« Los grandes cambios siempre vienen de una fuerte sacudida… Para muchos significa el principio de una nueva era de paz… Para algunos el fin del mundo… Sin embargo… Es el inicio de un nuevo capítulo. »

Era un momento muy especial para todos los habitantes de aquel mundo que había sufrido una muy, muy larga guerra que lo llevó a que una infinidad de soldados dieran sus vidas por la supervivencia de estos para que algún día vivieran en paz, en armonía y libres de guerras. ¿Quién no atesoraría un deseo así? Sin embargo, aquel deseo finalmente había sido cumplido gracias al valiente acto de un pequeño dragón purpura cuyo nombre iba ser recordado por muchas generaciones hasta para los entes más importantes del mundo, los cuales reconstruían sus ciudades, pueblos, aldeas y hogares respectivamente.

¿Y dónde se encontraban los aliados que le sirvieron lealmente al dragón púrpura? Más allá de aquel campo de batalla en la Guarida de Malefor, donde se había desatado la batalla más épica de todos los tiempos, en la orilla de un bosque cerca de un cueva ancha y aparentemente profunda, se encontraban los Guardianes de los Elementos; Terrador, un dragón de tierra de color verde, robusto, alto, de aspecto intimidante pero de buen corazón y sus ojos verdosos reflejaban el alivio que este experimentaba, a su vez que respiraba profundamente agotado. A su lado izquierdo estaba Volteer, un dragón eléctrico de escamas amarillas, como los relámpagos mismos, complexión fuerte pero no tanta como la de su compañero Terrador, y se contenía las ganas de romper a llorar al estar observando el hermoso paisaje que se deleitaba frente a sus ojos amarillos. Y por último, situado en el lado derecho del dragón verde, se hallaba un dragón de hielo llamado Cyril, quién estaba manteniendo su pecho en alto e intentando no expresarse demasiado pero los sentimientos que ocultaba eran demasiado fuertes que no tuvo la fuerza y orgullo suficiente para que una sonrisa sutil se esbozara en su rostro celeste como el hielo, su tamaño era comparable con la de Volteer, pero Terrador le ganaba por una cabeza de altura y su musculatura era más delgada que estos.

¿Y cómo se veía el paisaje? Pues la verdad era complicado de deducir incluso para los que lo estaban viendo. Sin embargo, ellos observaban, no sólo un campo sino, a cientos de campos flotando de un sentido para otro, como si la gravedad nunca hubiese existido, aquellos horizontes, los cuales habían formado parte de la Tierra, eran sólo simples islas que se iban uniéndose a la corteza terrestre, a un ritmo inexistente y exageradamente lento.

Terrador siempre se mantuvo con la esperanza de que un día todo se arreglara, era solamente cuestión de tiempo. Si no lo hubiera hecho así, habría perdido los ánimos de combatir hace mucho tiempo y le hubiese costado ganar la lucha contra el ejército del malévolo Malefor, así como guiar al héroe que lo salvó, a él y a sus seres más cercanos. Escuchaba revoloteos acercándose, para él era imposible no reconocerlos, bufó mientras recuperaba la compostura y se volteó para encontrarse con una libélula dorada con brazos, además de que mostraba una cara de asombro acompañado por una mueca de preocupación.

— Así que por fin te animaste a salir, Sparx —Carcajeó Terrador, mientras que sus compañeros se giraban un poco sus cabezas para ver al nuevo visitante.

— Creí que te quedarías ahí escondido por más tiempo, pequeñín. Lloriqueabas sin cesar cuando oías esas explosiones de afuera —Agregó Cyril girando sus ojos con exageración y burla.

Sparx se había quedado helado. Aquellas palabras le atravesaron su orgullo, o eso consideraba él, como un millón de pequeñas agujas en el pecho, que acabó soltando una risa nerviosa, como si intentara ocultar aquel hecho con una apariencia segura. Él se fue volando con gran velocidad, a su vez de que desprendía múltiples zumbidos con sus cuatro alas, hasta que llegó al costado derecho de Terrador.

— ¿Yo? ¿El fabuloso Sparx? ¡Ni de chiste! —Hacía un gesto de negación con las manos y luego se rascaba la coronilla—. Además, daba luz a cada rincón de la cueva por si uno se le complicaba ver, es mi trabajo como el guia de la cueva —Soltó sonriendo y elevando el pecho con orgullo, como si dar luz a una cueva fuera el trabajo más honorable del mundo.

Sparx causaba cierta irritación a los ojos de Cyril, debido a que este estaba demasiado cerca de la iluminación amarilla que el diminuto insecto liberaba inconscientemente de su cuerpo, así que tuvo que dar unos cuantos pasos hacia atrás, recorriendo las espaldas de aquellos masivos dragones, para que estuviera más cerca del lado izquierdo de Terrador, más o menos a la derecha de donde se encontraba el dragón eléctrico, y el dragón de hielo terminó por liberar un suspiro de resignación al tiempo de que se sentaba para mirar a la libélula con ligero aburrimiento.

— Detrás de una roca, no sé tú pero diste más luz a una piedra que toda una población —le recordó el dragón de hielo con indiferencia, causando pequeñas risas nostálgicas de parte de Volteer.

Sparx se había quedado sin palabras, no tenía nada que decir contra eso, y acabó con doblar un poco su cabeza hacia adelante, en señal de sentirse un inútil y decepcionado consigo mismo.

— Igual no agobies al pequeño Sparx, yo también estaba muerto de miedo, pánico, casi sentía mi corazón salir por un momento y llegué a pensar que era nuestro final y que poco hice en este inmenso mundo… ¡Oh por los Ancestros! ¡Y sigo vivo! Tenemos nuevas oportunidad, ¿qué haremos primero? O ¿yo que haré? Tengo tanto por hacer y tan poco tiempo, pero sé que todo estará en paz, porque…

— ¡CÁLLATE VOLTEER, NO ARRUINES EL MOMENTO! —Soltó enfurecido e impaciente el dragón de hielo, el cual sufría un tic nervioso en el ojo izquierdo.

Volteer obedeció al instante y cerró la boca deprimido, le hubiese gustado expresar sus palabras tanto como quisiera, pero le era difícil y casi imposible teniendo de compañero a un terco impaciente y frío. Sin embargo, no comentó nada al respecto y continuó observando tranquilamente el cielo, en el cual podía apreciar las estrellas que formaban la constelación de un magnífico y esplendido dragón plateado.

— Ustedes nunca cambiaran —Murmuraba decepcionado Terrador. ¿Realmente sus compañeros nunca iban a cambiar?, ¿los soportaría después del fin del mundo? Morir no sonaba tan malo ahora—… Sparx, ¿no viste lo que hay a tu espalda?

Sparx levantó la cabeza cuando lo oyó, estaba confundido porque no sabía a lo que este se había referido, pero siguió su sugerencia y dio media vuelta para finalmente observar estupefacto, el paisaje que se construía ante sus ojos, junto con los otros guardianes.

— Ay no —Sparx esbozó una mueca de horror en su rostro y luego comenzó a alejarse del panorama para situarse detrás del cuerno derecho de Terrador—… ¡ES EL FIN DEL MUNDO! ¡¿Qué vamos hacer ahora?! ¡Moriremos todos! —Gritaba fuera de control mientras que cerraba los ojos con miedo.

Terrador arqueó una ceja, intentando no echarse una risa entre colmillos, al ver a Sparx actuando de aquella manera cómica y sentía que sus compañeros también se aguantaban las ganas de reírse por un rato, pero supuso que no lo habían hecho para que la diminuta libélula no se sintiera mal, más de lo que ya se encontraba. Él agitó, de lado a lado, la cabeza para obligar a este salir de sus cuernos, y le lanzaba una mirada de serenidad con el fin de calmarlo.

— ¡Claro que no! Tranquilízate y mira eso —Terrador le indicaba con el hocico, de modo que él viera lo que realmente tenía que ver.

La libélula, que continuaba mirando paranoico su entorno, mordiéndose los dientes y acercándose a los cuernos de Cyril, quién estaba moviendo lentamente su cuello hacia atrás en respuesta para que este no lograra siquiera a tocarlo, dejándole sin posibilidades de esconderse y obligándose a mirar, por encima de los cuernos de estos, al infinito horizonte, en el cual la pequeña libélula pudo apreciar de inmediato su conmovedora belleza, así como la flora bañada en oro por la que el sol proyectaba desde el punto más alto del cielo, era básicamente vida hasta donde sus ojos podían alcanzar a ver, no era el paisaje destructivo o calcinado que esperaba ver.

— ¡Es…! ¡Es hermoso! —Comentó perplejo Sparx aún sin poder creer lo que sus ojos estaban viendo.

— Así es, es un milagro —Asintió suavemente el dragón de tierra y se giró hacia la libélula—… Al parecer, el mundo está a salvo y podemos vivir con tranquilidad—Dijo con calma y con un poco de felicidad.

Sparx se cosquilló la nuca con la mano derecha, como si tratara de resolver una solución complicada y difícil, que murmuraba incluso entre dientes, hasta que chasqueó los dedos en señal de que lo había descubierto y se fue acercando hasta quedar frente del hocico del gran guardián de la tierra, dejando a este asombrado y un tanto extrañado por su brusco acercamiento.

— ¿¡Significa que mi hermano y su amiga pudieron detener a ese loco de nombre raro!? —Habló Sparx sonriendo de oreja a oreja.

— Por supuesto… No se me ocurre a nadie más que haya logrado cometer tal hazaña — Confirmó Terrador con seguridad.

— Sobretodo siendo los únicos que fueron allí, con la compañía de Ignitus claro —Resaltaba Cyril con su característico tono frío y distante.

— ¡Lo sabía! —Soltó un grito de felicidad mientras bailaba en el aire, con pasos cómicos y tontos— ¡Spyro salvó el mundo! ¡Finalmente el feo dragón malvado fue vencido! —Su actuación causó que los presentes decidieran acompañarle con cálidas carcajadas para que pudieran finalmente sentirse libre de preocupaciones, al menos por unos cuantos segundos— Y… ¿¡Mi chico purpura volverá!?—Preguntó Sparx apretando los puños en señal de ansiedad y entusiasmo.

Cuando aquella inesperada pregunta rozó por los oídos de los dragones guardianes, estos empezaron a intercambiar entre ellos miradas preocupadas, nerviosas y dudosas, como si se hubieran quedado en blanco y sin ideas. Terrador refunfuñaba entre dientes y ladeaba la cabeza con fuerza mientras que intentaba buscar las palabras adecuadas para contestar a la respuesta. Volteer controlaba sus ganas de romper a hablar acerca de sus millones de hipótesis y teorías porque sabía que cada una era más improbable que la anterior y sabía perfectamente que nadie cerca de él le gustaría escucharlas. Cyril no soltó una palabra, más que con una mirada penetrante como el hielo, dando la espalda al grupo mientras que se disponía a irse de regreso a la cueva, como si aquel tema no valiera la pena su tiempo.

— Iré avisando a los otros. Ustedes pueden seguir desperdiciando el tiempo viendo el paisaje —Comentó fríamente Cyril antes de retirarse.

— ¿Y a él que le pico? —Se atrevió a preguntar Sparx mirando extrañado la conducta de Cyril.

— No te preocupes por eso, él tiende a apartarse cuando hablamos sobre temas que no es de su agrado —Se apresuró a decir Volteer fingiendo una sonrisa para no preocupar a la pequeña libélula.

— ¡Ja! Nunca entendí que piensa ese cubo de hielo movible, si fuimos salvados por Spyro y Cynder. Realmente creí que podía verle sonreír aunque sea un poquitín —Comentaba desilusionado Sparx, dando la espalda a la dirección que el dragón de hielo habita tomado para mirar al resto de los guardianes con una carismática sonrisa.

— A todos a decir verdad. Hace bastante tiempo que no lo he visto feliz en años o en siglos… Hasta décadas. No estoy muy seguro, tuvo una vida dura, comprensible a mi parecer —Sparx lo miraba confundido, pero él continuó charlando como si realmente le estuviera prestando atención—. Yo, en cambio, he vivido una vida un tanto rara y no sé exactamente lo que me inspiró a llevar este cargo, a ver… Tengo tantas cosas en la cabeza que no me acuerdo el principio de mi vida, ¿puedes creerlo? —Preguntó Volteer como un niño feliz a Sparx.

La libélula lo miró con cara de no haber entendido una sola palabra, y acto seguido empezó a sacudir la cabeza, procesando la información que aquel dragón energético le había proporcionado, y fingió en mostrar interés con una sonrisa tonta mientras retrocedía unos cuantos milímetros para volver con Terrador.

— Sí, me lo imagino, pero prefiero que me lo cuentes otro día… Muy lejano —Había dejado al inocente Volteer confundido, pero este sólo se lo tomó bien, demostró una sonrisa y continuó escuchando la conversación—… ¿Qué me cuentas, grande verde? ¿Esperaremos a que Spyro, Cynder e Ignitus vuelvan o nos iremos de aquí primero?—Preguntó despreocupado Sparx.

Terrador abrió los ojos debido a la sorpresa que aquella libélula le había transmitido con su inesperada pregunta, estaba inerte en sus pensamientos que se había desconectado del mundo por unos minutos. La tensión y duda que había dejado Cyril causaba inquietud al gran dragón de tierra, este a su vez se cuestionaba acerca del regreso del joven dragón púrpura, la dragona negra y de su amigo más cercano.

— Ya oíste a Cyril, tenemos que movernos —Respondió Terrador con dureza.

— ¿De verdad? ¡Anda, tío! ¿Por qué no aguardamos un poquito? —Insistió Sparx mirándolo con profundidad.

Sin embargo, Terrador negó con la cabeza ante la insistencia de su diminuto amigo y prosiguió en darle la espada para caminar de regreso a la cueva. En cuanto a Volteer, este se había quedado presenciando el escenario con incomodidad, una mueca se asomó en su rostro amarillo, mientras que observaba a un Sparx destruido y desanimado, para él le daba una sensación de culpa y pena, aquella libélula estaba soportando horribles sentimientos que el guardián de la electricidad comprendía a la perfección.

— ¿Qué te desanima, Sparx? —Le preguntó Volteer al hermano adoptivo de Spyro con tono de despreocupación.

La libélula amarilla lo miró con aburrimiento y luego se cruzó de brazos, intentando dar una pinta extrovertida y confiada.

— No tengo nada —Se limitó a decir Sparx con el ceño fruncido.

— Nada puede significar muchas cosas, como el conocido nada, que no sientes nada, si realmente sientes algo pero no lo quieras admitir, creo que es un sentimiento hipócrita, el cual muchas personas se sienten a gustos para que nadie se les acerque cuando están mal… Em… Er —Pausó nervioso en el momento que Sparx lo miraba profundamente fastidiado y sin una pizca de ánimo de escucharlo por tantas horas—… Lo que quiero decir es que tu hermano debe estar bien, es un chico fuerte y audaz además, no olvides que tiene de su lado a la aterradora Cynder y el sabio Ignitus, en cualquier momento volverán pero por ahora debemos que llevar a los demás de regreso a Warfang, es lo que Spyro te pidió en un principio, ¿o estoy equivocado? —Preguntó de manera gentil y retórica.

Sparx bajaba la cabeza a medida que escuchaba aquellas palabras de aliento con los párpados caídos, como si le doliese recordar de los últimos momentos que había pasado con su hermano adoptivo. Segundos después, él abrió los ojos en señal de haber entendido lo importante que era la misión para todos, porque fue una muestra de despedida de Spyro antes de que este se marchara con Cynder y lucharán contra el Maestro Oscuro.

— ¡Vaya! Eres muy redundante, ya se todo eso, Volteer —Afirmó Sparx, aunque su tono se notaba más activo y alegre.

— Genial, si quieres, ve a informar a los demás de las buenas noticias, dudo que ellos lo vayan a decir de la misma manera que lo harías tú. —Le sugirió alegre Volteer.

— ¡Oh es verdad! —Dijo Sparx pegando los puños con asombro— Mejor me adelanto antes de que lleguen, me piro —Sin más, salió disparado como una bala hacia la cueva.

El dragón de electricidad observó a Sparx perderse en el interior de la cueva, como si hubiera sido tragado por esta, y sintió un alivio dominarlo completamente.

— Que alivio, tranquilidad y paz —Descargó los nervios con un fuerte soplido—. Ojala lo mantenga seguro por un rato, a decir verdad no sé cómo arreglaremos esto a partir de ahora —Se dijo inseguro.

Él tomó la decisión de dar un último vistazo al paisaje que tenía frente a sus ojos pero cuando su vista se puso encima de aquellas islas, las cuales flotaban libremente por el espacio, se preocupó y pudo sentir un nudo atándole la garganta. No sabía por qué, pero dentro de él le estaba diciendo que no significaba buenas noticias y empeoraría si no hacía algo. Sin embargo, cambió de idea y apartó aquellos pensamientos con una fuerte sacudida mientras que respiraba con profundidad.

— Volteer ya no pienses en eso. Debe ser tu imaginación, recuerda, tu mente te juega trucos muy sucios, de seguro para el día siguiente todo estará en orden… Por los Ancestros… Espero que sea así —Dijo preocupado y nervioso aunque intentaba simularlo con una conducta alegra y despreocupada.

Él se había dado una vuelta completa sobre sí mismo para dirigirse a la cueva, la cual estaba escondida entre un cúmulo de arbustos verdes y árboles bastante altos, cuyas hojas llegaban a tapar el cielo en su totalidad y la cubrían totalmente con un mantel negro, su entrada era redonda y bastante ancho para que cualquiera pudiera entrar sin problemas. Él dobló un poco la cabeza hacia abajo, debido a que los cuernos de esta rozaban ligeramente su entrada y pegó un poco las alas sobre el cuerpo para caber totalmente en ella y entrar.

Los dos guardianes ya estaban dentro de aquella cueva, donde tenían refugiados a un montón de personas heridas, cansadas y algunos que otros atendiendo a estas con medicamentos, como líquidos en botellas y venditas. El interior de la cueva era principalmente oscuro, húmedo, conformados por estalactitas afiladas y duras, los cuales le otorgaban un aspecto lúgubre y deprimente. Como era de esperar de una cueva, era medianamente espaciosa, pero la oscuridad desagradable de esto hacía ver como si fuera lo contrario. Llamaba la atención que las distintas razas que ayudaron en la Guerra de Warfang estuvieran cooperando entre sí, pero daba un paro a la tristeza que el lugar emanaba de sí; Leopardos, Topos y Dragones soldados… Era agradable pensar que estaban trabajando juntos otra vez.

— Aunque la batalla terminó sus consecuencias son terribles —Musitó Terrador de modo que Cyril lo escuchara.

— No es momento de pensar en detalles pequeños, Terrador. Lo importante ahora es avisarles de las buenas noticias —Recordó con frialdad Cyril y diciendo esto último con sarcasmo.

— Pero aun así... Esto entristece —Admitió débilmente y con los párpados caídos.

— Si tanto te duele admitirlo, yo me encargaré de actualizarlos —Le sugirió de forma insensible.

— Muy bien, informarles lo que necesitan saber; no hay enemigos cerca y lo primordial será atender a los heridos y registrar la ciudad cuando lleguemos, debemos asegurarnos si realmente está libre de peligros —Dijo cerrando los ojos Terrador mientras pensaba—. « Aun así los daños son masivos, inclusive ahora este lugar no es seguro, pero por ahora los ciudadanos deben creer que se encuentran a salvo. Lo que menos necesitan son más preocupaciones, deben descansar » —Se cuestionó intranquilo, recordando los daños que Malefor había causado y cómo iban a costar arreglarlos.

Cyril le respondió con una cara de indiferencia, mientras que caminaba para ponerse delante del guardián de tierra, quién había puesto un ceño fruncido y pensaba demasiado acerca del asunto. El guardián del hielo no prestó atención en esto, y aclaró su garganta para que los refugiados girasen sus cabezas en él y habría comenzado a dar un corto discurso si no fuera por la repentina aparición de un insecto que iluminó en los rincones de la cueva con su amarillento luz dorada, de modo que no se viese deprimente y más animada.

— ¿¡Sparx!? ¿Qué estás haciendo…? —Se quejaba indignado Cyril mientras se cubría el rostro con las alas de aquel molestoso brillo.

— ¡Amigos! ¡Les he traído excelentes noticias! —Anunció Sparx alegremente a la par que ignoraba las quejas del dragón de hielo—. ¡SPYRO Y CYNDER SALVARON LA TIERRA! —Gritó emocionado.

La noticia que había dado logró romper el silencio que inundaba la cueva pudiendo extraer de sus habitantes poderosas exclamaciones de victoria y fuertes rugidos de felicidad al mismo tiempo que estos levantaban sus brazos al aire, incluso los que estaban en un estado tan lamentable que era imposible de creer que consiguieran moverse para que acompañaran el épico momento. Ellos celebraron por unos minutos que para los guardianes lo sentían como horas, quienes se encontraban plantados en la entrada; Terrador esbozó una pequeña sonrisa, Cyril puso una cara indiferente, Sparx gritaba y movía sus brazos como ellos, y Volteer finalmente había llegado para contemplar felizmente la conmovedora escena.

— Es sorprendente, increíble, asombroso, fantástico que todos se animen con la fuerza de una sola oración —Comentaba energético Volteer y cubría con sus alas a los guardianes, a modo de abrazo.

— ¿Qué se le va hacer?, ellos esperaron por esta situación por largo, largo tiempo —Concordó el gran dragón de tierra con serenidad.

Terrador y Volteer comenzaron a reír, uniéndose en el ambiente llenos de gritos, los cuales poco a poco se incrementaban gracias a las risas que soltaban aquellos soldados sin parar, pero Cyril compartía este sentimiento. Él bajó un poco la cabeza hasta llegar a la altura de su pecho, irritado por las interminables carcajadas de estos, frunció el ceño y segundos después volvió a levantarlo con una ceja levantada mientras miraba a sus compañeros con cara de pocos amigos.

— ¿Acabaron? —Los interrumpió secamente y se apartó del abrazo de Volteer con un paso hacia adelante—. Suficientes golpes de palmadas y toda esta tontería —Ordenó Cyril irritado.

Indignado, Volteer le pareció una gran falta de respeto y bufó con fuerza. Nunca comprendería la causa de la falta de empatía de aquel guardián de hielo, alejándose de cualquier momento divertido, siempre manteniéndose con el pecho levantado y arruinando los momentos con sus heladas palabras. Antes de que pudiera decirle algo, Sparx se le adelantó poniéndose frente de Cyril, dejando a este sorprendido y molesto.

— ¡No seas aguafiestas que celebrar un momento no hace daño! —Insistió Sparx con despreocupación.

Cyril realizó una pausa, tomando aire y cerrando los ojos por unos cuantos segundos para abrirlas después con frialdad, mirando entonces a Sparx con indiferencia.

— Eso no es la cuestión, Sparx. Si te has fijado bien, la situación cambió a niveles inimaginables y no iremos de florecitas esperando que algo malo pase para que ustedes recapaciten —Indicó con el hocico al resto—. Y cabe resaltar que tenemos a miles de heridos que necesitan de atención urgente, ¿o quieres que se pongan peor por tu ingenuidad? —Señaló con frialdad.

— ¡Cyril! —Gritó perplejo Volteer.

Sparx se había quedado perplejo y hubiera dicho algo si no fuese por la abrupta interrupción de Terrador, quién lo miraba cierto aire imponente y serenidad.

— No discutan más, este no es el momento ni el espacio para esas estupideces. Sparx, Cyril tiene toda la razón. Lo mejor será irnos retirando de aquí mientras aún tengamos tiempo —Le recordó con severidad y luego intercambió su mirada por la de Cyril—. Pon más de tú parte, tenemos que ser más abiertos y entender nuestros ideales. Es lo que hubiera dicho Ignitus si estuviera con nosotros, pero él no se encuentra ahora y sabemos que sin él podemos romper nuestra comunicación en cualquier momento —Objetó Terrador.

Ellos meditaron sus palabras, dirigiendo las cabezas en direcciones contrarias, Cyril ladeaba la cola pensativo y Sparx se rascaba la coronilla con el brazo izquierdo, y luego de un corto tiempo, estos soltaron suspiros de derrota.

— Totalmente de acuerdo. Si me disculpan, avisaré a los otros entonces —Dijo orgulloso el frío dragón azul.

Cyril, como si fuera alguien importante, avanzó entre los guardianes y se había puesto por todo el medio de la entrada. Por otro lado, Sparx lo estaba mirando con recelo para que él sintiera su enojo pero apenas pasaron los segundos inmediatamente se dio cuenta de que, para su desgracia, fue ignorado olímpicamente, así que se dio por vencido, se cruzó los brazos, miró por otro lado y susurró a regañadientes, como si estuviese experimentado un mal sabor de boca.

—A veces, quisiera meterle una llamarada en su frío corazón, lo odio, lo odio demasiado —Musitó enojado Sparx.

Volteer escuchó sus palabras y se le acercó con gentileza. Sparx se había dado cuenta de esto pero no le dirigió la mirada de todos modos y continuó chillando como un bebé en silencio.

— No te angusties pequeño amigo, pero es lo mejor en este momento, puede pasar cualquier cosa, como un ataque, explosión, invasión e incluso la muerte repentina, estando tan vulnerables aquí —Le dijo con calma y con una sonrisa motivadora.

— ¡Sí, sí! —Se apresuró a decir Sparx—. Sólo pido un poquito de diversión ahora que ganamos la guerra pero él tiene que ser tan cascarrabias arruinándolo todo, lo ha sido siempre desde que lo llevo conociendo, ¿nunca supo divertirse? —Escupió repentinamente.

— Interesante, llamativa, inquisidora pregunta y ciertamente una vez lo ha sido —Le contestó con nostalgia Volteer, dejando a la libélula sorprendido, y él le insistía con la mirada para que continuara—. Oh… Si no me falla la memoria, pasaron veinte años desde entonces: una época armoniosa y libre de guerras, vivíamos con nuestros seres más cercanos y todo iba bien cuando llegó... Llegó… —Sus ojos se tornaron blancos y reflejaron miedo por un segundo.

— Cuando llegó la Masacre Infernal —Continuó duramente Terrador, sorprendiendo a estos de forma brusca y haciendo girar sus cabezas, atónitos y asombrados, hacia él.

— ¿Masacre Infernal? —Repitió atontado Sparx, quién miraba aquellos con las manos en las curvas e inclinando la cabeza en sentido de curiosidad—. ¿Y a qué viene eso? Nunca los oí hablar sobre eso, pero sea lo que sea, suena muy feo —Opinó con una mueca de desagrado.

— A veces Sparx, los recuerdos son como heridas difíciles de sanar, y no importa cuánto te esfuerces por sanarlas… Quedarán ahí como cicatrices —Dijo Terrador señalando las cicatrices de su robusto cuerpo—… Y si intentas abrirlas tan solo obtendrás más dolor.

Sparx largó un grito de asombro, impresionado y conmocionado más que nunca, jamás se había imaginado lo fuerte que era ese tema, y observó apenado a los guardianes, sin tener idea de cómo consolarlos.

— No te preocupes por eso, es mejor no mencionarlo frente de él, perder a alguien importante siempre duele —Se adelantó con voz calmada Terrador mientras miraba con pena a Cyril.

— ¿Hielito preocupado por alguien?, esa ni yo me la creo —Opinó desconfiado Sparx mirando confuso al dragón de hielo.

— No lo juzgues, esas heridas lo han hecho así y se entiende... —Le respondió con severidad.

— Aunque sigo sin entender, porque le molesta cada vez que hablo, solo quiero animar el ambiente —Agregó desconcertado Volteer.

— No te desanimes, en algún momento arreglaran las cosas —Le aseguró más animado Sparx pegándole unas palmadas amistosas en la parte trasera de uno de sus cuernos.

Terrador asintió en acuerdo al comentario de Sparx.

— Además, aunque no lo demuestre abiertamente, él se preocupe por ti —Confirmó, sorprendiendo a Volteer.

— Yo quisiera, desearía, ojala pudiera creer en vuestra palabra pero os digo en serio, tanto Cyril como ustedes fue quien más ha sufrido y yo casi no recuerdo muy bien lo que pasó pero desde ese día Cyril no me ha tratado como antes, por alguna razón me ve un tanto insoportable y no importa cuánto me esfuerce por divagar en los laberintos de mi mente simplemente no halló la razón. Tal vez solo sea yo y de verdad no es algo de qué preocuparme, angustiarme, alarmarme demasiado y mucho menos en estas épocas de crisis —Soltó como logro Volteer impactado y anonadado.

Antes de que pudieran responder ante la respuesta larga de Volteer, estos comenzaron a escuchar una voz comandante diciendo; « ¡Escuchen todos! Al parecer, esta terrible situación en la que nos encontrábamos ha llegado a su fin, ahora mismo volveremos a la ciudad para atender a los heridos y más que nada a descansar, así que quiero que todos empiecen a salir ordenadamente y quiero que los que no estén heridos ayuden a los que sí. » Y dedujeron inmediatamente que era la de Cyril, que seguramente dirigiendo a los aldeanos, y en ese momento Terrador había apartado sus pensamientos por un lado para centrarse en lo que más importaba que era trasladar a los supervivientes.

— La hora de la charla se acabó. Volteer, acompáñame fuera del refugio, te diré los detalles luego, dejemos que Cyril se encargué del resto —Dijo Terrador endureciendo más su voz.

— Y asegurar que no halla enemigos cerca, hasta en el cielo si es necesario, bajo tierra si sentimos algún tipo de terremoto inusual —Comentaba vagamente Volteer.

Iban dirigiéndose hacia la salida, charlando entre ellos sobre cómo lograrían atravesar el peligroso muro de lo desconocido para que pudieran llegar sanos y salvos a Warfang, hasta que se vieron obligados a detenerse debido a que una luz dorada y cegadora se había interpuesto delante de ellos, viéndose obligados a cubrirse los ojos con sus alas, chillando fastidiados, y abriendo forzadamente sus alas para que alguno de estos lograse ver quién era el irrespetuoso insistente que quería hablarles con tanta ansiedad.

— ¡Esperen, esperen! —Gritó impaciente Sparx.

— Sparx, querido amigo, a veces puede resultar molesto, fastidioso, irritante e innecesario tus métodos de captar nuestra atención, con solo llamarnos basta, no poniéndote justo delante de nuestros ojos, ¿no sabes que eso es malo para la vista? —Criticó Volteer, haciendo gestos con las alas en señal de que se alejara la libélula.

— Concuerdo perfectamente. —Agregó Terrador igual de indignado.

— ¿Y qué hay de mí? —Preguntó ofendido Sparx al tiempo que se le alejaba un poco de estos para que puedan verlo con claridad. — También quiero ayudar, díganme que hacer y considérenlo hecho —Afirmó determinado.

A estos le tomaron por sorpresa aquella pregunta y se intercambiaron miradas, en señal de preocupación y duda. Volteer llegó a pensar por un momento que Sparx podría guiar a los aldeanos pero se sacudió la cabeza y se auto convenció de que este no sería un buen líder. Terrador cerró los ojos y suspiraba con gran fuerza mientras ladeaba pensativo la cola y también un poco la cabeza, como si tuviese comezón, pero terminó rechazando cada una de sus ideas a causa de que no importaba en qué lado lo mirase, el pequeño insecto no encajaba con las aptitudes que llevaría un soldado, y abrió finalmente los ojos para mirarlo convencido y tranquilo.

— Descuida, podrás acompañarnos siempre y cuando estés dispuesto a ayudar si algo grave llegará a presentarse —Advirtió con tono autoritario Terrador.

Sparx apretó el puño e hizo un gesto de victoria con esto, bailando con alegría en el aire por unos cuantos segundos, y asintió ante la advertencia con optimismo.

— ¡Esto será fácil, especialmente para mí! —Se señaló a sí mismo con confianza.

Volteer ladeaba, a manera de excitación y emoción, la cola en señal de querer expresarse, con un millón de palabras, con la libélula.

— Realmente el pequeño es muy...

— ¿Inquieto?, ¿revoltoso?, ¿te da ánimos de verlo en acción un día de éstos? —Se adelantó riendo un poco entre colmillos Terrador.

Volteer lo miró ilusionado, primera vez que un amigo suyo intentaba predecir lo que iba a decir, y él negó con la cabeza — En realidad pensaba en entusiasta y alegre—Aclaró riendo.

— O todo junto, vamos, que soy una caja de sorpresas —Agregó con gran ego Sparx y todos se echaron unas buenas carcajadas por un pequeño rato.

Terrador, Sparx y Volteer se marcharon de la cueva. Una vez que salieron. Terrador se había colocado en el lado izquierdo mientras que Volteer en el derecho. Sparx volaba por encima de los cuernos de aquellos dos, aburrido y con los ojos clavados en la entrada. Los dragones permanecieron quietos, como estatuas, vigilando que ningún intruso atacase la cueva y esperaban que Cyril saliera con los sobrevivientes.

La explicación de Cyril había llegado a los oídos de los civiles, los cuales no tardaron mucho en levantarse y comenzar a moverse luego de oír sus instrucciones. Cyril se relajó por un momento, y observó como aquellos recogían inmediatamente sus cosas con motivación y energía, dándole a entender perfectamente que estaban ansiosos por volver a casa. Él observó primero con ojo de halcón a los topos guardando las gemas en sus mochilas de cuero y cargándolas sobre sus espaldas. Continuó mirando después a los leopardos, quienes ponían sus flechas en la funda que colgaba de sus cinturas y posaban sus flechas encima de sus hombros. Por último, se fijó en como los cañones en forma de dragón, eran arrastrados con cuerdas puestas alrededor de los cuellos de los dragones soldados que habían tomado la decisión de cargarlas junto con las espadas y las armaduras, las cuales se encontraban guardadas en carriolas de madera. Todo este enorme escenario conformado entre el bullicio de criaturas colaborando entre sí y los repetitivos y amontonados sonidos de pasos y objetos metálicos chocando unos con otros, alegraron sobremanera a Cyril, el cual no sólo se regocijaba con la contagiable emoción y energía de aquellas criaturas, sino también con la satisfactoria idea de que, de hecho, él tenía una comunidad bastante agradable.

— Vuestros esfuerzos son admirables, ahora pónganse en filas de manera ordenada y salgan. Afuera los esperan Terrador y Volteer —Felicitó con la frente en alto Cyril.

Él simplemente suspiro entre dientes, y acto seguido se fue caminando para acompañarlos hacia la salida. Escuchó una tos suave y fuerte desde su espalda, parecía que lo estaba llamando, intrigado, giró un poco el cuello y miró por encima del hombro. Sonrió satisfecho, era alguien que conocía a la perfección desde hace más de tres años, el sujeto ahora le estaba regalando una reverencia de respeto. Se le formó una mueca de disgusto, le incomodaba recibir aquella clase de gestos, pero se sintió bien en el fondo, así que resopló en respuesta para que este se levantara y pudiera hablarle con normalidad.

— Creo que necesitas un poco de ayuda —Dijo el sujeto con eje de elegancia en su voz junto con un tono maduro y suave.

Su figura era la de un leopardo de melena rubia con manchas negras, ojos que brillaban como gemas esmeraldas ante la luz del sol que se colaba al interior del pasillo que guiaba hacia la salida, y sus orejas eran puntiagudas. Estaba vistiendo con una túnica de cuero y encima de esta traía una capucha marrón que rozaba sus patas. Su vestimenta era decorada por muñequeras rojas, dos en los brazos y dos en las piernas. Por último, llevaba con orgullo un arco alrededor de su hombro y guardaba sus flechas en un carcaj de cuero que colgaba de su espalda.

— Así es, viejo amigo y espero contar contigo, Cazador —Dijo tranquilo Cyril.

— Con mucho gusto. Sabes que estoy bajo tus órdenes —Le afirmó con plena seguridad en su voz.

Él había pasado por mucho con aquellos guerreros. Estaba agradecido. Estos le enseñaron un mundo fantástico, lleno de magia y de milagros, repleto de posibilidades que desconocía con anterioridad. Sabiendo que el mundo estaba a salvo, quería entregarles su plena gratitud ayudando con las labores y tareas, las cuales se trataban de reparar los daños que la guerra ocasionó y ayudar a los discapacitados.

— Muy bien, ven que hay mucho que hacer —Mandó con seriedad Cyril pero su voz expresaba gratitud y confianza.

— Voy detrás de ti —Indicó Cazador.

Cazador siguió a Cyril, quién estaba vigilando e indicando a los que atendían a los lastimados y procurando que nadie quedase atrás, y él permaneció a su lado, aguardando pacientemente por un deber que cumplir. Unas que otras veces, el leopardo charlaba con uno de estos para saber de sus vidas y cómo eran sus hogares antes de que fuesen destruidos, temas que hicieron sentir un tanto incómodo a estos que prefirieron no contestarle. Sin embargo, él quedó confundido y de forma ingenua continuaba conversando, pero los aldeanos ya habían salido de la cueva así que tuvo que guardarse las ganas, con su cabeza agachada y soltando un suspiro de decepción.

— ¿No ha habido problemas, verdad? —Preguntó detrás del leopardo Cyril al haberlo visto interactuando inútilmente con aquellos.

Cazador se volteó y lo miró con culpa.

— Le ruego perdón por mi ingenuidad, dejé que la emoción me dominara, y creí que los calmaría —Se rascó la parte trasera de su oreja izquierda—. Pero no he hablado con nadie en los últimos tres años —Confesó apenado.

Él sintió algo cubriendo su espalda que le proporcionaba calidez por todo su cuerpo al igual que calma y seguridad que no pudo evitar descargar sus nervios con un suspiro mientras elevaba la cabeza para ver al dragón de hielo, descubriendo que fue él quien lo arropó con su ala izquierda y lo miraba con despreocupación.

— No deberías preocuparte por algo tan insignificante como socializar. Si quieres demostrar tu valía, hazlo con acciones y no con palabras —Le aconsejó con frialdad.

Fueron un revoltijo de dudas aquellas palabras para la mente inocente de Cazador, que parecía no haberlo comprendido, y él abrió un poco la boca, intentando responderle, pero inclinaba ligeramente la cabeza hacia un lado.

— « ¿Dice que recorra el camino de la soledad para ser un soldado sin escrúpulo? » —Pensó Cazador, conflictivo consigo mismo.

Él no hallaba cómo contestarle así que escogió cerrar la boca mientras asentía, fingiendo con una sonrisa que había asimilado con esa perturbadora ideología. Se acomodó el arco y se zafó del abrazo sutil de Cyril, encaminándose hacia la salida.

— Si no nos damos prisa quedaremos atrás — Avisó Cazador.

— Concuerdo. Sin embargo, antes que nada hay que asegurarnos que nadie acabara atrás, sería un mal acto irnos sin echar un último vistazo —Le recordó Cyril antes de que Cazador saliera.

Cazador paró en seco de manera automática cuando escuchó ese recordatorio, que lo dejo asombrado, un poco más y aquel detalle se le escapaba de su mente, y giró para cruzar miradas con el guardián del hielo.

— En efecto —Afirmó lealmente Cazador.

Salieron de los últimos, puesto que primero se habían asegurado de que nadie se hubiese quedado atrás, absolutamente no podían dejar a nadie abandonado, y se reunieron con sus compañeros. Cyril le informó a Terrador sobre la situación actual con su clásica voz de comandante frío, a lo que este asintió un poco más tranquilo mientras que Volteer estaba indicando a los aldeanos ir en sentido curva para que se marcharan hacia arriba del monte, en el cual se hallaba más a lo lejos las murallas que rodeaban Warfang, así como su entrada principal, y estos siguieron aquella orden de inmediato.

Cazador, por su parte, se fue acercando lentamente hacia la orilla del bosque, donde podía contemplar maravillado al extraño y peculiar paisaje, que estaba conformado por aquellas islas que flotaban con libertad, pero sólo alcanzaba ver diminutas rocas debido a que se habían alejado. El sol brillaba en el horizonte, adornando el cielo rosado con sus rayos dorados que traspasando las nubes, y transmitía una sensación de calidez y seguridad a todo aquel que lo veía.

— ¿Y están diciendo que ya no hay peligro?, ¿todo está bien? —Preguntó Cazador fascinado.

Cazador sintió a alguien acercándose a su lado y volteó hacia su izquierda para encontrarse con Terrador, quién estaba sonriendo y contemplando el panorama, mientras que veía a Cyril en la derecha de la cueva.

— Es difícil de creer pero… Es la verdad y hace un buen rato que no he sentido nada fuera de lo normal —Explicó contento Terrador.

Cyril bufó y arqueó una ceja en desacuerdo, haciendo que estos lo observaran, y él aclaró un poco la garganta, permaneciendo con su característica actitud razonable y mente fría, nunca dejándose llevar por faltas esperanzas e ilusiones innecesarias.

— Desde luego. Y ya que nuestro problema con Malefor se ha terminado, no hay razón de preocuparnos que un nuevo enemigo ataque nuestro mundo. ¿No? —Objetó Cyril con tono de advertencia.

Sin embargo, Terrador respondió moviendo la cabeza de lado a lado en señal de negación y calma.

— Comprendo tu razonamiento, Cyril. Y sigo aferrado a la idea que por el momento podemos respirar tranquilos; las presas, bosques quedamos, y los rastros que había dejado El Destructor desaparecieron totalmente —Le aclaró Terrador con un aire de esperanza.

— Con oír eso me es más que suficiente para estar un buen rato sabiendo que no habrá más calamidades —Opinó Cazador respirando profundamente y liberando preocupación con un suspiro.

— ¿Y esa idea no te dicta nada en el cerebro? ¿No piensas prestarle atención también?—Le aspecto con severidad Cyril.

— Sí te hace sentir bien, podíamos agruparnos después, cada uno de nosotros ira investigando por estos lares y si encontramos una amenaza, ya sea grande o pequeña, nos reuniremos frente de la entrada principal —Explicó con la misma tranquilidad.

A Cyril le había parecido una buena estrategia pero aún estaba irritado y teniendo su ceja levantada.

— Yo iré al frente del grupo —Indicó Cyril señalando con el hocico a la fila de aldeanos —. Y Sparx, quiero que vengas conmigo.

Sparx observaba perdido el paisaje, no sabía cuánto tiempo estuvo haciéndolo, y en el momento que escuchó su nombre, sobre todo viniendo de Cyril, abrió enormemente sus ojos con sorpresa, por ende se bajó de las nubes con brusquedad, y le dirigió una mirada de desconcierto mientras le cerraba el paso al haberse posado delante de su hocico.

— ¿Y eso cómo para qué? —Le preguntó Sparx con los brazos cruzados.

— Dijiste que querías ayudar, bueno entonces se mi paloma mensajera —Le contestó con sarcasmo.

— ¿Paloma mensajera? —Repitió confundido y después recordó las primeras palabras que había dicho el guardián del hielo—. Alto, ¿cómo escuchaste eso?

El dragón de hielo se rio a carcajadas de Sparx, y él quedó todavía más perdido.

— El hecho que no los vea no significa que no los oiga, la cueva es muy estrecha y por lo tanto vuestra voz chocará contra sus paredes y causará bastante eco. Lógica básica —Sus palabras provocaron que Sparx quedara mudo y causaran que Terrador se riera de la situación—. Y sobre eso… Iré delante y si veo algo inusual necesito que tú avises al resto. ¿O acaso usted no dijo que todo te sería pan comido?—Sonrió con burla.

— A veces no hay quien te aguante, Cyril —Le contestó derrotado y malhumorado Sparx.

Cazador estuvo escuchando toda la escena y se sintió intimidado ante la prepotencia de Cyril que no pudo evitar ponerse de lado de Terrador para sentirse más seguro.

— Sí que es severo Cyril —Comentó Cazador a Terrador, quien afirmó su opinión con la cabeza y con ganas de echarse una buena risa.

Sparx lo había escuchado, y con un aura deprimente a su alrededor, se le acercó un poco, con los hombros agachados y desprendiendo menos luz de lo habitual.

— Sí, bueno… Llámalo "severo": a mí se me ocurren unos cuantos calificativos más —Le confesó con fastidio Sparx.

— Cyril sólo sonríe cuando está a punto de echarle a alguien un aliento de hielo o cortándole la cabeza con las garras —Agregó con picardía Terrador.

— Tomo nota —Dijo con gracia Cazador.

Incómodo, Cyril arrugó un poco el rostro, nunca le gusto oír comentarios respecto a su persona, y un sudor frío cayó sobre su mejilla. Decidió no continuar escuchándolos y aclaró con mucha fuerza la garganta, escuchándose como un relámpago, para que aquellos finalmente detuvieran su habladuría chistosa y volteaban a mirarlo.

— Les recuerdo que SIGO aquí —Dijo Cyril con mucho énfasis.

— Oh, nos hemos dado cuenta, tranquilo —Contestó simplemente Terrador con una sonrisa.

Sin más, Terrador liberó una pequeña carcajada que fue acompañada por la risa sutil de Cazador junto con la de Sparx, cuya alegría era la que más gobernaba puesto que lo hacía con mucha fuerza, de modo que estos dejaron a Cyril avergonzado, quién había inclinado hacia abajo la cabeza y de mala gana los escuchaba, sintiendo cada risa como estacas que se clavaban en su orgullo. Después de unos segundos, que parecían horas para el dragón de hielo, el pequeño grupo finalmente se detuvo.

— Tan ingenioso como siempre, viejo amigo —Le comentó Cyril en el momento que había elevado el cuello para mirarle con aire de derrota —. Bueno, ¿nos ponemos en marcha ya? Estamos quedando muy atrás —Recordó con tono apresurado.

— Vale, vale —Dijo aguantándose la risa Terrador, en ese entonces Cazador se le acercó, poniéndose delante de él con respeto, y este lo miró curioso—. ¿Qué sucede?

— No olvides que estoy a sus servicios, mi gratitud está de su lado —Dijo Cazador, reflexionando el cuerpo hacia abajo en señal de respeto.

Terrador había quedado sorprendido. Le pareció una acción generosa, y no podía negar su petición sabiendo que lo necesitaba con mucha urgencia, así que le asintió en forma de aprobación. Con su hocico señaló los lejanos bosques que rodeaban las murallas de aquella ciudad, y éste volteó curioso adonde él apuntaba.

— Muy bien Cazador, necesitamos de tus dotes para que atrapes a cualquier enemigo que esté rondando cerca, los siervos del Maestro Oscuro son torpes y sólo atacan directamente, no te será ningún problema, ¿cierto? —Dijo severamente Terrador con un tono de confianza.

Cuando Cazador le había hecho una última reverencia, en señal de aceptación, se marchó corriendo hasta llegar al frente de un árbol de hojas verdes y espesas, flexionando las rodillas para realizar un gran salto, posándose con maestría sobre sus gruesas ramas, y continuó saltando de rama en rama hasta que dejó de ser visible para los ojos del guardián de la tierra.

— Ya sólo quedá Volteer —Dijo extrañado Terrador al haber recordado que el dragón de electricidad no había participado en la conversación.

Volteer se hallaba sentado desde la parte de atrás del grupo, detallando y analizando con extremo cuidado aquellas islas, preguntándose internamente si un día regresarían a unirse con la Tierra, la cual parecía vacía sin sus terrenos y hermosos paisajes que lo cubrían totalmente.

— « Tal vez lo esté pensando mucho, en el tiempo que he llevado observándolos: no he visto a ni uno pegándose, es preocupante, muy alarmante, hasta me atrevería a decir que no tienen la fuerza gravitacional suficiente para descender hacia esos huecos. Si continúan flotando la Tierra podría quedar como una roca agujereada y sus habitantes no tendrán la manera de buscar recursos, como alimentos y materiales para construir artefactos ni casas, y se quedarán desconectados por completo del mundo. ¿Cómo podrán bajar también los que no saben volar? ¡Tengo que confirmar mis hipótesis con mis propios ojos! » —Una mueca de preocupación se le formó en la cara— « ¿Qué fue lo que dijo Terrador? ¿Separarnos para evitar amenazas? Suena una oportunidad única, perfecta, adecuada, mi momento para salir de mis dudas, volaré y regresaré como un rayo, literalmente. ¡Es perfecto! »—Sonrió más motivado y moviendo la cola con entusiasmo.

— Volteer…

Aquél logró romper su pensamiento, que había estado sumergido durante no sabía cuánto tiempo, y abrió los ojos con sorpresa. Desorientado, observaba la cara de seriedad de Terrador, recordando todo lo que éste había dicho, y le sonrió con inocencia mientras desplegaba abiertamente las alas, sacudiendo arena y hojas del suelo en el acto.

— ¡Iré, revisaré, aseguraré que no allá enemigos ocultándose entre las nubes e islas! —Avisó—. Como te he dicho antes Terrador, allá arriba es un importante escondite que estas plagas pueden utilizar para atacarnos, desde una emboscada hasta una invasión a la cual no estaríamos preparados. Estamos muy cansados, exhaustos y a punto de caernos desparramados al piso por el cansancio. Sí eso no fuera suficiente, son muy escurridizos y molestos. ¡Te aviso sí encuentro algo fuera de lo ordinario! —Explicó Volteer sonriendo.

Todo pasó muy rápido. Ni siquiera Terrador tuvo tiempo para procesarlo. Volteer comenzó a mover sus alas para posteriormente azotarlas contra el suelo. Una oleada de suciedad envolvió a Terrador. Él gruñó, entrecerrando los ojos con fastidio, e intentó detener a Volteer, exclamando su nombre con fuerza.

— ¡ESPERA, VOLTEER!

Y acto seguido, Volteer hizo caso omiso a su advertencia y salió disparado como un rayo, ocultándose entre las nubes del cielo.

Terrador se quedó boca abierto al ver tal inesperada acción mientras se sacudía la cabeza con enfado para quitarse la arena de encima y rápidamente comenzó a buscar aquel dragón con el ceño fruncido. Intentó primero con las nubes y refunfuñó al no encontrar nada. Después, miró desesperado algunas que otras islas que se encontraban a miles de kilómetros de distancia, las cuales se veían como pequeñas rocas, pero no había podido hallar la figura de Volteer pasar sobre éstas, y decidió darse por vencido, soltando un suspiro de frustración y agitar con fuerza la cola (repleto de picos gruesos) contra el césped.

— Debe de haber pasado algo extraño para que Volteer se alarmara pero siendo él seguro que no es nada de qué preocuparse —Dijo Terrador ignorando su inquietud.

Luego, intentó comunicarle la noticia a Cyril pero él ya no estaba ahí, desconcertado, echó un rápido vistazo a su alrededor, descubriendo que Sparx tampoco se encontraba ahí, ni los ciudadanos, y no pudo evitar soltar otro pequeño suspiro de resignación. Prácticamente se había quedado solo y sin ninguna clase de compañía, más que con la madre naturaleza misma.

— A veces no entiendo cómo Ignitus lograba controlar a estos dos —Miró el cielo con nostalgia—, oh mi viejo amigo… Como quisiera que estuvieras aquí —Bajo la mirada, apartando esas ideas de su cabeza— Supongo que iré detrás del grupo, a veces esos bichos tienden a atacar por detrás —Dijo seguro y comenzó a tomar el camino que el grupo había tomado.

« Pero… ¿Cuál de estos dos lados simbolizará este capítulo? »