Leon S. Kennedy miró al joven que se encontraba ante él por unos minutos antes de dirigir su mirada hacia Sherry Birkin por un segundo y volver a centrar su atención en el joven. Chris y Claire Redfield también se encontraban en la misma sala, mirando la situación con algo de incomodidad.
—Así que eres el hijo de Albert Wesker —dijo Leon con sorpresa.
—Soy más hijo de mi madre —respondió Jake Muller enfadado—. Ese donante de esperma nos abandonó y, a juzgar por lo que Chris me ha contado, claramente no se preocupaba por nosotros si hace cinco años estaba tan dispuesto a soltar ese virus Uroboros en la atmósfera a pesar de saber que mataría a miles de millones de personas.
—Muy bien dicho, Jake —contestó Chris con una sonrisa.
Justo entonces se abrió la puerta y todo el mundo menos Sherry y Jake se quedaron paralizados al ver a las personas que se encontraban allí. Jake miró a todos lados y se preguntó qué estaba pasando antes de que Sherry abrazase a cada una de las seis personas que entraron en la habitación.
—¿Quiénes son? —preguntó Jake a Claire con preocupación.
—¿Qué? Oh, ellos. Son sus tíos.
—¿Más tíos? —cuestionó Jake con sorpresa, ya que había sido interrogado durante la última hora por tres de sus tíos y no esperaba que hubiese otros seis.
Por novena vez en una hora se preguntó qué había estado pensando cuando había decidido acompañar a Sherry a conocer a su familia, dado que los únicos miembros de la misma que conocía eran Chris y Leon, aunque, debido a las circunstancias en las que se habían cruzado tres meses antes en China, no habían tenido mucho tiempo para hablar.
—Bueno, Jake, estos son tío Vector. —Un hombre japonés de unos cincuenta años se aproximó, lo miró como si fuese un examen escolar particularmente fácil y le dio la mano.
—Tío Vladimir. —Un ruso pelirrojo de cincuenta y muchos con la cara cubierta de cicatrices dio un paso adelante y le dio un fuerte apretón de manos. Al ver que todo el mundo estaba en silencio intentó contar un chiste para romper el hielo, pero paraba tanto en medio de la primera frase que pronto dejó de intentarlo.
—Tío Héctor. —Un sudamericano hipermusculado se adelantó y le dio la mano. Un sonido pesado le hizo darse cuenta de que su pierna izquierda era una prótesis, aunque Jake francamente no deseaba saber cómo había perdido la original.
—Tía Michaela. —Una mujer rubia dio un paso adelante y le saludó en lo que Jake creía que era alemán antes de repentinamente darle un abrazo y susurrarle al oído que, si le hacía daño a Sherry, iba a castrarlo sin anestesia.
—Tía Christine. —La otra japonesa del grupo se acercó y hizo un comentario poco halagador sobre su cabello antes de darle la mano. La forma en la que sus ojos de acero lo miraban le hicieron preguntarse si lo quería como rata de laboratorio.
—Y tía Karena. —La última visitante dio un paso adelante y lo miró de arriba abajo antes de asentir y darle la mano. Por alguna razón desconocida ella fue quien lo hizo sentirse más incómodo, dado que parecía estar buscando exactamente cómo cortarlo en pedazos y hacer desaparecer su cadáver en el menor tiempo posible.
Una vez que se acabaron las presentaciones se formó un silencio incómodo en la sala, como si nadie se atreviese a decir cualquier cosa por miedo a las consecuencias. Tras unos minutos Jake decidió romperlo y se dirigió hacia Karena.
—Exactamente, ¿cómo os conocisteis?
—Todos estuvimos involucrados en el incidente de Raccoon City —respondió la mujer con una sonrisa.
Jake no se sorprendió por la respuesta. Después de todo, Raccoon City había sido donde la Corporación Umbrella había sufrido su primera fuga de una de sus armas biológicas y no solo era la ciudad natal de Sherry, sino también donde Chris había estado trabajando y donde Leon debería haber empezado su trabajo como policía si la epidemia no lo hubiese llevado a conocer a Claire y convertirse en uno de los pocos supervivientes, así que tenía sentido que los diez se hubiesen conocido allí.
—Sí, aunque no me gustó en absoluto que fuesen por la ciudad matando a mis mascotas —añadió Christine con nostalgia.
—¿Mascotas? —preguntó Chris sorprendido—. Sin animo de ofender, Four Eyes, pero dudo mucho que alguien lograse vender a los zombis y las demás armas biorgánicas como mascotas.
—¡Eran una nueva linea de investigación! —exclamó ofendida—. ¡Necesitaba conseguir todos los datos disponibles sobre cómo el virus podía provocar cambios tan drásticos en seres humanos y animales!
—Gritaban al intentar curarlos —dijo Michaela con una sonrisa—. Tuve un montón de pacientes y nada de anestesia. Era el paraíso...
—Un montón de bastardos a los que estallar con bombas —añadió Héctor.
—O disparar con un rifle de francotirador —confirmó Vladimir.
—A mí no me miréis, yo solo estaba allí por el dinero —señaló Vector con seriedad—. Me enviaron a hacer un trabajo y intenté cumplir con mi parte del trato hasta que nos traicionaron.
—¿Os traicionaron? —preguntó Jake con sorpresa al escuchar que alguien era lo bastante suicida como para traicionar a estos tipos si todo lo que decían era cierto—. ¿Quién fue lo bastante estúpido como para hacerlo?
—Los de Umbrella, ¿quiénes sino? —respondió Karena con el ceño fruncido—. Nos abandonaron en medio de la ciudad antes de soltar varias de sus mejores creaciones para matarnos durante las siguientes diez horas. No solo eso, sino que ni se molestaron en disculparse cuando empezamos a llevarlos a la bancarrota al matarlas, solo darnos otra orden.
—Puedes pensar lo que desees de nosotros, pero la verdad es que solo estábamos en ello por el dinero. Era imposible tener lealtad a la compañía cuando al menor error te convertían en sujeto de pruebas —explicó Christine como si fuese lo más natural del mundo—. Aun así, nosotros hicimos el trabajo para el que nos habían contratado hasta que llegó el momento de matar a Leon, Claire y Sherry, que sabían demasiado de acuerdo con nuestro jefe, y nos pusimos a discutir sobre si valía la pena seguir las órdenes o no.
—Afortunadamente, acabaron decidiendo que no lo hacía y los nueve escapamos más o menos ilesos de la ciudad —reveló Leon con un suspiro—. Tras muchas evaluaciones psicológicas que demostraron que todos sufren de distintos grados de trastorno de la personalidad antisocial, el Gobierno los contrató para realizar operaciones de campo y investigación. Años después el cabrón que consiguió la custodia de Sherry permitió a Claire visitarla y acabamos reuniéndonos todo el grupo a su alrededor. Las Navidades y cumpleaños eran...
—Bueno, tendrías que verlo —dijo Claire al ver que Leon no sabía qué palabras usar para describir la situación.
—Sí —afirmó Chris entre risas—. Seis personas incapaces de empatizar tratando de hacer que una niña se ría o disfrute sin entender dónde están fallando.
—Ya me lo imagino —contestó Jake procurando no mostrar nada que indicase que estaba asustado, algo muy difícil de lograr cuando sabes que las seis personas que tienes delante son psicópatas que disfrutan de la morbosidad de su trabajo.
—Ahora que estás aquí, querida, ¿dónde está ese novio que querías presentarnos? —preguntó Christine, haciendo que todos dirigiesen sus miradas hacia Jake.
—Aquí está —dijo Sherry con alegría antes de poner un brazo alrededor de la cintura de Jake, que parecía estar buscando la forma más rápida de salir de la habitación.
Durante la siguiente hora y la cena Jake tuvo que soportar las miradas de los seis tíos de su novia, que lo hacían sentirse como una muestra de tejido siendo revisada con un microscopio. Jake solo pudo relajarse cuando él y su novia salieron de la casa y volvieron a su apartamento, aunque la experiencia y lo que ahora sabía sobre su familia le hacían preguntarse si valía la pena continuar saliendo con ella.
Tras varias horas en la cama pensando al respecto y sin ser capaz de dormir, Jake se levantó para ir al baño. Estaba a punto de bajarse los calzoncillos cuando alguien lo agarró por detrás con fuerza y un cuchillo militar se materializó bajo su barbilla seguido por un brazo y finalmente una persona enmascarada, aunque él solo era capaz de ver esto último porque se encontraba ante un espejo.
—No le hagas daño —dijo el intruso con la voz de uno de los tíos de Sherry, Vector, antes de soltarlo y hacerse invisible otra vez, probablemente gracias a un dispositivo de camuflaje óptico de algún tipo en su uniforme. Escuchando a sus pasos haciéndose cada vez más tenues a medida que se alejaba, Jake se dio cuenta de que faltaba parte de la frase, pero claramente esta no era necesaria porque el mensaje era obvio.
Tras recuperarse de la experiencia y continuar su plan original, Jake volvió a la cama y giró la cabeza para ver a su novia durmiendo mientras se preguntaba si valía realmente la pena continuar saliendo con ella teniendo en cuenta que la otra opción probablemente implicaba su futura presencia en un hospital o una morgue.
Tras unos minutos de reflexión decidió que lo hacía, a pesar de todas las dificultades de las que ahora era consciente.
