Género: Aventuras, acción.

Disclaimer: Final Fantasy VII, su mundo, contexto y personajes no me pertenecen, son propiedad intelectual de Square Enix y Eidos Interactive para la plataforma de PlayStation. Lo único que me pertenece es el argumento del fic, los personajes originales y algunos lugares introducidos en la historia. Por lo demás, todo está hecho sin ánimo de lucro y con el deseo de entretener expandiendo este fantástico mundo.

. Earth Cries: Final Fantasy VII.

Capítulo 1. La cazamaterias.

Yuffie se colocó las gafas antiparras, ajustó los refuerzos en las palmas de sus guantes acolchados y se subió la bufanda amarilla hasta taparse la nariz. Echó un vistazo rápido a Krezal, su guía nativo de Mideel de grandes ojos negros y nariz chata, que miraba agobiado la profundidad de la gruta. Se lo veía inseguro con el mosquetón de su arnés para el descenso.

—No te preocupes, Krezal —sonrió Yuffie mientras se ubicaba frente al anclaje y aseguró teatralmente las poleas para tranquilizar al hombre—, he hecho esto miles de veces. Voy yo primero, fíjate.

Yuffie era una experta en el descenso por superficies verticales y, por su carácter atrevido, prefería el estilo rapel dulfer porque se libraba de todo el engorro del equipo especial de los descensores y mosquetones. Con la cuerda entre las dos piernas, la puso alrededor de la cadera de modo que se cruzase en el pecho hasta el hombro contrario, dejándola caer por la espalda. Colocó la linterna de mano en la boca y con un movimiento seguro, se echó hacia atrás, dejándose caer por la gruta, aguantando la cuerda en la cadera con una mano y con la otra mano deteniendo la fricción para mantener la posición vertical, haciendo tramos largos. Cuando llegó al final, saltó ligeramente y el contacto de sus botas con la rocosa superficie hizo que miles de partículas de polvo cobrizo se alzaran al vuelo, revoloteando sin cesar en el aire.

Yuffie sonrió orgullosa mientras iluminaba con la linterna el interior. Como había imaginado, aquella gruta volcánica en medio de la selva tropical de Napaluca era el templo de Qungnir, dios de las ilusiones, los sueños y lo irreal de las antiguas civilizaciones itzcianas. Si sus suposiciones de materiología eran ciertas, los itzcianos, igual que hacían los habitantes de Wutai, habrían basado su religión en el culto a las materias. De ser así, en el templo de Qungnir estaría la materia Ilusión, codiciada por cualquier cazamaterias del mundo.

Krezal gritó histéricamente mientras descendía sin control alguno por la gruta detrás de ella. Cuando la cuerda llegó a su final, el freno del descensor hizo que detuviera su caída en seco, golpeándose contra la pared.

Yuffie resopló y se acercó a socorrer al torpe hombre que se balanceaba de un lado a otro a medio metro del suelo:

—Estate quieto, Krezal, ¡deja de moverte! ¡Dios, tus gritos van a provocar un desprendimiento, vaya pulmones! —bruscamente, desató su arnés y Krezal cayó al suelo.

—Lo siento, señorita Yuffie —se disculpó, sacudiéndose el polvo de la ropa—, ya le dije que no soy experto en la espeología. Sólo soy un humilde guía turístico, esto-esto se sale de mi registro...

—Tranquilo, ya te dije que te recompensaría como se merece. Si estoy en lo cierto, amigo mío, podrás retirarte y vivir el resto de tu vida en una bonita villa de Costa de Sol.

Krezal sonrió complacido y Yuffie se movió por el templo, apuntando con la linterna las paredes esculpidas en la roca del volcán. Era un templo muy rudimentario estéticamente, pero a la vez denotaba un gran cuidado por los fieles que lo labraron hacía siglos atrás. Krezal lo seguía, temeroso como un ratoncito, emulando cada paso que la cazamaterias daba.

—Qué extraña es esta cueva —comentó Krezal curioseando la piedra rojiza de las paredes—. Las rocas son blandas y suaves, como si estuviera en tierra húmeda.

—Estamos en la base de un volcán inactivo. El magma se ha solidificado en las mismas entrañas del volcán y ha taponado la salida. Hemos entrado por una abertura natural, seguramente producida por los gases, por eso desde fuera parecían una cueva subterránea. Pero en estos viejos textos itzcianos hablaban de un culto a Qungnir...

—¡Alto, espera! ¿Eso quiere decir que puede entrar en erupción en cualquier momento?

—No, no —Yuffie lo descartó como si fuese una idea absurda—. Haría falta una fuerza explosiva de gran magnitud.

Krezal no pareció calmarse, y preguntándose porqué habría aceptado tal misión, se limitó a cargar con las cosas de la cazamaterias y proseguir el camino, siguiendo a Yuffie que descendía por un laberinto cavernoso dentro de la ladera del volcán. Yuffie parecía ir hacia el mismo centro del cráter, guiándose por una vieja brújula y unos textos escritos de una civilización ya extinta que habitó antes de que sus ancestros construyeran Mideel en el archipiélago de Napaluca. Muy disimuladamente, Krezal tomó su navaja y fue grabando pequeñas pero reconocibles marcas en las carbonizadas paredes, como había estado haciendo durante todo el camino por la selva.

Yuffie ignoraba casi de manera concienzuda a su molesto compañero, absorbiéndose en las indicaciones del papiro: la estatua erigida al dios Qungnir era el objeto más valioso en el culto, hecho de oro macizo y hermosas piedras obtenidas de la extracción del suelo volcánico. Aah, seguro que si encontraba el altar llegaría a la materia. Ya casi podía oler el dulce aroma de la victoria. ¡Ja! Se preguntaba qué cara pondría el idiota de Larson cuando viese su nueva adquisición. El muy idiota y capullo de Neil Larson.

Tras girar a la derecha, bajaron un altillo llegando a una nueva cavidad, más alta y amplia que la primera por la que accedieron. Era un vasto pórtico franqueado a los lados por columnas con serpientes de cascabel gigantes esculpidas en ellas, que soportaban el peso del techo y formaban un largo pasillo hecho con un mosaico de losas coloridas. Al final del pasillo había una sala abovedada, donde se hallaba una capilla de ceremonia de estructura escalonada. En lo alto de ésta vigilaba gloriosamente una enorme figura dorada de un humano hermafrodita de diez rostros distintos. Los diez pares de ojos del dios estaban engarzados con hermosas piedras pulidas. Entre sus alargadas manos sostenía un plato de brillantes gemas, y en el centro, una esfera verde, ennegrecida por una fuerte capa de polvo volcánico.

Krezal abrió los ojos sorprendidos al alcanzar a Yuffie y ver aquel espectáculo. Nunca hubiera imaginado que las leyendas que su abuelo le contaba sobre los itzcianos fuesen ciertas.

—¡Por todos los dioses antiguos y nuevos, señorita Yuffie! —gritó, dejando caer de la emoción el equipaje de Yuffie—. ¡Usted tenía razón! —el hombre echó a correr hacia la figura, adelantando a Yuffie.

—¡¿Qué?! ¡Espera!

Al pisar una de las losas coloridas del suelo, se escuchó un Crack y la losa se hundió unos centímetros debajo del pie de Krezal.

Yuffie apenas tuvo tiempo de reaccionar, agarrando a Krezal de un brazo y empujándolo hacia atrás, subiéndolo de nuevo al altillo por donde entraron, justo para ver como la trampa se activaba.

La tierra tembló y una luz roja anaranjada brillo en los cimientos del templo y dos de las serpientes que franqueaban el camino a ambos lados comenzaron a escupir simultáneamente chorros de lava hirviendo. La lava se extendió por toda la sala, llenándola de vapor y humo. El calor se hizo insoportable y los dos aventureros sintieron como sudaban sus ropas y el suelo que pisaban empezaba a arder bajo sus botas. Cuando las serpientes dejaron de escupir, poco a poco la lava se filtró por unos agujeros en las paredes hasta que el pórtico volvió a quedar libre.

—¡¿Qué has hecho estúpido?! —Yuffie se giró enfurecida hacia el guía— ¡Te dije que te mantuvieras detrás de mí! —Krezal agachó la cabeza avergonzado y Yuffie resopló ruidosamente—. Está bien...

Sacó de su bota un cuchillo de doble hoja y raspó en la roca volcánica, llenando un saquito de piel de tierra. Con sumo cuidado se acercó al pasillo, y desde el altillo en el que estaban, fue echando la arena al ras del suelo sobre las rendijas de las losas. Se fijó en cuáles el polvo se adentraba más de lo normal, descartándolas como trampas. En las que polvo no penetraba, intuyó que eran las seguras.

Miró a su guía a los ojos, que le devolvió una mirada piadosa. Ella tragó grueso, tomó impulso y con un saltó largo cayó en las losas marcadas. Tensó los músculos de su cuerpo, preparada para invocar la materia Cubrir y esperó unos segundos. ¡Por Da-Chao! Las serpientes seguían dormidas. Yuffie sonrió victoriosa a su guía y éste aplaudió su valentía. Yuffie repitió el proceso minuciosamente, hasta llegar al final del pasillo.

—¡Bravo, señorita Yuffie! —podía escuchar a Krezal, atravesando lentamente las baldosas que Yuffie había asegurado—. ¡Con esa estatua nos haremos ricos!

Con cuidado, la cazamaterias subió el altar escalonado de la sala abovedada, maravillada por el brillo opacado de la materia Ilusión.

—Quédate con tu oro y tus piedras, Krezal. Yo busco otra cosa.

En su parte izquierda, Yuffie llevaba una armadura de placas que cubría la extremidad torácica de su pecho, pasando por el hombro hasta llegar a la mano con un guantelete. En el guantelete tenía acoplado una pistola de aire comprimido que lanzaba a grandes distancia un gancho retráctil unido a una cuerda para poder subir o deslizarse por ella. Apuntó con él al brazo de la estatua y activó el resorte. El gancho voló y se agarró entre los dedos del dios de oro. Con una sonrisa, Yuffie comenzó a escalar ágil y velozmente por la cuerda hasta llegar a la materia.

El enorme plato confeccionado con gemas que sostenía la estatua era tan grande como una persona, y en el medio estaba la materia. Yuffie colocó una mano en el plato, pero éste enseguida comenzó a balancearse peligrosamente, desatando una nube de polvo volcánico. La cazamaterias tosió fuertemente y enterró la cara en su bufanda de lana amarilla, colocándose de nuevo las gafas antiparras. Con paciencia y cuidado, fue tanteando la superficie para equilibrar el movimiento del plato, y poco a poco acercarse al centro. Estiró el brazo, alcanzó la materia y reculó sus pasos hasta llegar a la mano de la estatua.

Con la materia ya en su poder, bajó de nuevo por la cuerda, hasta el suelo. Soltó el gancho de la estatua con un movimiento acertado y lo agarró al vuelo con la mano antes de que cayera al suelo, volviendo a colocarlo en la pistola de aire comprimido de su guantelete.

Krezal estaba rapiñando todas las piedras preciosas que estaban incrustadas en las faldas de la túnica del dios.

—¡Con esto ya van dos sacos que lleno! —canturreaba el guía feliz.

Yuffie sonrió, iba a decir algo cuando notó que Krezal no se dirigía a ella, sino al hombre detrás de ella. Se giró rápidamente, para encontrarse de bruces con el cañón de un revolver apuntándola directamente a la cara.

—Hola, querida. ¿Me echabas de menos?

—Larson —escupió venenosamente Yuffie.

—¡Oh, no pongas esa cara, Yuffie! Yo sí me alegro de volverte a ver—Neil Larson sonrió encantadoramente y Yuffie por un segundo se olvidó de lo capullo que era. Larson siempre le había resultado terriblemente atractivo, ese tipo de hombre que no conviene, lo cual lo hacía más atrayente. Tenía la cara alargada y la mandíbula cuadrada, con una arrogante sonrisa que le hacía juego con los ojos marrones y brillantes.

—Ya... Estás muy bien desde la última vez que te vi.

Larson estaba en forma, de constitución atlética pero sin ser excesivamente musculoso. Seguía vistiendo casi igual que la última vez que lo había visto en Costa de Sol, con la camiseta gris a medio meter bajo el pantalón vaquero, deportivas gastadas y unas fundas de cuero para sus dos revólveres sujetas al pecho. En su cinturón de hebilla dorada y excesivamente ancha, colgaba su cuchillo de mariposa.

—Eso puede ser porque desde la distancia no apreciabas bien —con un movimiento rápido, Larson se hizo con la materia de Yuffie sin dejar de apuntarla. Yuffie sabía que Larson no era un gran tirador, se manejaba mejor con su chuchillo, pero a esa distancia no iba a fallar. En otra época, se apegaría a la buena fe de que no le reventaría la cara, pero dada las circunstancias de su último encuentro no estaba tan segura de que no apretaría el gatillo.

—Sí, es verdad. Te hacías cada vez más pequeñito según me alejaba y me alejaba...

—Te veo muy pretenciosa, dada tu situación—Larson se sacudió el pelo para apartarlo de la frente sudada y Yuffie maldijo que, incluso así, era guapo.

—No voy a ponerme a llorar, como hiciste tú —replicó ella al instante.

—¡Me dejaste tirado en medio de mar, a veinte kilómetros de la costa! —Larson frunció el ceño con disgusto, casi borrando su insoportablemente atractiva sonrisa de la cara—. ¡Tuve que volver a nado, Yuffie, a nado! Sabes la fobia que le tengo al mar. Cuando llegue a la ciudad, me encuentro con que te habías marchado ¡Te llevaste el báculo de Bartaj, el dinero del comprador y toda mi materia! ¡El señor Montgomery casi me acribilla a balazos por tu culpa!

Yuffie se encogió de hombros.

—Robar mucho es pillería, robar poco tontería.

Larson la golpeó secamente con el canto de la pistola en la mejilla, haciéndola trastabillar unos pasos hacia atrás para encajar el golpe.

—¡Éramos pareja, trabajábamos juntos y tú me traicionaste!

—¿Pareja? ¡¿Pareja?! ¡Ja! —escupió Yuffie, limpiándose la sangre de la boca con la palma de la mano—. No te veía muy comprometido como pareja cuando te tiraste a esa puta de Costa de Sol —Larson parpadeó ante la información y Yuffie se hinchó al verse en una posición superior, al menos argumentalmente, claro—. ¿Creías que no me iba a dar cuenta de tus escapaditas? ¡Ibas a dejarme tirada por esa rubia oxidada! Me ibas a traicionar. Yo sólo me adelante.

—Así que me traicionaste por despecho —Larson soltó una risa jocosa y Yuffie se cruzó de brazos indignada.

—Sólo me adelante a tu maniobra, estúpido.

Krezal seguía la discusión con sumo cuidado, bastante sorprendido.

—Así que los dos cazamaterias estuvieron juntos, ¡pero ambos resultaron ser igual de ladrones! —el guía llenó otro sacó más de oro y joyas y se posicionó al lado de Larson, quien le sonrió con complicidad.

—¡Oye, tú, Krezal! —Yuffie fulminó a su guía—. ¡Tú-tú me has traicionado! ¡Has guiado hasta aquí a este imbécil!

—Discúlpeme, señorita Yuffie. Él me prometió más oro, y dada su reputación, usted no me resultaba de fiar —Krezal sonrió como si nada, y Larson se echó a reír bajo el disgusto de Yuffie.

—Ya ves, pequeña —dijo Larson—, ya nadie confía en ti. Te has quedado sola.

Yuffie sintió muy adentro esas palabras, como si Larson hubiera pelado su corazón con el cuchillo mariposa, dejándola sin piel y con el alma al descubierto. Pero no le iba a dar el placer de hacérselo saber. Podría morirse sola en el mundo ahí mismo, pero moriría con orgullo. Soltó aire ruidosamente y taconeó el suelo con impaciencia, cruzada de brazos.

—Bien, muy bien Larson. ¡Eres el mejor cazamaterias! Sólo has tenido que seguirme escondido como una rata cobarde y asaltarme por la espalda cuando menos me lo esperaba, ¡por supuesto, ya con el tesoro en las manos! No vaya a ser que te explotase en la cara la trampa de la estatua...

—¿Qué trampa? —rió Larson—, no había ninguna trampa.

—Oh, sí, sí que la había —Yuffie entornó los ojos peligrosamente y Larson sintió un escalofrío—. ¡Ésta!

Con un movimiento rápido, Yuffie disparó el gancho retráctil de su guantelete hacia el inmenso plato de gemas que sujetaba la estatua. Cuando el gancho se agarró al plato, dio un tirón fuerte y el enorme recipiente se desplomó de las manos del dios Qungnir, cayendo pesadamente sobre los dos cazamaterias.

Larson se alejó, disparando mientras saltaba hacia atrás, pero Yuffie rodó por el suelo esquivándolo a tiempo.

El plato cayó en el medio, levantando una humareda de polvo volcánico que llenó toda la sala. Comenzó a rodar, bajando los escalones del altar y girando por todo el pasillo, activando todas las trampas de las losas. Hirviendo por debajo del suelo, un torrente de lava emergió con una fuerza explosiva, saliendo a borbotones de las bocas de las serpientes, llenando la sala de magma y abrasando las zanjas sinuosas de la tierra de alrededor.

—¡Mierda, joder, Yuffie! —gritó Larson, tratando de taparse las vías respiratorias con el antebrazo.

A través de las gafas antiparras, Yuffie pudo vislumbrar entre la humareda y corrió hacia Larson, haciéndose con la Materia Ilusión nuevamente. Éste, tosiendo fuertemente, volvió a disparar, pero con las cenizas en el aire dio sin querer a Krezal, que cayó al magma con una bala en el pecho. Yuffie y Larson se quedaron un momento estáticos, pero Yuffie reaccionó cogiendo cobertura detrás de la estatua de oro.

—¡Yuffie! —gritó Larson.

—¿A esto hemos llegado, Larson? —preguntó Yuffie, mientras equipaba con la materia Ilusión su Serpiente Bicéfala, un arma arrojadiza de doble hoja que había conseguido en la Mansión Shinra. No era su arma más poderosa, pero tampoco quería matar al estúpido de Larson. Serpiente Bicéfala tenía un largo alcance y potenciaba la magia, algo que le venía muy bien en estos momentos—. Mira lo que has hecho, has matado a Krezal...

Yuffie pudo oír como Larson maldecía y pateaba algo. Las serpientes habían parado de echar lava por sus fauces, pero la ardiente sustancia era tan abundante que no se daba filtrado por los huecos de las paredes. La sala había alcanzado unas temperaturas muy elevadas y casi se hacía imposible el tacto abrasador de la piedra del altar donde estaban subidos.

—Yo no fui quien provocó esto, Yuffie. ¡No fui yo!

Yuffie se agachó al escuchar un disparo cerca de ella incrustándose en la estatua de oro. Larson volvió a disparar, rozando la pierna de Yuffie. Está rodó por el suelo, quemándose parcialmente la espalda. Se incorporó levente y lanzó a Serpiente Bicéfala por el aire haciendo efecto bumerang. La materia Ilusión se activó, creando una Yuffie ilusoria que corrió tras la estela del arma. Larson cayó en la argucia y persiguió a la ilusión, disparándole, mientras la auténtica Yuffie se dedicó a escalar por la estatua nuevamente.

Una vez en lo alto de la estatua, disparó su pistola clavando el gancho en el techo del templo y se balanceó en el aire, sobrevolando la lava hasta llegar a la mitad de la sala, donde rodeó con sus piernas una de las columna para sujetarse a ella. Pegó un grito al quemarse el hombro derecho con el contacto con la boca de hierro de la serpiente, que aún ardía por la lava.

Serpiente Bicéfala voló por toda la estancia hasta regresar a su dueña y Yuffie la atrapó en el aire. Larson percibió entonces el engaño y sacó su otra arma de la funda del pecho, apuntando a la auténtica cazamaterias.

—¡Yuffie, devuélveme la materia!

Larson disparó y la bala encalló en la columna en la que se sujetaba. Yuffie rodeó la columna para darse cobertura y tiró de la cuerda para soltar el gancho del techo, pero éste se había quedado clavado demasiado profundo.

Oyó otro disparo de Larson pasar cerca suya, igual el cazamaterias había mejorado su puntería desde su último encuentro. O quizás era la rabia que lo hacía dispararle mejor.

—¡Yuffie, deja de huir, sabes que me debes esto! —gritaba él, pero Yuffie lo ignoró.

Sujetándose por las piernas, Yuffie cortó la cuerda y preparó otro gancho en el remolque de su brazalete para repetir la operación, enganchándolo en el techo y balanceándose por el aire hasta la otra mitad del pasillo, llegando al altillo por donde habían llegado.

—¡Yuffie!

Ella se giró para echar un segundo vistazo a Neil Larson, ese estúpido y guapo Larson. La conflagración del magma seguía rugiendo, y atrapado al otro lado del mar rojo, Larson la miraba desde la capilla con rabia. Gritaba su nombre y daba fallidos disparos al aire. Era la segunda vez que lo dejaba tirado a su suerte, en medio de la nada y sin nada.

Yuffie miró la materia Ilusión equipada en su arma. Se lo había ganado, era lo único que importaba. Dio media vuelta, encaminándose de nuevo por los pasajes subterráneos del volcán, dejando atrás a su rival.

Se llamaban cazamaterias a sí mismos, pero en el fondo eran unos ladrones. Aunque ella volviese por él, al final uno de los dos acabaría traicionando al otro. Quizás sí acabaría muriéndose sola, después de todo.

Cuando salió de la gruta, la luz del sol filtrándose por los árboles de la selva y el aire fresco la recibieron. Consideró si desarmar el equipo de escalada que había preparado para Krezal, pero decidió dejarlo para que el estúpido de Larson pudiese subir si lograba cruzar el mar de lava. Decidió no pensar mucho en eso, guardó el equipaje en las alforjas de cuero de su motocicleta de suspensión naranja, montó en el vehículo y arrancó rumbo a Mideel, dejando atrás la selva de Napaluca.

Al llegar a Mideel, estacionó la motocicleta enfrente del motel donde se hospedaba. Sin demora, comenzó a recoger sus cosas para salir en el primer barco que zarpase rumbo al Continente del Este. Mideel era un pueblo muy pequeño de pocos habitantes y sin apenas movimiento de turismo, sólo era cuestión de tiempo que alguien notase la ausencia de Krezal, el guía natal, y le fuese a reclamar a ella su muerte... y tendrían razón. Además, confiaba en que el estúpido de Larson lograse salir del templo y no quería un enfrentamiento con él.

Después de tantos años de trotamundos, Yuffie se había acostumbrado a no viajar con más equipaje que el que pudiese cargar en su motocicleta, pero para adentrarse en la selva había dejado ciertas cosas en el motel de las que no quería prescindir en su ida. Libros viejos de historia y mitología, cartas y mapas, así como su equipo de combate.

Entonces, sonó la ruidosa cisterna del váter en el baño adjunto a la habitación. Yuffie se incorporó al instante y echó la mano hacia sus armas.

—Vaya, pareces tener prisa —habló una voz conocida saliendo del baño—. Me preguntó en que lío te habrás metido esta vez para huir tan apresurada.

—¡Reno!

El pelirrojo se apoyó en el marco de la puerta del baño y sonrió.

—¿Qué tal, Yuffie?

Yuffie arrugó la nariz y bruscamente cogió a Conforme entre todas sus armas y lo amenazó apuntándolo con ella.

—¿Qué haces aquí? —exigió, desconfiada.

Reno levantó levemente la palma de sus manos, descubiertas.

—¡Ey, ey, tranquila! Que somos amigos —sonrió, pero Yuffie no bajó su posición:

—Un perro de Shinra jamás será mi amigo, turco...

Reno chasqueó la lengua y se apeó de marco de la puerta, acercándose calmadamente a la cama de la habitación.

—Pues quien lo diría, juntándote con un ex SOLDADO y el ingeniero que diseñó los reactores Mako, ¡ah —Reno hizo una pausa dramática—, y ese bicho raro, el ex turco! —y sonrió al ver el enojo crecer en la cara de Yuffie.

—Ya no me junto con ellos —farfulló, casi dolida.

—Pues no deberían, siguen siendo tus amigos, Yuffie.

La cama estaba con las cosas de Yuffie. Reno ojeó todo un momento y su atención se posó en una libreta de tapa blanda forrada con cuero negro, muy vieja. Tenía una etiqueta blanca en el lomo donde alguien había garabateado Doctor Gast Faremis. La cogió, bajo la furiosa mirada de Yuffie.

—¡Deja eso ahí! —gritó ella, tratando de arrancársela de las manos. Reno esquivó el movimiento y sonrió juguetón la cazamaterias, que con un resoplido casado preguntó—: ¿Qué haces aquí, Reno?

—Nos han enviado a buscarte —Reno simplemente se encogió de hombros—. Parece que debes volver a ocupar tu puesto de espionaje e inteligencia para WRO...

—¡Querrás decir para Shinra! —la interrumpió Yuffie.

Reno ladeó la cabeza.

—Oh, vamos, princesa —suspiró—. No seas testaruda, te necesitan.

—¿Y para qué?

—Pues, ¡para salvar el mundo, desde luego! —dijo Reno jocosamente.

Yuffie cogió aire y lo dejó salir fuertemente por la nariz. Con un gesto cansado, bajo el arma y volvió a su tarea de empaquetar sus pertenencias.

—Yo ya no me dedico a eso. Tienen a Cloud, a Barret o a Cid para eso...

Reno guardó silencio y la situación se puso tensa. Ninguno de los dos era bueno en momentos así, por lo que volvió a curiosear la libreta con los apuntes del profesor Gast. Entre las hojas encontró una fotografía. Sonrió al verla.

—Vamos, princesa. Sólo escucha lo que Reeve tiene que pedirte. Una vez confiaste en él, ¿no? Y en Cid y Barret. Entiendo que no quieras saber de Rufus, pero en ellos... en fin, después de tantos años...

—¡Ahora trabajan para Shinra, así que se ve que no los conocía tanto!

Yuffie terminó de meter su última pertenencia en la mochila, se la echó al hombro y se dirigió a la puerta.

—Entonces —Reno hizo su última intentona—, ven y diles tu misma lo que piensas. Nunca dijiste realmente lo que pensabas cuando supiste que Rufus Shinra estaba detrás de la WRO, ¿verdad? Simplemente te enojaste y desapareciste. Han pasado cuatro años y aún no les perdonas, pero tampoco te atreves a plantarles cara.

Yuffie se giró furiosa hacia el pelirrojo:

—¡No te atrevas!

—Pues ven con nosotros. Rude está en el puerto, aguardando con un helicóptero. ¿Quieres irte de esta isla, verdad? Y veo que tienes prisa. Te marchas con nosotros, le gritas a tus amigos lo mucho que los odias ahora y sigues tu camino.

Reno le acercó la fotografía de la libreta y Yuffie la tomó. En la foto salía el grupo de AVALANCHA, incluso estaba Aerith. Todos sonreían y se los veía felices, alrededor del viejo Potrillo. Las cosas ahora habían cambiado mucho.

—Venga, ¿qué me dices? —insistió él.

Yuffie miró fijamente a Reno por un instante. Podía ver claramente la burda provocación que trataba de hacer para manipularla. Pero en cierta manera, aquel tonto tenía razón. Había estado evitando al grupo desde hacía cuatro años... Y si realmente, habían enviado a estos a buscarla es que algo grave ocurría.

—Está bien —suspiró—. Si el mundo me necesita otra vez, no puedo negarme a salvarlo.

Continuará.

Notas de autora:

Hola a todos.

Aquí os presento Earth Cries: Final Fantasy VII, o como me gusta llamarla cariñosamente EC. Este será lo que seguramente mi fic más ambicioso, y espero de corazón que me salga bien. Será una historia larga, y enfocada más a la aventura que al romance. Realmente pretende ser una continuación de la saga de FF7, situada cuatro años después de Dirge of Cerberus. Yuffie ahora tiene 23 años, Cloud y Tifa 28, Barret 42, Reeve y Cid 39, Rufus 29 y Vincent 64. De Marlene y Denzel no he encontrado ningún dato oficial acerca de sus edades (ni siquiera en la página oficial de Advent Children de Square Enix, pero en AC parecían tener entre 9 y 10 años, así que ahora Marlene tendrá 12 y Denzel 14 años.

Su protagonista indiscutible será Yuffie Kisaragi, aunque más adelante Vincent tendrá un papel relevante en la trama. Personajes como Cid, Barret y Reeve tendrán su importancia como secundarios, e incluso ocuparán algún capitulo centrado en ellos. Cloud, Tifa, Shelke y Nanaki serán menos destacables, so sorry. Aviso que voy a introducir personajes originales, ya que creo importante la innovación de nuevos protagonistas y antagonistas para enriquecer las tramas de este estilo, espero que sean de su agrado y cumplan bien su misión.

Espero que os guste y que sea capaz de llevar la historia adelante. Críticas y sugerencias son bienvenidas. Me despido y nos vemos en el siguiente capítulo. Chao chao! :*