Prefacio

Estaba sola…tremendamente sola… sola ante lo que se me avecinaba. Mi ayuda tardaría en llegar y para cuando llegara, yo ya estaría muerta. Mi niño me llamaba aprisionado en unos brazos que no eran los míos… eran los brazos de mis futuros asesinos. Era lo que más sentía, que fuera mi hijo el que me viera morir. Pero ya no había vuelta atrás. Si tan solo le hubiera hecho caso al dueño de mi corazón… ahora no estaría a las puertas de la muerte.

Uno de ellos decidió que los preliminares habían terminado y era la hora de mi muerte, pero mi corazón casi se para al reconocer a aquel individuo. Aquel al que antaño había querido más que a mi vida, al que le habría regalado mi alma sin pensármelo dos veces y por el que habría renunciado a todo solo por pasar la eternidad junto a él. Pero él se cansó de mí y me dejó; y gracias a eso conocí a mi verdadera alma gemela. Aunque en ese momento no pensé nada de eso, solo pensaba que esa persona iba a ser una de los que iban a matarme y por un instante eso me pareció ilógico e irreal.

- Edward… -pude susurrar antes de que una sombra me cubriera por completo.