Contigo.

1

By: Joe the time traveler.

Los personajes de este fanfic le pertenecen a Hiroyuki Takei, yo solo escribo la trama de la historia sin fines de lucro.

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Obligado por el chillante sonido del despertador tuve que abrir los ojos. Golpeé el "aparato de tortura" y cayó el suelo, fue entonces cuando el sonido cesó. Me incorporé y sentí una punzada en la cabeza por la "desconexión repentina", pero pronto volví a echarme en ella y a taparme con las gruesas sábanas.

—Cinco minutos más por favor…

Me sorprendí de que Anna no hubiera entrado ya a despertarme, miré el reloj que aun estaba en el suelo y me sobresalté al ver la hora, era la una y cuarto. Con dificultad me levanté y me puse mis sandalias.

Un mortal gorgoreo me recorrió el estómago y me recordó que tenía que ir hasta la cocina y preparar el desayuno, aunque en realidad ya era muy tarde para eso. Fui a enjuagarme la cara para desperezarme con agua tibia y salí de mi habitación con pocos ánimos.

Eché un vistazo a la habitación de Annita y no estaba allí, su cama estaba tendida ya. Recordé entonces que tenía un negocio qué atender.

—¡Me voy a esmerar para preparar la comida! —grité recuperando mis ánimos.

Llevábamos seis meses de noviazgo y estaba muy contento, y aunque ella no lo demostrara estaba seguro que sentía lo mismo por mí que lo que siento yo por ella. Pero había algo que faltaba en nuestra relación, no habíamos dado ese paso que dan todas las parejas cuando se aman, aun no entregábamos nuestro cuerpo y nuestra alma. Y eso era algo que me tenía inquieto, yo estaba ansioso por hacerlo con ella, pero por el contrario a ella no parecía inquietarle en lo absoluto.

Cada vez que la veía con poca ropa o con ropa interior chiquita sentía un calor tremendo que recorría mi cuerpo y sentía también como me picaba todo.

—¡Hola Don Yoh! —el grito de Ryu me sacó de mis pensamientos.

Vi a Tamao cocinando el almuerzo (Ponchi y Conchi le ayudaban de muy mala gana) y enseguida me sonrió muy coqueta.

—¡Buenos Días Tamao! —le sonreí, pero me di cuenta que hacía falta algo en el ambiente, me pregunté qué era y enseguida obtuve la respuesta— ¿Dónde están Ren y Horo-horo?

—Parece que salieron a hacer algunas compran, iban peleando como siempre —terció el shaman.

Sí, esos dos peleaban a diario y si no lo hacían algo malo pasaba entre ellos. Chocolove decidió tomarse unas cuantas semanas de vacaciones junto con Mic para ir a Estado Unidos. Fausto trabajaba en un hospital todas la noches y llegaba cansado al mediodía.

—¿En donde está Lyserg, Ryu?

—Él está durmiendo, cuando desperté me dijo que seguía muy cansado, así que lo dejé dormir. Manta también.

—Señor Yoh, señor Ryu, enseguida les sirvo —intervino la chica, yo solo sonreí ya que su minifalda seguía inquietándome.

Los tres agradecimos por la deliciosa comida y felices comenzamos a comer. Ryu y yo pedimos doble y hasta triple ración. Tamao solo se reía con las bromas que hacía él.

Al ver los asientos vacíos me dio algo de melancolía, ya que normalmente comíamos todos juntos y la presencia de mis amigos se extrañaba. Por tanto tiempo fuimos tan unidos que me dolió pensar que poco a poco tendría qué acostumbrarme a no verlos tan seguido por sus estudios o por el trabajo.

—Puedo comer algo —la figura del chico de cabellos verdes se asomó débilmente por la puerta, parecía algo extraño.

Ryu se acercó a él, lo miró tiernamente y le tocó la barbilla con cuidado.

—¡Por supuesto! —se giró bruscamente— ¡Tamao, por favor!

—¡Sí!

Lo llevó gentilmente hasta una silla e hizo que se sentara en ese lugar. Lyserg sólo comía y sonreía gustoso. Se veían tan bien los dos juntos, se sentía cómo un sentimiento cálido inundaba el ambiente y se nos contagiaba a nosotros.

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Me movía a través de la marea de gente que caminaba torpemente por el concreto al igual que yo. Quería alcanzar a aquella persona, pero ellos me lo impedían y yo sin poder hacer nada, más que esperar, maldecía. Nuevamente él se había enojado y se marchó dejándome solo, je, je, y es que ya era para mí una costumbre hacerlo enfadar, era algo inevitable y lo disfrutaba tanto.

—¡Oye picudito! ¡Espérame! —le grité.

El solo volteó con una cara de "te voy a matar" y con esos ojos rasgados de enojo que le lucían tan bien. Al fin llegó hasta mí empujando a todas las personas que se cruzaban en su camino y me cogió del cuello de la playera, bueno, al menos había obtenido lo que quería, alcanzarlo.

—¡¡Aun después de que me haces enojar con tus tonterías, me llamas picudito! —yo solo me disculpaba con una cara tonta.

Una vez arreglado todo volvimos a caminar los dos juntos, sujetando enormes las bolsas de sus compras.

—Ahora como disculpa vas a tener qué aguantar otro rato más, porque ya decidí que quiero ir a cinco tiendas más.

Suspiré un poco harto.

—Pareces mujer, haces demasiadas compras —gimió de coraje y nuevamente volvió a hacer esa cara cuando me oyó decirlo.

Sí, estaba harto, harto de caminar, harto de cargar las compras y harto del calor, pero no harto de él, él hacía que todo el esfuerzo y las energías gastadas valieran la pena, hacía la tarde más placentera, a pesar de su mal carácter.

—Ren… ¿Por qué saliste de la casa muy enojado esta mañana?

—¡Eso no te importa! —espetó.

—¿Acaso fue por Yoh?

—¿Por Yoh? ¿¡De qué demonios hablas?

—Sé muy bien que no lo has olvidado y fue por el beso que Anna le dio a él de despedida.

—Por eso, no sé de qué me hablas, no te entiendo —gritó mientras que un leve sonrojo cubría sus mejillas.

—No te preocupes, no diré nada de lo que sientes por Yoh, será nuestro secreto —dije en silencio, él solo volteó la cara.

Fuimos a tres tiendas de ropa y recordé que tenía que comprarle algo a Pilica, pero no fue mucho porque Ren quería más y más ¡¡ella me va a matar cuando se dé cuenta! Pero bueno, los castigos que impone mi hermana son más soportables que los de Ren, él no es nada condescendiente y menos conmigo, lástima que Chocolove no está, sino parte del castigo iría para él, aunque no tuviera nada de culpa.

Bueno, volviendo al tema: Después fuimos a una tienda de recuerdos y le tuve que comprar un dragón de porcelana para colgar en la pared. La última tienda que visitamos (y sinceramente quería que fuera la última) fue de perfumes, pero allí me negué rotundamente a comprarle algo o me quedaría sin dinero por todo el mes.

—¡Tengo hambre! —me quejé.

—¡Cállate tonto y aguanta!

—Sí, es fácil decirlo como tú no llevas las bolsas de TUS compras.

—Está bien, está bien, vamos a comer algo.

Paramos en un restaurante de comida rápida y pedimos hamburguesas con papas fritas y malteadas. Todo se veía tan delicioso, o tal vez el hambre que traía lo hacía verse así.

—Ren…

—¿¡Qué?

—Se me acabó el dinero —vacié mi bolsillo y no había nada allí más que pelusas.

—¡Tonto, debiste haber guardado! Pero, está bien, yo pagaré esto.

—Vaya… —suspiré aliviado.

Se quitó el saco negro que traía y lo colgó en el respaldo de la silla. En realidad su brazos se veían más grandes y marcados, todo el ejercicio que hacía (y que me obligaba hacer junto con él) estaba valiendo la pena.

—Te ves tan bien —le dije, mientras me deleitaba la pupila.

—¡Cállate Horo! —me gritó sonrojado

Su cuerpo destilaba un buen olor y yo lo disfrutaba completamente. Él no sabía nada de mis sentimientos, aunque mi comportamiento era muy evidente, pero no me arrepentía de sentirlo.

—Es una lástima que sientas eso por Yoh…

Hizo un gesto de no haber entendido nada.

—¿Qué?

—Nada, sigue comiendo —le sonreí.

Nos fuimos de ese lugar y llegamos a un parque a las tres y treinta y cinco. Descansamos de toda la caminata sentados en los columpios. Él se quedó dormido allí un rato, mientras yo lo veía, veía lo apacible que era su figura cuando caía en manos del sueño.

Parecía un tierno ángel, todo lo contrario a como en realidad era, quien lo viera allí sin conocerlo diría que es una persona muy tranquila y gentil.

—Ren… Es hora de irnos… —lo moví un poco y casi cayó al suelo, pero lo detuve con mis brazos— Es hora… despierta.

Su rostro era tan hermoso, daban ganas de besarlo, pero no podía hacerlo en ese lugar.

—Vamos Ren… —insistí.

Abrió lentamente sus ojos claros y enseguida me vio fijamente.

—¿¡Qué demonios haces abrazándome? —me gritó al tiempo que reaccionó.

—Es que…

—¡Es que nada!

—Estuviste a punto de caer y yo te sostuve.

Y también estuve a punto de besarlo si no fuera porque despertó.

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—Pero en verdad que ya me siento bien —se quejó Lyserg quien tenía una tonelada de frazadas encima.

—No, aun tienes fiebre —agregó Ryu—. Por eso te sentías débil en la tarde y debes descansar.

Colocó un trapo húmedo en la frente del pequeño de cabellos verdes y suavemente depositó un beso en su mejilla derecha. Morphin miraba preocupada a su dueño, mientras, despedía ese hermoso brillo rosado. Lyserg tomó la mano de Ryu y una sonrisa se formó en su rostro.

—No quiero que nada malo te pase, nada malo te pasará porque e cuidaremos —volteó a ver la hada— ¿Verdad Morphin? —el hada sonrió feliz.

—¡Gracias! —sonrió el inglés de nuevo— Te amo…

—Sabes que yo también te amo, te amo como nunca he amado a nadie.

Juntó sus labios con los de él y saboreó cada rincón de su suave cavidad.

Tokageroh, que permanecía estático en un rincón de la habitación, se tapó los ojos para no ver nada de lo acontecido y el hada se alejó de ellos para que pudieran estar a gusto. Ryu acarició suavemente el cuello del otro y luego bajó hasta su pecho y fue desabotonando lentamente el pijama de Lyserg, mientras, depositaba suaves besos en su tersa piel blanca.

—No… no creo que sea conveniente —dijo el de cabello verde resistiéndose difícilmente a las caricias del otro.

—Sí, tienes razón —afirmó—. Creo que es mejor que me vaya a mi habitación y te deje dormir.

Se levantó de la cama y soltó la mano del pequeño sin querer hacerlo. Lo arropó hasta el cuello y después dio un paso para alejarse de allí, pero, sintió como si algo no lo dejara ir. Volteó y vio que Lyserg jalaba su mano.

—Por favor, no te vayas, quiero que duermas aquí conmigo —repuso con una cara tierna.

—Está bien…

Se desvistió lentamente hasta quedar en ropa interior (el chico de cabellos verdes se sonrojó por eso), retiró las cobijas y se acomodó en un lado de Lyserg, una vez que este le hizo lugar. Se abrazaron para compartir su calor y luego apagaron la luz que provenía de la lámpara.

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Yoh abrió la puerta del recibidor y vio a la chica rubia allí, parada, esperándolo a que abriera. Sus miradas se conectaron y el chico volvió sentirlo, a sentir cómo ese calor recorría su cuerpo, deseaba tenerla y poseerla completamente, pero no se atrevía a confesarlo. Anna entró, entonces, a la casa.

—¡Qué bueno que llegaste! —la envolvió en sus brazos— Te extrañé.

Anna lucía cansada y, ni siquiera, se inmutó con el abrazo; ni siquiera, se molestó e corresponderlo.

—¿Cómo te fue en el exorcismo?

Recargó su cabeza en el pecho de él.

—Muy bien, pero estoy muy cansada, quiero descansar.

—¿Cómo es que aceptaste, si ni siquiera eres exorcista? —tomó unos cuantos cabellos rubios y comenzó a juguetear con ellos.

—Simplemente quería hacerlo.

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El estresante olor a medicina invadía el lugar, y él esperaba, aburrido, a otro de sus pacientes. Bostezó completamente harto y únicamente abrazado por la soledad. Sus ojeras indicaban cansancio que se había acumulado a través de los días.

Una de las enfermeras que caminaban por allí se acercó a él con su uniforme completamente blanco y le sonrió.

—Doctor Fausto, aquí está su paciente —y vio entonces a una mujer adulta que traía de la mano a una pequeña niña rubia y de ojos color azules que le sonreía delicadamente.

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Fueron hasta la habitación de Anna para que esta durmiera y, entonces, Yoh sintió que la excitación recorría de nuevo su cuerpo joven. Esta vez lo diría, no pensaba seguir aguantándolo un segundo más.

—Annita, ¿quieres hacer el amor conmigo? —los ojos de la rubia se abrieron como platos al escuchar tal proposición. El chico esperaba sonriente la respuesta.

Fin del capítulo 1.

Hola a todos! Espero que les guste y me dejen un review, por favor.