One-shot premio Flor Calderón.

Título: El Avatar Wan.

Disclaimer: Avatar no me pertenece.

Wan sonrió. Una sonrisa cansada. Agotada. El aliento escapaba de su boca en forma de humo, brillando incluso entre las llamas, la sangre y las armas. Quizás era el único que quedaba en medio de aquel campo de batalla. Pero él mismo no tenía ya fuerzas suficientes para poder marcharse junto al resto de hombres. De disfrutar un día más.

Sus cabellos estaban grises. Sus manos arrugadas. El traje de batalla era pesado ya para sus flácidos músculos. El calor de la batalla apenas lo sentía. El aire a su alrededor estaba convirtiendo su cuerpo en un témpano de hielo.

—Raava— su voz sonaba vieja y cansada.

—Wan, no hables— la voz llegó desde su interior, cálida, como un abrazo suave.

La sonrisa regresó hasta su viejo rostro. Entrecerró los ojos, empujándose como pudo para incorporarse, pero su pesado cuerpo simplemente resbaló hasta quedar más cómodo sobre sus nalgas.

—Te he fallado…

—Eso no es verdad, Wan— intervino Raava—. No has fallado. Tu vida ha sido larga y pesada. Y seguirá en futuro del mismo modo…

Comprendió lo que Raava decía. Lo que su suaves palabras querían decir. Él mismo podía sentirlo. Nunca podría descansar. Él mismo se había ofrecido como puente entre ambos mundos y tenía que serlo hasta el final. Aunque tuviera que regresar en otro cuerpo. Seguiría compartiendo su tiempo con Raava, aunque poseyera otro cuerpo.

Miró hacia las nubes, el cielo claro sobre los restos de la batalla. El movimiento de las blancas nubes sobre su cabeza. Sobre su cuerpo.

Y se sintió salir. Liberarse completamente. Explotar en pequeñas partículas de luz y volar alrededor de Raava. Unirse a ella en un largo viaje y, luego, abrazar una nueva vida entre sus brazos.

Él había sido el comienzo de algo. La unión con Raava. La desesperación con Vaatu. La ilusión de un nuevo mañana. La fuerza para humanos y espíritus. El recuerdo para muchos. La perdida para otros. Un vago recuerdo que siempre estaría ahí.

Se encargaría de ayudar a las siguientes generaciones. Les guiaría como mejor sabía. Les hablaría de lo que había sido. De cómo se convirtió en su antepasado. Si su vida podía ayudar en un futuro, lo haría. Con mucho gusto.

Al fin y al cabo, él, era el Avatar Wan.

Chia S.R Tres del doce del dos mil trece.