Esa mujer que deja llamas por dónde camina y me sube la presión arterial, es mi profesora de Kinesiologia.
Hermosa y excesivamente sexual.
Un bombón hecho con el mejor chocolate blanco, y una genio pulida.
Cuando entre a este carrera jamás imagine ser testigo de semejante tentación.
Y es que yo tengo dos serios problemas en mi vida que vuelven a esa mujer parte de mí.
El primero: me encantan, fascinan, desvelan.
Las damas como ella o como otras.
Segundo: tengo un grave fetiche con las mujeres mayores que mi edad, con el poder y el estatus suficiente para admirar.
Entre más inteligente, independiente e inalcanzable, mejor.
Mi pasión crece con la elegancia propia de una verdadera hembra, una recia y bella mujer como Asami Sato.
Pero, me tengo que recordar que solo en sueños la hare mía... Porque ella es mi profesora y nunca en la vida me vera más que como a una alumna.
Sin embargo, gano años de vida cada vez que la adoro parada frente al pizarrón, cuando escucho sus tacones por el salón.
De vez en cuando se sienta en su escritorio y me llama a su lado para corregirme algún trabajo o examen luego de que todos se van.
Tengo que espantar los malos pensamientos que engendra mi subconsciente en ese momento a punta de cuchillo para poder prestarle atención.
Segar de mi mente ese cuerpo majestuoso con curvas divinas que me hacen la boca agua y presionan mi entre pierna.
Oculto mis manos para que no me vea temblar, el solo tenerla cerca genera muchas cosas en mí.
Todas buenas, pero algunas no sanas para mi castidad.
La materia que ella imparte es una asignatura práctica.
Lo cual quiere decir que tengo que asistir a algunas clases en poca ropa para poder aprender y palpar correctamente el cuerpo humano, su anatomía.
Siempre me he enorgullecido de mi buen físico, llevándose halagos de mujeres y hombres.
Dándome la ventaja en muchas facetas de mi vida.
A mi profesora también le fascina.
En más de una vez me lo ha dicho discretamente o arreglado con otras palabras.
Constantemente me toma como su pareja para explicar o dar ejemplo de algo.
He notado que a veces me toca más de lo que debe.
Me mira cada musculo con detalle cuando quedo en boxer y franelilla en medio del salón, al igual que muchas otras chicas.
Finjo no saberlo, pero lo sé.
O tal vez sea mi imaginación quien lo exagera.
Puede ser.
Repito la misma clase en otras secciones con la excusa de refrescar conocimiento o querer aprender más, pero la verdad es que solo lo hago para verla.
Nunca me sacio de su parecencia.
Ella siempre nota que yo estoy allí.
Debes en cuando me regala una sonrisa, de esas que hacen que mi corazón palpite como un demente.
Se menea el cabello de una forma tan sensual, que me hace delirar como persona en el desierto.
Cuando la espió corrigiendo algún papel y me atrapa.
Castiga mi fechoría obsequiándome una de sus bellas miradas verde esmeralda.
Gesto que esconde algo que no logro descifrar.
Mueve sus labios diciendo algo que no alcanzo a escuchar.
Me fascina su forma de ser, y me excita su forma de estar.
Se volvió casi una costumbre quedarnos luego de clase solas en el salón.
Mientras ella arregla listas o documentos y yo finjo repasar la clase o prestar atención a algo que me explica viendo su escote y analizando sus gestos.
Ella me acaricia el dorso de la mano, debes en cuando.
Me toca la pierna o el brazo para decirme algo con un agarre que me lleva al cielo y me estrella en la tierra.
Yo empecé a regalarle dulces, en específico chocolates.
Siempre quise hacerlo pero, los compraba y cuando estaba a punto de entregárselo perdía el valor y los mantenía en mi bolso.
No quería ser tan obvia.
Sin embargo, luego de que en una de sus clases ella dijera en son de burla para todos los presentes que cumpliría años dentro de poco.
Dando la fecha exacta y que esperaba de regalo por lo menos un chocolate.
Al parecer la cosa que más le fascinaba comer en el mundo, mis dudas se disiparon.
Escuche el dato, guarde en mi agenda esa importante data que para mi suerte caía justo un día en que me tocaba ver su materia.
Acto seguido, acumule el coraje suficiente para ir y comprar un montón de los mejores y más caros chocolates.
Para meterlos en una bonita bolsa y regalarlo con la excusa perfecta de un:
"Feliz cumpleaños y gracias por todo"
Cuando por fin lo hice.
Lo primero que paso, fue ver su cara de impresión.
Lo segundo, un gesto que no reconocí.
Lo tercero, un abrazo que duro.
Todo transcurrió en el silencio del salón.
Nosotras dos a solas.
Me invito a comer algunos de los chocolates con ella, y yo acepte un poco apenada.
Me limpio el labio inferior al dejar una mancha de chocolate por mi torpe comer y luego se relamió el dedo.
Haciéndome temblar, como siempre sentada a su lado. Ella en el escritorio y yo el en pupitre muy pegada a su persona y bien recibida de su parte.
Siempre me decía que le encantaba mi forma de ser graciosa y espontánea, la hacía reír mucho con mis ocurrencias o chistes malos que salían de la nada.
Y a pesar de la diferencia de edad, Asami me hacía sentir tan bien.
Se colocaba a mi nivel sin hacerme ver inferior pero manteniendo las riendas.
Me deleitaba su inteligencia y capacidad, el despampanante pero no exagerado cuerpo que poseía seducía cada célula de mi organismo.
Ese juego secreto que teníamos luego de clases, en donde ocultábamos pero revelábamos algo parecido a atracción e interés me volvía loca.
De todas las materias esa era la que llevaba con mejor promedio, quería destacar en sus exámenes para que me apreciara.
Mejore mi autografía y hasta leía todo lo que podía para sorprenderla.
Ella me dio su número de teléfono, diciendo que podía escribirle para preguntar cualquier duda o por si algún día no podía asistir y necesitaba que repitiera un examen.
Encubriendo el hecho con un:
"Aprecio tu esfuerzo como buena estudiante, una de las mejores. Por eso estoy dispuesta a enseñarte lo que quieras"
Esa oración hizo temblar mis rodillas.
Asami me confundía tanto, a veces parecía tan mía y otras muy distante.
Su actitud reservada, pero cambiante no me dejaba concluir de que se trataba lo que pasaba cuando estábamos a solas.
No podía ser solo una simple relación maestra alumno, yo no quería que fuera así.
Al verle explicar cosas a otros muchachos, en especial hombres guapos que querían solo estar cerca de ella para tener una oportunidad, me hervía la sangre.
Y cuando Asami los miraba o les sonreía, partía el lápiz en mi mano de furia.
Yo empezaba, o ya sentía algo más que solo calentura o atracción por ella.
Todo estaba desembocándose a un amor, uno que me carcomía los huesos y me acortaba los años en este mundo.
Yo de veinte y ella de treinta.
Asami maestra y yo alumna.
Las dos mujeres.
Desee tener todos los millones del mundo y títulos a mi alcance solo para conservarla a mi lado.
La realidad me golpeaba, justo en la juventud donde te sobra tiempo y faltan recursos.
Todos esos problemas que se sumaban a los personales, desaparecían al estar nuevamente con ella.
Oler su perfume, percibir su aliento menta.
Sentir su presencia, desear sus cariseas sutiles que llegaban de a poco y con reserva.
¿Cuánto más resistiría?
Cada canción de amor o pareja en el parque me llevaba a ver su rostro en mi conciencia.
Maldición, mi corazón sentía tantas cosas que podía explotar.
Cuando la veía y cuando no.
Durante una de nuestras reuniones luego de clases me entere que le gustaban muchos los animales.
Le comente que yo tenía una perra llamada Naga y que casualmente saldría ese fin de semana a un evento de caridad y bendición de mascotas en un parque.
Asami respondió que lo conocía, que cada año también iba con su mascota para colaborar.
Porque era cerca de su casa.
El pacto se dio, espontáneamente cuadramos vernos en el lugar.
Estaba feliz de poder pasar un tiempo más privado con ella, de averiguar donde vivía.
También me aterraba hacer algo mal, o quedar al descubierto y que Asami no sintiera nada más que asco y traición por mí.
Cuando el día arribo, un sábado.
Llegue al lugar sin hacerme tantas ilusiones.
Sato era una mujer ocupada e importante dudaba que tuviera tiempo para pasarlo con una simple joven con tennis converse.
Tal vez ella solo había sido amable.
Pero no fue así.
Allí estaba, con su mascota.
En ropa tan abierta y moderna que la hacía parecer una más de mis amigas de Universidad.
Tuve que beber hasta el fondo la botella de agua que tenía en la mano para calmar la sed y el calor repentino que sentí en todo mi cuerpo.
Camine hacia ella con mi gran perra blanca a un lado.
Cada musculo de mi cuerpo estaba tenso y mi inquietud se ligaba con la excitación.
Asami me vio, y no dudo en acercarse teniendo cuidado del choque entre nuestras mascotas para luego abrazarme y regalarme un beso en la comisura de mis labios.
Debo admitir que de no poseer las fuertes piernas que me hacen correr maratones.
Me hubiera desmayado en ese mismo lugar sin duda alguna luego de sentir su labio tan cerca del mío, y su piel acalorada sobre la mía.
Nos unimos al resto de público y nos divertimos.
Detallando cada escena con mis ojos para guardarla en lo más profundo de mi.
La abrase por detrás inocentemente.
Tonteamos y nos tocamos con reserva.
El día termino entre sonrisas y una despedida que desee que no llegara pero fue inevitable.
La vi en la próxima clase, y no dijimos nada al respecto hasta quedar a solas.
Ella era muy profesional.
Yo, demasiado temperamental y posesiva.
Una noche decidí escribirle, al número que ella me había dado.
Al no aguantar en mi pecho las ganas de que me recordara.
Envié el mensaje sin esperar que este fuera respondido... Y así fue.
En las siguientes clases Asami parecía distante y se retiraba rápido del salón.
Yo aún le regalaba chocolates cuando podía.
Con pretextos baratos.
La contemplaba caminar por los pasillos de la facultad e hice evidente mi interés en ella cuando fui descarada ante sus ojos.
Sonriendo de medio lado ante su reacción.
Al desenvolverme tan bien en una materia difícil y con una profesora exigente como Sato los compañeros de salón no demoraron en pedir mi ayuda.
Yo accedí a explicar algunas cosas.
Me agradaba hacerlo y alababa a la profesora cuando algunos alumnos trataban de dejarla en mala posición.
Justificaban su falta de atención y estupidez con un:
"Esa profesora solo debe ser buena en la cama, porque de resto es una cretina"
A más de uno quise volarle los dientes con alguno de mis golpes de Karate al escuchar semejantes insultos.
Pero eso seria sobre pasar la discreción que ya me costaba mucho mantener.
Opal, es una de mis mejores amigas.
Un poco lenta para captar la diferencia entre movimientos concéntricos y excéntricos, realmente mala para ponerlos a prueba con una escala de fuerza muscular.
Le explicaba con detalle, entre risas y toques.
Resultamos entrelazadas haciéndonos cosquillas.
Y Asami no paso por alto el escenario cuando desfilo por ese pasillo.
Cerca de donde estábamos.
Agrandando su presencia y percutiendo con más fuerza sus tacones contra el suelo.
Como si estuviera realmente enojada.
Trate de retener su mirada pero me fue imposible, la baje derrotada ante la experiencia.
Opal me saco de mi trance luego de que Asami desapareciera de nuestro alrededor diciendo:
"Parece que la profesora no tuvo un buen día, espero que se le hayan pinchado las cuatro ruedas de su auto por ser una perra en cada examen"
El comentario me irrito, le regale una mirada de reproche a mi amiga y esta solo se encogió de hombros diciendo que yo la tenía fácil porque era la favorita de Asami.
Le conteste:
"Si estudiaras tanto como yo también fueras predilecta, no hables mal de la profesora cuando es tu culpa raspar los exámenes"
Opal solo ignoro mi comentario y me agarro por un brazo invitándome a la cafetería, cita que negué para irme al Dojo de Karate de la universidad a practicar mi rutina.
Al terminar y pasar por las duchas, revise mi teléfono con fastidio en busca de la hora.
Estaba un poco cansada del día y la practica pero un nombre reflejado en la pantalla hizo que mi corazón saltara de alegría y bailara de gozo.
Era Asami, quien me había escrito un muy corto y preciso mensaje que decía:
"Necesito hablar contigo, personalmente y a solas"
