"Para sellar el acuerdo que pondría a Taisho Motors a la cabeza del mundo del automóvil, Inuyasha Taisho haría lo que tuviese que hacer… Incluso seducir a la guapa abogada Kagome Higurashi, de la empresa rival. Haría que la reina de hielo se derritiera antes de que la tinta con la que habían firmado el acuerdo se secara.
Inuyasha no estaba preparado para una tigresa vestida de Chanel… Y ninguno de los dos estaba acostumbrado a dar su brazo a torcer.
Pero todo eso daba igual, porque una parte de aquel trato no era negociable: Kagome sería suya de una manera o de otra".
El edificio de cinco plantas en el que estaban situadas las oficinas de Taisho Motors era lujoso y elegante, combinando lo mejor de la arquitectura italiana con el diseño moderno más atrevido. Ocurría lo mismo en la ultramoderna fábrica, situada a su lado, donde pronto empezaría a ser producido el coche más rápido y más caro del mundo.
El único problema era el nombre del coche. Los ingenieros de Taisho Motors habían revisado el modelo más clásico y más famoso de su producción, un deportivo de 1969 que había revolucionado al mundo del motor y había hecho millonario a Inukotsu Taisho; y ahora, cuarenta años después, querían volver a fabricar el Higurashi Roadster, el coche que llevaba el nombre del segundo piloto de fórmula 1 de la escudería.
Sesshomaru, Inuyasha y Miroku, la última generación de los Taisho, no habían pensado que eso pudiera ser un problema hasta que enviaron un comunicado de prensa anunciando la próxima fabricación del nuevo modelo… y de inmediato recibieron una demanda de Higurashi, S.A.
Kaoru Higurashi había creado su propia empresa cuando dejó Taisho Motors. Kaoru, además de un gran piloto, era un genio de la ingeniería automovilística, pero con el paso de los años, Higurashi, S. A. había dejado de ser una empresa puntera en la industria. De modo que, en opinión de Inuyasha, deberían alegrarse de que su nombre volviera a estar en boca de los aficionados al motor de todo el mundo.
El único problema era que, como todo lo que había tocado el abuelo de Inuyasha, Inukotsu Taisho, siempre conseguía enfadar a la familia Higurashi.
- ¿Te habías preguntado alguna vez si el abuelo tendría mala suerte con todas las mujeres? –Le preguntó un día a Sesshomaru, su hermano.
Sesshomaru era el presidente de Taisho Motors. Tenía que ser el presidente porque siempre había sido un mandón, incluso cuando eran niños.
- Sí, lo he pensado alguna vez. Pero fuera cual fuera su problema, nos dejó como herencia un serio problema, ¿no te parece?
- Y a ti te gusta el reto de solucionar problemas, cuanto más complicados mejor –Rió Inuyasha.
Sesshomaru era uno de esos hombres que vivían para trabajar. Llevar Taisho Motors a lo más alto no era tarea fácil, pero el desafío de aquella nueva pelea con la familia Higurashi no disgustaría a su hermano, ni a él.
- Necesitamos los derechos legales para usar el nombre de Higurashi Roadster.
- Lo sé. ¿Quién firmaría un contrato por el que después de veinte años sin fabricar ese modelo perderíamos los derechos?
- Papá –Contestó Sesshomaru.
Su padre era un hombre maravilloso, pero en lo referente a los negocios, Inu No Taisho era un completo desastre. Y por eso, él y sus hermanos habían sido los parientes pobres de la familia Taisho.
- Bueno, yo tengo una reunión con la abogada de la familia Higurashi –Inuyasha cerró el informe que había estado estudiando.
La abogada era Kagome Higurashi. Y, por las fotografías que había visto en el informe, era una persona inteligente, con una belleza y una elegancia innatas que reflejaban su ascendencia Italojaponés.
- Estupendo –Suspiró Sesshomaru- Con Miroku enamorado de Sango, me temo que nuestra suerte podría estar cambiando y no quiero que nada comprometa la producción del nuevo modelo.
Que su hermano se hubiera enamorado de la nieta de la mujer que lanzó la maldición no iba a cambiar su suerte. Inuyasha no creía en la suerte.
La primera novia de su abuelo, Irasue Festa, maldijo a Inukotsu cuando éste decidió casarse con la hermana de Kaoru Higurashi. Pero Sango, la nieta de Irasue, decía haber encontrado la manera de romperla.
La maldición decía que ningún hombre de la familia Taisho sería afortunado en los negocios y en el amor y, desde luego, el padre de Inuyasha no había tenido cabeza para los negocios; de ahí el embrollo en el que se encontraban con la empresa Higurashi.
Pero Inu No Taisho se había enamorado locamente de Izayoi y era muy feliz desde entonces.
Inuyasha y sus hermanos sabían desde pequeños que podrían ser ricos o estar felizmente enamorados. Y, siendo chicos prácticos, habían hecho un juramento años atrás para no estropear las cosas como había hecho su padre. Eso significaba que tendrían éxito en los negocios y no se arriesgarían a enamorarse y perderlo todo.
Pero la determinación y el deseo de triunfar eran mucho más importantes que la suerte o que cualquier maldición, pensaba Inuyasha. Eso y su negativa de aceptar la derrota. Y, desde luego no iba a dejar que Kagome Higurashi le ganase aquella batalla.
- Ningún problema. La familia Higurashi firmará el acuerdo, ya lo verás.
Sesshomaru se pasó una mano por el cuello.
- Ya sé que no tengo que decírtelo, pero no podré relajarme hasta que lo tenga delante. Hay que hacer lo que sea para conseguirlo.
Inuyasha levantó una ceja, sorprendido. Fuera lo que fuera lo que su hermano estaba pensando, debía sobrepasar los límites de la ética profesional. Y, aunque alguna vez habían considerado hacer las cosas en esa zona gris, nunca llegaron a hacerlo.
Entre su determinación, el talento de Miroku para las carreras y los naturales dotes de mando de Sesshomaru, los hermanos Taisho no necesitaban salirse de la legalidad para conseguir lo que querían.
- ¿Sigues preocupado por las filtraciones?
- Sí, claro.
El año anterior, cuando sus mayores rivales ESP Motors, anunciaron la creación de un motor que era exactamente el mismo en el que ellos llevaban seis meses trabajando, habían descubierto que alguien vendía información a la competencia.
- Creo que podemos descubrir al espía sin hacer nada ilegal.
- ¡Inuyasha! No iba a pedirte que hicieras nada ilegal. Además, tengo una pista sobre quien puede ser el espía.
- ¿Entonces que ibas a decirme?
Sesshomaru se echó hacia adelante, los dos brazos reposando sobre el escritorio de nogal.
- Usa los medios que sean necesarios. Si tienes que seducirla, hazlo. Las mujeres no pueden resistirse ante un seductor.
- Me temo que es ese tipo de comentario la razón por la que sigues soltero.
Su hermano era un hombre de negocios, un líder natural, pero en lo que se refería a las mujeres… Sesshomaru no confiaba en ellas y las trataba como si fueran objetos intercambiables. Lo sabía por Kagura, la mujer a la que Sesshomaru había amado y perdido.
En ese momento sonó un golpecito en la puerta y Sesshomaru levantó la cabeza. Era su secretaria, Rin.
- Siento interrumpir, señor Taisho, pero la abogada de la familia Higurashi está aquí para ver a su hermano.
- Gracias, Rin. Por favor, llévala a la sala de juntas y ofrécele un refresco.
Cuando Rin salió del despacho, Sesshomaru se quedó mirándola e Inuyasha se preguntó si su hermano mayor era tan inmune a las mujeres como decía ser.
- Después del compromiso de Miroku y Sango, podría no ser un cambio en nuestra suerte en los negocios, solo en el amor.
Sesshomaru sacudió la cabeza.
- Para ti quizá, pero no para mí. Creo que he heredado la mala suerte del abuelo con las mujeres.
Riendo, Inuyasha le dio un golpecito en la espalda.
- Yo no tengo esa mala suerte. De modo que la señorita Kagome Higurashi –Murmuró tomando el informe- no sabe a lo que se enfrenta.
- Ve por ella, tigre.
Kagome Higurashi lo sabía todo acerca de la familia Taisho porque sus primeros recuerdos eran de su abuelo y su padre haciendo planes para arruinar a Inukotsu Taisho, que había sido, como su abuelo, un legendario piloto de fórmula 1.
Y ahora que estaba en la guarida del león, en el sitio que su abuelo había jurado que ningún Higurashi pisaría nunca. Pero, aunque fuese un infierno para ella, debía reconocer que la sala de juntas era muy agradable.
Frente a ella había un estantería llena de trofeos de Fórmula 1 ganados por los Taisho, incluyendo los de su abuelo. En otra de las paredes, fotografías de los Taisho y sus coches. Todos eran hombres muy atractivos, con cierto aire aventurero.
Su abuelo, Kaoru, siempre se había sentido orgulloso de que el mejor coche de los Taisho llevara su nombre. Pero, por supuesto, cuando Inukotsu rompió el corazón de su hermana, negándole además su derecho a la parte de la fortuna que le correspondía, Kaoru hizo todo lo posible para que los Taisho no pudieran volver a usar su nombre.
El hijo de Inukotsu, Inu No, había perdido los derechos del nombre en los años ochenta y, desde entonces, Taisho Motors, prácticamente se había hundido. Pero recientemente, bajo el mando de Sesshomaru, Inuyasha y Miroku, la compañía empezaba a resurgir y estaban a punto de sorprender al mundo del motor.
Y esa era la razón por la que Kagome estaba allí; para asegurarse de que lo hicieran sin utilizar el nombre de su familia.
Nerviosa, paseó por la sala de juntas, sabiendo que Inuyasha la hacía esperar a propósito. Su reunión debería haber empezado cinco minutos antes.
Una de las cosas que más la sacaban de quicio era la impuntualidad; era una falta de respeto. Pero cuando Inuyasha llegase le dejaría bien claro que con ella no se jugaba.
- Hola, señorita Higurashi. Siento haberla hecho esperar.
Kagome se dio la vuelta. Inuyasha Taisho, con el pelo oscuro, lacio y clásicas facciones romanas, era un hombre impresionante. Pero no era eso lo que llamó su atención, sino la inteligencia y el sentido del humor que había en sus ojos. Era un hombre que la hacía contener el aliento… y ella no era así.
Pero cuando iba a estrechar su mano se dio cuenta de que llevaba demasiado tiempo haciendo negocios con norteamericanos. Había olvidado que los italianos siempre saludaban con un beso en la mejilla, y ellos tenían ascendencia italiana.
Pero el aroma de su colonia era embriagador y, al sentir el roce de sus labios, tuvo que tragar saliva, como si fuera su primera vez en una sala de juntas, su primera reunión de trabajo.
Todo por una cara bonita, pensó, enfadada consigo misma y contenta de que su hermana Kykio no estuviera allí para verlo.
Al ver un brillo de burla en los ojos de Inuyasha se dio cuenta de que su nerviosismo no le había pasado desapercibido y se obligó a si misma a besarlo en la mejilla.
- Sólo tengo veinte minutos para hablar con usted, señor Taisho.
- Ah, entonces será mejor que hablemos muy rápido –bromeó él.
Kagome tuvo que hacer un esfuerzo para mantenerse seria. Se daba cuenta de que era un hombre encantador. No estaba intentando seducirla, sencillamente era así.
Aunque ella era una persona seria. Siempre había sido la más responsable de las dos hermanas, con la que su padre y su abuelo podrían contar para todo.
- En realidad, no veo ninguna razón para esta reunión. Como usted sabe Taisho Motors renunció a sus derechos sobre el nombre del modelo Higurashi por un contrato que no se renovó. Y, en este momento, no estamos inclinados a cambiar de opinión.
- Pero aún no le he dicho lo que estamos dispuestos a ofrecerle.
- No hace falta. No tienen ustedes nada que interese a la familia Higurashi –Respondió Kagome.
Aunque sí estaba interesada. Incluso su padre pensaba que los Taisho no acudirían a la mesa de negociaciones sin estar dispuestos a ofrecer una compensación sustanciosa. Y lo que él quería era el cincuenta por ciento de los beneficios de Taisho Motors. Pero, para ser honesta, Kagome estaba segura de que ellos no lo aceptarían nunca, de modo que aquella reunión era una pérdida de tiempo.
Sin embargo, estaba allí porque su padre se lo había pedido.
Ése era el problema de una disputa familiar como aquella, pensó; que nunca habría un ganador, daba igual el trato que Inuyasha y ella negociasen.
- ¿Está segura? Todo el mundo quiere algo.
- Y si no se consigue, acaba siendo muy frustrante.
- Sí, es verdad. Pero yo le ofrezco lo que quiera.
- ¿Lo que quiera, señor Taisho?
- Sí, Kagome –Dijo él, tuteándola- Pero quiero pedirte algo antes de que sigamos con las negociaciones.
Le gustó como pronunciaba su nombre. Los norteamericanos con los que estaba acostumbrada a negociar, no sabían dónde poner el acento, pero Inuyasha sí.
- ¿Qué es?
- Debes dejar de llamarme "Señor Taisho". Soy Inuyasha para mis socios e Inu para mis amigos.
- Muy bien, Inuyasha.
Él rió y Kagome se encontró sonriendo. Le gustaba aquel nombre, aunque no había esperado que fuera así. Sabía de él que normalmente lograba lo que quería, pero también lo hacía ella. Había esperado que fuera como los demás hombres y se alegraba de que no fuera así. Aunque debía recordar que estaba siendo encantador por una sola razón: quería algo de ella y no pensaba aceptar una negativa.
Inuyasha no conocía a ninguna mujer a la que no pudiera seducir, pero raras veces conocía a una que lo cegase con su sonrisa. Intentaba concentrarse en lo que lo había llevado allí, pero no podía dejar de pensar en lo suave que era su piel cuando la besó en la mejilla.
Y cada vez que hablaba sentía una especie de cosquilleo por la espalda, que era lo que, sin duda, ella pretendía.
Pero había sabido desde que pidió aquella reunión que las relaciones con la familia Higurashi no iban a ser fáciles.
La investigación que había hecho sobre Kagome Higurashi lo había ayudado a formar una opinión y sabía que no iba a ser fácil convencerla solo a base de encanto.
Y lo de seducirla, como Sesshomaru había sugerido, tampoco iba a funcionar. Ella era demasiado lista y lo vigilaba de cerca.
- Siéntate, Kagome. Vamos a ver si encontramos algo que la familia Higurashi acepte a cambio de dejarnos usar el nombre que tu abuelo hizo famoso.
Ella pasó a su lado, su aroma limpio y refrescante, y cuando se sentó a la cabecera de la mesa Inuyasha tuvo que morderse la lengua para no soltar una carcajada. Era evidente que aquella chica estaba acostumbrada a llevar el control.
Evidentemente, no le gustaba dejar que nadie le dijera que tenía que hacer, pero sentarse en la cabecera de la mesa no le daba más poder. El poder emanaba de la persona que lo ejercía.
Y sospechaba que Kagome también sabía eso. Debía aprenderlo de su abuelo. Kaoru Higurashi era un orgulloso piloto de Fórmula 1 que, además, diseñaba motores y que, al final de su vida, hacía cualquier cosa que pudiera disgustar a Inukotsu Taisho, el hombre que una vez había sido su amigo y compañero en el circuito de Fórmula 1.
- La verdad es que sí queremos algo de Taisho Motors –Dijo ella entonces.
- Sí, claro. Y yo estoy aquí para que los dos consigamos lo que queremos.
- Muy bien.
- ¿Va a decirme cuáles son sus condiciones?
- Higurashi S. A. quiere el cincuenta por ciento de los beneficios de todas las operaciones de Taisho Motors y el setenta por ciento de los que consigan con el nuevo modelo… Si lleva nuestro nombre. Y también queremos el derecho de cambiar la imagen de la marca.
Inuyasha sacudió la cabeza.
- He dicho que íbamos a negociar, no a regalar todo aquello por lo que mis hermanos y yo hemos trabajado tanto.
- ¿Qué nos ofrece entonces?
- Estamos dispuestos a ofrecer un tanto por ciento de los beneficios anuales del modelo Higurashi y un puesto en nuestro consejo de administración.
- Sei pazzo?
- No, no estoy loco, a nosotros nos parece una oferta muy generosa.
Ella negó con la cabeza.
- Sí, claro, porque están acostumbrados a tener todas las cartas en la mano. Pero en este caso, tú sabes que no es así.
- ¿No?
- Si no llegamos a un acuerdo para que usen el nombre de Higurashi, no podrán vender el nuevo modelo.
- Claro que podemos. Solo tendremos que ponerle otro nombre, algo que estamos dispuestos a hacer si fuera necesario –Dijo Inuyasha.
Y no estaba mintiendo, era un coche del que empezaba a hablar todo el mundo y el objetivo era recuperar la magia que el abuelo había encontrado cuando creó Taisho Motors.
- Entonces sugiero que cambies también el diseño.
- ¿Por qué?
- Como sabes, no puedes usar ni el nombre ni cualquier parecido en diseño con el original Higurashi Roadster.
Kagome se levantó para tomar su maletín de piel e Inuyasha supo que aquella mujer no iba a ser una rival fácil. Y eso lo excitaba.
- Solo estamos conversando. No hay necesidad de levantarse todavía.
Ella negó con la cabeza, su precioso pelo negro moviéndose alrededor de los hombros del conservador traje de Chanel que acentuaba sus curvas.
- ¿Estás dispuesto a aceptar mis condiciones?
- No, no lo estoy. Podemos hablar de un pequeño pocentaje de beneficios, pero no del cincuenta por ciento.
- Entonces, me temo que la reunión ha terminado.
- ¿Y por qué has venido? Tú sabías que no aceptaríamos esa barbaridad.
- Tú pediste esta reunión, Inuyasha. A nadie en el consejo de administración de Higurashi le importa un bledo Taisho Motors. Prefieren que el nombre de mi abuelo se pierda para siempre antes que darles la licencia para que puedan usarlo.
Inuyasha se arrellanó en la silla, pensativo. No podía seguir mostrándose complaciente y esperar que eso convenciera a la fiera abogada porque no iba a pasar.
Kagome era inteligente y estaba dispuesta a mantenerse firme, de modo que tendría que reevaluar cuál iba a ser su trato con ella.
- ¿Por qué me miras así? –Le preguntó apartándose el pelo de la cara.
- ¿Estaba mirándote?
- Tú sabes que sí.
- Ah, sí, claro. Estaba buscando algún resquicio de tu armadura; intentando imaginar que puedo hacer para que sonrías –Dijo Inuyasha entonces, sabiendo que la sinceridad a veces, resultaba ser una herramienta poderosa porque muchos de sus oponentes no sabían lo que era eso.
- Lo siento, pero mi armadura está bien soldada.
Él soltó una carcajada. Sí, le gustaba aquella mujer. Si no fuera una Higurashi incluso la invitaría a salir, pero sabía que su familia y ella tenían mal karma para los Taisho. Y, a pesar de lo que le había dicho antes a Sesshomaru, no quería arriesgarse a que se le pegara la mala suerte de su abuelo con las mujeres.
- Me gusta tu risa –Dijo Kagome entonces.
- ¿En serio? ¿Por qué?
- No sé, porque te hace parecer más humano.
- Soy humano, Kagome. No lo dudes nunca.
- Tu reputación dice lo contrario.
- ¿Qué dicen de mí? Cuéntamelo.
Kagome se echó un poco hacia adelante, apoyando las manos en la mesa. El movimiento hizo que su blusa se ahuecase un poco e Inuyasha vio por un segundo el nacimiento de sus pechos.
Y se preguntó si debería seguir el consejo de Sesshomaru y seducir a aquella chica… Pero no para conseguir que renegociasen el contrato, sino porque le gustaba.
- Dicen que no tienes compasión en los negocios.
- Yo he oído lo mismo sobre ti –Replicó él.
Y era cierto. Kagome Higurashi era conocida como «la reina de hielo» y los hombres con los que había tenido que negociar hablaban de ella en términos poco halagadores.
- Eso no es verdad.
- ¿Entonces cuál es la verdad? –Preguntó Inuyasha.
- Simplemente, creo que en el amor y en la guerra todo está permitido –Contestó Kagome.
- Yo también.
- Bueno, entonces estamos de acuerdo. Y yo diría que se acaba de declarar la guerra, señor Taisho.
Después de mucho tiempo he regresado!
Bajo un nuevo seudónimo y con una nueva adaptación en el fandom de Inuyasha. Espero que disfruten éste primer capítulo de «Pasión entre enemigos»
