"Durante una invasión de hollows al distrito de Inuzuru, Hisana abandona a su hermanita para poder escapar. Un par de días después un oficial que inspecciona la zona encuentra a la pequeña. Conmovido por ella decide cuidarla y darle el hogar que merece."
Esta historia rescata situaciones y personajes originales secundarios de otro de mis fics (Editado) por lo que no es un plagio al ser del mismo autor. Esa aclaración por si encuentran algunas similitudes. De hecho en muchos de mis fics se repiten los personajes secundarios o terciarios así no me pierdo.
Debo hacer hincapié también a que creo firmemente que Byakuya se transformó en ese ser frío y serio luego de la muerte de Hisana. Antes era más impulsivo y seguramente más normal. De hecho, por lo mismo, creo que se casó con Hisana y se pasó las reglas de la nobleza por donde quiso. Y, por eso, en este fic tomaré esa personalidad más juvenil.
Esta no es una historia de amor, ni romance, ni relato erótico. ¿Han leído la princesita o el jardín secreto? Pues es algo así. Solo para explorar otras temáticas.
Hechas todas las aclaraciones del caso, a leer!
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Todo lo que escuchaba eran los gritos desesperados de las personas que huían del barrio. Los veía correr dejando olvidadas su casas y pertenencias. Algunos caían tropezando con otros o con cosas que se habían desplomado ante el ataque de esas espeluznantes criaturas.
Su hermanita lloraba en sus brazos mientras ella se movía lo más rápido que podía esquivando a la gente. Hisana era menuda y veloz, lo que le permitía escabullirse con facilidad. Pero cargar a una bebé llorona no lo hacía sencillo. La niña se movía y retorcía en sus brazos queriendo bajarse ya que hace unos días había comenzado a dar sus primeros pasos. Pero este no era el momento claramente. Un bramido a su espalda la hizo voltear. Uno de los monstruos atacaba a un hombre y lo devoraba literalmente, abría sus fauces y tomándolo con sus garras se lo llevaba a su enorme boca orquestado por los gritos desesperados de aquel sujeto. Hisana se quedó estática del terror. Su hermana seguía llorando y revolviéndose entre sus brazos. No podría esconderse, treparse a algo, no podría pelear ni liberarse de un monstruo con ella en sus brazos. Sin pensarlo y por supervivencia la dejó recargada en un muro. Miró su carita empapada en lágrimas por no haber sido consentida en su deseo de bajarse de sus brazos. Ahora le sonreía, sin darse cuenta de la situación.
-Lo siento -le dijo la muchacha -Perdóname…
Y dejándola en ese lugar se lanzo a correr al tiempo que el monstruo continuaba su camino atrapando a una mujer que había caído al suelo y se había golpeado la cabeza. Solo pudo escuchar llorar nuevamente a su hermana… no sabía si era porque ella se marchaba o porque el monstruo la había atacado.
Se perdió entre las calles del distrito de Inuzuru entre el tumulto que abandonaba el barrio en busca de protección frente al hollow.
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La visión era devastadora. Aquel barrio había sido completamente destruido por esos hollows a los cuales aun no les podían dar caza. Inspeccionaba el lugar ingresando a las casas, con su mano siempre en la empuñadura, listo para atacar.
A medida que se adentraba más y sentía la presencia lejana de su escuadrón, escuchó un ruido bajo unas ruinas. Era un suave quejido, desenvainó su zanpakuto y caminó hasta el destrozado muro. El sonido ahora era más claro, parecía un gato, guardó su katana sintiéndose fuera de peligro. Retiró los trozos de concreto con las manos, eran bastante pesados. Se desprendían guijarros y polvo cada vez que corría alguno de ellos. Tenía especial cuidado en que ninguno resbalara y fuera caer sobre el animalito. Pero mayor fue su sorpresa cuando al retirar el último trozo encontró un bebé que lo miró parpadeando y se rascó los ojos. Estaba todo cubierto de polvo y tenía un par de manchas de sangre seca en la frente, donde seguro lo había golpeado el trozo de muro. Le pasó la mano por la cara, el pequeño tosió y luego sonrió ampliamente mostrando su dentadura a medio poblar.
-Pequeñajo con suerte -le dijo el joven shinigami.
Escuchó unos pasos rápidos a lo lejos.
-Oficial Kuchiki -se escuchó llamar con urgencia, se volteó -Tawakita y Yumika necesitan refuerzos, han encontrado a uno.
Byakuya Kuchiki se incorporó y miró al niño.
-Volveré por ti, ¿si?
Y dejando al bebé donde lo encontró acudió al llamado de su subalterno. Pensó en decirle algo al muchacho que ahora corría a su lado a darle caza al hollow. Pero no correspondía. La vida de un ciudadano del rukongai no era más importante que darle casa a un hollow que podría arrebatar muchas otras vidas.
Había caído la noche para cuando regresó. No comentó nada a su escuadrón, simplemente porque él nunca comentaba nada. Era hermético y de pocas palabras, al menos con ellos. Su posición acomodada y con influencias en la sexta división del Gotei lo volvía blanco de envidias y habladurías. No era un ambiente grato, por lo que había aprendido a mantenerse al margen. "Tú preocúpate de hacer tu trabajo, no necesitas vida social en este lugar" le había dicho su abuelo y capitán de su división.
Cuando llegó al lugar donde estaba el pequeño comprobó que no se había movido y se encontraba tendido entre los trozos de concreto. Se agachó junto a él y puso uno de sus dedos bajo su nariz para comprobar que aún siguiera vivo. Solo dormía.
Lo tomó en sus brazos y sintió que estaba bastante mojado y maloliente. Conjuró una bolita de energía para ayudarse en la oscuridad del camino.
No supo realmente cuanto tiempo recorrió el lugar en busca de alguien que pudiese hacerse cargo del pequeño. De pronto sintió un ruido a su espalda se volteó bruscamente. Uno de sus hombres lo seguía. Era Yumika, el que había estado luchando con el hollow rezagado.
-Disculpe oficial Kuchiki, pero no pude evitar seguirlo. Temí que pudiese encontrarse con alguno de los hollows, quise cubrirle las espaldas.
-Está bien, Yumika -su voz era suave, no quería despertar al pequeño. Pudo notar que el suboficial se fijaba en el niño en sus brazos -Lo encontré entre los escombros.
Yumika se acercó.
-Pobre… -murmuró -Deberemos llevarla con nosotros y dejarla en algún orfanato. Hay algunos en los distritos. -miró la carita de la pequeña -No es una buena vida, pero es mejor que dejarla a su suerte.
-¿Dejarla has dicho?
-Claro, es una niña -sonrió a la pequeña -Cómo se nota que no tiene hijos, oficial Kuchiki. -Byakuya lo miró curioso -Tengo dos hijos, llegué con ellos. La peste nos trajo a todos, mi esposa llegó tiempo después. Éramos bastante jóvenes por entonces, eso ayudó a que pudiese ingresar a la academia…
-Ya veo -dijo Kuchiki sin interesarse mayormente. Solo pensaba en el destino de esa pequeña. -¿Qué será de ella?
-Al menos sacándola del Inuzuru podrá tener un mejor destino. En este lugar hay ladrones, yakuza… prostitución… no es un buen lugar para una niña.
Byakuya guardó silencio y observó el rostro de la chiquita. Algo en él se movió, quizás era la situación, el que su futuro no se vislumbrara ideal… o tal vez que era una niña. Sin quererlo pensó en Yoruichi. De buena familia, con todas las oportunidades del mundo, alegre… feliz. Por otra parte pensó en su madre. No la recordaba mucho, pero decían que había sido una mujer de buen corazón y muy correcta. Pensó en sus primas, todas consentidas… en sus compañeras de escuadrón… algunas con historias muy tristes.
Volvió a mirar a la niña.
-¿Podrás hacerte cargo del escuadrón hasta el amanecer, Yumika?
-Sí, señor -asintió.
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No pensó demasiado, razón tenía su abuelo en decirle que era impulsivo. Solo pensó en que el destino había traído a esa niña a sus brazos y que no podía dejarla a su suerte.
Tocó a la puerta de su vieja nana sin mediar en nada. La mujer abrió con cara de pocos amigos y al ver al oficial se cubrió con la bata.
-Joven Byakuya…
Miró a los brazos del hombre a quien había criado como propio. Un pequeño niño dormía profundamente.
-¿Puedes cuidarla? -su voz era calma, pero denotaba un dejo de duda.
La mujer asintió en silencio. Byakuya le entregó a la niña. Mei pasó su mano por las sucias mejillas de la pequeña.
-¿Su madre?
-Ha muerto.
-¿Cómo se llama?
Byakuya miró al jardín, las estrellas brillaban intensamente esa noche. Recordó de pronto unas palabras de un compañero de escuadrón que había estudiado de astronomía. Hablaba de las constelaciones y las estrellas todo el día. Cierta vez había dicho una palabra… una que le había gustado mucho, tenía relación con la luz.
-Rukia, se llama Rukia -le dijo -Debo regresar a mi escuadrón.
Mei no quiso hacer preguntas, simplemente recostó a la pequeña en su futón y se ajustó el obi para ir en busca de Nanami, el mayordomo. Debían rescatar las viejas cosas de bebé de la bodega.
La pequeña dormía profundamente sin darse cuenta de las acciones a su alrededor. Mei fue a la cocina a calentar agua para prepararle un baño, se sorprendió al ver que una de las muchachas seguía ahí… o volvió a comer algunas sobras de la cena, pues al llegar ella cerró la boca y tenía las mejillas infladas de comida.
-¿Un tentempie? -le preguntó mientras ponía a hervir agua.
-Las porciones son muy pequeñas -respondió la chica.
Mitsuki era el nombre de esa sirvienta, era bastante alta y regordeta, siempre con una pañoleta en el cabello, que ahora no traía dejando al descubierto una larga trenza que casi llegaba a su cintura.
-Pensaba que todos dormían a esta hora -continuó Mitsuki.
-Me temo que he sido despertada sorpresivamente -se quedó de pie frente a la estufa con la vista en la tetera -El joven Byakuya ha traído a una niña a la casa -dejó caer muy por el contrario a lo esperado, la vieja nana era bastante discreta, pero ahora aquello no valía, su sorpresa no se lo permitía -Su madre ha muerto -Mitsuki tenía la misma cara que debía tener ella, estaba en shock -La pobrecita está… en pésimas condiciones. Necesita un baño.
-¿Te ayudo? -le preguntó con entusiasmo y curiosidad -Le preparo algo de comer… seguro después del baño se le despierta el apetito.
-¿Tenemos un biberón por ahí?
-Puedo improvisar uno -dijo con seguridad -¿Cuan pequeña es?
-No debe tener más de un año.
El agua comenzó a hervir. Mei se puso de pie.
-Te espero en el baño, prepararé todo -dijo Mitsuki tomando la tetera del fuego.
-Iré por la niña.
En el cuarto de baño de la servidumbre y ocultas de toda la realidad que se vivía del otro lado de la mansión, Mitsuki dispuso agua caliente, un cuenco y jabón. Mei cargaba a la niña que había despertado y observaba todo en silencio.
Mei comenzó a desvestirla y la pequeña no se oponía. La pobre niña estaba que hervía en fecas, orines y bichos, se notaba que había estado descuidada un tiempo. Su ropa estaba ajada y vieja, como si fuese la única que tenía.
Ya desnuda la dejaron sentada en el cuenco y se sonrió. Mei comenzó a mojarla y frotarla con el jabón. No le gustó mucho que le lavara la cara, pero solo puso un gesto de molestia, no lloró ni se quejó.
-Es bien portada -apreció la joven sirvienta.
-Prepara agua con vinagre para matarle los piojos.
Mientras Mitsuki se perdía hacia la cocina, Mei se preguntaba en qué momento esta niña había aparecido en la vida del joven Byakuya. Ni siquiera sabía que tuviese una amante… porque para la vieja Mei, la pequeña Rukia no era sino la hija del niño que crio como propio. En general, él era de pocos amigos -por no decir ninguno- y su vida giraba en torno al Gotei y sus responsabilidades como próximo líder del clan.
El palmotear de la niña contra el agua la sacó de sus pensamientos. ¿Qué más daba de dónde saliera la pequeña Rukia si ya estaba aquí? Le llamaba la atención el deplorable estado en que estaba. Era sumamente delgadita y los ojos parecían opacos y hundidos en su rostro. Poco a poco comenzaba a aparecer su real color de piel, tan alba como la nieve y sus mejillas sonrojadas por el calor del agua.
Mitsuki regresó con el preparado con el que le frotaron la cabeza, la niña cerró los ojos con molestia, pero se dejaba hacer. Mei pensó que tenía la templanza de su padre y toleraba estoicamente la tortura a la que le sometía, mientras Mitsuki intentaba sacarle los bichos de la cabeza.
-Hay que quemar esa ropa -indicó Mei.
-La meteré en la estufa -Mitsuki tomó los harapos y se perdió por la puerta.
Mei dio por terminado el baño y enrolló a Rukia en una toalla y la cargó para llevarla a la habitación. Nanami traía un baúl lleno de cosas bastante antiguas. Mei agradeció que la señora fuera tan sentimental y guardara toda la ropa de niño del joven Byakuya. La vistió y la niña la observaba con atención.
-Ya estas en casa, chiquita -le dijo con dulzura -Se acabaron las penurias para ti, pequeñaja con suerte -o eso esperaba.
Mitsuki traía un biberón con leche, no supo de donde consiguió uno, pero se lo agradecía. Mei la recostó en su futón y se quedó a su lado mientras la niña tomaba el jarrito entre sus manitos delgadas llevándolo a la boca con avidez. La vieja nana le acariciaba el pelo con parsimonia, perdida en sus pensamientos.
-Me pregunto… -Mitsuki rompía el silencio -¿Por qué estaba en tan mal estado?
-Menos pregunta Dios y perdona -espetó Mei con severidad mirando a la sirvienta -Seguro ha pasado un tiempo desde que su madre murió… quien sabe a cargo de quién habrá quedado antes que el joven Byakuya fuera por ella.
-¿Qué sucederá con ella? -Mitsuki le tomó el pie y se lo movió suave, la chiquita lo retiró riendo sin soltar el biberón.
-Esa decisión le corresponde al joven Byakuya -respondió sin quitar la vista de la pequeña -Pero he visto esto antes… cuando esta casa era más grande, llena de gente… vi esto muchas veces. Mujeres traían a sus bastardos buscando dinero. Muchas veces eran arrojadas a la calle sin consideración… otras… se hacía… desaparecer a los niños. Llevados a otras familias que estaban dispuestas a guardar el silencio por una buena cuota mensual. O… abandonados en el rukongai… He visto muchas cosas en mi vida. De momento, nadie puede saber de la presencia de la niña en esta casa. Ni el resto de la servidumbre, ni Ginrei-sama ni menos Sojun -miró severamente a la sirvienta -Nadie. Se quedará en mi cuarto y no quiero que nadie que no seas tú o Nanami ingresen a él.
-Sí, señora.
Mei tenía poder en esa casa. Había sido la concubina de Ginrei Kuchiki y criado a Sojun cuando su madre murió tempranamente y también de Byakuya cuando también su madre corrió el mismo destino que su abuela. Era una especie de maldición que corría en esa familia. Las mujeres estaban destinadas a encontrar la muerte prematuramente.
Mei tenía beneficios. Vivía en un sector alejado de los sirvientes, tenía comodidades que los otros no… y una buena amistad con Nanami que cumplía todas sus órdenes al pie de la letra.
Luego de su leche la chiquita, vistiendo como toda una bebé noble se dormía en sus brazos.
-Hace años que no cargaba a un bebé -dijo la mujer a Mitsuki, quien la seguía acompañando -Exactamente desde que el joven Byakuya tenía su edad.
-Es adorable…
-Deja que gane peso y se verá aun más linda.
Ambas se la quedaron mirando embelesadas, ya casi amanecía. Pronto Mitsuki abandonó la habitación de Mei para dirigirse a la cocina. Un nuevo día comenzaba en la mansión Kuchiki. Mientras la pequeña dormía abotagada de la leche, seguramente la única comida decente que había tenido en varios días.
-Con que Byakuya tenía un gran secreto después de todo… No podía ser tan perfecto -la arropó junto con ella -Que tengas dulces sueño, pequeña Rukia.
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Este escrito llevaba su tiempo guardado y, en lo personal, me gusta mucho. Va cobrando un matiz muy tierno al pasar los capítulos.
Si le gustó opine, sino también. Si no quiere opinar, dele follow y si le gustó mucho póngalo en favs… yo no me enojo.
Nos leemos pronto!
