Promesa.

No estaba muy segura de cómo explicar el aroma, pero la hacía arrugar la nariz. Era una mezcla de algo húmedo y lleno de tierra, pero a la vez fresco y atrayente, casi como el viento en un día particularmente hermoso, sin embargo, no era probable, ¿él le olía tan bien? Sintió como un calorcillo le inundaba las mejillas hasta llegar a sus orejas, ese pensamiento no era correcto. Ella debía odiar a los híbridos, debía exterminar a cualquier monstruo que se le pusiese enfrente, porque así le habían enseñado, porque ellos eran malos.

Y no obstante, Kouga seguía frente a ella, completo y sin ningún rasguño, despidiendo ese extraño aroma que conseguía adormecerla. ¿Por qué ese monstruo en particular le olía tan bien? Sus estúpidos pensamientos adolescentes le gritaban en el oído la razón, pero ella se aferraba a no verla, diciéndose una y otra vez que eran sólo las hormonas. Después de todo, ¿qué diría su padre? Su arma vaciló en el aire y luego cayó al suelo con gran estrépito. El hombre la miró con curiosidad, parecía que estaba desistiendo de su misión, pero no conseguía encontrar las razones para que eso sucediera, si bien él tampoco quería pelear.

—Vete, esta vez te dejaré ir —la muchacha se cruzó de brazos, como si Kouga la hubiese ofendido fuertemente y lo estuviera echando de la casa—. Pero no vuelvas a acercarte más a esta aldea —no podía regresar diciendo que no había terminado con la bestia, aquella era la única solución que le quedaba.

Con una sonrisa y un guiño Kouga asintió fervientemente.

—Gracias. La próxima vez que nos volvamos a encontrar... —no terminó la oración, como todo un casanova y con la velocidad que ya de por sí lo caracterizaba, se acercó a la muchacha, levantándole el mentón para robarle un beso. Su primer beso.

—Cuando eso pase... —repitió atontada la chiquilla, viéndose de pronto sola—. Sí, lo haremos.

Qué lástima que ella no había previsto a Kagome en su futuro.

FIN