Título: Encuentros…
Clasificación: PG algo AU (Alternate Universe) no todo lo que paso en los libros sucedió igual aquí.
Advertencia: Puede contener un poquito de SLASH pero casi velado es decir, relación hombre / hombre, mas bien hombre / elfo, pero sea indefenso, incoloro. Si no te gusta tal tipo de género, favor de buscar otro mas apropiado a tu gusto.
Disclaimer: Todos los personajes pertenecen a J.R.R. Tolkien y/o NewLine Cinema. Con excepción de los desconocidos (Lassel, Aldelas, Ossmar, Lassiriel) que salieron de mi linda cabecita. Escrito sin fines de lucro, no ganaría nada ni pretendo ganarlo así que nada de demandas por favor.
1. Conociéndose.
Aragorn se despertó en la habitación, diferente a todas en las que había dormido, rodeado de naturaleza, de aroma a bosques, y frescura. Su cuerpo le dolía por que no había tenido oportunidad de descansar en toda la trayectoria. Gollum era una criatura asquerosa que necesitaba de su tiempo para comer sin asearse y el olor que despedía era nauseabundo. Estaba cubierto de un barro verde, al parecer restos de arena, aguas muertas y estanques nauseabundos. La grotesca criatura, le había mordido el brazo derecho y aunque la herida había cicatrizado, quedaba la marca recordándoselo. Casi todo el camino no había dormido, no había podido comer algo decente hasta la cena que le trajeron el día anterior.
Había llegado a Mirkwood con Gollum fuertemente atado de manos y amordazado, famélico y exhausto, casi o tanto como él. Controlándole con la cuerda élfica que llevaba en las suyas. Los elfos del bosque, recién habían traspasado sus fronteras, le recibieron curiosos y desconfiados. Era raro ver un hombre tan osado adentrándose al bosque, y ahora menos que criaturas temibles le habitaban, pensaron un momento que la criatura podía ser su aliada, pero en tal condición era imposible, aun así actuaron con reserva. Le custodiaron a él y a la criatura grisácea ante su señor Thranduil.
El soberano les recibió en el acto, presentándose tal y como llegó, sucio, descuidado y cansado, un terrible aspecto, y Gollum a su lado. Allí quedo frente a ellos, el rey y el que suponía sería el mayor de sus hijos, le interrogaron, examinaron con mucho cuidado a la criatura y ordenaron su encarcelamiento. Luego fue el interrogatorio de Aragorn, acerca de su origen, razón por la que se encontraba en sus tierras, y sobre todo por que le acompañaba esa criatura. Trancos respondió, había llegado allí por solicitud de Gandalf, quien le había encomendado que llevara a Gollum hasta Mirkwood para que los elfos de Thranduil pudieran vigilarlo.
Con todo y sus reservas, Thranduil aceptó, eran pocos los aliados en ese día, y no sería él la causa en el rompimiento de sus relaciones con Gandalf. Además, el sólo hecho de escuchar "Trancos" como nombre, dijo mucho al rey, quien ya estaba entrado en pormenores acerca del linaje que tenía el mortal. Envió a Lassel a que le mostrara su habitación, su hijo desconfiaba de los humanos, no le gustaba mucho de su cercanía, pero no guardaba recelo u odio alguno por ellos, no les conocía de mucho tiempo, pero había ya tenido trato con alguno en su paso por Lorien e Imladris, algunos ladrones ingenuos que pensaban asaltar a elfos ágiles y fuertes, algunos un poco aprovechados, dejándose llevar por el alcohol en sus venas, muchos buenos, muchos malos. Nunca se sabía.
Trancos se maravillaba de ese país élfico, Imladris era hermoso pero tan diferente a Lorien el místico, y Mirkwood tan natural y sencillo, muy diferente a los otros reinos. Thranduil había sido generoso, nada que se le pareciera a todo lo que sus oídos recababan de él. No era posesivo de sus tierras, sólo amante de ellas, no era codicioso de joyas, sólo les admiraba, por que en sus ropas y persona poco era el oro que resplandecía, y se le podría haber confundido con un elfo mas si no era por la corona de plata que resplandecía sobre sus cabellos dorados.
Su padre adoptivo, Lord Elrond le había hablado de él, pero nunca espero que semejante atractivo pudiera mezclarse con la sabiduría y el mando en el rey de los elfos de Mirkwood. Por que los ojos verdes de Thranduil, a pesar de los años vividos, tenían esa paz mezclada con un fuerte carácter como la tormenta oscura que se aproximaba. Su hijo en cambio, Lassel, era más jovial, casi no mencionó palabra y fue él mismo el encargado de llevarle a su habitación, era hermoso en verdad, con su cabello dorado y liso, agitándose a cada paso. Tenía los ojos de su padre, pero la voz grave y ceremoniosa de aquel que esta en pasos de convertirse en el futuro líder de aquella gente.
Si no hubiera conocido desde su infancia el lenguaje de los elfos, hubiera tenido problemas para infundirles confianza, pero el nombre de Trancos le protegió, y al abrigo de las palabras de Gandalf y de Elrond gano poco a poco la confianza del rey. Así entonces, fue invitado a descansar después de la ardua tarea, Lassel le indicaba el camino, como protegido de Gandalf tenía ciertos privilegios. Trancos no había tenido tiempo de tomar un baño, lo único que deseaba ese momento, era una buena cena, exquisita, caliente y abundante, deshacerse de Gollum y dormir, tanto como para no despertar en dos días. Aragorn no pudo apartar la mirada de la espalda del príncipe heredero, le admiraba en silencio sin pensarlo, por que caminaba con orgullo y ligereza, y al dirigirse a su habitación, beso a una joven y hermosa mujer de cabellos castaño, quien le encontró a su paso, el príncipe se excuso con Trancos por el detalle y prosiguieron su camino. Con eso, Trancos sonrió, por que estaba seguro que el príncipe Lassel pronto contraería matrimonio.
El sonido de tres golpes fuertes a su puerta lo despertó con precipitación, creyendo que aun estaba de guardia, se irguió, perdió el equilibrio y cayó de la cama. Se oyó un murmurar de voces detrás de la puerta y Trancos se puso en pie.
Con pesadez y sin cuidarse de su apariencia, se dirigió a la puerta para ver quien era el inoportuno que llamaba tan temprano, quería nuevamente conciliar el sueño, y con semejante visita le frustraba el intento. La cama permanecía hecha, pero arrugada por como había caído, las botas regadas en uno y otro extremo. Se había desecho de la túnica y camisa y sólo conservaba los pantalones que le caían hasta las caderas, tenía sueño y aun cansancio. Su condición de hombre le hacía no padecer de la vergüenza y paciencia de los elfos, quien con su apariencia, no tenían muchos problemas de aparecer siempre hermosos a todas horas del día.
Sin embargo, la visita que apareció a sus ojos no le desagradó, al contrario, era como una brisa fresca entrando por su puerta, acompañado por los rayos del sol. Se trataba de un grupo de elfos encabezados por uno casi de su estatura, de rostro limpio y amable y hermosos ojos azules, el cabello rubio que enmarcaba su cara, le caía como lluvia de oro derritiéndose sobre sus hombros.
Legolas aparecía con una sonrisa, por que nunca en su vida había visto a un mortal, y a pesar de la renuencia de su padre en otorgarle el permiso de ir a atenderle, consiguió por medio de chantajes, ir a su habitación a conocerle. Pero no a solas, y sin motivo alguno, razonó Thranduil. Le acompañaban varios elfos, con toallas, cubos de agua caliente, jabón y esencias para el cabello. Alguna ropa mas que pudiera servirle durante su estancia.
Los ojos azules de Legolas recorrieron el cuerpo del mortal, que sin camisa mostraba su ancho pecho sin pudor, velludo y atlético, algunos elfos volvieron la vista, les repugnó tal espectáculo. Sin embargo, a Legolas le pareció interesante, lucho un momento por la curiosidad de extender su mano y tocarle, luego su vista subió lentamente, observó que su rostro también estaba cubierto por el vello, y se encontró con los ojos grisáceos que le miraban fijamente.
Legolas se presentaba de camisa blanca de manta, con mallones oscuros y el cinturón ligeramente ajustado a su cadera. El cabello trenzado en dos finas hileras por las sienes. Repentinamente el olor a humano le llegó, apartando su vista y cerrando sus ojos al reconocerle.
Aragorn leyó en sus movimientos, lo mismo que sus hermanos alguna vez le mostraron, al elfo no le agradaba su apariencia. Levanto un poco sus brazos, y pudo cerciorarse que era él quien hedía. Se ruborizo por la escena, como nunca lo había hecho.
Legolas hizo todo lo posible para no mostrar señas de su disgusto, así que continuó con las presentaciones de rigor. Su padre le había hablado muy poco de él, pero al menos sabía que nombre ostentaba.
- Buen día, señor Trancos, he sido enviado para presentarle sus objetos de aseo...
- ...
- Mi nombre es Legolas Thranduillion, tercer hijo del rey. – agregó Legolas inclinándose
- ...
Todos los elfos esperaban respuesta pero al parecer el mortal no entendía, seguía mirando a Legolas sin pestañear si quiera. Como todo lo anterior lo había dicho en élfico, decidió repetirlo en la lengua común. Aragorn salió de su perplejidad cuando inició nuevamente la presentación, levanto la mano para indicar que había entendido.
- Disculpe, príncipe Legolas, creo que aun estando acostumbrado a los elfos, no deja de deslumbrarme su belleza
Legolas se sonrojó no esperaba que el humano supiera élfico pues su padre no le había dicho, tuvo ganas de sonreír pero se contuvo, los demás elfos intercambiaron miradas pero nada se atrevieron a comentar.
- Entonces, señor Trancos, ¿Le agradaría un baño caliente? Es una buena manera de iniciar el día antes del desayuno.
La mente de Aragorn divagó, y es que detrás de los elfos había una antorcha empotrada en la pared, notó como el pecho del elfo de cabellos rubios se transfiguraba cuando volvieron a interrumpirle. La idea del baño no le desagradaba, pero por que estaba ahora mirándole de semejante manera y se habían detenido sus ojos en…
- ¿Mi señor Trancos, se encuentra usted bien? Tal vez... ¿Está usted herido? ¿Cansado aun?– preguntó Legolas, creyendo que el mortal estaba a punto de perder la conciencia. Había oído que eso podía pasarles después de viajes extenuantes.
- No... no... al contrario, príncipe Legolas, yo, me encuentro muy bien...
- No es necesario que me dé el trato de príncipe, pocas veces respondo a él. – sugirió Legolas sonriendo con cortesía.
Aragorn sonrió y se hizo a un lado, permitiéndole el paso al conjunto de elfos, Legolas les coordinaba a pesar de que parecían saber sus obligaciones. Al parecer, el mortal era desordenado, sus ropas estaban por el suelo y no tuvo más que agradecer no ser el sirviente que les recogía para su lavado. Sus botas, llenas de barro y emitiendo un olor desagradable, tampoco captó mucho tiempo su atención.
Había un objeto plateado sobre la mesa bajo el pequeño espejo redondo, una cadena de plata que sujetaba un pendiente del mismo material, un hermoso dije alado que brillaba con el sol. Legolas se acercó a examinarle curioso y el mortal se adelantó, lo tomo entre sus manos, e inclinándose le saludo.
- ¡Oh! Siento ser curioso, es un objeto muy hermoso el que usted posee y lo felicito, Sr. Trancos
- Gracias, pertenece a una persona muy querida para mi.
- Y va todo su amor en él…
Trancos se inclinó y no agregó nada, Legolas sonrió, el humano era parco en palabras, tal vez no tenía el ánimo de hablar cuando repasaba sus cabellos grasientos, y bostezaba cuando no le veía. Legolas continuó inspeccionando que todo quedara en orden.
- Supongo que el camino ha sido muy difícil, señor Trancos.
- Difícil, muy difícil.
- ¿Le ha causado fastidio esta criatura? ¡Qué costumbres podría tener un ser así! Espero que nuestros bosques, puedan ayudarle.
- Sí, sólo hay que compadecerle.
- ¿Y…? – preguntaba Legolas, levantó la cabeza para seguir pero lo que vio le hizo cerrar la boca, entonces sonrió cortésmente y siguió coordinando.
El humano parecía fastidiado, cansado y tal vez molesto con su presencia. Pero en realidad Trancos había quedado sin decir palabra, se pasaba la mano por su cabeza buscando algún tema interesante que hablar con el joven elfo.
El príncipe no deseaba voltear, sentía la mirada del mortal a su espalda, como le recorría de arriba hacia abajo, tal vez sería curiosidad por los elfos, se giro con rapidez para encontrar la mirada perdida del mortal en sus piernas. Le incomodaba su mirada, parecía que le traspasara con ella.
Aragorn recobró la compostura, y nuevamente se disculpó inclinándose, Legolas saludo con la cabeza sin sonreír y se alejo con los sirvientes deseándole un buen día mientras atravesaba la puerta. Trancos no tuvo oportunidad de decir ni una palabra, había visto a Thranduil, a Lassel pero este hijo menor le había quitado el aliento, cosa que no sucedía desde que tenía veinte años.
Legolas salió decepcionado, el humano sólo le miraba y a pesar de que quiso iniciar una plática amable con él, de que intentó ignorar el olor que emanaba, el hombre no hacia más que abrir sus enormes ojos que decían mucho cuando su boca no decía nada. Pero él quería escucharle hablar del exterior, cuando quería preguntarle tantas cosas. Había mencionado a elfos, pero no tenía sus costumbres, era mortal después de todo. A fin de cuentas, a Legolas no le causo mayor impacto. Tal vez antes de marcharse de su reino, podría Intentar, hablarle de nuevo.
Durante los días que paso en Mirkwood, Trancos se portó muy amable con todos, elfos conocidos o desconocidos, conoció incluso a Aldelas, segundo hijo de Thranduil, era agradable también pero no como Legolas, a quien no volvió a ver desde su primer día. Lo cual lo lleno de tristeza, pero rumores llegaban a sus oídos de que Legolas había salido con un grupo a patrullar las regiones lejanas del bosque, Trancos tenía que partir y el rey, conociendo como pocos su ascendencia, deseaba protegerle de los ataques de trasgos y arañas.
Trancos sin embargo, recibió la sorpresa de Gandalf en Mirkwood, le recibió en su habitación, después de su audiencia con el rey, el mago deseaba hablar sobre muchos asuntos con el montaraz.
Después de repasar los asuntos correspondientes a su camino, de los pros y contras de mantener a Gollum al cuidado de los elfos del Bosque Negro, del posible resurgir de Sauron y la localización del anillo. Gandalf paso a preguntar por la estancia de Trancos en Mirkwood. Thranduil le había interrogado si el humano era de confianza, le conocía poco y aunque no tenía reproche alguno que hacerlo, temía por sus más grandes tesoros. Gandalf le tranquilizo, nada que tenía que temer Thranduil por Trancos, podía poner toda su confianza en él como el mismo Gandalf lo hacía.
- Veo que te sienta estar entre elfos, tu educación bajo el cuidado de Lord Elrond parece ayudarte mucho a convivir con los elfos de Thranduil.
Aragorn estaba en una silla junto a la cama, tratando de prender su pipa a pesar de la humedad del ambiente.
- Es verdad que todos aquí han sido muy amables, no es muy parecido ni diferente de Imladris, todo es tan… armonioso. – dijo el montaraz, mientras apretaba los labios para encender la hierba - Pero creo que mi presencia les incomoda, así que partiré mañana temprano… parecen estar muy ocupados con sus obligaciones.
- A pesar de que Thranduil es un elfo sabio y bondadoso, tiene una enorme tarea ahora que Gollum está aquí y el mal parece haberse ensañado con su bosque. Permíteme
Con un ademán de su mano, Gandalf encendió la pipa, haciendo que Aragorn se sorprendiera un poco, debía de estar de muy buen humor el mago, cuando usaba uno de sus trucos si no se le necesitaba.
- Gracias… Creí que de los asuntos peligrosos, sólo se encargaban los soldados, no la familia de Thranduil, es raro que les vea andar por el palacio.
- Elladan y Elrohir han acabado con la vida de tantos o más Orcos que los guardias de Imladris que patrullan las fronteras, bien lo sabes, así que no veo por que te sorprenda que los príncipes salgan a patrullar… - dijo el mago interrumpiéndose - ¡Oh! Ya entiendo… - agregó con leve sonrisa
- ¿Ya entiendes?
Gandalf rió.
- ¿Has conocido a sus hijos, no es así? ¿Lassel, Aldelas… Legolas?
Aragorn volvió a fumar de su pipa y evitaba la mirada inquisitiva del mago.
- Si, los he conocido a los tres, ¿Por qué lo preguntas?
- Son unos nobles guerreros, orgullosos de su herencia y amantes de sus bosques. ¿Qué te han parecido? ¿No crees que sean el orgullo de su padre?
- Me lo supongo, por que no han tenido la amabilidad de mostrarme los alrededores del pueblo, ni mucho menos el castillo.
- Lassel es un joven príncipe muy ocupado, si Thranduil parte algún día, él quedara al frente para guiar a los demás.
- Lo sé, y Aldelas creo que es tan responsable como su hermano mayor.
- ¡Los tres lo son! Sin embargo, me atrevo a decir, que Thranduil es más celoso de Legolas.
Aragorn arqueó una cela y observó al mago.
- ¿Más celoso?
- Así es, no le permite dejar el reino, es su tesoro mas preciado, claro, al igual que los sus otros dos hijos, sin embargo, me atrevería a decir, que por ser el menor, y el mas parecido a su difunta madre, Thranduil le tiene en un poco de mas cariño.
- ¿Sí? No me lo imaginaba, debe de ser un príncipe malcriado si su padre lo quiere tanto. – declaró Trancos recordando su único encuentro, aun Lassel había sido un poco mas amable y menos curioso.
- Al contrario de lo que pudieras pensar, Legolas es el mas entusiasta en salir de la tutela de su padre, se ha convertido en uno de los mejores arqueros, sino es que el mejor. Ha entrenado los últimos dos mil años como nadie en su generación, y puede valerse muy bien por si mismo.
- No sé por que me dices todo esto, Gandalf.
- Tengo mis razones, y el verte aquí tan tranquilo, conociendo tu espíritu aventurero, me hace suponer que la tranquilidad de los elfos te agrada.
- ¿No pase mi juventud en Imladris?
- Es cierto, pero no encontraras la naturalidad y pureza que encuentras aquí en Rivendel. En Mirkwood se respira tranquilidad, la naturaleza es una con ellos, no hay lujos excesivos, no hay magia más que en sus corazones. Thranduil ha sabido dirigir a su gente y educar a sus hijos. La oscuridad podrá llegar a Mirkwood pero no sobrepasarles…
Aragorn sonrió, había sido testigo de cómo todos trabajaban, realizaban sus labores con suma responsabilidad y a pesar de los peligros que les rodeaban seguían con el animo de seguir adelante.
- Pero aun viviendo en jaula de oro, nada deja de ser más tentador que salir volando, aunque al batir las alas no estrellemos contra el suelo.
- ¿Qué quieres decir, Gandalf?
- Que somos muy afortunados de seguir caminando, respirando y hablando amigo mío… Muchos quedan a aquí, con el corazón dispuesto a la aventura pero la sangre que les llama es mas fuerte.
Gandalf sondeaba el terreno, Thranduil esperaba favorecer un poco a su hijo menor, darle un poco de libertad, que hablara con el mortal, que saboreara un poco los aires de otros lares lejanos. Esta era la oportunidad, para medir el temple de su hijo. Pero tenía miedo de ser traicionado, tal vez Legolas y él no tenían el carácter tan parejo. ¿Podía dejarles uno al cuidado del otro?
Trancos suspiró, creía saber a donde iba la conversación de Gandalf, pero no estaba dispuesto a llevar a sus viajes difíciles y rudos a un principito malcriado, por mas agradable que fuera su presencia, no tenía tiempo para eso, no cuando tenía que cuidar sus espaldas.
- Yo estaría feliz, si mi corazón encontrara reposo, una familia y paz, no deseo más que eso para el futuro, pero si para ello debo enfrentar mis batallas, extenuarme hasta desfallecer y así conseguir lo que anhelo, seguiría en mi camino. Legolas tiene suerte de tener está familia, seguro de que nada toque su hermosa cabecita.
- Legolas no ha tenido la libertad que tu gozas, por eso está ansioso de conocer el mundo. Thranduil sabe que es el tiempo, pero tiene miedo de perderle.
- ¿Entonces por que no le tiene la confianza? ¿Acaso no cree que pueda sobrevivir?
- ¿Has visto a Legolas? Su misma mirada es pureza, no desconfía de nadie que le pueda brindar una sonrisa de aliento, y tal ingenuidad, si quieres llamarlo así, puede ser su punto débil.
- Es raro encontrar tales virtudes, la gente se ha vuelto muy desconfiada últimamente.
- Legolas piensa que puede haber armonía entre las diferentes razas
- Apoyo su idea, pero no es fácil, no cuando uno y otro llevan una espada en mano dispuestos a luchar por causas que ni siquiera comprender en su totalidad.
- Pronto vendrá quien nos guíe hacia una nueva era.
Aragorn no aportó nada, siguió fumando de su pipa sin hacer caso de las predicciones de Gandalf, tanto decía el Istari del futuro con acertijos que no quiso averiguar a lo que se refería. En su interior ya lo sabía.
- ¿Pero por que yo? – preguntó Legolas fastidiado - ¡Acabo de regresar del patrullaje y sólo deseo un buen baño y descanso!
En verdad sus ropas mostraban polvo, algunos rasguños y el cabello un poco revuelto, no por eso dejaba de ser atractivo. Thranduil desde su trono le había recibido y le tenía recién llegado de pie frente a él.
- Lo tendrás hijo, pero mañana partirás con él para guiarle por sitio seguro. – señaló el rey recargándose en su gran sillón mullido.
- No veo como pueda yo asistir a un montaraz, debe de poseer una buena cabeza si hasta aquí ha llegado, seguramente puede salir por su propio pie.
- Legolas, ignoras el futuro, por lo mismo no sabes lo importante que puede ser su vida. – advirtió Thranduil inclinándose un poco hacia delante
- Pues será importante, pero no deseo acompañarle padre, has que cualquier otro le acompañe, Aldelas seguramente estará mas interesado.
- Legolas, ¿estas cuestionando mis órdenes? – preguntó el rey frunciendo el ceño ante tal desacato.
- No padre, pero...
- Recuerda que también soy rey, y como guerrero bajo mis órdenes, deseo que me obedezcas, ¿está claro?
- Sí, pero...
- Ve a tu habitación, no deseo continuar con esta discusión. Mañana con el alba deseo que partan así lo ha señalado.
- ¡Pero Padre! – insistió Legolas por última vez
- ¡Legolas! – exclamó Thranduil algo exasperado, tomó aire y añadió – si lo haces, te dejare que le lleves hasta al límite del viejo vado, ¿te gustaría?
Los ojos de Legolas se abrieron redondos, su padre nunca le había dejado ir hasta allá solo, siempre iba con sus hermanos, y una vez con él, pero siempre había sido sobre protector con cada uno de sus pasos. Lassel tenía la oportunidad como heredero al trono de conocer los reinos élficos, e incluso Aldelas conocía Imladris, pero él nunca había sabido de los demás reinos a no ser por lo que aprendía en los libros.
- ¿En verdad podré ir padre? ¿Podré ir hasta el límite del vado?
- Sí, Legolas - suspiró el rey.
Su hijo crecía a pesar de lo mucho que quisiera negarlo, pero el recuerdo de su fallecida esposa Lassiriel siempre estaba fresco y vibrante en el rostro de Legolas, su mirada siempre se lo recordaba. Tenía que dejarlo partir, explorar el mundo, pero si algo le pasaba, si alguien le dañaba. Debía de dejar de ser así, tan sobre protector con el joven elfo, si era un buen arquero, el mejor podría decirse de su reino, si sabía usar sabiamente sus espadas, tenía agilidad y fuerza, pero aun conservaba la inocencia, que podía ser su único "defecto".
Ahora que Trancos no le era desconocido, sabía de su secreto linaje, conocía su historia por que el mismo Gandalf lo había mencionado frente a él, confiando en la discreción del rey. Aragorn era el heredero de Isildur, aquél por quien debían de agradecer y temer, el que había quitado el anillo a Sauron, pero que había quedado sujeto a su poder y avaricia.
Ahora se presentaba el montaraz, sucio y desaseado, llevando a una pobre y desdichada criatura salvaje con él, ¿podía confiar en su persona? ¿En que Legolas le acompañara? Gandalf podía asegurarlo, y con su palabra debía de bastar, pero un hombre, no dejaba de ser hombre por su historia. Y Legolas, podía confiar en él, por que aun tenía la creencia, que no todo el mundo era malo.
Legolas olvido su condición de príncipe y guerrero, se acercó a su padre frente a la mirada asombrada de los guardias del salón y le abrazo, el rey plantó un beso en su frente en respuesta.
- Ve hijo, y descansa. Mañana te espera un largo día.
- Sí padre.
- Legolas…
- ¿Sí? – preguntó el príncipe antes de partir.
- Ten presente que regularmente te llevaría dos días a pie el ir a la frontera, llevaran caballos, así que no quiero que tardes mas de dos días en ir y regresar.
- Sí, padre.
- Te estaré esperando impaciente.
- Sí padre, lo tendré presente
- Cuídate hijo.
Legolas llegó a su habitación, aunque deseaba tanto descansar, salir a pasear a la luz de la luna donde aun se podía, no en la oscuridad y soledad del bosque Negro, sino cerca del palacio. Su baño estaba listo, como siempre que regresaba de una excursión, se sumergió en su tina y no salió de allí hasta dos horas después, envuelto en aroma a delicadas rosas y con el cabello limpio de todo polvo y ramas secas. El estar cinco días seguidos en permanente guardia, sin un momento de descanso, le empezaban a pesar. Tomó uno de sus libros, se echo en la cama, y enfundado en su bata, en el ocaso comenzó a leer.
Estaba muy ansioso por su viaje, no por el hecho de conocer al mortal, quien no había sido de su agrado con la primera impresión, por que su padre había confiado en él, le daba la oportunidad de ir y venir prácticamente solo. Tenía miedo por que nunca lo había hecho, pero confiaba en que podía salir bien librado. Solamente una vez había ido con Ossmar, uno de los valientes guerreros de Mirkwood le acompañó a la frontera sin pasar de ella. Recordó que ese fue un momento muy feliz para él. Ahora se le presentaba uno para manifestar su valentía e independencia. Que dichoso y nervioso se sentía.
Quedo con el libro sobre su pecho, con la sonrisa en el rostro, y el rostro vuelto a un lado. Sus ojos entreabiertos, caminando sobre un valle verde, con el sol a su espalda, con la brisa fresca en su rostro y las finas gotas de una lluvia matinal cayendo sobre sus cabellos sueltos. Su sueño preferido.
Aragorn despertó al alba, Gandalf había desaparecido como acostumbraba hacia un par de días, no acostumbraba pasar mucho tiempo en un solo lugar. En cambio Aragorn aun disfruto un poco mas de su descanso, Thranduil le había acogido ya un poco mas sin recelo, y tenía libertad para ir y venir por palacio. Discutió algunos por menores del confinamiento de Gollum, les dio algunos consejos a Lassel, que junto con Aldelas se encargaban de supervisar la seguridad de la creatura.
Ya estaba en pie, listo para iniciar su camino, con su bolsa llena de provisiones. Legolas le esperaba a la entrada de palacio. No esperaba encontrárselo, por que no había tenido oportunidad de despedirse como lo hiciera con sus hermanos y padre.
- ¿Listo, mi señor Trancos? – preguntó Legolas con sonrisa franca
- Claro, partamos. ¿Pero solamente usted y yo saldremos, su alteza?
- Sí, solamente los dos, ¿tiene algún inconveniente? – preguntó el príncipe frunciendo el ceño ligeramente
- No, ninguno, sólo que no espere que tuviera una escolta real
Legolas saludo con la cabeza pero nada agregó, iniciaron su camino sin decir nada entre ellos. El elfo parecía más gustoso de ese recorrido que Aragorn, tal vez el deshacerse de un humano, era motivo de festejo.
- Creo que el camino sería más corto, y más agradable si su alteza dejara a un lado su porte de príncipe... Por un momento.
Legolas salió de sus pensamientos, habían andado a caballo por mas de tres horas sin intercambiar palabra alguna, y hasta ese momento Legolas se dio cuenta de ello. No acostumbraba a hablar mucho, y sólo le acompañaba por que tenía el deseo de llegar un poco más allá de los límites de su reino.
- Oh, lo siento. No ha sido mi intención
- Es que su alteza debe de tener otros asuntos que arreglar, y esta dejándolos a un lado por acompañarme a mi, siento mucho ser una carga
- No mi señor, me confunde, simplemente que estoy ansioso por llegar a los límites del viejo vado.
Aragorn levantó una ceja, el elfo quería ya llegar a la frontera seguramente para despedirse y nunca mas verle de nuevo. Era una lástima, Aragorn podía pasarse todo el día admirándole y escuchando su voz melodiosa, al parecer el elfo no opinaba lo mismo.
- ¿Tanto desea su alteza, deshacerse de mí?
- No, no... no es eso... Por favor, nada de título. Soy Legolas... simplemente. Para un Orco no hay diferencia entre noble y plebeyo cuando sus espadas atraviesen la carne
- ¿Quiere decir que soy una especie de Orco?
Legolas rió y Aragorn quedo prendado de su sinfonía, era tan deliciosa y clara.
- No... Oh, por Elbereth, nada de lo que digo parece tener sentido. Así que me disculpo.
- ...
- Estoy ansioso de llegar al viejo Vado por que nunca he ido mas allá de nuestras fronteras, mi padre... mi padre no ha querido que las traspase por temor a que algún incidente pueda ocurrirme.
- Pero creo que su alteza...
-
Legolas le dirigió una significante mirada por lo cual Trancos repuso
- Quiero decir... Legolas, supongo que el uso de ese arco que llevas en tu espalda, y esas dagas que le acompaña no serán utensilios de cocina.
- Aun y cuando lo dudes mortal, el pescado en filete queda muy bien recortado con el filo de mis dagas. Pero no es ese su principal uso, y tanto con ellas como con mi arco, puedo hacer mucho daño.
- ¿Y ofrecerás pescado en filete a tus enemigos para asesinarlos de una indigestión?
Ahora fue Aragorn quien rió, el elfo le divertía por que de su boca salían palabras con las cuales se podía pasar un rato agradable. Legolas le volvió la espalda.
- Lo siento, perdone su alteza... Quiero decir, Legolas, no ha sido mi intención ofenderle.
- ...
Legolas se había ofendido un poco, por que estaba abriendo su corazón al mortal y parecía que todo lo tomaba a broma. Le hubiera mostrado el uso de sus dagas en ese mismo demostrarle lo bien que podía defenderse pero se contuvo, al parecer el hombre era importante para Gandalf y no deseaba una enemistad con ninguno de los dos.
Mientras a Trancos se había relegado, Legolas iba montando a la cabeza sin prestarle atención y eso le hería, o el elfo era muy orgulloso y presumido, o él le había tomado mucha confianza para jugarle esa broma.
- Creo que ya hice suficiente disculpándome y sino aceptas mis disculpas al menos...
Legolas detuvo su caballo, volvió su cabeza sobre su hombro y miro a Aragorn con claro odio. El elfo sacó rápidamente su flecha y tenso el arco, la flecha paso silbando cerca de la oreja de Aragorn quien atónito le miraba, si hubiera volteado tan sólo un poco, no hubiera tenido ya mas nariz.
Repentinamente escuchó el barullo acercándose, Legolas había matado a uno de los Orcos detrás de él y los demás llegaban para terminar con ellos. El elfo empezó a disparar, y con cada disparo caía una bestia mas, mientras tanto Aragorn había bajado del caballo y combatía a dos de ellos con su espada, una vez que estuvieron mas cerca, Legolas hizo lo mismo.
Las dagas fluían tan ligeras en sus manos, y con cada vuelta, subida y bajada cortaba gargantas, pechos y brazos. En ninguna ocasión tuvo Trancos de ver que utilizara los puños, era increíble la fortaleza del elfo quien ejecutaba sus tiros y golpes con suma eficiencia.
Pronto pudieron terminar con el grupo de Orcos renegados, Trancos solo obtuvo la sangre salpicante de los orcos, un rasguño en su brazo derecho, casi cerca de la mordida de Gollum, pero nada de lo que hubiera que preocuparse, los caballos, ya hacia tiempo que habían salido sin rumbo fijo, seguramente, de regreso al palacio.
Legolas no había sido herido, su cabello un poco revuelto y sus ropas casi intactas, tan ágil era como para evadir un golpe como para salir incólume de la pelea. Los caballos le preocupaban, uno de ellos era su preferido, y como buen amigo que era sabía que su padre podría preocuparse si le veía regresarse solo. Tal vez perdería la confianza depositada.
- ¿Estás bien? – preguntó Aragorn acercándose a Legolas que recogía una de sus flechas para inspeccionarle
- Sí. Gracias. ¿Te han hecho daño? – preguntó Legolas mirando su brazo con algunas gotas de sangre roja, diferente a la negra de esas criaturas.
- No, sólo un ligero raspón.
- Espero y no se infecte, debemos seguir. – dijo Legolas fríamente.
El hombre sabía defenderse, y por sus movimientos, suponía había pasado tiempo entre los elfos, no cualquier mortal peleaba así. Lento pero no tanto como la mayoría, sus golpes eran fuertes y no gastaba energía inútilmente gritando y vociferando como imaginaba. Pero Legolas conocía poco de humanos, y tal vez ya no eran las cosas como le habían contado.
Siguieron el camino, Legolas continuaba serio, le preocupaba seguir a pie, pero sobre todo que su padre enviara un grupo de rescate a buscarle, sería una vergüenza que el humano viera que tan sobre protegido estaba. Legolas amaba a su padre, pero algunas veces podía ser apabullante su tutela.
Aragorn pensó que Legolas aun estaba resentido, el elfo era un orgulloso principito consentido y malcriado, quien no aceptaba las disculpas, una vez que su orgullo estaba ofendido. ¿Cómo pudo pensar que podría llevarse bien con alguien con semejante aspecto? Por que el elfo no dejaba de ser hermoso, valiente y con una voz de ángel, tal vez el hecho que se supiera digno de admiración, le habían vuelto vanidoso y arrogante. Era una lástima. Muy diferente de Glorfindel con quien tenía una verdadera amistad a pesar de su belleza milenaria.
Seguían caminando, Aragorn sintió el hambre en la boca del estómago, y parecía que el elfo era inmune al cansancio, sed y hambre, seguía caminando tan ligero como quien pasa de la sala a la cocina.
- Detengámonos, necesito comer un poco. A menos que sugieras lo contrario, este parece ser un buen sitio.
- Bien.
Legolas quedo de pie con su arco, mirando al camino, imaginándose como sería todo más allá de las montañas, de sus bosques y del gran río. Nunca le había visto y soñaba con cruzarlo algún día. Aragorn había tomado lugar en una gran piedra, con su bolsa entre las piernas, abriéndola para sacar de ella algo que llevar a la boca.
- ¿No vas a comer? Por mucho que seas un elfo, aun tienes tus necesidades.
- No, gracias.
- Bien, tú te lo pierdes.
Aragorn empezó a masticar un poco de carne seca, tenía que aprovechar el tiempo de descanso que tenía por que pasando las fronteras del bosque, tendría arreglárselas solo, sin mucha comida mas la que lograra cazar y a la expectativa de ser aniquilado en cada esquina si no tenía cuidado. Al menos podía confiar que el elfo no le dejaría morir.
El silencio se volvió incómodo, por que Legolas daba la media espalda al mortal, que sentado en una piedra escarbaba entre su bolsa. Aragorn saco su pipa y la lleno de tabaco.
- No veo por que sigas enfadado conmigo, si vamos a estar dos días juntos al menos debería ser de una manera agradable... – comenzó Aragorn
- ...
- O tal vez quieras regresar a tu palacio... No te preocupes, si me preguntan diré que me has acompañado al final como buen anfitrión, ya sabes que puedo defenderme por mí mismo.
- ¿Por qué piensas que estoy enfadado contigo?
- No me has hablado desde antes de la pelea, seguro sigues ofendido.
- ¡Oh! Eso... – dijo Legolas recordando, sonrió. – No nada de eso, estoy preocupado... un poco.
- Sí, ¿por qué? – preguntó Trancos con un poco de desdén. El cambio repentino del elfo no le convencía.
- Los caballos seguramente regresaron al palacio, tal vez teman que nos sucedió algo y vengan a buscarnos.
- ¿Temes quedar mal delante de tu padre?
Legolas palideció, era en parte verdad, no había sido su culpa que los caballos escaparan, pero no deseaba darle oportunidad a su padre para que cada vez que saliera fuera acompañado de su escolta. ¿Por qué no podía tener un poco de confianza en él? Bajo su triste mirada pero siguió dándole la espalda al mortal.
Trancos recordó lo que Gandalf le había dicho, referente a la sobre protección del rey con el menor de sus hijos, comprendió repentinamente que para Legolas, era su primera salida a solas mas allá de sus fronteras, suponía que tenía la ilusión de ver mas allá de los bosques de los que nunca había partido.
- Yo... no quiero que venga a buscarme.
Aragorn se puso de pie, había sido un poco duro con el elfo, juzgándole tan severamente. Se colocó a su lado y se atrevió a abrir ahora un poco su corazón. Para ser un elfo milenario, aun mas joven que Glorfindel y sus hermanos, Legolas era como un joven adulto que aun desconocía mucho de la vida.
- No te preocupes, tu padre sabe que puedes defenderte.
El elfo no respondió, seguía levantó su mirada al horizonte, no estaba dispuesto a dejarse vencer por la tristeza, algún día llegaría mucho mas allá, solo que necesitaba de la confianza y apoyo de su familia, sin él, su barca no llegaría muy lejos.
- A mis veinte años deje... mi ciudad, mi padre adoptivo tenía dudas, pero no por eso freno mi vida, yo tenía que seguir con o sin su consentimiento, forjar mi destino, es muy difícil para ellos aceptar que sus hijos ya no son unos niños.
- …
- Con mis hermanos fue diferente, pero eran mucho mayores que yo...
- Tal vez... yo quiero mucho a mi padre, pero...
Legolas había bajado la cabeza, confundido en sus pensamientos, pero no debía dejar que el mortal conociera sus debilidades, aun no le tenía tanta confianza. Elevó la cabeza con orgullo y trato de pensar positivamente. El humo de la pipa llego hasta a él y no pudo evitar hacer un gesto de disgusto.
- ¿Por qué haces eso?
- ¿Qué? – preguntó Aragorn retirando su mano del hombro.
- ¿Por que enciendes esa hierba en la madera y la llevas a tu boca?
- Se siente bien. ¿Quieres probar? – preguntó Trancos ofreciendo su pipa.
- No. No es algo que me gustaría hacer. – aseguró Legolas declinando su oferta
- Al principio es como todo, pero acostumbrándote puede llegar a gustarte.
- No creo encontrarle el gusto a llenar mis pulmones de humo. ¿Seguimos? – preguntó Legolas con una sonrisa.
- ¿Estás ansioso por llegar, no es cierto?
Legolas no contestó y siguió sonriendo adelantándose unos pasos. Trancos no tuvo más remedio que tomar sus pertenencias y seguir a un elfo ansioso de ver nuevos paisajes.
Poco a poco estaba haciéndose de noche, y las palabras fluían sin tanto problema, eran pocas pero el elfo estaba más dispuesto a hablar.
Legolas ya no quería pensar en los caballos, ya no quería pensar en su padre, simplemente disfrutar el resto del camino y cumplir su entrega. Además, Aragorn no era mala compañía, a pesar de sus costumbres extrañas, que había visto algunas veces en Gandalf, peleaba muy bien, casi tan ágil como un elfo. Tal vez podría saber más de los mortales durante su camino.
Aragorn por su parte, ya no pensaba que Legolas era un elfo mimado, sólo que le había juzgado mal, era un joven elfo ansioso de saber de la vida, alegre pero también capaz de defenderse, la manera en que batió a los atacantes le agrado, tan elegante y eficaz, un elfo digno de admiración, por que era joven, inocente a la vez que sabio y mortal. Que interesantes serían estos dos días en su compañía.
TBC…
Creo que serán tres capítulos o cuatro, no me ampliaré. No tendrá slash ni lemmoncitos, por que se acaban de conocer, y el elfito no es tan… liberal, jeje…
