¡Hola a todos! He decidido crear una colección para ir subiendo todas las historias cortas que vaya escribiendo. Espero que os gusten.

Soy relativamente nueva en esto de la escritura, así que cualquier comentario o sugerencia es más que bienvenido :)


Fondo de pantalla

idea vista en un post de Tumblr

Cuando Castle salió del ascensor en la planta de homicidios de la 12ª con un café en cada mano, fue como si hubiera entrado en una ciudad fantasma. La oficina estaba prácticamente vacía, seguramente debido a lo temprano que era. No podía ver a Kate Beckett por ninguna parte, lo que, en circunstancias normales, le preocuparía, o al menos, le decepcionaría. Pero al ver que su teléfono móvil estaba encima de su escritorio, se dio cuenta de que la detective no había podido ir muy lejos.

Además, la ausencia de la bolsa de deportes que la detective guardaba bajo el escritorio le dio una pista de su paradero. Si Beckett estaba en el gimnasio de la comisaría, eso le daba al menos unos diez o quince minutos de margen para sacar provecho de la situación. No era frecuente que la detective se alejara de su teléfono móvil. Estuviera donde estuviera, siempre lo mantenía encendido y a mano, alerta ante nuevos casos o pistas. Pero las raras veces en que se olvidaba del aparato, Castle entraba en acción.

Durante los últimos años, le había gastado varias bromas. La primera vez le había cambiado su propia foto de contacto, para que cada vez que él la llamara, apareciera su cara rodeada por un corazón de purpurina y las palabras KB+RC 4EVER. En otra ocasión, le había llenado el calendario del teléfono con recordatorios y alertas como "Elogiar a Castle por lo guapo que estaba hoy" o "Llevar un vestido provocativo al trabajo mañana", entre otras.

Pero la favorita de Castle, con diferencia, había sido la vez en que cambió los tonos de llamada de todos sus contactos, lo que había producido una situación desternillante cuando Gates la llamó por error al teléfono. Desde su despacho, la capitana pudo oír perfectamente cómo la melodía con la que Kate recibía sus llamadas era la "Marcha Imperial" de Star Wars. Kate todavía no había perdonado a Castle por esta última.

Pensando rápido en qué nueva broma podía realizar, Castle cogió el teléfono de Beckett y se encontró con la pantalla que le pedía la contraseña. Beckett se creía muy lista al cambiar de combinación regularmente, algo por lo que Castle se sentía prácticamente ofendido. El hecho de que, después de casi cuatro años de seguirla, Beckett todavía dudara de sus capacidades de observación le divertía tanto como le dolía. Castle conocía al dedillo todas sus contraseñas. Lo que a otra persona le hubiera parecido un comportamiento digno de un acosador, para él era tan natural como respirar. Era una habilidad que le resultaba tremendamente útil en ocasiones como esa.

Mirando nerviosamente alrededor para comprobar que no había moros en la costa, Castle introdujo la contraseña. Su objetivo del día era sustituir su propio número de teléfono por el de Lanie en la lista de contactos. Así, cada vez que Kate intentara llamar a su amiga, llamaría a Castle, y viceversa. Suponía que Beckett no tardaría en darse cuenta del cambio, pero mientras tanto, podría divertirse con ello.

Demasiado concentrado en las posibilidades que esta broma presentaba, Castle casi pasa por alto la foto que adornaba el fondo de pantalla del teléfono. Casi. Lo que vio allí le hizo perder el aliento y las ganas de gastarle la broma. Una foto de ellos —de Kate y de él— adornaba el fondo de pantalla. Tomada desde detrás de ellos sin que se dieran cuenta, les mostraba en la barra del Old Haunt. Ella aparecía sentada en un taburete mientras él estaba de pie a su lado, inclinado para decirle algo, con un brillo travieso en la mirada. Pero al principio, Castle pasó por alto estos detalles. Lo primero que registró su cerebro fue la alegría y felicidad que irradiaba la Kate de la foto. Quienquiera que hubiera tomado la foto había captado a Kate en uno de sus "momentos Castle", como él los llamaba en su mente. A medio camino entre una carcajada y un gesto de exasperación, Kate sonreía, divertida por lo que fuera que el escritor había dicho, aunque aparentemente, muy a su pesar. La imagen mostraba una intimidad y familiaridad que Castle anhelaba y que le abrumaron sobremanera.

Antes de darse cuenta de lo que estaba haciendo, abrió la aplicación de la galería de imágenes, pasando rápidamente por el resto de fotos sin pararse a estudiarlas hasta que encontró la que buscaba. Los detalles de la imagen revelaban que había sido Lanie la autora original de la fotografía.

Sin perder un segundo, se la reenvió a su propio teléfono. En cuanto terminó, bloqueó el móvil y lo volvió a dejar sobre la mesa. En el mismo instante en que lo apoyaba, oyó una exclamación a sus espaldas que le hizo pegar un bote en el asiento.

– ¡Castle! ¿Qué hacías con mi móvil?

En su campo de visión apareció Kate Beckett, con el pelo todavía húmedo de la ducha y una bolsa de deporte colgada de un hombro.

– ¡Nada! ¡Esta vez no he hecho nada, lo prometo!

– Más vale, Castle – respondió ella, poco convencida, mientras tomaba asiento en su silla y alargaba la mano hacia el café que él había depositado en su escritorio.

Kate dio unos cuantos sorbos, mirando a Castle de reojo con los ojos entrecerrados, estudiándolo en busca de algún signo que le indicara qué había hecho esta vez. Mientras le devolvía la mirada, Castle no pudo evitar la sonrisa estúpida que le apareció en la cara y que no le abandonó en el resto del día.


Horas más tarde, en la tranquilidad de su apartamento, Kate recordó el incidente del teléfono. No había notado nada raro en el aparato durante todo el día, pero con Castle nunca se podía tener el cuidado suficiente. Preocupada por lo que el escritor pudiera haber hecho esta vez, repasó todos sus contactos (fotos y tonos de llamada incluidos), su calendario y sus alarmas. Pero no fue hasta que abrió sus mensajes recientes cuando descubrió lo que él había hecho.

Allí, en lo alto de la lista, el nombre de Castle brillaba junto a una imagen. El corazón de Kate dio un vuelco al ver de qué foto se trataba. Ella ni siquiera había reparado en su fondo de pantalla al hacer el repaso de lo que él podría haber alterado en el teléfono. Sabía que era arriesgado, ya que podía dar lugar a una conversación para la que todavía no estaba preparada, pero aun así, no pudo evitar la tentación de enviarle un mensaje a Castle para hacerle saber que le había descubierto.

Bonita foto, ¿verdad?

La respuesta que él envió a continuación la hizo sonreír.

Es mi nuevo fondo de pantalla.


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