Hola, people. Aquí estamos de nuevo con otro fic. Como el otro que estoy traduciendo es portugués, no he querido comenzar otro que tengo pendiente con magia, Neverland, y todo eso, solo no quiero estar traduciendo dos portugueses a la vez, así que he elegido este fic francés titulado Je vous retrouverai toujours cuya autora es Bonne Ame. El título es español será Siempre te encontraré.
Sinopsis: ¿Y si Emma no hubiera tenido un hijo, sino gemelos? ¿Y si esos dos hijos, que no se conocen, se encontraran por casualidad? ¿Y si, gracias a esos niños, Emma conociera al amor de su vida? Adaptación de la película Tú a Boston, yo a California, o la más moderna de Lindsay Lohan, que yo no conozco.
Dos por uno
«¡Felicidades, Emma! ¡Son dos hermosos varones!» la voz del médico se veía apagada por los gritos estridentes y llenos de vida de los recién nacidos.
«No, no puedo…» suspiró la joven madre de 17 años, exhausta
«¿Cómo los vas a llamar?» preguntó con curiosidad el médico federal destinado en la prisión de Phoenix, en Arizona. Sin decir nada ante la angustia de Emma, continuó «Ah, sí eso seguro, no será fácil criar a los dos entre estos muros, pero después de todo, no vas a estar mucho tiempo aquí, ¿eh? Entonces…¿esos nombres?»
Emma no reaccionó. Nunca había querido a esos hijos. Neal, el padre, la había seducido, empujado a hacer cosas ilegales y por su culpa, había acabado entre los muros de la prisión federal. No, definitivamente, no quería tener el menor recuerdo de él, aunque fueran esos seres indefensos. Y además, ella, ¿cuidar de los niños? Imposible…
El Dr. Jones se acercó a la joven recostada, con un bebé en casa brazo, con una sonrisa tonta en el rostro. Parecía que no se daba cuenta de la tristeza de la joven madre. ¿Cuál no fue su sorpresa cuando ella se negó a cogerlos para el primer contacto piel con piel? Él nunca había visto eso. No lo comprendía.
«Emma…cógelos…Te ayudará, pero míralos, al menos. ¡Son hermosos y en plena forma!»
«No, por favor…Estoy segura que encontrarán una familia cariñosa y mucho más respetable que yo…Compréndame, no soy capaz de criar a esos niños, yo no…»
Sus palabras se ahogaron en un sollozo. El Dr. Jones, estupefacto, dejó a los dos hermanos en un gran capazo doble, los cuales, aunque con pocas horas de vida, ya se parecían como dos gotas de agua. Una enfermera se los llevó al nido de la cárcel.
«Emma, los pequeños se quedarán en el nido dos días, lo justo para darles los cuidados pertinentes y hacerles los exámenes necesarios…Si cambias de idea…»
«No será así, gracias doctor» giró la cabeza hacia la ventana, dando por concluida esa conversación con el médico, quien se levantó, y salió de la habitación, con el entusiasmo por los suelos.
Por estar embarazada, unos meses después de entrar en prisión Emma tuvo derecho a una celda equipada medicamente, con una cama confortable. Aunque no era de un gran lujo, al menos había tenido la suerte de estar sola en su habitación, y no ser molestada por los ronquidos y otras preguntas indiscretas de otras detenidas. Fue en ese momento, cuando las lágrimas se deslizaron por sus mejillas, que ella apreció la soledad de la que se había beneficiado.
«Toc, toc, toc, ¿se puede?» preguntó una vocecita tras la pesada puerta de metal verde oscuro.
Sin esperar la respuesta de Emma, que se secó las lágrimas lo más discretamente que pudo, una joven enfermera de 18 años apareció en el umbral de la puerta. Jane era recién diplomada y había obtenido su primer puesto en la prisión federal para mujeres de Phoenix. Sí, era duro y ella, al principio, había tenido miedo, pero finalmente se había acostumbrado a las presas y a la vida carcelaria. Siguiendo el embarazo de Emma, había acabado por conocerla. En prisión, las relaciones con los otros cambian y Emma, que no se relacionaba con las otras presas, apreciaba la presencia de Jane que la sacaba un poco de su monótona rutina de cada día. Casi tenían la misma edad y se llevaban muy bien.
«¡Les he visto, a tus pequeñines, son hermosos! ¡Felicidades a la joven mamá!»
«No te entusiasme, Jane, no me voy a quedar con ellos…» respondió Emma con voz monocorde
«¿Cómo es eso de que no te los vas a quedar? ¡Están muy bien de salud, son super guapos, serán el orgullo de su mamá!»
«¡No, voy a rellenar los papeles para darlos en adopción, Jane! ¡No puedo quedármelos!»
«Pero…»
«No, nada de "peros" ¿Tú me ves, madre soltera, de 17 años, con dos gemelos y recién salida de la prisión? ¡Qué bella estampa! Te apuesto a que no soporto ni dos meses en la vida real. Sin hablar de la super educación que voy a darles, eh…Yo misma no tengo un modelo de madre para ayudarme…»
Emma soltó ese discurso sin detenerse y los sollozos comenzaron una vez más…Abandonada al nacer y yendo como una pelota de familia en familia, Emma nunca conoció el amor materno. Esa herida bien hundida en su interior reaparece hoy con fuerza. Le echa en cara a su madre ese comportamiento, el que nunca pudiera amarla y criarla, pero de cierta manera, hoy más que nunca comprendía a esa madre que nunca había conocido, y comprendía el miedo y el sentimiento de impotencia que habría debido sentir al nacer su hija.
«No puedo, Jane…Serán mucho más felices sin mí…» retomó ella con voz rota entrecortada por los sollozos.
«Ohh…venga, llora, te hará bien…Comprendo tus miedos, Emma. No puedo decir que sé lo que sientes, pero comprendo que no te sientas capaz de criarlos como querrías. Eres su madre, la elección es tuya, y sea cual sea, lo comprenderé y te ayudaré…»
Las palabras dulces de Jane aliviaron a la bella rubia. Abrazó a la joven enfermera, mientras su cuerpo seguía estremeciéndose por los sollozos.
«¿Y Neal? Quizás quiera reconocerlos y criarlos»
«¿Neal?» dijo Emma, con un rictus burlón en sus labios «¡Neal ni sabe que existen! Me mandó a prisión cuando ni yo misma sabía que estaba embarazada. Ni sé dónde está en ese momento y de todas maneras, ya no quiero oír hablar de él. Otra más que tendría que haber evitado…»
La mirada que era triste se transformó en oscura cuando habló de su ex.
«¿Quieres ir a verlos, al menos una vez? ¡Solo para que veas lo monos que son, venga!»
«Por favor, Jane, no insistas…»
«Perdón, Emma, yo…bueno, voy a dejar que descanses, y paso mañana para ver si la cicatrización va bien, ¿ok?» ¿El entusiasmo de Jane era fingido? Emma lo ignoraba, pero la sonrisa de su única amiga en ese sitio tuvo el don de tranquilizarla y calmarla.
«Sí, de acuerdo, hasta mañana, gracias por todo, Jane…»
De nuevo sola en su celda, Emma se sentía devastada. El cansancio físico y la perspectiva de abandonar a sus hijos la entristecían. Ella sabía que era lo mejor, que no sería un peso para ellos, que ella no sabría criarlos y que acabarían, en el mejor de los casos, los últimos de la clase, en el peor, delincuentes…al cabo de dos horas de reflexión intensa, se quedó dormida, exhausta.
Ni siquiera se había cruzado con la mirada de sus dos hijos.
Al despertarse con las primeras luces del alba, Emma había tomado su decisión. Con pie firme y con una voluntad más segura, esperó a que la oficina administrativa abriera. A las nueve en punto, estaba delante de la secretaria.
«¿Emma? ¿Estás en pie? Deberías descansar, ya sabes, no es conveniente…»
«Ya, ya veré…Bueno…Yo…¿Tendría los formularios…? Euh, ya sabe…¿para los bebés…?» Emma no se atrevía a pronunciar la palabra adopción. Ponerle nombre a su gesto le daría una pátina de realidad ante la que no podría retroceder.
«¿Hablas de los formularios de abandono para una adopción cerrada?» La secretaria alzó una mirada suspicaz por encima de sus gafas.
«Euh, sí…Yo…No puedo quedármelos, ya sabe…»
«Sí, tienes razón, creo que así es mejor para todo el mundo, en efecto…» no ocultaba el desprecio en su voz para nada, pero Emma logró contenerse.
Después continuó
«El problema es que no nos quedan aquí. Partos en la cárcel no suceden a menudo, y aún menos seguidos de un abandono. Tengo que pedirlos a la administración…No los tendré antes de mañana…»
«Sí, vale, esperaré…»
«De todas maneras, ¿qué otra cosa tienes que hacer aquí sino esperar, eh? Jajajajaja No es como si estuvieras desbordada de trabajo, ¿eh? Es más, seguro que si hubieras tenido uno, no habrías aterrizado aquí…»
Ya fue demasiado para Emma
«¡CALLESE, CALLESE! ¡No conoce nada de mi vida, no sabe nada de mi historia! ¡Me juzga, pero no sabe lo que he vivido! ¿Usted piensa que es mejor para esos niños que no me conozcan? ¡Pues bien, sí, le voy a dar ese placer, estoy de acuerdo con usted! No sirvo para nada, y lo único bueno que voy a hacer con 17 años de maldita existencia va a ser darles una mejor oportunidad a esos niños. Así que no me menosprecie, ya lo hago yo por las dos…»
Fue como si todos los dolores contenidos desde su desgraciada infancia, su arresto, su parto salieran a flote con el doble de intensidad. Sin respiración, miró a la secretaria y añadió
«Regreso a mi celda. Volverá mañana»
Y cerró la puerta dando un portazo. La secretaria trabajaba en la prisión desde hacía veinte años, y había visto pasar jóvenes enfrentadas con el mundo entero y no se enfadaba al tener que recibir vasos de agua que le tiraban, insultos o escupitajos…No tenía por costumbre inquietarse por las presas, pero la angustia de Emma no la dejaba indiferente. Descolgó el teléfono.
«¿Diga?»
«¿Sí, Jane? Buenos días, soy Kate, del despacho. ¿Te molesto?»
«No, en absoluto, buenos días, Kate. ¿Qué ocurre? ¿Otro problema informático?» bromeó la enfermera
«Jane, es sobre Emma. Se ha pasado esta mañana y creo que no está bien. Quiere dar a los niños en adopción, bueno, no digo que no sea lo que haya que hacer…»
«Sí, lo sé, está decidida y cuando se le mete algo en la cabeza…»
«No es eso lo que me preocupa, Jane. Digamos que la he encontrado…hm…frágil. Tengo miedo por su estado de ánimo, ya sabes…Entonces me decía que como tú eres como una amiga para ella, si podías pasarte a verla, a hacer que piense n otra cosa…»
Jane se sintió agradablemente sorprendida de que tras esas pequeñas gafas y los moños siempre perfectos de Kate, un ser humano se escondiera. No podía creer lo que oía…
«Euh, sí, de todas maneras, tenía que ir a verla este mediodía para los cuidados post-parto. Intentará hacerla sonreír…Gracias por haberte preocupado, Kate»
«Ya, bueno, buen día»
«¡Buen día a ti también! Ah, por cierto, si quieres, en cuenta tengas los formularios, démelos, yo se los llevaré. ¡Eso evitará un nuevo escándalo!»
«Buena idea, te lo agradezco. Hasta luego…»
La tarde en compañía de Jane fue para Emma una válvula de oxígeno. Rio, lo que no había hecho desde hacía días, y ambas tomaron mucho cuidado para no mencionar a los pequeños o la adopción.
Cuando cayó la noche, y Emma se encontró de nuevo sola en su celda, pensó en esos dos pequeños seres que seguramente debían estar durmiendo apaciblemente dos pasillos más lejos…Por la primera vez en casi 24 horas, ella sintió un deseo repentino de verlos «Solo verlos, para a ver a quién se parecen, es todo…»
Se levantó y golpeó la puerta de metal blindado. Una corpulenta guardiana de voz rocosa apareció ante la ventanilla
«Sí, ¿qué quieres, Swan?»
«Euh…querría estirar las piernas, estoy entumecida»
«Jajajajaa, espera, ¿en serio? Con el tiempo que llevas aquí, ¿crees que puedes salir así como así?»
«Por favor, solo quiero ir…(bajó la voz como si no se atreviera a confesarlo)…a la maternidad»
«¿Quieres ver a tus pequeños? Ok, está bien, porque eres tú, Swan…»
La puerta se abrió y la guardiana condujo a Emma hasta la puerta del nido.
«¡Tienes 5 minutos, y después vengo a buscarte y te arrastro por el cuello!»
«No voy a necesitar tanto, gracias…»
Cuando Emma entró en la sala cuya suave calidez contrataba con el frío de los pasillos de la prisión, se sorprendió al sentir su corazón latir más rápido. La joven se acercó despacio. Por nada del mundo querría que los niños se despertaran y comenzaran a berrear. Caminaba como en un campo minado. Su corazón latía tan frenéticamente que tenía miedo de que se escuchara. En la habitación dormían en silencio cuatro bebés de baja edad: dos pequeños entr años, nacidos en prisión y criados por sus madres aún presas y, al otro lado de la estancia, en un pequeño capazo sobre ruedas, dos nuevos recién nacidos, cara a cara, sujetándose las manitas.
Al llegar al capazo, miró a los dos bebés. Era verdad que se parecían: la misma naricita respingona, sus ojos cerrados en una misma expresión…se podría haber dicho que dormían frente a un espejo. Ella los observó un tiempo, con una sonrisa apenas esbozada en su rostro. No se atrevía a tocarlos, por miedo a lastimarlos.
De repente, uno de los bebés comenzó a moverse, agitó los bracitos y, finalmente, abrió los ojos. Emma se quedó paralizada. Cuando él giró la cabecita y su mirada, llena de vida, se cruzó con la mirada verde esmeralda de su madre, Emma no pudo contener las lágrimas que hacía minutos que no veía aparecer.
«Hola, peque…¿te preguntas que estoy haciendo aquí, eh?...A tu lado, quizás incluso te preguntes quién soy…Pues la verdad…es que ya no sé quién soy…¿una adolescente? ¿Una presa?¿Tu…mamá?»
No, no era posible, él no había comprendido lo que ella decía. Un bebé no comprende lo que le dicen, intentaba convencerse la joven. Sin embargo, al finalizar esa frase, el bebé sonrió.
Fueron esos minutos en el nido de una prisión federal de Arizona que cambiaron el curso de la vida de la joven Emma Swan.
¿Qué os parece? ¿Interesante, no?
