Disclaimer: Magic Knight Rayearth no me pertenecen y son de Clamp. Pero hace unos días, una hermosa rubia de ojos verdes cabello corto vino a mi casa, me trajo pizza y se sentó muy sonriente en mi mesa.

—Entonces qué —me dijo Fuu Hououji— ¿escribimos esta historia sí o no?

Fic basado en el final del ánime que yo tanto odio, (hasta ahora solo escribía historias sobre el final del manga). Basado también en la enorme posibilidad de que ellas jamás regresaron a Céfiro, de que el pasado ya no puede moverse, la vida transforma a la gente, y los finales felices no siempre existen. Y yo por ahora solo puedo pensar en el ánime.


Capítulo 1:
Yo no pedí ser Guerrera Mágica

Cuando cumplí los 35 años de edad, supe que ya nunca más volvería a Céfiro, que ya nunca más volvería a ser convocada como Guerrera del Viento.

Aún así, aunque ahora tuviera mil responsabilidades por ser una de las mejores cirujanas de Tokio, a veces me entraba una dulce nostalgia, y repasaba en mi mente la película de recuerdos de lo que habíamos vivido en aquel mundo mágico, que buena parte del corazón nos mutiló.

Pero claro que Lucy, Marina y yo no pasamos los últimos 21 años aplastadas en la cafetería de la Torre de Tokio, esperanzadas en regresar a ese mundo que no estaba a la vuelta de la esquina... vaya, que ni siquiera estaba en la misma galaxia que nosotras.

Claro que no. Fueron dos décadas vividas. Bien vividas: Dos uniones libres mías, un divorcio de Lucy y varios amantes en la vida de Marina.

Mientras abría mi refresco nocturno, el quinto de mi jornada laboral, y apagaba yo sola una improvisada velita de cumpleaños sobre un pedazo de pizza, reparé en que ya no tenía lágrimas para llorar, ni palabras para explicar porqué el destino no se había medido con nosotras…

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2

A decir verdad, fue Lucy la primera en darse cuenta de que ya no éramos necesarias en Céfiro. Y para aguantar el daño que nos provocaba, rogamos a nuestros padres que nos dejaran estudiar juntas en la misma preparatoria.

Tenía mi amiga Lucy unos 16 años de edad, cuando en una noche ahogada en llanto se quitó el medallón mágico regalo de Lantis, que hasta en ese entonces había sido inseparable a su cuello.

Y, al día siguiente, llegó toda misteriosa a la escuela con una pulserita en su muñeca. Nos dijo que un muchacho guapo, alumno de Saturno, se lo había regalado.

Marina y yo nos sorprendimos y hasta nos incomodamos, pues en muchas ocasiones habíamos presenciado la manera traicionera en que a la pelirroja se le salía una lagrimita cuando recordaba a su "espadachín mágico".

Desde el día de la pulsera, reparé en que sus ojos ya no estaban marchitos, y que en ellos ya no miraba el reflejo de Lantis.

En efecto, mi amiga estaba logrando decirle adiós a un recuerdo. O al menos eso pretendía…

La siguiente fue Marina, que nos sorprendió a las semanas con unos preciosos aretes Tiffany con la inicial de su nombre. De oro puro, elegantes, carísimos… Un tal Aritomo se los había regalado.

Yo me tardé un poco más. Hasta meses después reconocí, gracias a mi hermana Lourdes, que mi vecino me gustaba.

—Lo quiero de cuñado.

—Ja,ja, estás loca Lulú.

—En serio, me gusta para cuñado. Anaís, creo que tú y él harían una bonita pareja.

Guardé silencio, porque sin querer estuve a punto de decirle "no es tan guapo como lo era él".

Entonces ella me preguntaría "¿quien es él?". Y yo no podría contestarle, porque rompería en el maldito llanto que me venía hundiendo todas las noches desde que tenía 14 años.

Que difícil se me hizo olvidarlo. En serio, qué difícil. No fue sino hasta los 17 o 18 años cuando pude decirle "adiós" a su recuerdo.

Es más, todavía a estas alturas, a veces no me atrevo a mencionarlo, porque me sigue doliendo el hecho de que nunca más supe qué fue de él.

Según mi hermana las cosas que duelen o que nos dolieron, deben de hablarse en voz alta para aceptar que las superamos, así que lo haré ahora mismo…

Paris.

Paris.

Paris… que difícil se me hizo olvidarte…

¿Y él me habrá olvidado? ¿Se acordará de mí? Saber siempre qué fue del ex novio o ex marido, ayuda a superar la ruptura. Si la curiosidad carcome, solo se le pregunta a amigos en común y listo, es más, hasta se les habla por teléfono para saber cómo andan sus vidas…

Pero Paris… mi Paris, ¿a él cómo? ¿Y ruptura de qué?

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3

Forzadamente las tres aceptamos que la incertidumbre nos estaba matando, y que había que hacer algo.

—A ver Lucy y Anaís, escúchenme las dos —nos dijo Marina un día mientras nos horneaba un pastel, con esa elegante solvencia que siempre la caracterizó—, ¿de verdad tiene caso seguir pensando en Céfiro? —lo dijo con un tono de frustración mas que de sabiduría.

La garganta se me hizo un nudo, y conteste que 'no-si'. A Lucy también se le atragantó la saliva, pero habló:

—¿Y qué sugieres Marina? ¿Qué vivamos la vida como si nada hubiera pasado? Bien, eso me parece muy muy bien y es lo que debemos hacer, supongo que tú ya olvidaste a Ascot y Gurú Clef. Danos consejos.

¡Ah! Se le puso la cara de mil colores. Cacareó algo muy nerviosa, pero yo solo miraba que se le movía la boca sin sentido. Ella también tenía sus muy profundos recuerdos. Y al doble.

Entonces, en esa tarde vacía, llegamos a la conclusión que olvidar no sería nada fácil, y que solo las tres juntas lo lograríamos.

—La vida sigue… —dijo Lucy descompuesta ya en sollozos, al igual que Marina y yo.

Y la vida siguió…

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4

Cuando Lucy nos presentó a Hagato, sí, el tarado de la pulserita, nos quedamos sin aliento. Era de padre japonés y madre china. Muy guapo. Que ojos, que cabello, qué brazos… qué parecido a Lantis.

Fue alumno de Saturno, el favorito por cierto, y por esa razón el hermano celoso no hizo tanto escándalo cuando se enteró que pretendía a su hermanita: solo unos cuantos platos rotos, unas 20 groserías al viento, griteríos, maldiciones e incluso lágrimas de rabia…

Pero lo aceptó. Lo que no contaba Saturno es que Hagato era un hijo de la reverenda… Andaba en Japón por puro mero gusto de turistear. Su padre y madre vivían en China., y desde allá su papi le pagaba cuanto capricho quisiera. Y estudiar Kendo fue uno de ellos.

Lucy era una dulce flor rojiza y candente que deseaba viajar, conocer el mundo, ir a fiestas, salir, probar… Y por cierto, olvidar a Lantis.

Amante de la naturaleza y biología, ella deseaba conocer desde bosques hasta desiertos. Tenía un aire explorador.

Ahora entiendo porqué había aceptado tan fácilmente el papel de Guerrera del Fuego, luego de líder de las Guerreras, y por último que le cargaran con el chistecito de ser el pilar del planeta.

Pero viajar y explorar eran una de las tantas cosas que sus tres hermanos neuróticos celosos enfermos patéticos dementes reprobaban.

Ah que odiosos eran, en serio, que odiosos… La cuidaban demasiado. En ese año se había muerto la mamá Shidou, así que los tres se habían enfrascado en el cuidado de la hermana menor.

Me hartaba que cuando salíamos al cine o a donde fuera, primero Saturno le hacía mil preguntas y terminaba con un "te cuidas mucho". Luego seguía Maciel, "te cuidas mucho". Y luego Kameo, "te cuidas mucho"… Éste último muy bueno en la cama por cierto, pero después cuento eso.

Ni Marina ni yo nos dimos cuenta hasta qué grado Lucy se aferró a Hagato. El peligro lo vimos cuando 'HagatoclonLantis', dizque muy enamorado, dijo que quería casarse con ella y llevársela a vivir a China.

Marina y yo abrimos los ojos en señal de alerta. Todavía nos faltaba un año para graduarnos de la preparatoria y ella apenas tenía 17 años, aunque Hagato ya se había encargado de hacerla mujer.

—¿ESTÁS LOCA? —grité yo—, ¿Cómo te vas a ir así porque sí? 'Enana' piensa en la escuela —dije yo bien nerda.

Marina estaba trabada, y hoy por hoy, sé que su principal dolor era que sin Lucy jamás volveríamos a Céfiro. Claro que eso no lo sacamos a relucir, no queríamos ser egoístas. Además, el hecho de que Lucy se fuera con ese sujeto sí que era un verdadero problema.

—Chicas, solo será un año más o menos, nada más —señaló Lucy—, ¡claro que volveré! Justo para entrar a la universidad aquí en Tokio.

—¡Pero sólo quiere jugar contigo! —profirió la peliazul. Y bien que lo sabía ella, porque Hagato en varias ocasiones le había tirado los canes dálmatas, pitbull, pastores alemanes, chihuahuas…

Lucy estaba cansadísima de todo según dijo. Y yo le creí. Traíamos el rollo y drama adolescente (además de las hormonas) a todo lo que daba. Incluso una de nosotras ya tenía acné.

Cada átomo y partícula de su casa, colonia, escuela, Torre de Tokio, Japón entero, NOSOTRAS… todo le recordaba la ausencia de su madre, al perro Hikari que para colmo lo habían atropellado ese año… y claro, todo le recordaba también a aquel viaje mágico que habíamos vivido 3 años antes.

Y, aunque Lucy no lo aceptara, seguía pensando en él… en su espadachín.

Recuerdo que desde su habitación, en la casa Shidou, podía verse la enorme Torre de Tokio. ¿Cómo demonios podía conciliar el sueño por las noches? Y cuando lograba dormir, ¿en qué sino otra cosa soñaba?

Conforme iba creciendo, sus hermanos eran cada vez más insoportables, y la orfandad los había afectado más de la cuenta. Entonces mi amiga llegó a la conclusión de que una aventura con Hagato la salvaría y despejaría de todo.

La pelirroja se había tomado bien, pero bien en serio, eso de que "la vida sigue". Además, juraba que sí amaba a Hagato.

O tal vez…

Tal vez no. Tal vez ella estaba viviendo un momento de ficción en la propia realidad de su vida. Una vez me percaté de que cuando nos hablaba de Hagato, parecía estar hablando del propio Lantis.

Pobrecita mi Lucy. Me compadecí tanto de mi amiga, de los demonios internos que traía, porque si yo hubiera tenido la misma oportunidad de encontrarme con un Paris en la Tierra, quizá me hubiera sucedido lo mismo.

Antes de irse, nos prometió que regresaría en un año, que siempre nos amaría como hermanas, como guerreras, como amigas, que volvería cuando ya se sintiera mejor. Nos dio la fecha del regreso, pero no reveló la dirección de donde viviría porque bien sabía que si se la dábamos a Saturno se la traería de las greñas.

No quiero recordar la despedida, de lo doloroso que fue y del vacío que nos dejó. Así que lo omitiré…

Total, que un fin de semana se la llevó el perro Hagato para ya nunca más devolverla. El lunes ya no regresó a clases, y sus hermanos lloriqueando fueron a buscarnos a la preparatoria. Ni siquiera nosotras sabíamos en qué ciudad de China estaba. La estuvieron buscando como por nueve o diez meses, hasta que Saturno dio con ella.

Pero para en ese entonces Lucy ya había retomado el año escolar en China, estaba más que moldeada por 'Lantis-quise-decir-Hagato', y allá quería estudiar Biología. Había empezado una nueva vida.

Y cuando Lucy se fue, supe que la tristeza iba acabar con la amistad entre Marina y yo.

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5

La ausencia de Lucy nos afectó muchísimo. En los tiempos en que las tres éramos inseparables, adorábamos pasar las tardes en el salón de Kendo de los Shidou. Divertidas, Lucy se ponía su atuendo de Kendo, y Marina su uniforme de esgrima.

Entonces las dos se ponían a luchar una contra la otra, y era una escena de lo más cómica. Nunca supimos si un esgrimista era capaz de ganarle a un guerrero de Kendo o viceversa.

Yo no hacía nada. Que flojera. Yo prefería ponerme a leer libros cuando ellas dos estaban bien entradas en la pelea.

Sin Lucy todo cambió. Ya ni para qué íbamos a la casa Shidou. Era una depresión total.

A lo largo del día, Marina pasaba de estar triste a malhumorada y luego a la inversa, porque… hay que reconocerlo: Ellas siempre fueron más unidas. Yo era la más seria de las tres, la prudente, el equilibrio maduro del grupo. Sin Lucy, no había nada que equilibrar: Marina era Norte y yo Sur.

En todo. Hasta en los gustos. Aunque ella fue bailarina de ballet de niña, ahora lo suyo era escuchar pop o rock, así a todo volumen, que se oyera en toda la cuadra de mansiones ricas. Yo por el contrario, prefería tocar el piano.

Ella peleaba y descargaba todo su malhumorado y egocéntrico carácter de niña rica practicando esgrima; yo meditaba leyendo libros o ensayaba tiro al blanco.

Ella coqueteaba con los chicos clones de Ascot, para luego botarlos por algún clon Clef; yo me la pasaba llorando atrás de los salones, escribiéndole poemas a Paris.

Y se abrió el abismo.

Aconteció que en ese entonces, poco antes de que Lucy se fuera, en mi casa empezaron a haber problemas. Lourdes se enredó con un sujeto que ni sus papás ni hermanos lo querían.

Total que la embarazó. Mi mamá (católica japonesa bien devota) se sintió morir. Yo miraba a Lourdes tan desesperada, y a la vez tan enamorada.

La cosa es que al final hubo boda, sencillita por lo mismo apresurada. Como los dos eran aún universitarios y no tenían dónde vivir, mis padres decidieron que lo mejor era que se fueran a la casa con nosotros, y los consuegros bien felices y conchudos. Además ya venía el nieto.

La que tiempo después no estuvo contenta fui yo, que poco a poco empecé a sentir encima de mí las miradas penetrantes y putrefactas de mi cuñado… y también los celos de mi hermana.

¿Por qué la vida estaba cambiando tanto en tan solo tres o cuatro años? ¿Por qué nada podía quedarse quieto como lo estaba cuando teníamos 14? ¿Por qué Lucy se tardaba tanto en regresar?

¿Por qué ya nunca más pudimos regresar a Céfiro?

Mi cuñado me espiaba. Y mi madre y mi hermana se daban cuenta. Me espiaba cuando me bañaba, cuando me cambiaba para irme a la escuela. Cuando cocinaba. Me espiaba no porque estuviera enamorado de mí. Me espiaba porque era un reverendo canalla.

Los corpiños comenzaron a desaparecer de mis cajones. Le gustaba escuchar cuando estaba en la bañera, y se brincaba de un balcón a otro para verme. Etc. etc. etc.

Pero yo soy una guerrera, ¿qué no? Así que valentona le confesé a mi mamá. ¿Me apoyó? Claro que no. No porque la señora ya había pasado "vergüenzas" con el embarazo no deseado de Lourdes, y no pasaría más vergüenzas con un divorcio en la familia. Serían demasiadas manchas para las Hououji. Y pobre de mí que le dijera a mi papá.

No me dolió la actitud de la señora. Me dolió más la estupidez de Lourdes, sus traidores celos y el odio que comenzaba a tenerme. Sin embargo, el haber salvado todo un planeta junto con mis otras dos amigas ayudó mucho a mi carácter. Y en este asunto también. Nunca, de los nunca, le demostré alguna pizca de miedo a mi cuñado. No era Zagato, ni Alanis, ni Devoner para tenerle temor. Al contrario, aunque estuviera sufriendo por dentro por los maltratos de mi hermana, yo nunca dejé de sacar el mentón, enderezar la espalda con valentía y empuñar las manos cuando el tipo se me acercaba. Modosita y seria, pero no sonsa. Y él tampoco era un idiota, bien sabía que yo sí le haría un escándalo. Por algo me había ganado el título de Guerrera.

Por el lado de Marina, el papá comenzó a comportarse "extraño". Desde que la señora Ryuusaki había entrado a la menopausia y le habían detectado unos quistes en la matriz y senos, empezó a cambiar mucho. Cuando supo que el señor tenía nueva asistente, el infierno azul tomó dominio en lo que apenas hacía 3 años atrás era la mansión más bañada en miel y rosas.

Cómo deseábamos que nuestras vidas fueran un ánime o manga. Ahí todo era perfecto y con finales felices.

Contábamos los días que faltaban para que Lucy regresara a Japón. Por mientras, Marina me deprimía cada día más y yo a ella. Nos intercambiábamos las malas vibras que ya traíamos de nuestras casas. Entre más eclipsada comenzaba a ser Marina en su hogar, debido a las enfermedades de la madre, la bancarrota del padre, y la llamadera que tenían él y la asistente, más quería la 'peliazul' llamar la atención en la escuela a toda costa. Además, algo le pasaba, la miraba más delgada, ojerosa, desencajada… algo tenía, parecía enferma…

Pero ni las ojeras le quitaron lo hermosa. Mi amiga era hermosísima. A donde se paseara Marina robaba miradas, chiflidos y pasiones. Era un sol brillante, popular y de belleza perturbadora. Yo era una luna melancólica que incitaba más a la ternura.

No sabía cómo contarle lo que estaba pasando en mi casa; Marina no hallaba la manera de contarme lo que estaban haciendo sus padres… Yo me ensimismé, me agrié y sequé; ella ansiaba ser más popular cada día… y enfermó sin saberlo.

Empecé a resentir sus comentarios. Un ejemplo. Cuando tuvimos que hacer una obra de teatro en no se qué materia estúpida de la escuela, se tenían que formar equipos de dos mujeres y dos hombres para poder representar la obra. Claro, Marina y yo, junto con otros dos amigos varones del salón.

—Si estuviera aquí Lucy —dijo Marina malhumorada de repente—, ella y yo hubiéramos hecho la obra juntas.

Vale. Entendí a la indirecta bien directa. Y los otros dos chicos también porque sorprendidos pasearon su mirada sobre mí, luego sobre ella, y otra vez sobre mí.

Si viviéramos en Céfiro, Marina y Lucy se la pasarían todo el día practicando artes marciales, paseando por las aldeas o viajando a Autosam. Yo me la pasaría con mi amor Paris, él sería mi mejor amigo.

Ella y Lucy… Yo y mi Paris…

Pero esto no era Céfiro. No había Autosam. Lucy estaba ausente. Y ya era hora de que yo dejara de soñar con el Príncipe.

Marina llegó a hacer más comentarios de ese tipo pero aprendí a tragármelos, y después a olvidarlos. A manera de castigo yo la dejaba sola en ocasiones. Tratar de descubrir quien empezó con este juego de lastimarse una a la otra, era como tratar de descifrar si el huevo fue primero o la gallina.

Ella comenzó a asistir a más eventos de la alta sociedad, a la que pertenecía. Y descubrió que las parrandas, la botella y bailar era lo suyo. Yo comencé a ir más a la iglesia.

Pero a decir verdad, no todo fue tan malo. En ese año habíamos ampliado nuestro número de amigos, y éramos parte de un club de otakus que tanto nos divertía. Todavía de vez en cuando nos gustaba ir a comer juntas, nos abrazábamos cuando más triste nos sentíamos, y contábamos (inútilmente) los días del regreso de Lucy, en un calendario que compramos exclusivamente para eso. Que lástima que no había Internet en ese entonces.

Y cuando menos nos dimos cuenta, ya faltaban tres meses para graduarnos de la preparatoria. Ya no nos miraríamos todos los días. Entonces sí, nos entró la melancolía y fue hasta ahí cuando hablamos por lo claro de cómo nos sentíamos y qué estaba pasando en nuestras casas. Nunca tuve el valor para preguntarle por lo claro "¿te aburro, verdad?"

—Lo siento tanto Marina… —le dije abrazándola cuando me confesó en la cafetería que el señor Ryuusaki se había ido de la casa por un mes—, me lo hubieras dicho, ¡aquí siempre he estado!

A ese punto habíamos llegado, de no contarnos nuestras secretos. Me miró con ternura y arrugó el entrecejo como gesto de querer llorar pero se abstuvo. —Gracias… es que yo te miraba tan mal y absorta, ahora que me cuentas lo de tu hermana, no me equivoqué en adivinar que algo te ocurría.

Nos abrazamos más fuerte, aunque la mesera nos estuviera viendo bien feo. Me dijo que a pesar de todo, sus papás habían vuelto porque se amaban demasiado.

—Hasta en el mejor matrimonio hay crisis —dije yo, y ella asintió.

—Así es. Anaís, hay algo más… bueno yo… tengo… algo que decirte —me dijo de repente muy nerviosa.

—Dime…

—Yo sé… dónde… está Lucy… tengo su dirección.

Mi emparedado quedó en el aire, y lo dejé porque comenzaron a temblarme las manos.

—¿Cómo dijiste Marina? —en el gesto de impresión se me asomó una tímida sonrisa de incredulidad, pero otra vez pasé a la consternación.

—Me escribió dos o tres cartas, hace seis meses —contestó apenada.

—¿QUÉ?

AJÁ, ellas las dos mejores amigas, pero tampoco yo estaba pintada. Esa fue la gota que derramó el vaso. Además, no le creí, no eran solo tres cartas, se me figuraban que eran más.

—¡Pero qué demonios… Hace seis meses!, ¿porqué te guardaste esto tan importante? ¡PORQUÉ!

—Mira Anaís, déjame explicarte… —se asustó al verme tan enojada, tan sentida, tan desanexada y celosa—, tú eres muy recta y diplomática, si hubieras tenido la dirección desde hace tiempo, en cualquier momento Saturno te hubiera convencido de que se la dieras.

—¿Y cómo lo sabes? ¿Cómo puedes asegurarlo?

Bueno… está bien. En realidad tenía un poco de razón. Se me hubiese hecho muy difícil mantener el secreto de la dirección porque yo odiaba a Hagato. Presentía que le daba mala vida a mi amiga Lucy y eso no lo soportaba. Además Saturno era de lo más violento (y un buen guerrero de Kendo).

Entonces Marina sacó tres cartas que Lucy le había enviado. Una era para mí, donde me pedía perdón por adelantado o atrasado, que se yo. Mencionaba lo mismo que me había dicho Marina, y como para que la perdonara la pelirroja me "halagó" con un: "Sé que se lo hubieras confesado a mi hermano, como buena reina diplomática que eres".

Ah mira, que manera de consentirme… recordándome que pude haber sido la reina de un planeta donde ya nadie se acordaba de nosotras.

La mesera se nos quedaba viendo con curiosidad, como creyendo que "las novias" se habían vuelto a pelear.

Pero nunca pude dejar de sentir dolor por la falta de confianza que me tuvieron. Yo soy bien celosa, sinceramente. Ya una vez a Paris le hice una escenita de celos afuera de una cueva donde Nova se hizo pasar por una bella aldeana. La verdad sí, soy muy celosa y me dieron muchas ganas de aventar a Paris al precipicio.

Yo quería aventar a Marina en uno. A partir de ahí, me enfrié más. No le dije nada a Saturno por puro orgullo, aunque me moría de ganas por hacerlo.

Llegó el día de la graduación, y sinceramente Marina y yo lloramos mucho, al igual que los cientos de alumnos.

En serio que uno cuando es adolescente es bastante dramático. Pero una despedida siempre duele a cualquier edad. Así que, nuevamente, volveré a omitir el vacío que nos causó. Aún no era tiempo de que Lucy regresara.

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6

Marina entró a estudiar, obviamente, a Administración de Empresas. Desde la cuna ella ya era consciente de la tremenda compañía que heredaría. Yo entré a estudiar Medicina.

¿Y qué fue de mi amiga Lucy?

Mi amiga tarde se dio cuenta de que Hagato no era, ni sería nunca Lantis. El idiota comenzó a portarse extraño a lo meses de habérsela llevado a China, y a extraño me refiero dejar de sostener económicamente la casa, tratarla como sirvienta, buscar a prostitutas en vez de refugiarse en el cariño de la pelirroja.

Lucy siempre fue y será buena ama de casa. Su corazón noble no tiene límites. Con los animales, con sus amigas, con sus familiares… con extraterrestres.

Incluso aunque yo quería creer que tenía razones para guardarle rencor por no haber confiado en mí cuando se fue de Japón, jamás pude dejar de quererla.

Siempre la amé, e inmortalicé la ternura que me daban sus dientes blancos y pequeños, su sonrisa de duende travieso, sus ojos marrones y centellantes, su cabello rojo, largo e indomable… Su semblante de Pilar amoroso.

Dios mío… como quema la nostalgia cuando uno ya esta viejo, cuando sabemos que el pasado jamás regresa…

Aún la veo corriendo por Céfiro, buscando ansiosa el mineral escudo…

—"Vamos Marina y Anaís… ¡tenemos que salvar este mundo!"…

Me duele cada vez que la vista me hace jugadas, y todavía me la imagino de 14 años brincoteando aquí y allá…

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7

Cuando Lucy regresó, Marina y yo ya estábamos a mitad del primer semestre de la universidad, y seguíamos algo enojadas.

En ese entonces no había Internet, así que el teléfono era la única salvación a la amistad que ya se estaba rompiendo. Curiosamente, siempre le guardé más resentimiento a Marina que a Lucy.

Total que fue una felicidad infinita cuando la pelirroja enana regresó.

Sin pensarlo Marina y yo fuimos a la casa de los Shidou, y… ahí estaba… era ella.

Me sorprendió verla un poco más alta, tenía mejor semblante. Seguía usando su trenza, pero se había depilado las cejas y traía las uñas largas y pintadas al igual que Marina, cuyas manos nunca estuvieron desprovistas de esmalte, anillo y pulsera. La 'peliazul' nunca dejó de usar sus joyas, así como tampoco dejó de usar el mismo peinado, estuviera el flequillo o no de moda. Yo en cambio opté por dejarme crecer el cabello, en ese entonces me llegaba a mitad de la espalda y a Lucy le sorprendió mucho. Mi amiga, como lo prometió, había regresado un poco mejor de ánimos, aunque había dejado el Kendo.

Nosotras tres llorábamos de felicidad, nos secamos las lágrimas y mocos una y otra vez. Saturno traía una cara de pocos amigos, pero no por la reconciliación sino por el coraje que le tenía a la hermana. Que machistas son a veces los hombres.

Lucy no le aguantó mucho, ni a él ni a Maciel ni Kameo. Por eso a los siguientes meses se volvió a marchar a China a estudiar la carrera de Doctora Veterinaria.

La segunda despedida de las Guerreras Mágicas si volvió a lastimar, pero las tres estábamos tejiendo ya nuestro destino muy aparte. No íbamos a dejar la universidad por estar pegadas todo el día. Así que decidimos que al año mínimo nos miraríamos cuatro veces.

¿Y Céfiro? Ya mejor ni hablábamos de eso. Céfiro estaba en el aire, en el ambiente. En lo más profundo de nuestros corazones. Y así lo preferíamos, invisible y mudo.

Las tres habemos de admitir algo: Nunca, de los nunca, olvidamos a nuestros amigos lejanos. Siempre guardamos un recuerdo bonito del Príncipe, del espadachín mágico y de los dos magos.

Y me di cuenta de algo. Durante mucho tiempo no quise que creciéramos, porque Céfiro estaba atorado en mi infancia y adolescencia, y entre más creciera, más lejos me sentía de Céfiro y Paris.

Todos los hombres que pasaron por nuestras camas, que nos besaron, que nos hicieron el amor… todos los hombres que amamos, engañamos o nos traicionaron, fueron comparados una y otra vez con aquellos hombres que nos robaron el corazón de niñas.

Estúpido e injusto. Pero cierto. Solo quien ha tenido un encuentro tan cercano con la magia, un encuentro con el amor puro, pasional y adolescente, quien ha viajado a otro mundo extraterrestre, quien ha conocido a personas tan hermosas como las de Céfiro, jamás lo olvida. Al contrario, se añorará por siempre el regreso.

Como dije, Lucy no le aguantó mucho a la idea de volver a estar bajo el mando no de un solo hombre, sino de tres.

Como a los 19 años nos despedimos por segunda vez, ahora como adultas y mujeres universitarias, y juramos seguir reuniéndonos, más cuando Lucy viniera de visita a Japón.

Pero no lo hicimos. Nos fuimos alejando cada vez más; la estresante vida universitaria, las aventuras amorosas, los nuevos amigos… todo nos fue absorbiendo y separando.

Llegó el punto en que nos hacíamos cortas llamadas para felicitarnos los cumpleaños.

Ya después ni eso. En serio. Y así fue pasando el tiempo…

Cuando tenía unos 24 o 25 años, pooor fin mi hermana y cuñado se largaron de la casa. Para en ese entonces, yo estaba más amargada que Lourdes. Después de su partida, me decidí a confesarle a mi padre la forma en que durante muchos años me acosó sutilmente mi cuñado.

Resulta ser que el señor ya lo sabía. Desde un principio. Y tampoco quería escándalos.

No me quedó de otra más que indignarme, y al día siguiente me levanté de madrugada a hacer mis maletas. Ya era una mujer, podía estudiar y trabajar al mismo tiempo. Además recibía la ayuda de mis tíos que también eran médicos. Y entonces recordé que los Shidou tenían un cuarto en renta.

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8

El primero en recibirme fue Kameo. Me preguntó que qué era lo que me pasaba, y medianamente le confesé algunas cosas. Cabe destacar que nos hicimos muy amigos desde ese momento. Tenía un humor dicharachero que me encantaba. Era el más parecido a Lucy. Atlético y pelirrojo. Me daba risa porque siempre traía pantalones cortos, y sobresalían sus vellos rojos cobrizo. Lo quise mucho, sinceramente, pero yo no tenía aún cabeza para confiar en los hombres, ni él para entablar una relación seria.

Por la hipocresía de mis padres yo mandé al demonio todo lo aprendido en la iglesia. Así que dejé que Kameo fuera seduciéndome poco a poco.

—Oye Anaís —me dijo la noche en que perdí mi virginidad— dicen que tú eras buena para las matemáticas ¿podrás ayudarme con esta tarea de la universidad?

—Claro. —Me llevó a su habitación, y rápido me di cuenta que la tarea la podía hacer un niño de primaria. Pero no quise salir del cuarto. Y no salí hasta el día siguiente.

Bastaron unas cuantas semanas para que yo le permitiera que todas las noches, después de la cena y a escondidas de los otros dos hermanos, pasara a mi habitación y me enseñara lo que bien sabía hacer. Dormíamos un poco y luego, por la madrugada, él regresaba a su cuarto.

Era muy pasional, y sobre todo siempre fue un caballero conmigo. Le fascinaba pasar horas acariciándome el largo cabello rubio, y fue precisamente él quien me sugirió que dejara de usar anteojos y me comprara unos lentes de contacto.

Yo les preparaba la cena contenta a los Shidou, y he de admitir que fue un año y medio muy feliz, en un calor de hogar que supongo a veces Lucy extrañaba. Saturno y Maciel se hacían de la vista gorda cuando me metía a mi habitación a "dormir", y a los minutos me alcanzaba Kameo. Ah mira, así que ellos se permitían las libertades que a su hermana siempre le quisieron prohibir.

Una vez Lourdes fue a buscarme a la casa de los Shidou. No sabía a ciencia cierta qué diablos quería, pero la recibí. Quien le abrió la puerta fue Saturno, y desde lejos vi la escena…

—Tu debes ser… ¿Saturno? —dijo ella nerviosa, con una sonrisa delicada.

Él se le quedó viendo, como miran los hombres cuando suponen que han encontrado el amor.

—Si. Y tú Lourdes, ¿no?

Qué tonta había sido mi hermana. Él aún sonriendo, absorto por la belleza rubia que lo acababa de cautivar, fue bajando poco a poco la mirada hasta reparar en el vientre abultado que ya se notaba en Lourdes. Esperaba el segundo hijo del canalla aquel de mi cuñado.

Saturno frunció el ceño, como reprobándose por haberse fijado y excitado en una mujer embaraza, y peor aún, casada. Con tristeza la llevó hasta la sala donde yo ya la esperaba, y se despidió de mi hermana para nunca más volver a verla.

La recibí de una manera áspera, grosera y antipática, pero a ella se le veía triste y arrepentida. Fue uno de los días más difíciles de mi vida, y por el segundo bebé que ya traía en su vientre le prometí que haría lo posible por mejorar la desmadrada relación que tenía con mis papás y precisamente con ella.

Justo ese mismo día, llamó Lucy tras semanas de no hacerlo. Los tres hermanos parecían changos de felicidad alrededor del teléfono.

—¡Lucy… Lucy! —le grité emocionada por teléfono.

—¡Oh Anaís, no sabes cuánto las extraño!

Y duramos dos horas hablando. Resulta que allá en China a la enana le estaba yendo muy bien, y ya era de las meras fregonas del Bosque y Zoológico de Hong Kong. Mi amiga querida, yo sabía que su amor por los animales la haría prosperar. Andaba metida en la Greenpeace, y era activista ambientalista a morir.

—Lucy, ¿y cuando piensas regresar a Japón? Hace tiempo que no nos juntamos las tres. A Marina le escribo, pero no siempre puede leer o contestar porque viaja mucho, y cuando lo hace, soy yo la que después no tiene tiempo de escribir.

—Lo sé, creo que anda en Europa, que lástima que ni siquiera por Internet tengamos oportunidad de hablar.

—Tienes razón, pero no me has dicho, ¿Cuándo piensas regresar a vivir a Japón?

Lucy guardó silencio por unos segundos. Ella no quería volver a Tokio.

Marina, mi amiga corajuda y malcriada también había prosperado mucho. A decir verdad, ella ya estaba destinada a prosperar desde antes de nacer. Casi no pasaba el tiempo en Tokio, se la llevaba viajando y cerrando negocios. Cuando quería llamarla siempre me contestaba una secretaria y ni al caso de ponerme a platicar con ella.

Sabía más de Marina por la página de Sociales en los periódicos, o las revistas de la gente más VIP de Japón.

Elegante, preciosa, sublime. Los años le sentaron muy bien y su glamour la llevó incluso a imponer moda. La miraba en las fotografías siempre rodeada de gente muy importante y acorbatada.

Cuando leía el periódico en el hospital, y le decía a mis compañeras "mira, ella es Marina Ryuusaki, era mi mejor amiga en la preparatoria", absolutamente nadie me creía y hasta se burlaban de mí.

Un domingo por la mañana cuando tomaba leche en el patio de los Shidou y oía divertida cómo Saturno regañaba a uno de sus dos hermanos, supe que Marina no andaba bien…

El pie de la foto en la sección de Sociales mencionaba una firma importante entre la compañía Ryuusaki & Co. y otra más, que ni me acuerdo de qué era. El hombre con el que firmaba el tratado era IDÉNTICO al mago que nos había guiado hasta la batalla contra Zagato. El más perfecto clon de Clef en la Tierra.

Tan así era el parecido, que torrentes de recuerdos me vinieron encima, el corazón comenzó a latirme con violencia y las piernas me temblaron.

Pero no era Clef. Lo comprobé en sus tímidos ojos que eran exactos a los del ojiverde Ascot.

Vaya, así que mi Marina había encontrado al hombre ideal que encajaba a sus expectativas. Solté un hondísimo suspiro y luego me dieron ganas de echarme a reír de gusto por ella.

Seguí leyendo la página y viendo las fotografías, hasta que caí en cuenta de algo. Pese a que Marina se miraba muy bien, tenía un semblante sobrio. En otra fotografía, a su lado, estaba el hombre "Clef-Ascot", y a lado de éste su esposa. Era casado.

Mi amiga estaba sufriendo, estaban jugando con ella, el corazón me lo dijo. Le escribí pero el correo me botó el mensaje. Quise llamarla, claro no para regañarla, no quería seguir siendo la 'reina diplomática'. Además mi moral andaba por los suelos. Quise llamarla porque el corazón me lanzaba latidos de advertencia. Era la misma advertencia que sentían Lucy o/y Marina cuando yo no andaba bien.

El problema es que nunca daba con Marina, me contestaban como tres secretarias diferentes. En la mansión Ryuusaki, su elegante madre solo me decía que su hija andaba en Francia cerrando negocios, "o talvez Alemania, no recuerdo". Lo que sí me aclaró la mujer, es que Lucy también la andaba buscando.

Sin embargo, fui olvidando poco a poco el asunto, más que nada porque siempre la miraba en el periódico o revistas rodeada de sus amigas, y recordé que ella en el pasado no quiso mi amistad.

En su sofisticada página de Internet se le veía normal, incluso más próspera que nunca, y quise creer que aquello que pensé solo había sido una tontería.

Además, hubo otro asunto que me robó la atención: Kameo. Tenía tres semanas que ya no pasaba a mi cuarto. Saturno parecía querer decirme algo, y Maciel apenado mejor ni me hablaba.

Supe la respuesta cuando descubrí a Kameo una noche, al final de una clase de Kendo, besándose con una de sus más bellas alumnas. Así que sin más, al día siguiente, llené otra vez mis mismas tristes maletas y me mudé al departamento de mi amiga de aquel entonces. Le di las gracias a Saturno por un año y medio de caluroso amor hogareño, y nunca más me volví a parar en la casa Shidou.

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9

Cómo fue posible que dejáramos que la vida estresante nos consumiera tanto, al grado de ya no saber una de la otra.

Aún no me explico cómo fue posible que pasaran 5 años sin vernos; y entre esos 5, durante dos años enteros no nos llamamos, ni nos escribimos ni pensamos una en la otra.

El hospital me absorbió con nuevos casos. Lucy se entregó a curar a sus animales salvajes, a salvar el planeta de la contaminación y atender a un novio veterinario que tenía en ese entonces, y que nunca supe cómo se llamó. Marina seguía cerrando negocios, haciendo crecer cada vez más a Ryuusaki & Co.

Me duele recordar ahora el tiempo perdido. Los días, meses, años que no disfrutamos una de la otra, y que cuando llegó el momento de la despedida final, lo lamentamos al grado de llorar durante horas enteras.

Como lo dije anteriormente, quema la nostalgia cuando dejamos varios huecos en el pasado. Ahora de vieja, trato de tachonar esos huecos de soledad con fantasías e ilusiones inexistentes.

Pero muchas de estas ilusiones falsas provienen de Céfiro… de batallas antiguas, príncipes, espadachines y magos; de historias ficticias exageradamente románticas… y al despertar, todo me resulta más doloroso.

He de admitir que después de rebasar los 30 años, me dediqué a tener novios ocasionales. Por más que lo deseaba, no podía enamorarme, y cuando lo lograba, el amor me duraba solo seis meses a lo mucho. Lo mismo ocurría, sin saberlo, con Lucy y Marina, ésta última tenía la debilidad de contratar guardaespaldas de cabellos lilas y ojos azules; o si no tímidos, de ojos verdes y castaños.

Y la vida me dio un giro de 360°, cuando yo también probé la debilidad. Al hospital donde trabajaba llegaron cuatro chicos practicantes de Medicina. Entre estos Fujio. De fuertes brazos morenos y cabellos verdes…

Continuará...


Oh Dios, se suponía que ésto era un one-shot !... Pero me extendí más de la cuentaaaaa. En breve subo la continuación. Regresan a Céfiro? tal vez, aunque lo más seguro es que no.

Aclaro que la historia es totalmente ficticia, y muy poco tiene que ver con mi realidad, lo digo por eso de que no vayan a pensar que mi familia o mi mamá es como la señora Hououji, dios me libre !, jajajaa...

Gracias por leer.