazca.'
Suspiró ante la obstinación de su esposa, y una idea vino a su mente.
'¿Qué hay de la cabaña de Dwight?'
'¿Qué sucede con la cabaña de Dwight?' -y su respuesta sonó casi como una burla.
'Podrías quedarte allí por un tiempo, Dwight sacó sus cosas antes de irse a la guerra, y es más grande que cualquier otra cabaña.'
'¿Y cuándo regrese?'
'Si vuelve, no creo que vayan a vivir allí, él y Caroline. No creo que ella quiera vivir allí.'
Bueno para mí, pero no lo suficientemente bueno para una dama, pensó.
'No lo creo Ross, está demasiado cerca...'
'Por ahora, mientras pensamos en otra cosa...'
'Pero la gente hablará, si me voy, podrías decir que me fui a quedar con mi familia por un tiempo, que mi padre está enfermo, o podrías decir que...'
'¡¿Qué ?! ¿Que me dejaste?'
'¡O que he muerto!'
'¡¿Has perdido la cabeza?!'
Ross puso las manos sobre su frente. La cólera mezclándose con la desesperación dentro de él.
'Quiero decir... eso sería más fácil para ti. La gente dirá cosas si yo...'
'¡No me importa lo que diga la gente!'
Tuvo que luchar para controlar su temperamento. No quería empeorar las cosas, se había resignado a que no podían mejorar, pero cualquier paso en falso y no habría nada que le impidiera alejarse de él. Este arreglo le daría tiempo, ella estaría cerca y el pensaría en una manera de volver a ella. El hecho de que Demelza todavía pensara en lo que era mejor para él significaba que en algún nivel a ella todavía le importaba después de todo, pero había estado tan enojada y tan decepcionada, no es que él no estuviera decepcionado de sí mismo, pero la idea de dejarla por Elizabeth nunca se le había cruzado por la cabeza, estaba molesto porque ella así lo creía, roto por el hecho de que en realidad ella lo iba a hacer.
Para Demelza era Ross quien la había abandonado. Todas las veces que fue a Trenwith para estar con esa otra mujer dejándola a ella ya su hijo valiéndose por sí mismos. O la vez en que fue a buscar a Mark Daniel en esa peligrosa cruzada, incluso cuando ella le insistió en que no fuera, o aquella noche cuando ayudó con el contrabando arriesgándose a ser capturado por los soldados, o sin ir más lejos en estos días en que realmente fue a unirse a la milicia... Este hombre... Era suficiente, ella no lo toleraría más, tenía que pensar en su hijo y dejaría que Ross lidiara con las consecuencias de sus acciones.
Así que se fue.
Despertó a Jeremy de su sueño, lo vistió y en la puerta le dijo:
'Dile adiós a papá'
Ross abrazó al niño y le dio un beso en su sien pero no dijo nada. Demelza no dijo nada más tampoco, no quedaba nada. Garrick los siguió, y Ross se quedó allí, en la puerta de la casa de Nampara mirando a su familia huir de él.
Prudie se le unió, o había estado allí todo el tiempo, no podía estar seguro.
'No hay derecho, no es justo, no es apropiado'-dijo.
'Ve con ellos, asegúrate de que tengan todo lo que necesitan para instalarse.'
'¿Uste' no va?'
'Ya la oíste... estoy seguro de que has oído todo. Ya no me quiere.'
Prudie puso una cara de ofendida.
'Con todo respeto Capitán Poldark, uste'es el tonto más grande que conozco. Es ella la que piensa que uste' no la quiere más, con todo lo que le ha hecho a la pobre.'
'Pero yo se lo dije, no sé qué más decirle…'
'Uste´ nunca fue muy bueno con la palabra señor Ross... quizá debería dejar de hablar y hacer algo. Voy a ver que se acomoden.'
Ross volvió a entrar en la casa, el silencio tan ensordecedor que no podía recordar si alguna vez había sido así, tal vez en los días siguientes a la muerte de Julia, cuando Demelza estaba todavía enferma y el miedo a perderla oscureció todo. Se sentó en el sillón al lado del fuego, ese fuego testigo de tantos momentos entre ellos, cuando ella no era más que una niña aprendiendo a coser, a leer, cuando solían hablar mientras todavía eran amo y sirvienta, amigos, cuando él la besó por primera vez debido a la locura y al dolor... De todas las cosas que había hecho sin pensar, esa fue la más inteligente y la más afortunada de todas. Prudie tenía razón, era el hombre más obtuso que jamás había vivido y se lo merecía, porque ella era la que más sufrió por sus acciones.
La vio arrodillada delante de él después del accidente en la mina, sintió sus manos en sus manos, en sus hombros, la veía cocinar su cena, cantar delante de su familia y sus conocidos, la recordó trepando un árbol o bajo el gabinete cuando cayó sobre ella al tratar de moverlo, todavía tenía una cicatriz en su rodilla de ese día. Recordaba tocar su gran vientre cuando estaba embarazada de sus hijos, lo hacía mientras dormía y nunca supo si podía ella se daba cuenta o no... Todo eso había terminado. Había perdido lo único que valía la pena tener.
No lo aceptaría.
Próximo Capítulo: El Nuevo Doctor.
