Cap 1
"Debes ser silencioso. No debes apegarte a nadie. Vas a estar en una situación muy peligrosa, no puedes confiar en nadie y solo hablaras de tu situación cuando yo te llame. Zoro, hemos estado esperando durante muchos años esto. No la cagues"
Aquellas palabras se repetían una y otra vez en la mente de Roronoa Zoro. Los ojos negros de Zoro se fijaron en el paisaje que pasaba a toda velocidad detrás de la ventana del tren. Después de casi diez años volvía a su ciudad natal y no como turista, sino por trabajo. Pero no podía negar que tenía ganas de volver a ver a aquellos amigos que había dejado atrás. Su mejor amigo: Luffy, al pervertido de Sanji y al miedica de Ussop. Pero no debía decirle nada a ellos, no tenía que ponerlos ni a ellos ni al trabajo en peligro.
Zoro regresaba a casa como un infiltrado. Debía ir a los bajos fondos y acercarse a Doflamingo. Este iba a ser el golpe definitivo contra el yakuza. El movimiento del tren paró y Zoro salió de allí. Su único equipaje era una maleta de tamaño mediano.
Caminó por las conocidas calles. Recordando cada chiquillada que había hecho allí con sus amigos, cada risas, cada pelea. ¡Ay las peleas! Siempre se metían en problemas. Todos les temían porque sabían que ellos tenían la palabra "Problema" tatuada en sus pieles.
Entre recuerdos sus pies recordaron el camino hasta su antigua casa. Su tío había tenido la amabilidad de no venderla cuando sus padres murieron, y se lo agradecía. No le apetecía meterse en un lugar desconocido. Entró en la pequeña casa. Contempló, con ojo crítico, lo mal que estaba la casa. Era normal, llevaba abandonada 10 años.
-Genial, trabajo extra.- Suspiró.
Se acercó al frigorífico y lo conectó, después puso en funcionamientos los fusibles y por último abrió todas las ventanas para que el viciado aire saliera. Miró, a la clara luz del sol, el piso y decidió que hoy no limpiaría. Hoy quería hacer algunas visitas obligadas.
Una suave brisa hacia bailar las copas de los árboles y revolviendo un poco el pelo verde de Zoro. Éste contemplaba, con su único ojo, la tumba que tenía delante.
-Kuina.- Susurro a modo de saludo. Acarició la blanca lápida con cariño. Cerró los ojos aguantando su amargura. Él era un hombre que ya no lloraba, ya no era un niño. Pero allí estaba enterrada su mejor amiga, su primer amor. Una joven llena de ilusiones y de sueños, los cuales fueron arrebatados por un simple accidente. Por aquel entonces su madre ya había muerto y su padre era alcohol puro. Zoro se consideró una persona gafe. – Seguro que me pegarías un buen golpe si estuvieras aquí ¿verdad?
-Así que no es un rumor, el marimo ha vuelto.
Zoro sonrió y se alejó de la tumba de Kuina para mirar a su mejor amigo, aunque eso nunca lo diría en alto.- ¿Tanto me echabas de menos que no has esperado a que me pase por el Baratie?
Sanji sonrió.- No te vengas arriba, marimo. Solo vine a comprobar si era verdad lo que se decía. Ya te daba por muerto.- Se puso más serio.
-Bueno… sabes que no me gustan los teléfonos y eso de escribir…
Sanji rió.- No cambias, vente. Te invito a comer pero solo porque has vuelto.
Zoro no dijo nada y siguió al cocinero hasta su restaurante. Bueno, eso supuso. Ya que perteneció al padre de Sanji.- ¿Y tú viejo?
-Se jubiló. Pero muchas veces se pasa por aquí porque cree que voy a hundir su negocio…- se llevó un cigarrillo a la boca e inspiró para después soltar el humo poco a poco.
-Seguro que solo lo hace porque esta aburrido.
-No te creas… él es un adicto al trabajo.
Al entrar en el Baratie se encontró con sus otros dos viejos amigos. Miró a Sanji y este sonrió misteriosamente. Los había llamado. Cuando Luffy se dio cuenta de que Zoro acababa de entrar se lanzó corriendo hacia él, provocando la caída de ambos.
-¡Zoroooo!- lloriqueaba su amigo.
-¡Luffy quítate!- El peliverde lo alejó de él con facilidad.
Contempló las lágrimas sinceras de su amigo y le sonrió con calidez. Luffy siempre tan expresivo. Se levantó y saludo a Ussop. Sanji se fue a la cocina y los demás se sentaron. Hablaron de trivialidades hasta que Sanji llegó con toda la comida. Como siempre fue delicioso y no pasó desapercibido el sake que Sanji había servido, sin duda uno de los mejores.
-Zoro ¿Cómo te hiciste lo del ojos?- Preguntó Ussop.
-¿No tiene nada dentro?- preguntó curioso Luffy.
-No tengo un hueco, si es lo que estás pensando Luffy.- El moreno pareció desilusionarse.- Pues tuve la mala suerte de encontrarme con unos amigos iguales de problemáticos que vosotros. Y bueno, acabé en una situación bastante incómoda en la cual tuve que defenderlos. Tuve la mala suerte de recibir una apuñalamiento.- Omitió detalles como que aquellos dos amigos eran compañeros de trabajo y que los tres estaban infiltrados para poder detener a Sir Cocodrile.
-¿Cómo es?- Preguntó Sanji.- Tu tío.
-Un hombre estricto y serio. Tiene un dojo bastante famoso.
-¿Un dojo? ¿Y por qué has vuelto?- Sanji alzó su rizada ceja.- Es decir, ¿No querías montar un dojo? Podías…
-¿Heredadlo? Ya hablé del tema con él. Dice que aún no estoy preparado. Y cuando dice que no es que no. De todas formas me he estado entrenando con él todo el tiempo. En su juventud fue hasta a las olimpiadas. Es bastante bueno.
-Bueno al menos pudiste seguir aprendiendo.- Dijo Luffy sin más.
-Sí…- Dijo Zoro en un susurro.- ¿El viejo cómo…?- Calló al ver la cara de los demás.
-Está enfermo. Ha tenido que cerrar el dojo y… las deudas le comen. Decayó mucho con la muerte de Kuina.
Zorro cerró los ojos. Era dudo pensar que el hombre que siempre había admirado estuviera tan derrotado. - ¿Esta en el hospital de aquí?- Luffy asintió.- Iré a verlo cuando pueda.
Y tras esa desagradable noticia siguieron hablando, intentando recuperar el tiempo perdido. Se enteró de que los tres tenían novia. Ussop con su adorable Kaya, algo que Zoro suponía que pasaría. El pobre llevaba enamorado de ella toda la vida; Luffy había encontrado una especie de novia. Se llamaba Vivi y por lo visto era muy guapa. Lo de especie es porque Zoro no estaba seguro de que Luffy supiera el auténtico significado de "Novia". Y Sanji estaba con Nami. El nombre le sonaba. Seguramente iban a la misma escuela pero él, de más joven, solo tenía ojos para Kuina y el kendo.
La noche se iba a echar encima cunado Zoro decidió despedirse de sus amigos. Debía ponerse a trabajar. Ahora mismo se encontraba totalmente descolocado. Sabía que tenía que empezar metiéndose en el ruedo pero ya no sabía dónde se realizaba ni nada. Aunque sí sabía a quién acudir.
Se paró enfrente de un taller de mecánica. Tenía la puerta del garaje medio subida y las luces encendidas. Entró sin permiso. Observó por unos momentos al gran hombre que tenía delante. Su cabello rojo fuego llamaba tanto la atención como su tamaño.
-Capitán- Llamó Zoro.
El aludido se dio la vuelta con el ceño arrugado y después miró con sorpresa.- ¡Has vuelto!- Se dio la vuelta completamente y Zoro contempló la prótesis que Kid tenía en su brazo, aparte de todas las nuevas cicatrices que hace 10 años no tenía. Kid se dio cuenta de que Zoro miraba el brazo.- A ti tampoco te ha tratado de lujo estos años.- Dijo señalando su ojo izquierdo.
-Tampoco puedo quejarme…Quiero volver al ruedo.
Kid se puso serio. –Ya no es lo que era. Se ha vuelto peligroso.- Levantó el brazo mecánico.- Ya no solo basta con ganas peleas a manos desnudas. Te obligan a subir de nivel, como si un simple juego fuera, y llegas a un nivel de que tienes usar armas.
-¿Qué pasa si llegas al nivel máximo?
-Nadie lo ha conseguido aún pero dicen que hasta el propio Joker te tienda la mano para que te unas a él. Ese hombre solo quiere los mejores.
-Si tanto lo deseas… Bienvenido. Esta noche a las 12 en frente de la fuente de la plaza. – Kid contempló como Zoro asentía y se daba la vuelta.- ¿Tanto necesitas dinero?
Zoro se paró y sin guirarse contestó.- Acabo de volver a la ciudad, no tengo trabajo y mi antigua casa necesita mano de obra… sí, necesito dinero. Será temporal.
-Te conozco Zoro… una vez que empieces a ganar no vas a parar. Sabemos que esto no es temporal. Siempre te has sido así de ambicioso.- Zoro siguió andando despidiéndose con la mano en alto. Kid suspiró y susurró.- Bienvenido Samurái Verde.
