Quebrado
Los recuerdos se presentaban ante él, tan recurrentes y tan ilustrados que incluso pensó que se estaba volviendo loco, que lo estaba viendo, que era real, que era algo más que una simple ilusión.
John Watson pensó mil formas distintas de cómo salvar a su mejor amigo, de cómo evitar tan terrible desenlace. Pero no, ya ninguna podría concretarse, ya todas eran parte de un plan que nunca podrá realizarse. Todo quedó en una nota de despedida que sólo dejó más dudas en su mente.
Dijo ser un fraude. Que todas eran mentiras, que lo había investigado. Que nadie podía ser tan inteligente.
Él podía, claro que podía. Lo vio actuar mil veces, deducir, maravillarlo hasta el punto que de fascinarlo con sus brillantes ideas.
Es real, no cabe dudas. Todo eso fue real, por eso duele tanto al recordarlo. Porque estos recuerdos no sólo le muestran a su compañero, sino a su amigo, a su escapatoria, a la esperanza que le dio volver a vivir la vida dentro de una aventura, de un campo de batalla donde ambos congeniaban perfectamente.
Supone que ese era el riesgo. Supone que lo volvería a correr sólo por acompañarlo otra vez en esa vorágine.
El tema es que ahora la vida le parece gris y sin sentido. El problema es que ya no están sus deducciones, su inteligencia, su vivacidad.
Se llevó su vida y una parte de la suya. La más importante.
Él lo sacó de su soledad. Le gusta pensar que también fue importante para su amigo. Le gusta pensar que alcanzó a responderle de la misma forma, aunque sea un poco. Que fue significativo para él. Supone que si. Eso ayuda un poco.
Odia ese departamento, odia ese espacio que fue el ambiente compartido de ambos. Lo odia porque le parece muy grande, lo odia porque le falta algo. Simplemente lo odia porque no está ahí con él.
No le gusta esa rutina a la que ha vuelto después de su muerte. No le agrada la complacencia de la gente. Detesta esos "todo pasará, todo estará bien". Nadie se detiene a pensar que es lo último que se desea en esa situación. Se sabe que pasará, que eventualmente se superará, pero nadie quiere estar inmerso en eso y que se le recuerde siempre que es una etapa que pasará.
Son esas horas en las que prefiere estar solo. Para mirar a la nada, para pensar en nada. Para poner todo en orden.
Ojalá el tuviese un palacio mental para almacenar ahí todos los recuerdos sobre Sherlock. Y dejarlos estar con llave. Que los pueda ver cuando él quiera, pero no siempre. Siempre no, porque al estar ahí se le recuerda que ya no está, que son sólo imágenes que evocan sonrisas y momentos mejores.
John no tiene un palacio mental, nunca lo tendrá, nadie le enseñó.
A veces se pregunta cuando dejará de hacer referencias hacia Sherlock. Cuando su mente dejará de traicionarlo y relacionarlo todo con él. No se engaña, sabe que costará, que pasaran muchos días vinculando cosas, tratando de pensar como él, tratando de deducir.
Un día dejará de hacerlo, supone. Cuando frecuente gente, cuando ocupe su mente en prestar atención a otras cosas, cuando comience a divertirse, cuando comience a reír otra vez. Supone que lo hará. Está seguro que será complicado.
Él encontraría eso muy aburrido.
