Fuji odia el silencio, siempre lo ha hecho, siempre lo hará. Es la sensación de poder escuchar todo, pero no oír nada. La desesperación de sentir el vació al oído.

No estaba realmente seguro de cuando lo había notado, pero su casa carecía de todo sonido, su hermana rara vez estaba allí, Yuuta ya casi no los visitaba y su madre era demasiado calma como para alborotar más de un cuarto a la vez.

Su vida le resultaba mejor cuando se rodeaba de ruido, fuera en medio de un juego, o en alguna calle poblada, todo lugar era bueno para oír.

Aunque, claro, su afición a estos ámbitos no solo lograba aumentar la cantidad de gente que lo encontraba extraño y darle más motivos a aquellos que ya lo hacían anteriormente. Eso no iba a matarlo, ni causarle ninguna otra cosa.

Pero de alguna forma estaba convencido de que el silencio si lo haría. Muchas veces encontraba su mente en blanco, siendo hasta incapaz de percibir sus propios pensamientos y aunque suene un tanto hiperbólico, en otros momentos se sentía rodeado por tanta quietud que ya se imaginaba muerto.

Por suerte para él, su mejor amigo nunca lo dejaría caer tan bajo en su silenciosa depresión.

Fuji dejó sonar su teléfono celular hasta la mitad de la canción para, así, inundar el ambiente con la música, antes de finalmente contestar la llamada de quién más necesitaba en ese momento.

"Nya! Fujiko! Estás solo de nuevo? Se escucha todo muy quieto…mamá dijo que nuestra casa tiene ruidos para donarte!" – escuchó la sonora y contagiosa risa del pelirrojo y no puedo evitar ensanchar su habitual sonrisa – Te esperamos! Nya-

No fue hasta que encontrarse ya enfrente de la residencia de los Kikumaru, que su mente pareció revivir y recobrar sus pensamientos, asi tanto como su persona se reencontró con su ánimo.

Todo lo que resonaba en su cabeza era agradecerle a los dueños de casa por su ruidosa descendencia.


Tan feo que quieren golpearme? Un review con sus insultos será bienvenido! (:

Son míos siete Sharpies y una cartuchera muy extraña, pero POT. Lamentablemente, claro.