Nota de Alfax: Los derechos de los personajes y demás referencias a la saga de The Legend of Zelda son propiedad de Nintendo, sólo los uso con fines lúdicos y nunca recreativos.
¡Lo de arriba es mero protocolo! ¡Vosotros sólo disfruten del fanfic! Si pueden, claro...
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Trauma(by Alfax)
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1. Todo tiene un principio
En un lugar recóndito y bien escondido dentro de una cueva, la cual conducía a un pasaje subterráneo, se encontraba una pequeña celda aislada del mundo.
En ella yacía un prisionero, cuyo aspecto indicaba que había sufrido escasez y vejaciones durante largo tiempo. Estaba sucio y en los huesos, además de tener numerosas cicatrices y moratones en todo el cuerpo; poseía cabellos largos, una pequeña barba incipiente y apenas le cubría un desgatado pantalón que ocultaba sus partes. En aquel momento, sus muñecas permanecía ancladas a la pared y algunas heridas delataban que estaba así desde hacía bastante tiempo. O tal vez quienes le encarcelaron hubieran alternado entre en el suelo y la pared, ya que algunas no eran tan recientes.
Su mente era incapaz de recordar cuánto tiempo llevaba ahí, perdida en su propio universo tratando de evadir el dolor que le producía vivir en esas condiciones, construyendo una fortaleza imaginaria que le defendiese de la dura realidad en la que vivía. Prácticamente había perdido la noción del tiempo, aparte de su cordura y sentido de sí mismo. Algunos de sus sentidos se encontraban deteriorados, sobre todo la vista, ya que no entraba luz de ningún tipo en aquella mazmorra, por lo que de exponerse al sol sus ojos sufrirían bastante.
Sin duda, era una imagen desgarradora, sobre todo porque aquel preso no había cometido crimen alguno. Había sido secuestrado por una banda de criminales que abusaban de él en todos los sentidos, cometiendo toda clase de torturas físicas y psicológicas contra él. Debido a esto, se había convertido metafóricamente en un muñeco sin alma, el cual vivía atormentado y había perdido las ganas de vivir. Sin embargo, ellos eran más crueles aún, obligándolo a mantenerse siempre al límite de la resistencia que pudiera tener un hombre, mostrando ser mucho más fuerte de lo que cualquier persona o incluso bestia podría aguantar.
Había perdido la esperanza de ser rescatado hacía mucho tiempo, ya ni siquiera recordaba que significaba eso. Pero sin embargo, cuando oyó abrirse la puerta de su cámara de tortura, como era habitual, fue incapaz de darse cuenta de que quienes la habían abierto no eran sus captores, si otras gentes con diferentes intenciones.
-¡Mirad! ¡Debe ser él! –exclamó un soldado- Pero…está horrible.
-Por las Diosas, es…-aquella visión era desagradable incluso para hombres como ellos- ¡Vamos, rápido! ¡Hay que sacarle de aquí! Después de tanto tiempo buscándolo, no me apetece seguir en este maldito lugar por más tiempo.
-Madre mía…no parece una persona, más bien un cadáver sin vida.-comentó otro, mientras lo soltaban y veían que no reaccionaba ante nada- ¿Qué vamos a contar sobre él? ¿Creéis realmente que podrá recuperarse de esta experiencia?
-No puedo asegurarte nada…-afirmó entristecido su superior- Con el estado en el que se encuentra el muchacho, será un milagro si algún médico o especialista logra que se recupere. Esperemos que las confesiones de los pocos miembros de ese grupo de malnacidos que dejamos con vida sirvan para ayudar al pobre chaval. ¡Pero desearán haber muerto como el resto de sus compañeros! ¡Lo juro!
-La señora Impa se encuentra afuera con los demás custodiando a esos criminales. ¿Debemos avisarla de que lo hemos encontrado o llevarlo hasta ella?
-Háganla venir, debe ver esto y prepararse para explicárselo a la princesa…
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La princesa Zelda observaba el horizonte desde una ventana de su habitación, esperando el regreso de su guardiana Impa y del grupo de soldados que había escogido para acompañarla. Guardaba en su corazón una mezcla de esperanza y congoja, suplicándole a las Diosas que de una vez se acabara aquel calvario y que sus fuentes no se hubieran equivocado de nuevo.
Ya habían pasado tres años desde le habían arrebatado lo que más quería, a su prometido Link. Ocurrió poco tiempo después de anunciar su compromiso, quizás hubiera sido algún grupo disconforme con que su nuevo rey hubiera tenido orígenes humildes. Aunque posteriormente descartó esa idea, ya que durante ese tiempo estuvieron chantajeándola y timándola, obligándole a pagar cuantiosas sumas de dinero por su liberación numerosas veces, que finalmente nunca ocurrió. Pero estaba desesperada, haría eso y más por recuperarlo. En ese tiempo, también había ofrecido recompensas y movilizado a sus soldados para buscarle, pero siempre sin éxito. Ante esta situación, no fueron pocas las veces en las que se derrumbó, tratando con todas sus fuerzas de sobreponerse por su pueblo y por él. Todo esto la había consumido, tanto en ánimo como en fuerzas.
Trataba de consolarse con los recuerdos de su tiempo con él, aunque a su vez le producían gran dolor. Lo había conocido de niño, como por obra del destino, mientras ella se encontraba en los jardines del castillo. Antes lo había visto en un sueño, en el cual lo veía a él como el salvador de su reino. Más tarde todo se volvería una aventura que le llevaría a él en un viaje en el tiempo; su reencuentro siete años más tarde; derrotar al malvado Ganondorf; y retroceder nuevamente en el tiempo hasta su época. Los únicos que se acordaban de todo eso eran ellos dos y los Seis Sabios que les habían ayudado en su misión, ya que posteriormente cambiaron el transcurso de la historia al delatar a Ganondorf antes de que se apoderara por la fuerza de Hyrule.
Más tarde hubo de despedirse de él por un tiempo, mientras emprendía una búsqueda para encontrar a su amiga Navi, un hada que le había acompañado durante aquella odisea. Volvió con las manos vacías, con otra gran aventura a sus espaldas como él mismo le contó. Después de eso, decía que no sabía que haría de ahora en adelante, por lo que le ofreció quedarse en el castillo bajo la tutela de Impa y su padre, el rey de Hyrule.
Terminaron creciendo juntos, disfrutando de la infancia perdida de ambos durante aquella aventura, en el que él estuvo durmiendo durante siete años y ella se las ingeniaba para sobrevivir y ocultarse en aquel infierno que había creado Ganondorf sobre las ruinas de Hyrule. Y finalmente, una vez recuperaron sus cuerpos adultos, aquellos sentimientos que habían quedado latentes en ellos resurgieron, con más fuerza que antes. Eso desembocó tiempo más tarde en su compromiso, con la aceptación de su padre y del pueblo en general.
Sin embargo, tuvo que ocurrir aquello. Y la muerte de su padre apenas unos meses después, sólo la obligó a adoptar mayores responsabilidades en una época en la que no podía hacerse cargo de nada, apenas podía hacerlo de sí misma.
De pronto, salió de su ensoñación y oyó mucho revuelo en los pasillos del castillo. Antes de poder abrir la puerta de sus aposentos para salir, se encontró con su fiel guardiana Impa frente a ella.
-¡Impa! ¿Qué ocurre? ¿No lo habréis…?-preguntó expectante, esperando una respuesta afirmativa.
-Princesa…-habló con pesar- Lo hemos encontrado, pero…
-¡No necesito nada más! –exclamó apartándola- ¡Quiero verle enseguida!
-¡Por favor, majestad! –la agarró antes de que se fuera- ¡La situación es delicada! Sé que desea verlo con todas sus fuerzas después de estos largos años, pero debe serenarse. Tiene que saber antes a lo que se va a encontrar, le resultará realmente chocante…
-¿Qué quieres decir? –una desagradable sensación oprimía su pecho, muy preocupada.
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Impa abrió lentamente la puerta de la habitación donde se encontraba el joven, dejando que entrara la princesa. Allí encontró a un médico y algunos criados, junto a la cama donde dormía Link. Le supuso un gran impacto verlo en ese estado tan lamentable, después de tanto tiempo, por lo que no pudo evitar que se le escaparan las lágrimas al verlo.
-¿Se encuentra bien, princesa?-le preguntó el doctor.
-Sí…-trató de reponerse- Estoy bien… ¿Cuánto tiempo lleva descansando?
-Desde que lo encontramos, mi joven señora.-respondió Impa- Se desmayó nada más lo liberamos y no ha despertado aún.
-Doctor… ¿Cuán grave es su estado?-le preguntó la joven observando al muchacho, sentada junto a él.
-Físicamente, no muy bien. Tiene signos claros de violencia prolongada por todo el cuerpo y además presenta una desnutrición y deshidratación severas, lo que le ha debilitado mucho. Y a falta de hacerle otras pruebas, no descartaría que padeciese de alguna enfermedad aparte.
-Pero puede que lo peor no esté en su cuerpo, sino en su mente…-suspiró Impa- No sabemos que barbaridades habrán podido hacerle, pero en las condiciones en la que lo encontramos, junto a su prolongado cautiverio, no augura nada bueno. Lo único que podemos hacer mientras aguardamos a que despierte es sacarles información a los supervivientes del grupo de maleantes que le hizo esto.
-¡Pues que los lleven de inmediato a la sala de interrogatorios de las mazmorras! –se levantó furiosa, dirigiéndose a la puerta- ¡Me da igual que método utilicen! ¡Pero les sacarán a esos malditos canallas hasta el último ápice de información! ¡Y después serán ejecutados! ¡De la manera más cruel posible!
-¡Princesa, tranquilícese! –trató de calmarla Impa- Usted es la soberna del reino, debe mantener la calma y la compostura en todo momento. Y además, no es propio de usted hablar así.
-Déjate de tonterías, Impa…-murmuró llena de rabia- Ellos no tuvieron compasión con él o conmigo cuando se lo llevaron y lo mantuvieron secuestrado durante todos estos años… ¿Por qué debería tenerla yo con ellos? Lo siento, pero no escucharé nada de lo que tengas que decirme. Estos criminales no obtendrán mi perdón, ya que han conseguido que hasta Ganondorf me parezca buena persona. Por lo menos no era tan cobarde y mezquino como esos indeseables…
No dijo nada más, se marchó con paso firme a las mazmorras, dando órdenes por el camino y llamando a los guardias. Impa le siguió poco después, preocupada por lo que haría con aquellos hombres.
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-¿Está segura de lo que está a punto de hacer? ¿No cree que debería meditarlo antes? –le pregunta Impa, de pie junto a su soberana, en los calabozos del castillo.
-No, Impa. Lo único que conseguiría es afianzar esta furia que llevo conmigo y perder el tiempo.-contestó sin dudarlo ni un instante, sentada en una buena posición- ¡Capitán! ¿Están listos sus hombres? ¡Dígales que ya pueden comenzar! ¡Y que no tengan reparos en desquitarse con ellos!
Comenzó así una de las escenas más horribles que una persona podría contemplar, donde aquellos hombres eran torturados de las más diversas maneras. Apenas paraban para dejar que alguno soltase información y luego continuaban. Entre confesión y confesión, lo único que se escuchaba eran los horripilantes gritos de dolor y súplicas de los presos, que trataban de contarles todo lo que quisieran y más a la princesa Zelda y sus soldados, todo siendo redactado por uno de ellos como informe que posteriormente le serviría a los médicos para ayudar a Link.
A Impa le resultaba un tanto desagradable contemplar aquella escena, aún siendo la guerrera que era y su carácter imperturbable. Veía con preocupación la frialdad con la que su protegida observaba y escuchaba todo, sin mostrar el menor signo de sentimiento alguno. Aunque por lo que iban contando esos hombres, no sabían si lo más desagradable era lo que veían o lo que escuchaban salir de sus bocas, sin contar los gritos. Impa dudó en llevarse a la princesa, ya que no estaba acostumbrada a ver esa clase de cosas y hasta el momento también pensaba que tampoco era la clase de persona que soportaría verlo, más aún escuchando algunas de las muchas cosas que le habían hecho a su amado.
Pero allí se mantuvo, inmutable, o eso quiso hacer creer…
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Ya habían pasado varias horas desde la caída del sol y la princesa Zelda aún seguía despierta dentro de su alcoba. Permanecía sentada en una silla que había colocado junto a la ventana, bebiendo de una taza de té, incapaz de dormir. Trataba de asimilar todas las emociones que había experimentado aquel intenso día y relajarse un poco.
Se sorprendió cuando oyó que alguien tocaba su puerta a esas horas, abriéndola para descubrir que se trataba de Impa.
-Buenas noches, princesa. Siento molestarla, pero intuí que podría seguir despierta y vine a comprobarlo. ¿Os he molestado?
-No, en absoluto…-rió débilmente- ¿No puedo esconderme de ti, cierto?
Dejó que la mujer entrara y ella después se sentó en su cama, colocando la taza sobre la mesa de noche, mostrando estar todavía pensativa.
-Os noto alicaída y dubitativa… ¿Es por todo lo que ha ocurrido hoy?
-Exacto, qué bien me conoces…-suspiró- ¿Sabes? Tenías razón…
-¿Razón en qué, princesa?
-En que debería haberme tranquilizado y pensar las cosas antes de actuar…-admitió tomando nuevamente su taza y bebiendo- Ahora no puedo dormir, no sólo por el regreso de Link, sino…
-Me lo imaginaba, es por presenciar los interrogatorios. ¿Cierto? –se adelantó su guardiana, que la conocía como nadie- Sabía que ver aquello le afectaría, pues a pesar de su fortaleza, usted no es de esa clase de personas que sintiese verdadera indiferencia ante una situación así.
La princesa Zelda se tumbó de pronto en la cama, lo cual sorprendió un poco a Impa. Supuso que se estaría nerviosa y tal vez sintiese un poco de miedo por todo lo que había pasado, ya que todavía le quedaba mucho por delante.
-No me quito de la cabeza la visión de aquellos hombres siendo torturados y sus gritos…-le confesó, acurrucándose- Pero lo que más me atormenta, es lo que dijeron sobre qué le habían hecho a Link…-se tapó la cara con las manos- ¡No puedo soportarlo!
-¿Por eso os fuisteis en mitad del interrogatorio, con la excusa de que necesitabais comer y descansar?
-Sí…-se tocó el estómago, al parecer con hambre- Aunque realmente no comí nada, no podía después de ver aquello.
-Bueno, todo ha pasado. El joven ha regresado y vos no tendréis que presenciar más esa atrocidad. Parece ser que lo han soltado todo, lo que demuestra que eran unos débiles y unos cobardes. Aunque…-cambió de tono, tratando de convencerla- Seguiremos unos días más, por si acaso. Pero no es necesario que sigan sufriendo como hoy…
-¡De eso nada! –contestó tajante- Puede que resulte cruel y un tanto cuestionable lo que les están haciendo, en otras circunstancias no toleraría que se cometieran tales prácticas con los presos. Pero…-estrechó su puño contra su pecho- ¡Es lo único que puede consolarme! Y junto a su ejecución, tomaré la justicia por mi mano, mostrándole a aquellos que intenten cometer un crimen parecido lo que les puede suceder. Ellos no conconocen la angustia que viven los seres queridos de la persona desaparecida, que se debaten entre si volverán a verla con vida o no, el no saber que ocurrió. Incluso, piensan que si les entregaran su cadáver, podrían tener al menos esa tranquilidad de poder asumirlo y continuar con sus vidas.
-Le comprendo perfectamente, princesa. Pero dejar que vuestro noble y bondadoso corazón se corrompa por gente así, no os beneficia ni a usted ni a vuestro pueblo. Pensad en vuestro difunto padre y vuestro prometido, el cual ahora se encuentra ausente sólo en consciencia. Ellos no querrían veros tomar decisiones de esa naturaleza.
-¿Cómo eres capaz de perdonarlos? ¡Después de todo lo que han hecho! –gritó enfadada, incapaz de comprender sus palabras- ¿Y si hubiera tenido la misma compasión con Ganondorf? ¡Hyrule se hubiera sumido en las tinieblas para siempre!
-No os pido que les perdonéis, sólo que seáis justa. No apliquéis el "ojo por ojo", sed mejor que ellos.
-Está bien…-suspiró- Maldita sea, me has vuelto a convencer. ¿Cómo lo consigues?
-No lo hago, sólo trato de que hagáis lo que verdaderamente sé que vos haríais en una situación normal. Vuestra sabiduría es inmensa, pero es comprensible que por vuestra juventud y en estas circunstancias, os dejéis llevar por sentimientos negativos.
-Ya, pero sigo pensando que esos monstruos no merecen mi compasión…-refunfuñó por lo bajo- En fin, que a partir de mañana los interroguen como a cualquier otro recluso, mientras yo me abstendré de conocer más sobre lo que le hicieron a Link. Ese informe dádselo a los médicos, yo no quiero saber nada más.
Casi inmediatamente, comenzó a llorar a mares, tanto por alivio como por preocupación por Link, así como por el día que había tenido. Impa se recostó junto a ella y trató de consolarla, sintiendo su agarre en cuanto ella se aproximó, lo que le recordó a los tiempos de la niñez de la princesa. Entendía los motivos de su llanto, ella misma sentía eso mismo pero no con tanta intensidad como su protegida. Ahora que el muchacho había regresado, ambas se habían quitado un enorme peso de encima. Pero todavía no habían acabado, debían esperar a que el joven despertara.
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La joven princesa permanecía sentada junto a la cama donde reposaba su amado, el cual llevaba durmiendo varios días sin dar señales de que fuera a despertarse pronto. Era preocupante, porque en su estado, no era nada aconsejable que continuase así. Los especialistas temían que no llegase a despertar, lo cual le conduciría finalmente hacia su muerte. Pero ella seguía manteniendo la esperanza, pues si lo había conseguido a duras penas hasta el momento, no pensaba abandonarlo teniéndolo ahora consigo.
-Majestad, descanse un poco, por favor.-le pidió la enfermera que se encontraba en esos momentos de guardia- Le avisaremos si llegara a despertarse, no se preocupe.
-No…quiero seguir con él.-contestó algo cansada y melancólica- Después de todos estos años conviviendo con su ausencia, no quiero separarme de él ahora.
No volvió a preguntarle más por ello, dejando a su soberana permanecer junto al paciente hasta que ella considerase.
Pasaron las horas, y seguía igual, como el resto de los días anteriores. Pero entonces, cuando el sol se encontraba ocultándose en el horizonte y apuntando con sus rayos a la cara oeste del castillo, donde ellos se encontraba, Zelda se percató de unos ligeros movimientos por parte del joven, indicando que estaba a punto de despertarse.
-¡Rápido! ¡Avise a los doctores! ¡Link está…! –le ordenó a la encargada de turno, casi sin poder terminar debido a la emoción.
La noticia corrió como la pólvora por todo el castillo, nadie quedó sin enterarse de lo que estaba ocurriendo. No tardaron en llegar el personal médico, algunos soldados y criados e Impa. Todos aguardaban a que despertarse de su ensoñación, y finalmente, abrió los ojos.
-¿Link? ¿Te encuentras bien? ¿Puedes…?-paró al momento en el que Impa colocó una mano en su hombro, indicándole que esperase un poco a que el muchacho espabilara un poco.
-Joven, ¿Está totalmente despierto? –le preguntó un médico- Os encontráis en el Castillo de Hyrule, después de ser rescatado por los soldados del reino. Llevabais varios días durmiendo, ya que os desmayasteis en cuanto os encontraron.
Link permanecía con la mirada perdida, no parecía estar mirando a nada ni nadie en concreto. Tardó unos minutos en hacer un solo gesto, mirarse las muñecas y comprobar que ya no estaba encadenado a la pared.
-Sí, debe de haberle resultado incómodas esas cadenas.-habló una enfermera, que conocía lo ocurrido- Pero ahora se encuentra a salvo y la princesa Zelda ha estado velando por vos desde que regresasteis.
De pronto, se tapó los ojos, aquejándose de algo que desconcertó a todos en un principio.
-¡Deprisa! ¡Corran las cortinas! ¡La luz solar le está haciendo daño! –ordenó Impa, a lo que obedecieron enseguida- En el lugar donde lo encontramos, estaba completamente a oscuras. Es recomendable que mantengamos la luminosidad de la habitación bajo mínimos hasta que vuelva a acostumbrarse de nuevo a la claridad.
Una vez hecho, paró de quejarse y volvió a su estado anterior, todavía sin pronunciar palabra alguna.
-Todavía parece estar ido… ¿Estará soñando despierto? –se preguntó una criada.
-No lo creo…-respondió un doctor, acercándose al joven y haciéndole gestos con las manos frente a él- ¿Cuántos dedos ve? Parpadee si le supone mucho esfuerzo hablar o moverse.
Pero no reaccionó, parecía que su mente estaba ausente, en otro lugar. Permaneció inmóvil y en silencio, sin reaccionar ante ningún estímulo.
-Princesa, vos y cualquier persona que no pertenezca al equipo médico, tendrá que abandonar la sala.-habló rompiendo el silencio generalizado- Debemos hacerle numerosas pruebas para determinar qué está ocurriendo. Puede que tardemos varios días, así que durante ese tiempo se prohibirá todos con excepción de los médicos y enfermeras entrar aquí. Disculpen las molestias.
Ella obedeció con pesar su petición, saliendo la última tras Impa, observando por última vez a su inerte amado antes de marcharse.
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Días más tarde, por fin los médicos se reunieron con la princesa en su despacho, en privado, acompañada únicamente por Impa.
-¿Cómo está? ¿Cuál es la gravedad de su estado?-preguntó impaciente la joven.
-Me temo que tenemos malas noticias…-comenzó el portavoz, no augurando nada bueno- Si su condición física era terrible, su estado mental lo es aún más.
-¿Qué quiere decir? –preguntó con miedo la princesa.
-Ha construido una fortaleza mental, que le aísla por completo de cualquier estímulo exterior. Es más, por lo que hemos comprobado, él cree estar todavía dentro en aquel calabozo donde se le encontró. Delira; tiene reacciones extrañas; no puede ver ni escuchar lo que se encuentra a su alrededor; se mueve por la habitación como si se tratase de otra completamente diferente…
-¡Basta! –pidió la joven, no podía seguir escuchándole-Por favor, no continúe con la explicación, es suficiente…-suspiró dolida- ¿En qué tratamiento habéis pensado para sanarle?
-De momento, nos centraremos en mejorar su salud física. Tal vez con ello, logremos algunos avances para posteriormente comenzar con sus síntomas psicológicos. Aunque será complicado, debido a que hemos tenido pocos casos tan graves como este. Por eso hemos enviado una carta al director del manicomio de Kakariko, esperando que pueda orientarnos y ayudarnos con los problemas mentales del joven.
-¿Cómo?-preguntó incrédula y notablemente molesta-¿El director del manicomio? ¿No habréis pensado en llevarlo allí, cierto?
-Alteza, sé que esto puede molestarle, pero…-continuó otro-Allí están especializados en casos como este. Trasladarlo hasta la villa sería beneficioso para…
-¡No! ¡De ninguna manera! –reaccionó violentamente- ¡Él no está loco y no dejaré que le tratéis como tal! ¡No pienso consentir esta ofensa! ¡Link se quedará aquí y serán ellos quienes vengan a tratarle!
-¡Pero majestad! ¡Es lo mejor para él! ¡No le faltarán atenciones! ¡Y usted podrá visitarle cuando le plazca!-trató de convencerla una enfermera.
-¡He dicho que no! ¡Y no conseguiréis que cambie de opinión en este asunto! –se negó rotundamente- ¡Se trasladarán al castillo y cuidarán de él aquí! ¡No se hable más!
-De acuerdo, será lo que usted ordene.-habló nuevamente el portavoz- Pero en cualquier caso, pronosticamos que será una larga y difícil recuperación. Y es muy probable que el joven quede con secuelas tanto físicas como psicológicas de por vida… ¿Lo entiende?
-Sí, conozco el riesgo…-aceptó con más calma, igualmente triste- Pero confío en que pueda retomar en un futuro su anterior vida, coronándonos como reyes de esta próspera nación.
-Bien, le dejaremos nuestro informe para que lo lea con más detenimiento y tranquilidad. Avísenos si desea que le aclaremos algo más, estamos a su entera disposición.
No tardaron en abandonar la habitación, dejando solas a la princesa y a su guardaespaldas.
-Por favor, Impa, déjame sola. Necesito pensar y leer esto pausadamente…
La Sheikah se despidió educadamente y se marchó del estudio, dejando a su soberana a solas con sus pensamientos. Sentía verdadera lástima por ella, que golpe tras golpe, veía como iba derrumbándose tras apenas una pequeña alegría, después de años de sufrimiento.
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Como se esperaba, finalmente ocurrieron dos cosas: la llegada de algunos empleados del manicomio de Kakariko y la ejecución de los criminales que habían causado todo aquello. En el reino en general, se enteraron de la trágica noticia sobre el estado de Link. Y en el castillo, las conversaciones se centraban en él, siempre que la princesa no estuviera delante.
El tratamiento había dado comienzo, en el cual se hicieron curiosos descubrimientos. A pesar de su debilidad, tenía fuerzas para pasearse por la habitación, lo cual para su sorpresa hacía a menudo. Por ello, decidieron cambiar la distribución de los muebles de modo que se asemejase lo más posible a cómo los que le rescataron y sus fallecidos captores la describieron. Aún así, debido a su pérdida de coordinación y las diferencias obvias entre la celda y su nueva habitación, no era extraño que acabara tropezándose.
Otro hecho extravagante y a su vez espeluznante, eran las crisis que sufría periódicamente, casi siempre con una precisión horaria impresionante. Estas coincidían con lo relatado por los culpables, haciendo que su cuerpo reviviese una y otra vez aquellas palizas y demás humillaciones. Cada vez que esto ocurría, tenían que suministrarle calmantes de todo tipo, evitando así que pudiese lesionarse él mismo. En esto, los responsables del manicomio eran unos expertos.
Con la nutrición, tenían un problema realmente serio. Le ponían su comida en platos sobre el suelo, probando en varios lugares hasta encontrar el lugar donde supuestamente solían dejársela. Pero incluso cuando dieron con élr, se negó a comer en multitud de ocasiones o apenas probaba algo del plato. Por lo que tuvieron que recurrir casi siempre a obligarle a ingerirla, junto con los medicamentos y el agua, a través de un embudo. Era un método drástico, pero el único para evitar pereciese por inanición. Y debido a que cuando se lo hacían, no era consciente de ello, muchas veces acabó atragantándose o vomitando posteriormente.
Y ya que tampoco cooperaba debido a su mente ausente, cuando le hacían un diagnóstico o cualquier otra cosa, simulaban encadenarlo a la pared para que se estuviera quieto. Dos enfermeras le agarraban en lo alto las muñecas y lo mantenían en pie, mientras otros realizaban su trabajo.
La princesa Zelda se indignó más de una vez con aquellas prácticas, pero pronto entendió que era necesario si querían mantenerle con vida.
Así pasaron los meses, sin que se apreciase alguna mejoría considerable. Lo único que había mejorado era su estado físico, pero esos avances eran también escasos. Parecía un anciano demente, al cual le tenían que ayudar para hacer casi todo. La joven le visitaba todos los días, teniendo que presenciar muchas veces cosas que preferiría no haber visto, pero ella no cedía en su empeño.
Solía hablarle muchas veces, a veces durante largo y tendido, a pesar de que le repetían constantemente de que no podía oírla y menos responderle. Siguió insistiendo, no quiso hacer caso a los médicos, ya que pensaba que al menos su subconsciente captaría algo de lo que le decía y que ello le ayudaría. Sus "conversaciones" eran de todo tipo, desde simples trivialidades hasta asuntos más íntimos, siempre que nadie se encontrara allí. Sus súbditos la veían con lástima, preocupados por la posibilidad de que todo aquello pudiera afectar gravemente a su soberana y volverla loca como a su prometido. Y ella sabía que pensaban eso, mas nunca le importó.
Sin embargo, no fueron pocas las veces que escuchó cuchichear a diversas personas sobre la enfermedad de Link y de la inexistencia de posibilidades de que se recuperase. Y mucho menos, que pudiera llegar a convertirse en su rey, como ella tanto afirmaba. Oír aquellas cosas le dolía muchísimo, haciéndole desconfiar de quienes le rodeaban, incluso de Impa. Aunque le demostró innumerables veces su lealtad, comenzó a percibir en ella una ligera desesperanza.
Pronto descubriría que se estaba quedando sola, pero ella permaneció firme, a pesar de las circunstancias.
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Había pasado un año desde que trajeron a Link, y seguía casi igual. Ante la terrible realidad que veían los médicos debido a los pocos avances realizados, prácticamente todos dejaron de creer en su recuperación, por lo que sus esfuerzos mermaron, tratando por supuesto de que la princesa no se diese cuenta. Incluso los consejeros reales planearon en secreto comprometerla con algún príncipe o noble que lograse enamorarla y conseguir que pasara página con el muchacho.
Comenzaron primero con regulares visitas de jóvenes aristócratas casaderos, esperando que alguno llamase la atención de la futura reina. No lo consiguieron, ella únicamente los recibía y acogía con hospitalidad, sin interesarles lo más mínimo. Todo cambió cuando llegó Facade, un joven y apuesto príncipe de un reino vecino, que llegó trayendo consigo una estrategia diferente de conquista. A diferencia de los otros, no mostró abiertamente tanto interés en ella como sus predecesores, sino que fue trabando amistad con ella hasta que obtuvo relativa confianza sobre él.
No tardaron en propagarse rumores sobre su posible enlace en un futuro, aunque todo ello se hablaba en secreto, para no estropear los planes del príncipe y los consejeros reales. Pero por supuesto, la princesa Zelda no era estúpida, y se enteró de ello poco más tarde de que comenzaran a difundirse esos rumores. Prefirió fingir el desconocimiento de los hechos mientras pudiese, pretendiendo alargar todo aquello.
Y un día, sus consejeros la "arrinconaron" en su estudio, mientras ella terminaba parte de su papeleo acumulado.
-¿Por qué me interrumpís? Me encuentro bastante ocupada en estos momentos. Os agradecería que me dejaseis a solas para poder continuar con mi trabajo.-ella imaginaba a lo que podrían haber venido, por lo que no estaba dispuesta a escucharles.
-No es necesario que se estrese con tanto trabajo, tómese un descanso.-le habló uno de ellos con un tono demasiado complaciente para su gusto- Venimos para hablarle de un asunto del que usted no puede seguir ignorándolo por más tiempo y del que seguro puede interesarle.
-Eso es opinión vuestra, no creo estar realmente interesada en lo que valláis a decirme.-respondió molesta, confirmando que le hablarían de ese asunto.- ¿No se tratará del príncipe Facade, verdad? Y no mintáis, vuestros esfuerzos para mantener ese asunto en secreto han sido en vano.
-Oh, con que ya está enterada de ello. Sentimos habérselo ocultado, princesa, pero pensábamos que sería lo mejor hasta que estuviese preparada.-se disculpó una de las mujeres del selecto grupo, con cierta sorpresa.
-Entonces no hará falta entrar en detalles…-intervino otro- Alteza, con todos nuestros respetos, ya es hora de que empecéis a velar por vuestro pueblo y no sólo por vuestros intereses con el joven.
-¿Qué queréis decir?-se levantó tratando de controlar su enfado- ¡Ni se os ocurra decir que no cuido de mi pueblo! ¡Me he desvivido por él siempre, más ahora desde que murió mi padre! ¿Tenéis la desfachatez de dudar de ello? ¡Y no es de vuestra incumbencia mis asuntos personales! ¡Tened cuidado si no queréis que os destituya de vuestros cargos!
-¡Tranquilícese, majestad! ¡No saque las cosas de contexto!-intentó explicarle uno de ellos- Nos referíamos a que el reino merece un rey que los guie y usted también debería ir pensando en un buen candidato al trono que comparta con usted las responsabilidades de la corona. Además, va siendo hora de que empiece a plantearse en engendrar un heredero para Hyrule.
-Tenéis toda la razón, llevar sola toda esta carga es agobiante…-comentó sarcástica- ¡Esperad! Creo que sé quién podría ocupar ese puesto…-fingió pensárselo- ¡Ah, sí! ¡Pero si es Link! ¿Cómo he podido olvidarme de él? Claro, como llevamos comprometidos tanto tiempo, creí que a estas alturas no tendría que explicaros lo ocurrido.
-No nos gusta que nos hable en ese tono, princesa…-se atrevió a contestarle uno de ellos.
-Y a mí no me gusta que vosotros trabajéis a mis espaldas para cambiar lo que decidí hace tiempo…-respondió más molesta aún.
-¡Pero tiene que atender a razones y aceptar la realidad!-siguieron insistiendo- Su prometido ya no se encuentra en condiciones de asumir el trono junto a usted. Y muy probablemente, no vaya a estarlo nunca. Además, en estos casos tan graves, muchos acaban optando por el suicidio…
-¡Callad! ¡Eso no podéis saberlo! –negó rotundamente, incapaz de asimilarlo- ¡Marchaos inmediatamente! ¡No pienso discutir más con vosotros sobre este asunto! ¡Fuera de mi vista!
-Lamentamos este terrible comportamiento de vuestra parte, majestad…-suspiró el último en salir- Entendemos su dolor, pero debe asimilar que ya nadie mantiene la confianza en ese joven. Lo mejor para todos, y quizás para vos, es olvidarlo y continuar con vuestra vida.
Una vez se fueron, la princesa Zelda, en un arranque de furia, pasó su brazo por el escritorio donde estaba trabajando, tirándolo todo por los suelos. Luego paseó por la habitación unos minutos, nerviosa y enfurecida. Y finalmente, terminó cayendo de rodillas al suelo, derrotada, rompiéndose en el llanto al momento.
El regreso de Link no había significado el fin de su tortura, más bien parecía que se hubiese intensificado. Estaba dolida y confusa, casi al límite de perder la cabeza, esperando un milagro que a cada momento le parecía más improbable.
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-Gracias por haber venido, Ruto. Tus visitas siempre me alegran…-le agradeció la princesa hyliana a su homóloga Zora, mientras le servía un té.
La princesa Zora le había hecho hasta el momento numerosas visitas, sobre todo desde el secuestro y la posterior llegada de Link. Aunque no lo reconociera abiertamente, ella también sentía un fuerte aprecio por el muchacho, desde que de niña le había regalado el Zafiro Zora para poder acceder a la cámara donde se encontraba la Espada Maestra. Entregarle este preciado objeto era símbolo de compromiso entre la Familia Real Zora, aunque él nunca se percató de ello. Y aunque posteriormente él se había comprometido con la princesa Zelda, ella comprendía que era lo más adecuado para ambos.
Ella también había estado preocupada por Link, pero quizás más por Zelda, que vivía sus días con aquella angustia perpetua.
-¿Cómo lo llevas, Zelda? ¿Ha mejorado en algo desde la última vez que vine? –preguntó interesada en el estado del chico, tratando de ser lo más suave posible.
-Nada, sigue como siempre…-respondió alicaída, sorbiendo de su taza- Lo que sí ha cambiado es que a cada momento tratan de convencerme de que lo mejor es que me case con ese príncipe llamado Facade, ya que dicen que jamás se repondrá de lo sucedido.
-¿Y tú qué piensas? ¿Realmente crees eso? ¿Dejarás que te convenzan?
Le preguntó aquello creyendo que la respuesta sería clara, pero se llevó una sorpresa cuando se apartó y permaneció en silencio.
-¿Zelda? ¿No estarás pensando realmente que…?-se acercó a ella sorprendida.
-No lo sé, ya no sé qué pensar…-le confesó conteniendo las lágrimas- Quizás tengan razón, que todo está perdido, que jamás volveré a tener a Link a mi lado. Es como si ya estuviera…
-Calla, no digas esas cosas…-trató de consolarla- Lo que opinen ellos no importa, eres tú quien debe decidir si es cierto o no. Haz caso a tu corazón e intenta relajarte y pensar las cosas con más calma.
-¿Es que acaso tú aún sigues conservando la esperanza, Ruto? –le preguntó pillándola por sorpresa.
Ruto permaneció en silencio unos instantes, ya que debía ser sincera con ella. Realmente, albergaba pocas ilusiones en que él se recuperase, pero sí seguía manteniendo la fe en Zelda, esperando que ella obrase un milagro que cambiase las cosas.
-Creo que conoces mi respuesta, pero aún así creo en ti. Si tú crees en la posibilidad de que se cure, yo seguiré apoyándote. Eres el apoyo más importante con el que puede contar Link, por lo que si tú le abandonas, definitivamente él estará perdido.
-No sé si lo que me has dicho me anima o me hunde más todavía…-comentó confusa.
-Mira, sé que conoces los sentimientos que tenía por Link desde hacía mucho tiempo, porque sabes del significado que representa que le entregara el Zafiro Zora cuando éramos niños. Pero si lo pienso bien, reconozco que yo no hubiera sido capaz de aguantar tanto sufrimiento como tú lo has hecho desde que ocurrió todo. Por eso, veo bien que finalmente ambos os comprometierais, porque tu amor por él es mucho más grande y profundo del que yo hubiera podido tener por él. Y seguro que él también lo siente, aunque no pueda demostrártelo.
-Lo dices como si fuera tan fácil…-murmuró entristecida- ¿Acaso has logrado encontrar a alguien del cual estés enamorada?
-¿Eh? Bueno…-le daba algo de vergüenza reconocerlo- Hace tiempo conocí a un Zora, hijo de un importante líder de nuestra raza en otra región, el cual es músico. Si te confieso la verdad, nos hemos visto otras veces y no descartaría que en un futuro no muy lejano nos comprometiéramos.-admitió contenta- ¡Ji, ji! ¡Ya ves! ¡Al final las Diosas han sido sabias, queriéndome juntar con otro de mi especie!
-Pues quizás yo también debería hacerle caso a las señales que parecen enviarme las Diosas y dejar a Link que cumpla sus designios…
-¿Cómo? –soltó la Zora con sorpresa- ¡No puedes hacer eso! ¡Y-yo no quería decir eso cuando te conté mi historia!
-Tal vez, pero tiene similitudes que se me hacen imposibles de ignorar…-suspiró- Ese príncipe tampoco parece mala persona y es hijo de un rey, además reconozco que es apuesto. No sé, en mi cabeza todo es un mar de dudas…
-Por favor, Zelda…-le pidió casi en una súplica- Después de todo lo que has pasado, no puedes abandonar ahora.
-Déjalo, Ruto, ahora mismo no quiero seguir hablando de eso.-evitó responderle- Cambiemos de temática, por favor…
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Días más tarde de la visita de la princesa Ruto, ella se encontraba como de costumbre sentada junto a la cama de Link, sola, sin nadie más dentro de la habitación a excepción de él. Estaba despierto, tumbado, pero como era de esperar, no era consciente de su presencia.
Zelda llevaba dándole vueltas a la conversación que había tenido con Ruto y todo lo que le habían estado comentando sus consejeros. No sabía qué hacer. La idea de abandonar a Link a prácticamente su suerte le parecía horrible y egoísta, pero era bien cierto que su estado no mejoraba y ella era la princesa de Hyrule. Necesitaba a alguien que le ayudase a gobernar y con el que tener descendencia que heredase el trono. Y a estas alturas, no parecía que Link pudiera cumplir ninguna de esas dos labores.
Se sentía perdida y confusa. Y estar junto a él no sabía si le consolaba o le hacía mayor daño.
-Oh, Link…-le habló desesperada- ¡Ya no sé que hacer! ¡Todo el mundo insiste en que debo dejarte y hacer lo que es mejor para Hyrule! ¡Pero daría mi reino si así lograra que reaccionases!
-Zel-da…
Quedó petrificada en cuando oyó llamarle, justamente en ese preciso instante. Aquello hizo que su corazón latiera tan rápido que parecía que se le iba a salir del pecho. Pensó que por fin habría podido escucharla, después de tanto tiempo, por lo que puso todas sus expectativas en que le respondiese nuevamente.
-¡Link! ¿Me oyes? ¿Puedes contestarme? –su palabras denotaban gran emoción y esperanza.
-Zelda, te echo de menos…-volvió a murmurar, sin que pareciese que realmente le estaba hablando a ella.
De repente, en menos de un segundo, todos los anhelos que había construido sobre ese simple llamado se derrumbaron. Era otro de los delirios de Link, que acostumbraba a veces a hablar solo. Trató de sobrellevar aquella decepción por un momento, mientras escuchaba lo que él decía.
-Ya no sé cuánto tiempo llevo aquí…-continuó delirando- Esto es una tortura…ni siquiera sé porque sigo vivo. Dejé de comer hace tiempo, ya no puedo soportarlo más. Pero por alguna extraña razón, mi cuerpo sigue con fuerzas para seguir, como si una fuerza misteriosa lo alimentase. En fin, lo cierto es que de un tiempo para acá me siento extraño. Cada vez me duelen menos las palizas y demás atrocidades que me causan los que me tienen cautivo aquí. A cambio, otras sensaciones han empezado a recorrer mi cuerpo, como si me estuvieran poseyendo. Supongo que serán alucinaciones mías, ya me he acostumbrado a ellas…
Zelda luchaba por mantenerse neutra ante aquellas palabras que su amado soltaba sin que supiese de la realidad en la que actualmente vivía.
-Pero lo que no ha cambiado es lo mucho que te echo de menos…-continuó mientras le recorría una lágrima por el rostro- ¿Sabes? A veces tengo la sensación de poder escuchar tu voz, como si estuvieras hablándome en la distancia. No logro entender demasiado lo que dices, pues al fin y al cabo, es sólo una ilusión. Estoy seguro que durante todo el tiempo que llevo aquí, habrás estado buscándome. Ojalá pudieras oírme, porque te pediría que lo dejaras. Sé que te negarías a ello si me escuchases o cualquier otro te lo propusiera, pero sinceramente, me rindo. No es propio de mí, lo sé, pero no puedes imaginarte lo que me han hecho pasar desde que me secuestraron. No creo que otra persona hubiese aguantado tanto, mas yo pude hacerlo porque siempre te mantuve en mente, soportándolo todo con lo esperanza de poder volver a verte algún día. Pero se acabó, me he dado cuenta de que tú también debes estar sufriendo. Y de finalmente encontrarme con vida, no creo que volviese a ser el mismo. Prefiero aunque me duela que encuentres a otro y te olvides de mí, pues espero abandonar este mundo pronto. Así que, en este escaso momento de lucidez que he tenido, te pido allá donde estés…que no temas en abandonarme.
Aquello fue la gota que rebosó el vaso, haciendo que Zelda se desplomase por completo, algo que nunca había hecho frente a Link. Hasta él le pedía en donde fuera que estuviese su mente que le dejase partir de su vida, lo cual le rompió el corazón. Fue tal la pena y el dolor que sentía, que más tarde cuando una enfermera entró al cuarto, tuvo que llamar a otros para que ayudasen a la princesa debido al estado crítico en el que se encontraba.
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Pasaron algunas semanas desde aquel día, en lo cuales la princesa Zelda estuvo sumida en una depresión profunda que le impidió continuar con sus actividades diarias. No quiso explicarle a nadie los motivos por los que había acabado así, ni siquiera a Impa, cerrándose en sí misma hasta que tuvo las fuerzas suficientes para reponerse.
Esta aparente fortaleza sorprendió a todos, que creyeron que esa vez le había dado fuerte. Y aunque sabía que necesitaba todavía descanso, debía poner fin a todo aquello de una vez, cumplir la petición de Link.
Así que se reunió por última vez con él en aquel cuarto, para despedirse de él a solas. Mañana, pactaría con los médicos la forma más suave y rápida de que abandonara este mundo. Permaneció sentada a su lado en la cama, acompañándolo sin poder pronunciar palabra alguna, debido a su desilusión. Él también estaba sentado a su lado sin hablarle, con la mirada perdida sin enfocarla en ningún punto en concreto. Y después de permanecer en la misma posición soportando aquella tensión, decidió marcharse incapaz de soportarlo más.
Sin embargo, al hacerlo, notó que algo se lo impedía. Era él, que la sujetaba fuertemente por la muñeca. No se hizo ilusiones, pensó que sería alguno de los espasmos musculares de los que él padecía, por lo que únicamente se limitó a soltarle la mano. Pero para su sorpresa, él acercó con dificultad su otra mano a la suya, apartándola para que no le obligase a soltarla. Aquello le resultó chocante, pues hasta el momento jamás habido sido capaz de reaccionar ante algo así.
-¿Link? ¿Eres realmente consciente de lo que pasa a tu alrededor? –preguntó con muchísimas dudas, tratando de no ilusionarse.
Y aunque le costó unos instantes que se le hicieron eternos para la princesa, logró asentir la cabeza afirmando que podía entenderla. Para mayor sorpresa, hizo el esfuerzo de señalar a una mesa donde había unos cuantos papeles médicos y un tintero con su pluma. Ella le alcanzó aquellas cosas al momento, sabía que trataba de comunicarse con ella, aunque desconocía los motivos por los que se negaba a hablar. Con mucho esfuerzo y numerosas dificultades, debido a la pérdida de coordinación en sus manos, tardó casi veinte minutos en escribir una sola palabra: «Háblame».
Ella comprendió enseguida que se refería al incómodo silencio que había mantenido con él ese día. Era la prueba irrefutable de que había "despertado", provocando en ella una alegría tan inmensa, que se lanzó a abrazarlo y lloró de la infinita alegría que sentía. Se sintió incómoda cuando poco más tarde se dio cuenta de que no le estaba devolviendo el abrazo, pero le miró a los ojos y comprobó que al menos la estaba mirando, por lo que le pareció suficiente. Eran más que aceptables progresos por un día.
Zelda no tardó en intentar marcharse para avisar a todos de aquel milagroso suceso, pero nuevamente Link le impidió que se fuera.
-¿Qué ocurre, Link? ¿No quieres que me vaya? Sólo voy a contarles que…
Antes de que acabara la frase, notó que su agarre se volvió más fuerte y le temblaba un el pulso, no por debilidad, sino al parecer por miedo. Quizás fuese a que como no le había visitado desde aquel día debido a su depresión, temiera que volviese a ausentarse nuevamente por largo tiempo. Así que trató de tranquilizarlo, prometiéndole que no saldría de la habitación, pero que al menos la dejase abrir la puerta para comunicar la noticia. Entonces la soltó, dejándola libre para hacer lo que prometió.
No se tardó en propagarse la noticia, causando incluso mayor expectación que cuando lo trajeron al castillo. Nadie podía creerse que verdaderamente el muchacho hubiese reaccionado ante un estímulo exterior. El cuerpo médico al completo llenó la sala, a la cual a parte de ellos sólo pudo entrar, para desgracia de los curiosos, Impa.
-¿Está usted segura de lo que dice? ¿No habrá sido su imaginación la que le habrá jugado una mala pasada? –preguntó escéptico uno de los médicos- Parece igual de ido que de costumbre.
-¡Por supuesto que no! ¿Verdad, Link? Levanta una mano para que demuestres que tu mente está aquí con nosotros…-le pidió suavemente, notando que se cerraba ante aquel nutrido grupo.
Todo el mundo se quedó con la boca abierta al ver como, aunque con esfuerzo, levantó una de sus manos indicando que era capaz de escucharla.
-Joven, ahora responda a esto…-se acercó con curiosidad un doctor- ¿Cuántas personas hay en la sala?
Permaneció durante varios minutos sin reaccionar, a lo que Zelda tuvo que repetirle la pregunta ya que parecía no tener confianza suficiente en él como para querer responderle. Al no hablar, le respondió dando unos ligeros golpes en el suelo con su pie, después de inspeccionar con la mirada toda la habitación. La sorpresa volvió a ser mayúscula cuando acertó, causando euforia entre los especialistas que se achacaban el mérito. Impa respiró profundamente aliviada, al ver como el muchacho daba signos importantes de recuperación, después de tanto tiempo.
-¡Es insólito! ¡Pensábamos que nunca reaccionaría! –exclamó uno- Y a pesar de su extraña negativa a querer hablar, puesto que le hemos estado oyendo delirar desde el principio, esto puede considerarse un milagro.
-Debemos hacerle más pruebas para comprobar hasta que punto ha alcanzado su mejoría.-habló otro- Después analizaremos su situación y veremos que tratamiento le impondremos de ahora en adelante.
Zelda notó como él se retraía, como si sintiese pavor por quienes le habían estado cuidando durante ese tiempo. Los doctores ordenaron que tanto la princesa como si guardiana abandonaran la sala mientras hacían tales pruebas, ansiosos por comprobar hasta que punto había mejorado. Dos enfermeras las condujeron hasta la salida, abarrotada de curiosos que querían comprobar que pasaba.
Pero antes de que pudieran salir por la puerta, ocurrió algo que desconcertó a todos. Con una fuerza y rapidez que hasta el momento no habían visto en él, Link tumbó a uno de los médicos que se le acercaron de un puñetazo. Todos se quedaron inmóviles ante lo sucedido y afortunadamente a aquel hombre no le ocurrió nada más allá de un susto, que se quedó en el suelo observándolo. La mirada de Link era diferente, por primera vez mostraba una emoción clara: enfado. De pronto, esta cambió nuevamente a como solía ser. Se quedó mirando al doctor y luego se agachó torpemente junto a él, ofreciéndole su mano como si tratara de disculparse. El hombre dudó en aceptar su proposición, pero finalmente dejó que le ayudara a levantarse, aunque más bien tuvo que hacerlo él por el chaval.
Cuando ambos estuvieron en pie, Link se dirigió hacia la puerta buscando a Zelda. Quería irse con ella.
-Si no os importa, visto lo ocurrido, me gustaría llevármelo a mi habitación.-habló ella debido a las circunstancias- Me parece que a partir de ahora, vuestras atenciones con él disminuirán y las haréis en mis aposentos, ya que ahora residirá allí.
-¡Pero majestad! –intervino la enfermera que estaba a su lado- ¡Eso sólo le causaría mayores inconvenientes! Déjenos a cargo de…
-Dejadla, que haga lo que considere más oportuno.-habló ciertamente molesto el hombre al que Link golpeó- No vaya a ser que ese loco se empiece a pelear con todos los de esta sala…
Ella podría haberle llamado la atención en ese momento, pero prefirió no calentar más los ánimos y ayudó a Link en su largo camino hacia su dormitorio, con Impa impidiendo que se les acercasen demasiado. Una vez llegaron allí, la Sheikah les dejó solos. Link caminó pausadamente por la habitación, como si recordara y buscase diferencias tras esos años de ausencia. Luego se dirigió a la enorme cama y se dejó caer sobre ella, rendido tras tantas experiencias en tan poco tiempo. Zelda se acurrucó junto a él y le acarició sus cabellos, bastante crecidos al no haber sido cortados en años. Y finalmente, ella también se dejó caer en un bello y profundo sueño, tras haberse despertado por fin de aquella pesadilla. Y justo a tiempo, pues de haber transcurrido apenas un día más, no hubiera vuelto a tenerlo retozando en su cama nunca más…
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A la mañana siguiente, Link continuaba durmiendo mientras Zelda le miraba cariñosamente. Todavía no podía creerse que él hubiese vuelto a la realidad y esperaba impaciente a que despertase, deseando empezar un nuevo día y una nueva etapa. Tiempo después notó cómo iba abriendo los ojos, quedándose meditativo sobre la cama hasta que Zelda le habló.
-Buenos días… ¿Cómo te encuentras? –le habló con ternura, acariciándole la mejilla.
Aunque no mostrase emoción alguna en aquel rostro y mirada perdida, le respondió asintiendo, como si quisiera confirmarle que estaba todo lo bien que podía estarlo.
-De acuerdo, con eso me basta…-suspiró tranquila- Pero hay algo que me inquieta un poco. Sé que puedes hablar, te he oído varias veces cuando estabas…-le aterraba pensar en ello, más teniendo ese recuerdo aún tan reciente- En fin, a lo que me refiero es… ¿Por qué ahora no lo haces?
Link se limitó a sentarse al borde de la cama, cabizbajo, intentando evadir aquella pregunta. Zelda entonces se le acercó y lo abrazó por la espalda, comprendiendo que quizás aún era pronto para pedirle tales esfuerzos y no quería presionarlo.
-Está bien, tómate tu tiempo, no hay prisa. Aceptaré que quieras hablarme o no, hazlo cuando te sientas preparado.-le dijo sincera- ¿Sabes? He estado pensado que ahora que has vuelto a la realidad, me gustaría pasar más tiempo contigo. Delegaré mis obligaciones como princesa por un tiempo a mis consejeros y otros mandos, quiero dedicarme por entero a ti y seguir ayudándote hasta que te recuperes por completo. Ahora sé que ese día llegará tarde o temprano y después podremos reanudar nuestras vidas… ¿Qué te parece?
Tardó un poco en reaccionar, quizás asimilando lo que acababa de decirle. Y tras eso, se aferró a una de las manos que rodeaban su torso, indicándole que esa idea le agradaba.
-¿Podría hacerte otra pregunta?-continuó con la conversación-¿Por qué agrediste de esa forma al doctor? Y lo más extraño, es que hasta el momento no habías podido moverte de esa forma o mostrado un sentimiento como aquel. Todo eso duró un instante, hasta que volviste a estar como ahora.
Se lo pensó un poco y después negó con la cabeza, parecía que no lo recordaba. Ella notó que le mentía a medias, al mismo tiempo que realmente parecía estar confundido. En ese momento oyeron a alguien tocar la puerta, era nada menos que Impa. Su protegida fue a abrirle nada más oír su voz, que vio entonces a los dos jóvenes que recientemente acaban de despertarse.
-Pensé que os habíais quedado dormida, princesa, por eso vine aquí. Ayer os fuisteis directamente a la cama tras lo que ocurrió con Link. Espero que hayáis podido descansar como es debido.
-La verdad es que sí, hacía mucho tiempo que no dormía tan bien.-reconoció ampliamente feliz.
-Me alegro…-miró al muchacho- ¿Y tú, Link? ¿Cómo te encuentras esta mañana?
Después de unos momentos en silencio y antes de que Zelda respondiese por él, asintió nuevamente confirmándole que estaba bien.
-Vaya, es realmente sorprendente ver cómo has mejorado.-admitió satisfecha e impresionada- De la noche a la mañana, despertaste de ese estado casi vegetativo y recobraste la consciencia del mundo real. Tuviste mucha suerte, porque de haber tardado más…
-No, Impa, déjalo.-le interrumpió la joven, tratando de olvidar aquello- Eso ya no es importante, así que no volvamos a nombrarlo… ¿Entendido?
-Está bien, como usted quiera, majestad.-hizo una pequeña reverencia- ¿Hay algún tema del que quiera hablarme entonces, princesa?
-Sí, he de reunirme con los consejeros y pedirles que a partir de ahora se ocupen de las tareas de gobierno. Quiero participar más activamente en la recuperación de Link, ahora que no requerirá de tantos cuidados médicos a nivel general.
-Bueno, haga lo que considere más oportuno. Probablemente le pondrán pegas a su decisión, pero pienso que a usted le vendrá alejarse de esos asuntos por un tiempo, siempre que no sean de gran importancia.-asintió conforme- ¿Irá ahora? ¿Por qué no va antes a desayunar?
-¡Es cierto! ¡Anoche no cené! –recordó contenta- Pero… ¿Y Link?
-Tenéis razón, de seguro él también tendrá hambre. Aún es pronto para que esté trasladándose de un sitio a otro continuamente, así que pediré que os traigan la comida hasta aquí.
-Gracias, Impa. Y te paso, reúne a los consejeros y que me esperen en la sala de reuniones para comunicarles eso que te dije.
Una vez se hubo marchado Impa, no tardaron demasiado en traerles las viandas, que Zelda ingirió con gusto. Sin embargo, la parte de Link todavía seguía intacta cuando ella acabó, no mostraba interés alguno por la comida. Esto le preocupó bastante a la joven, recordando lo que confesó Link mientras deliraba aquel día.
"Esto es una tortura…ni siquiera sé porque sigo vivo. Dejé de comer hace tiempo, ya no puedo soportarlo más. Pero por alguna extraña razón, mi cuerpo sigue con fuerzas para seguir, como si una fuerza misteriosa lo alimentase."
Ahora los médicos o "fuerzas misteriosas" no estarían ahí obligándole a comer con esos métodos tan drásticos. Se preguntaba si él todavía pensaba en evitar la comida.
-Por favor, come un poco.-le pidió casi en una súplica- Estás débil y bastante delgado, necesitas alimentarte bien. Si no puedes con todo, déjalo, no es cuestión de abusar tan pronto.
Pareció reaccionar ante esas palabras, obligándose con esfuerzo a picotear un poco del plato. Lo que sí vació fue el vaso con agua, estaba sediento. Y aunque al final dejó más de la mitad, Zelda se sintió aliviada con eso.
-Muy bien, poco a poco…-le besó en la sien- Ahora he de irme, tengo que hablar con el Consejo sobre lo nuestro. Probablemente esté algún tiempo con ellos, así que espera llamaré a alguien para que…
De repente, sin dejarle acabar, le volvió a agarrar por el brazo como el día anterior. No quería que se fuese.
-¿Otra vez, Link? No estaré demasiado fuera y…-en ese momento, comprendió parte del problema- ¿Y si le pido a Impa que te vigile?
Tardó unos minutos en decidirse, asintiendo medianamente conforme con su proposición. Entonces se acercó a la puerta y desde allí le pidió a un soldado que patrullaba por los pasillos cercanos que buscase a Impa. Y una vez llegó, ella pudo marcharse tranquila.
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Después de una larga discusión con sus consejeros, la princesa Zelda regresó a su dormitorio cansada, pero victoriosa. Había conseguido su propósito y además les había quitado definitivamente la idea de emparejarla con aquel príncipe, ahora que Link mostraba una destacable mejoría.
Cuando llegó, vio a Impa haciendo unas flexiones en su moqueta. Era parte su entrenamiento diario y desde pequeña siempre le había sorprendido la fuerte constitución que poseía, que no parecía mermar con el paso de los años. No tuvo que esperar ni un segundo antes de que su guardiana se levantara para recibirla.
-¿Ha salido todo como esperaba? –le preguntó como si nada después de aquel ejercicio.
-¡Sí, bastante bien!-sonrió la joven- He conseguido lo que quería, así que no puedo quejarme.-miró a su alrededor- ¿Dónde está Link?
-En vuestro baño, majestad.-le indicó señalando la puerta entreabierta- Creo que ahora que a tomado consciencia de sí mismo, se ha percatado del estado en el que se encuentra y el aspecto que le acompaña. Prueba de ello es que lleva observándose en el espejo largo rato.
Zelda se dirigió hacia allí, y en efecto, dentro de aquel espacioso baño estaba él mirándose fijamente delante de un espejo de cuerpo completo. Se palpaba continuamente sus rasgos faciales, parándose muchas veces sobre aquella barba incipiente que le había salido durante su cautiverio, como si le molestase verla. También le llamaba la atención sus rubios cabellos, que también habían crecido durante el mismo periodo y ahora le sobrepasaban los hombros. Veía su rostro apagado y pequeñas cicatrices en él. Y poco a poco, iba descubriendo otros aspectos en él por los que, si no fuera porque le habían lavado, engordado escasamente y puesto otras ropas, se diría que no había cambiado nada desde su llegada hace aproximadamente un año. Y era entendible, puesto que hasta el momento lo menos preocupante había sido su aspecto físico, más allá de lo afectase a su salud.
Ella se le acercó y él se apartó del espejo, como si se avergonzase de sí mismo. Zelda trató de que se pusiese nuevamente frente a él, observando ambos su reflejo.
-No te escondas, para mí sigues siendo el mismo…-intentó animarle- ¡Y tampoco te queda mal ese corte de pelo! Siempre me interesó saber cómo te sentaría llevar el cabello largo.-ante la aparente negativa a todo lo que le decía, cambió de táctica- Si quieres, mañana puedo hacer llamar a un barbero para que se ocupe de esto… ¿Qué opinas?
Tras volverse a palparse la barba, asintió. Seguramente, le resultaba desagradable, sobre todo porque hasta que lo secuestraron, nunca le había salido vello facial. Y en esas circunstancias, no parecía sentirse orgulloso de ella.
Y mientras tanto, Impa observaba la escena, sintiéndose feliz al ver la ternura y el amor imperturbable que seguía profesando su protegida por el joven, después de todo lo ocurrido. Admiraba la fortaleza y la fe que había mantenido, cuando apenas nadie, ni siquiera ella misma, la había conservado. Sentía que le había defraudado a su soberana, por lo que ahora se esforzaría el doble para ayudarla con el muchacho.
-Impa, ¿Podrías traerme el "uniforme"? Está en el segundo cajón de la mesa de noche, la que está en el lado donde siempre duermo.-le pidió la princesa mientras conducía a Link hasta la cama.
La Sheikah le entregó enseguida aquello, tan preciado para ella. Se trataba de las ropas verdes de Link, todo el conjunto completo desde el gorro hasta las botas. Lo había estado conservando como oro en paño desde que ocurrió todo, consolándose con los recuerdos y el olor impregnado en esa ropa.
-¿Te acuerdas? Son las ropas con las que solías vestirte.-se las puso en las rodillas, una vez se sentaron en la cama- Aquel día no las llevabas puestas y…bueno, te las he estado guardando desde entonces. Incluso tu olor ha permanecido en ellas, por lo que siempre me recordaban a ti.
Link permaneció un rato tocándolas. Seguramente a él también le traerían numerosos recuerdos de sus aventuras y de su vida pasada. Era prácticamente una versión adulta de su traje Kokiri, cuando todavía vivía en los bosques.
Y tras un rato, volvió a entregárselas a Zelda, lo que extrañó a la joven. Pero acabó riéndose cuando le pidió una explicación, al volverse a señalar aquella barba incipiente que parecía volverle loco, como si quisiera esperar a que le afeitaran para verse con su antigua apariencia al completo. Al menos, le hacía feliz ver que se preocupara por cosas tan simples como esa.
Continuará… ¡En la parte dos, ya que seguro que no a muchos os gusta leer capítulos tan largos!
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Nota de Alfax: ¡Ey! ¡Que todavía os queda la segunda parte! ¡No tengo nada que decir aquí!
