Shadows on the road
MarieElizabethCS
SUMARY: Ella decidió no tener traidores en su vida. Él no tuvo más opción que aceptarlo. Puede que ignorar la verdad a veces sea mucho mejor que vivir en la miseria. O eso fue lo que pensó Bella cuando vio a su ex mejor amigo irse de su vida, el día que más lo necesitaba, sin darle una sola explicación.
Los personajes son de Stephenie Meyer. Solo la historia es de mi autoría.
Capítulo beteado por Carla Liñán [MaeCllnWay], Beta FFAD
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Prólogo.
—Ellos se han ido a Inglaterra, pequeña.
Parpadeé, sin dejar de ver el rostro preocupado de mi abuela. Sus ojos verde-azulados, irritados por el llanto anterior, se suavizaron al notar mi expresión sorprendida.
— ¿Se-se fueron? —apreté su mano, pegándome más a su costado. Sus labios se volvieron una línea firme y pálida, como si le costara demasiado responder a mi pregunta. Después de lo que me pareció una infinidad de tiempo, ella suspiró desganada.
— ¿Tu padre no te lo dijo? —sorbí mi nariz e hice un puchero con mis labios. Me apenaba confesarle que papá no hablaba conmigo porque yo era una niña poco inteligente que no merecía un segundo de su preciado tiempo; o eso era lo que él siempre me respondía cada vez que intentaba hablarle sobre mi día en la escuela—. Oh, nena. Lamento tener que decirte esto, más ahora que nunca, pero tus amigos se fueron de vacaciones, y hasta donde tengo entendido no regresarán por varios meses.
Dejé caer su mano en cuanto terminó.
Nana no mentía. Ella no se atrevería a decir cosas falsas acerca de otras personas, por muy mal que estas le cayeran. Si alguien me había enseñado a decir siempre la verdad, esa era mi nana, Margaret. Ella tenía cierto don para leer la verdad o las mentiras en las personas. Incluso, podía discriminar las acciones buenas de las malas, aunque estas pareciesen iguales a simple vista.
Por eso y porque confiaba plenamente en ella, no dudé ni un segundo cuando ella habló.
Ellos se habían ido. De pronto, esas palabras dejaron de sonar condescendientes, como fue el propósito de mi abuela al decírmelo, intentando no hacerme más daño del necesario. Lo aprecié, en serio, a todas luces. Ella no pretendió hacerme sentir mal y lo agradecí, porque seguramente mi padre me lo hubiese tirado a la cara, sin ningún tipo de compasión.
Pero no había ninguna forma de atenuar el dolor que esa noticia me provocaría al final, ni si quiera la personalidad tierna de nana logró eclipsar las punzadas que sobrevinieron inmediatamente después. De la nada, esas palabras se convirtieron en significados y hechos, en una frase que de seguro recordaría por el resto de mi vida. A partir de ese momento, todo en lo que creí, en lo que confié, en lo que esperé que vendría, dejó de ser en ese instante. Nada tuvo sentido, fue como si despertara de repente y cayera en un precipicio sin fin, asustada e increíblemente frágil, embutida de pies a cabeza en un agujero negro lleno de espigas y puñales de soledad. Porque para mi mala fortuna, los únicos que podían sujetarme en un momento así, ya no estaban.
¿Me mintió él cada vez que me dijo que jamás, por nada en el mundo, me dejaría sola?
Edward… ¿Por qué? Me pregunté con pesar. Apreté los labios, conteniendo mi dolor. Él también me abandonó. Deseé volver a sentir sus brazos rodeándome protectoramente, y que al acariciar mi espalda con sus manos suaves me dijera al oído que todo estaría bien, que nunca me fallaría.
¡Dios! Lo extrañaba tanto, lo quería tanto que dolía. Ardió en mi pecho la sensación de su pérdida.
Las lágrimas se escaparon sin remedio, evidenciando una parte pequeña del angustiante dolor que me desquebrajaba por dentro. Mi nana me acarició el cabello con suavidad, intentando consolar el sufrimiento que cargaba en mi interior, volviéndose visible para ella y el resto de personas a nuestro alrededor, a juzgar por su acaricia inesperada.
—Pobre niña, ahora ni siquiera cuenta con sus amigos. Qué terrible situación para una nena tan joven.
Alcé la mirada y busqué entre las personas quién había dicho eso tan cruel. Me arrepentí cuando lo hice. No tenía fuerzas para defenderme como era debido, quizás fue un reflejo lo que me impulsó en primer lugar. De todas formas, lo que verdaderamente encontré fueron muchos pares de ojos, mirándome de manera lastimosa. Me aparté por completo de mi nana, dando tumbos hacía atrás. Perdida en medio de tantas miradas. Hacía donde dirigía mis ojos, veía rostros deformados por lo que creí era compasión morbosa.
Las personas que vinieron a dar sus condolencias, muchas de ellas provenientes del pueblo y de la reserva, amigos y empleados de mi padre, me miraron y susurraron palabras que no alcancé a entender. Pero no fue necesario comprender lo que dijeron, porque sus miradas de lástima lo expresaban todo. Sentían pena por mí, por la pobre niña sin amigos que había perdido a su madre trágicamente. Me sentí hundir más en el precipicio, sin nadie que me cogiera; sin Reneé, sin Edward… sin nadie a quien realmente le importara.
¿Por qué no me llevaste contigo, mamá?
— ¿Bella?
¿Por qué tenías que morir y dejarme sola?
¡Quiero que me abraces!
Creí escuchar a mi nana llamarme, pero mis ojos se encontraban fijos en el ataúd negro de madera que, colocado a unos metros de nosotras, se veía hermoso rodeado de rosas blancas. Sus favoritas. Las rosas blancas eran su obsesión. Nuestro jardín era prueba de ello.
—Mamá…
Antes de que pudiera hacer algo para controlarme, dejé ir el llanto que me oprimió la garganta durante horas. Ya no podía soportarlo más. Retener este dolor me estaba matando, así que lloré desgarradoramente a todo pulmón, pidiendo por mi mamá. Rogando que no me dejara sola. El corazón no dejó de dolerme, pareció empeorar con cada recuerdo que me llegó a la mente: Navidad, su cumpleaños, las reuniones con los Cullen, las historias mágicas que siempre me relataba… ¡¿Por qué me dejaste?! ¡¿Por qué me dejaste sola?!
La cabeza me comenzó a dar vueltas, volviendo todo un borrón de sombras: gente acercándose, lapidas e imágenes de mi mamá sufriendo, aplastada bajo kilos de metal.
¡No, mamá!
Mi pie izquierdo se atoró entre la hierba y, demasiado tarde, fui consciente de que caía.
El frío suelo me recibió, de seguro arruinándome el vestido blanco con hojas y lodo. Pero no me importó. La verdad era que nada me importaba ya.
De inmediato, alguien tendió su mano para ayudarme. Vi frente a mis ojos una mano enguantada. Sin embargo, no la agarré. Me puse en pie sin ayuda de nadie y corrí lejos de ellos, a pesar de los llamados de mi abuela. No quería que nadie más me diera esa mirada llena de lástima y compasión. No podía soportar ver cómo todo desaparecía ante mis ojos.
El césped se encontraba húmedo y lleno de lodo, provocando que mis zapatos se hundieran y me hicieran mucho más engorrosa la tarea de huir. No obstante, no me detuve hasta que perderlos de vista a todos. Me senté bajo un árbol viejo, bastante lejos de las lápidas, abrazando mis rodillas y enterré mi rostro en ellas. Lloré mucho, por horas solo escuché mis propios sollozos rompiendo el sosegado silencio que me envolvía. Grité un par de veces por mi mamá, para que apareciera y me llevara lejos con ella.
Por más que la llamé, nunca se presentó.
Un sollozo brotó con fuerza de mi pecho al pensar en lo horrible que sería regresar a casa, sin que mamá me recibiera haciendo la cena o cuidando del jardín tan hermoso que ella misma sembró. Sería devastador regresar a la vacía casa. De solo imaginarlo, se me volvió romper el corazón en mil pedazos.
—Ellos pronto lo olvidarán. Todos lo hacen.
Levanté mi rostro solo lo necesario para poder ver al dueño de esa voz. Estaba sentado frente a mí, cruzado de piernas.
Era un niño rubio, con ojos azules, que vestía un suéter gris de la caricatura 'Ben 10' y, por su apariencia, tenía al menos mi edad. Me veía fijo, sin parpadear.
—Tú no sabes nada —gruñí, esperando que se fuera. Me escondí de nuevo, tapándome la cara.
— ¡Si lo sé! Cuando mi hermano murió, todos me veían así —refutó, apartando los brazos de mi rostro, para luego hacer un gesto con sus manos. Hice un puchero y sollocé.
—Yo no me voy a olvidar de mi mamá… ¡Nunca!
—Lo sé. Pero los demás no se acordaran de ella con el tiempo. Dejaran de mirarte de esa forma… extraña —repitió el mismo gesto con las manos. Alcé la barbilla y lo miré con desconfianza.
— ¿Ellos ya no me van a mirar con lástima? —cuestioné, preocupada. No quería que ningún extraño me viese de esa forma nunca más.
—Con el tiempo ni si quiera recordaran lo que pasó —aseguró, sonriendo. Sus ojos azules brillaron enormes y me pareció que decía la verdad. Asentí, creyendo en su palabra.
Por fin había alguien que comprendía un poco cómo me sentía. Yo amaba a mi madre con todo el corazón. Su muerte me destrozó en maneras que no creí posible, pero era mi dolor de hija. Mío. El de nadie más. No el de los vecinos, ni de los conocidos.
— ¿Me lo prometes?
El niño rubio me sonrió, mostrando todos sus dientes.
—Te lo prometo.
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Hola! Gracias por pasarse a leer mi historia :)
Aunque ya lo hice, muchas, muchas veces lo vuelvo a decir Carla gracias por Betear esta historia, eres una genio.
Att:
MarieElizabethCS
