Disclaimer: Todo el universo que ha servido de base para esta historia pertenece a J.K Rowling y no quiero sacar ningún beneficio de ella.
Amaneció en Grimmauld Place. Aparentemente sería un día normal, si no llega a ser porque caían copos de nieve por las ventanas, y en las calles se respiraba el olor a Navidad.
Frank y Alice Longbottom se quedaron en la casa después de la última reunión de la orden, porque había acabado muy tarde, y cualquier precaución era poca en los tiempos que corrían. Hacía días que no veían a su hijo, y, aunque les dolía en el corazón, preferían que no estuviera involucrado en toda esta historia, y más ahora, que mañana podían los secuaces de Voldemort y torturarles, o matarles, o las dos cosas, lo que tenían claro era que no iban a delatar la orden bajo ninguna circunstancia.
Se levantaron temprano, y comenzaron a ayudar a Sirius con los preparativos de la cena de por la noche, a la que iban a asistir todos los integrantes de la orden, y sus familias.
Y pensar que nuestro pequeño Neville no va a estar aquí, jugando con los demás, como cualquier niño normal...
Nunca tientes al destino, Alice. Las cosas que más deseamos ocurren cuando menos nos lo esperamos.
Suspiró, hasta el propio Frank sabía que estaba diciendo tonterías, pero era inevitable querer volver a los tiempos en los que comían, y festejaban la Navidad toda la familia junta, sin guerras, sin masacres, sin muertes. Sí, eran unas fechas entrañables, y con suerte, alguien le escucharía y haría su sueño realidad. Lo que él no se esperaba es que alguien si había escuchado sus deseos...
Pasaron las horas, y con ella aumentó la nostalgia. ''Vamos a estar con la orden, vamos a estar felices, no vamos a estar solos'', procuraba pensar Alice, pero en el fondo de su corazón sabía que alguien muy importante iba a faltar allí, y que quizás, sería la última vez que podría verlo, así que no pudo evitar soltar unas lagrimas. Su marido la abrazó, la abrazó con más fuerza que nunca, mientras le decía:
Él está en tu corazón, en nuestros corazones. Da igual lo lejos que esté, siempre estará con nosotros ¿Recuerdas?
Alice asintió. Agradecía todos los esfuerzos que hacía su amado para animarla, pero no podía alegrarse, no, no podía, pero pensó en la orden, en que querrían verla feliz, y sonrió.
Estaba atardeciendo, y comenzaron a llegar los invitados. Iban pasando personas y personas hacía el salón, hasta que Sirius les llamó a ambos, y les dijo que le siguieran por el pasillo.
Y allí estaban. Había llegado una anciana, con un niño con un gorro de papa noel en los brazos.
Me alegra saber que al final hayas podido venir. Feliz Navidad!
Feliz Navidad para ti también, Sirius.
Sus padres se habían quedado sin habla. Ahí estaba, tan regordete como la última vez que lo vieron, y dormido encima de su gorro. Dos lagrimas aparecieron en los ojos de ambos, y con un poco de temor a despertarle, le cogieron en brazos. Cuanto hacia que no tenían esa sensación, era tan maravillosa, tan mágica..., les acababan de dar el mejor regalo del mundo.
Entraron, y se acomodaron, dispuestos a cenar con el resto de sus compañeros, felices porque, pro fin, podían celebrar la Navidad con sus seres más queridos.
Fueron sus últimas fiestas, las últimas como miembros de la orden, y aun así, fueron las más felices de sus vidas.
