El latoso ruido de las secas ramas golpeando con excesivo vigor contra el vidrio de el frío salón, hacían que el lloroso silbido del viento no se sintiera tan desolado. O por lo menos eso era lo que la joven de mirada perdida quería creer. Kagura, quién se cuestiona el funcionamiento de las pequeñas pero grandes existencias que provocan la felicidad de las grandes pero pequeñas existencias, no logra resolver una simple ecuación matemática. Mientras sus azulados fanales se posaban en lo que parece ser una resistente ventana, el irritado muchacho de gafas no paraba de ser ignorado luego de casi gritar cinco veces seguidas que la respuesta era un simple "(7*3=21)" . Luego de tantos intentos fallidos en hacer volver en sí a nuestra pensadora, una bola de papel voló de los últimos lugares en dirección a la pelirroja chica que no paraba de meditar e ignorar a la ayuda de al lado; su mala postura provocó que la bola de papel hiciera que su cabeza rebotara contra la mesa en la que se encontraba prácticamente acostada. Furiosa por el repentino golpe, la joven levantó del suelo la bola de papel con notorias intenciones de devolvérsela a su remitente, pero no sin antes abrirla para confirmar sus sospechas; aquello que le habían lanzado no era ninguna broma de su compañero, era nada más y nada menos que una nota citándola a un "encuentro" entre bandas, junto con una piedra que adornaba la amenaza. Cuando las risas de fondo provocadas por el golpe por fin habían cesado -luego de que el profesor por fin las hiciera cesar tras varios gritos- Kagura miró con cansancio al muchacho que le había lanzado la bola de papel, pues este ya la tenía cansada de tantas amenazas que le hacía. Ellos forman parte de bandas que se encargan de la decadencia de modales y el apoyo y uso de la violencia, en otras palabras, matones. Sin más preámbulos, nos centremos en la vida diaria de esta joven y sus alocadas vivencias


-¡Oi mocoso! ¿No crees que ya es hora de terminar con esta estupidez?- le grité al tozudo muchacho que se encontraba a unos metros en frente mio, rodeado por sus camaradas

-china, ¿no lo recuerdas? Ustedes se metieron en nuestro territorio, esto no se termina hasta que alguno desaparezca. Mejor dicho, hasta que ustedes desaparezcan- de forma arrogante, el idiota que siempre nos cita a mi y a mi grupo, Okita Sougo, se acercó matando la distancia entre nosotros, dejando nuestros rostros prácticamente pegados.

-Chihuahua, ¿no lo recuerdas? Ellos me eligieron a mí. No son nada idiotas, saben que soy mejor líder de lo que tú podrías serlo- dije de manera aún más arrogante que él, con una burlona sonrisa en mi rostro mientras señalaba hacia atrás -haré que tú y los debiluchos que te acompañan desaparezcan de aquí, no importa cuantas veces nos enfrentemos, el resultado será siempre el mismo-

Impaciente de que me callara, el bastardo sádico se abalanzó sobre mi lanzando un golpe que fácilmente pude esquivar, seguido de una patada hacia su muslo; alertado por mi aparentemente predecible movimiento, él sujetó mi pierna en un intento de hacerme girar para luego soltarme y dejar que mi cuerpo se estrellara contra lo primero que venga. Pero en vano, antes de que pudiera ser consciente, mi pierna libre se dirigió con suma fuerza a su mentón, golpeándolo de tal forma que quedó aturdido por una milésima de segundos. La "batalla" continuó de la misma manera de siempre, nuestro grupo de respaldo golpeándose entre sí y nosotros luchando en una pelea que parecía ser eterna, pero no por el hecho de que estemos demasiado tiempo haciéndonos hematomas y algún que otro golpe severo, si no por el interminable círculo vicioso que nos llevaba de una pelea a otra, sin nosotros poder ser dueños de controlar el impulso de golpearnos cada vez que nos vemos. A lo que me lleva a la misma duda existencial que me hago luego de cada pelea, ¿por qué continúo siguiéndole el tonto juego al mocoso cara de niña si cada uno conoce los movimientos del otro de la misma forma que Shinpachi conoce todo sobre la estrellita de la escuela, Terakado Tsu? La respuesta era clara, pero a la vez muy difusa como el por qué de que Yamazaki del club de bádminton dice odiar el anpan, pero cada vez que te lo cruzas lleva una bolsa llena de ellos en la mano.

El viento se hallaba cansado luego de la gran pelea que dio esta mañana, pero parecía no darse por vencido aun, dando lo mejor de sí mientras ondeaba nuestras arrugadas y sucias prendas escolares, las cuales fueron las inocentes víctimas que salieron heridas sin tener nada que ver con la masacre que acababa de ocurrir. El verde césped tenía varios invitados desfallecidos encima de él, todos mis camaradas y los de el sadoidiota para ser más específica, siendo solamente los líderes quienes quedamos en pie, distanciados uno de otro

oi, bastardo! ¿Estas seguro de querer continuar? No me hago responsable si terminas llorando- grité con una satisfactoria sonrisa mientras limpiaba el hilo de sangre que corría por la comisura de mis labios. No hacía falta una respuesta de su parte, su asesina mirada lo decía todo, él no iba a dar marcha atrás. Estábamos a punto de continuar nuestra pelea, cuando un sordo grito hizo que desviáramos nuestra atención hacia la dueña de aquel alarido que casi nos provoca sordera

-¡¿Qué pasó aquí?! - Una muchacha de cabellos amatista atados hacia un costado se mostraba horrorizada, su rostro denotaba impresión al ver tantos cuerpos casi sin vida sobre el gran suelo del patio escolar "¡Otsu-chan! ¡Otsu-chan!" gritó el club de fans acosadores a su rescate.

-¡Oi malditos! ¿Cómo se atreven a asustar así a Otsu?- gritó un muchacho de lentes, aprovechando la oportunidad para abrazar a su amada y quedar como un héroe, -tranquila Otsu, nosotros nos haremos cargo de ellos- dijo mientras le tapaba los ojos, como si de preservar la inocencia de un niño se tratara. -¡Todos levanten los cadáveres y llévenlos lejos de aquí! ¡Ustedes dejen de pelear malditos matones!- volvió a gritar el maniático Lentes, a veces pienso que si no eleva la voz sus cuerdas vocales se romperían, aunque lo normal es que funcione al revés, pero como se trata nada más y nada menos que de Shimura Shinpachi es aceptable. ¿Será el destino el que hizo que ellos aparecieran luego de haberlos pensado? Ley de atracción, quizá

-Parece que nos interrumpieron- dijo el sádico mirando con indiferencia como Shinpachi daba órdenes a los miembros de su club, mientras que la peli-morada se retiraba con las manos en la cara, como si hubiera presenciado una masacre. -¿No querías ponerle fin a esto?- Dije con un sarcástico y malintencionado "¡Ja!" que despertó su enojo

-¿Empiezas tú o empiezo yo, china?- sin darme tiempo a responder se abalanzó sobre mi para atacarme, lo cual yo imité. En un abrir y cerrar de ojos la gravedad había dejado de existir, pude ver como el cuerpo de el cara de niña se había congelado en el aire, y también pude sentir como el mio estaba en la misma posición. Nuestros cuellos estaban prácticamente siendo ahorcados por las traicioneras camisas y nuestras piernas habían quedado colgando.

-Nadie empezará nada- dijo una monótona voz, proveniente de un hombre con bata blanca y un familiar alborotado cabello plateado. Este nos miraba con sus cansados ojos de pez muerto mientras nos agarraba del cuello y nos mantenía en el aire, con la facilidad con la que se sostiene un animal. -¿Saben? Ya me cansé de cada día tener que lidiar con ustedes, aunque no lo crean soy un hombre muy ocupado- dijo soltándonos bruscamente, haciendo que nuestros culos estallen sobre el suelo -¡Soy una dama, sé más delicado imbécil!- grité mientras me paraba y sobaba mi zona de dolor. -Como sea, Otose los llama. Si la vieja pregunta por mi díganle que estoy en una importante reunión- Dijo de espaldas saludando con una mano, mientras se dirigía al olvidado armario que se convirtió en su sala de descanso.

-Ya escuchaste china, te veo luego- dijo de espaldas mientras saludaba con una mano, imitando los movimientos de aquel vago irresponsable que se acababa de marchar.

-¡Oi! ¡¿donde crees que vas?!- grité enojada mientras lo traía de vuelta conmigo, sosteniéndolo del cuello de la camisa que prácticamente lo ahorcaba -tú provocaste todo esto, así que vienes conmigo-.

Luego de golpe tras golpe, llegamos a la puerta de la oficina de la directora. Sacudí mis prendas y acomodé mi corbatín rojo en un intento de verme más presentable ante la vieja bruja, quizá así tenga piedad sobre mi y me perdone por desobedecerle las veinte veces que me dijo que dejara de pelear

"¡No toques eso inútil!" gritos se escucharon detrás de la puerta, provocando escalofríos en mi espalda. El ruido de la porcelana haciéndose trizas sobre el duro piso fue acompañado por un grito de la vieja Otose "¡Largo de aquí antes de que te arranque las tripas!", se oyó claramente como estaba cargada de ira y estrés, eso me desmotivaba a seguir mi plan de ponerme en papel de víctima para convencerla

-Bueno, sádico, hasta aquí te acompaño. Buena suerte- dije mientras le daba golpecitos en la espalda que lo hacían sacudir. Sentí como me fulminaba con la mirada mientras me marchaba. Dio unos cortos pasos para llegar hacia donde me encontraba yo y tiró de las tiras que siempre bailan debajo de mis pompones, atrayéndome hacia él

-China, la única razón por la que vine es para ver como eres humillada, si te vas no tendrá sentido el quedarme aquí- me quedé observando sus indiferentes ojos café rojizo mientras él miraba los míos, sin ser conscientes habíamos creado una guerra de miradas; y esa fue la primera vez que presté tanta atención a aquellos inexpresivos ojos

-Kagura Yato, Sougo Okita. Los estamos esperando, pasen por favor- se escuchó luego de que la gran puerta de la oficina se abriera. Una muchacha de cabello verdoso y voz robótica se hizo a un lado para darnos el paso, con una amable sonrisa dibujada en su rostro. Miramos a la simpática muchacha que al parecer acababa de ser regañada y nos miramos, ambos con el mismo temor de entrar y encontrarnos con lo que la vieja pueda decirnos. Entramos a la oficina y nos encontramos a una Otose con los ojos cerrados, sentada en la cómoda y espaciosa silla giratoria que Gin-chan tanto anhela tener, exhalando el humo del cigarro que yacía en sus largos y huesudos dedos

-Antes que nada, quiero advertirles que no estoy de buenas- dijo abriendo sus ojos e inhalando el cigarro que su cuerpo tanto le exige. Un momento de silencio pasó, ella solo ingiere ese apestoso humo mientras cierra sus ojos. No soporto esta situación, si tiene algo que decir que lo haga antes que yo. Al ver que ella solo guarda silencio, mi boca se abrió casi por si sola, cuando una mano se interpuso ante ella. Miré con enojo al mocoso cuya sucia mano le pertenecía, él solo miraba a la vieja

-Kagura, Sougo, ¿cuántas veces se los debo decir para que entiendan?- dijo mirándonos con rabia, aplastó el cigarro en el cenicero de plata acomodado en la mesa, cerca de una pila de papeles perfectamente ordenados. Me las arregle para escupir en la mano del apestoso sádico, él me liberó asqueado, desviando su atención posada en la vieja mientras ésta comenzaba a hablar de nuevo y nosotros la ignorábamos, él pasó la mano que le escupí sobre mi cabello y yo lo miré furiosa, ¿cómo se atreve a devolverme mis asquerosidades? Cuando Gin-chan me pasa sus mocos lo puedo perdonar, pero ese sádico no tiene permiso para tocar mi cabello. Agarré su rostro firmemente para tener un buen ángulo al escupir, pero él tiró de mi flequillo intentando bajar mi cabeza, seguramente con la misma idea de escupir sobre ella

-¡Oi! ¡¿Me están escuchando?!- gritó Otose, tan alterada que una vena se hizo presente en su frente. La miramos deteniendo nuestra pelea, ella se calmó un poco y volvió a la posición en la que estaba. Sin dejarla completar una frase, volvimos a nuestra pelea donde la saliva abundaba, decorando casi toda la sala

-¡Deténganse si no quieren ser expulsados!- exclamó la vieja bruja, rápidamente nos separamos y moldeamos la postura sobre las sillas, mirándola con suma atención, como lo hacen los niños en su primer día de clases. Ella sacó una pequeña caja rectangular, donde un cigarro salió, acomodándose en sus labios. Rebuscando entre sus ropas encontró un encendedor, el cual dejó salir una pequeña llama que encendió el cigarro, llenando la sala de humo. Luego de probar un par de veces su cigarro, colocó los dedos en el puente de su nariz, tratando de calmarse.

-No se los voy a perdonar tan fácilmente- dijo, dejando caer su arrugado cuerpo sobre la gran silla, parece que tuvo un día difícil. -Para empezar, no hace falta que me digan ninguna idiotez sin sentido para que se la deje pasar. Esta vez una disculpa no lo va a solucionar- por alguna razón, su mirada se quedó clavada en mí -Les aplicaré una sanción en su expediente escolar y hablaré con sus tutores. También tendrán que limpiar mi oficina después de clases, ¡¿creen que el suelo es una escupidera, mocosos?!- gritó alterándose, se paró y comenzó a rodearnos mientras caminaba con los brazos cruzados

-Esperaba que se tardaran un poco en venir aquí- dijo con ese característico y aburrido tono de lamento que usa siempre que vengo aquí (que es casi siempre, y no exactamente a pasar tiempo con ella). -Implementamos una nueva forma de disciplina para alumnos y tutores. Me alegra saber que ustedes serán los primeros en probarla- luego de darnos la peor noticia, inundó la sala con su áspera carcajada

-Es muy conmovedor todo lo que nos dijo, pero lamentablemente no voy a poder limpiar la sala, después de clases tengo práctica de kendo y no puedo faltar- dijo el sádico con notoria indiferencia en su voz, como si no lamentara para nada el tener responsabilidades

Maldito suertudo

-Debiste pensar en eso antes de meter a todo tu club en problemas, lo siento pero si no haces lo que yo digo serás expulsado- dijo para luego absorber una bocanada de humo.

-Mala suerte, sádico- me burlé con una exagerada risa, se lo merece por meterse en donde no debe. -No festejes demasiado, Kagura. Hablaré con el flojo de tu tutor después de clases para ponerte un castigo apropiado- mi sonrisa se borró dejando al descubierto una mueca de insatisfacción, ¿por qué yo y no él?

Maldita bruja

-Mala suerte, china- se burló él, a lo que yo respondí con un golpe en su cara de niña -Ya es suficiente, vayan a clases antes de que sea tarde- irrumpió la arrugada vieja que arruinó los planes que tenía para esta tarde.

-Esto aún no termina, china. No descansaré hasta ver a tu grupo disuelto- mirando hacia la ventana situada en frente de la puerta que da paso a la oficina, el idiota sádico me amenazó una vez más. Y por supuesto, tendrá respuesta

-Lamento decirte que nunca descansarás, sádico- dicho eso, cada uno tomó caminos opuestos, dejando a la distancia extenderse entre nuestras espaldas.


Nota: Como este es mi primer fic, recién estoy descubriendo como usarlo correctamente, así que si ven anomalías en algún que otro capítulo (o en este) les pido perdón por mi inutilidad xD también quiero comentarles que a medida que la historia avance, nuestra querida Kagura quizá tenga su propio y raro harem, como también una historia de "amor" muy a su manera,¡así que espero que les guste!

Gintama y sus personajes son la pertenencia de Hideaki Sorachi

Créditos de la imagen a su respectivo autor (y disculpas por tomarlo sin permiso)