Digimon Zero Two y sus personajes no me pertenecen.

No estaba segura acerca de esto; lo siento bastante OoC, y es la primera vez luego de mucho tiempo que escribo algo en primera persona. De todos modos quería subirlo, así que finalmente le arreglé un par de cosas (tras tenerlo escondido entre otros archivos por largos meses) y he aquí el resultado final. Ah, y lamento la pobreza del título; realmente no se me ocurría nada.


En Silencio


Mis ojos se posan en ti cuando casualmente tomas su mano. Es un gesto casi imperceptible, pero mi mente lo reconoce al instante. Ella te mira y te sonríe, cálida, adorable en su terca y poco femenina manera, como siempre ha sido. Tú no devuelves la sonrisa, mas tus ojos se suavizan. En un ligero movimiento sus dedos se entrelazan y algo dentro de mí pierde fuerzas.

Intento apartar la mirada, prestar atención a lo que Daisuke está contándome, pero no puedo hacer más que notar la forma en que descansa su cabeza en tu hombro, o cómo su anaranjado cabello levemente acaricia tu barbilla, o la cándida sonrisa que se forma en su rostro.

Nunca se te han dado bien las demostraciones públicas de cariño y, por una vez, estoy agradecido de eso. Sé que si tuviera que soportar algo más, no sería capaz de mantener mi perenne sonrisa, aunque eso no significa que ver estos pequeños gestos no me produzca nada.

Con las manos en los bolsillos del pantalón de chándal, la diestra aprieta tu armónica con fuerza, como si mi vida dependiera de ésta. Este pequeño objeto es lo único que me queda, lo único capaz de recordarme a quien solías ser cuando peleábamos por las cosas más insignificantes. La dejaste en mi casa hace una semana, la última vez que viniste a pasar tiempo conmigo. Prácticamente te rogué por que tocaras, que tocaras como solías hacerlo en el Mundo Digital, esas melodías melancólicas y atrapantes que me maravillaban y eran el perfecto fondo musical para una noche de insomnio mirando las estrellas, recostado al lado de tu figura sentada.

Extraño esos días, cuando yo era el único que hacía que te molestaras hasta empuñar tu mano y chocarla contra mi mejilla como también era el único capaz de hacerte sonreír de una manera parecida a la que le sonríes a Takeru.

No quiero devolvértela, pues la guardarás en los recovecos de algún cajón y dejarás que se cubra de polvo, pero quiero que toques. Quiero que vuelvas a tocar, volver a tenerte sentado al lado mío acariciando mis oídos con esa música que rebosa de anhelo en cada nota. Quiero que vuelvas a tocar para mí, que vuelvas a sonreír para mí y reír para mí, como en los viejos tiempos.

Pero ahora está ella.

Y comparado con ella, ella con sus sonrisas, y su cabello del color del crepúsculo, ella con sus risas y sus reclamos, ella con sus ceños fruncidos y sus sonrisas llenas de amor. Comparado con ella, soy insignificante. Mientras ella es tu musa, yo soy un fanático. Mientras ella es el cariño que brilla en tu mirada, yo soy la sombra que oscurece tus hermosos ojos. Nuestra amistad es un mero recuerdo del pasado, de los días de peligro y problemas por resolver; ni siquiera puedo llamarme tu mejor amigo, ya no más.

Duele, Yamato, observarte desde lejos.