Disclaimer applied.
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Lágrimas de perdón.
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"Quiero seguir enamorada de mi dolor.
Oh…
Pero Dios, quiero dejarlo ir."
Lithium/ Evanescence.
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La transición de dolor a paz absoluta es demasiado para su mente y cuerpo, pero si es realista, ya no siente nada.
Lo insoportable de la situación es la cegadora luz que está frente a ella, incitándola a cruzar el pasillo iluminado, el túnel del que tanto se habla para ser finalmente vencidos por la muerte. Inhala y exhala, llevándose una mano al cuello y aliviándose de ya no sentir la mano sucia de aquel hombre enmascarado. El bastardo que se hace llamar Madara Uchiha. Otro cambio es que ya no tiene puesto el uniforme de Akatsuki, se concentra en su apariencia y acaricia con suavidad la tela de seda blanca que se pega a su delgado y proporcionado cuerpo.
Sin darse cuenta, ya ha recorrido el pasillo de la muerte y está frente a frente con su destino. Un escenario de cielo tan azul como su cabello y una especie de Sol que se cierne de forma agradable sobre su cuerpo. Su ausencia de calzado le hace darse cuenta de que también hay pasto y agacha la mirada, encontrándose con el verde vivo de las plantas. Pero así como pasó de dolor a paz, ha pasado de confusión a pánico y terror. No logró matar a Madara, se ha ido sorprendentemente al edén con las manos vacías.
Vacías, sin sangre entre sus manos.
Su temple imperturbable que conservó durante años es roto con la misma facilidad con que un shinobi puede atravesar a su contrincante usando una katana, llevándose las manos al rostro para sollozar en el cielo.
En el cielo que no merece.
Ella ayudó a matar a miles de personas que se oponían a las ideas de Nagato, no pudo asesinar al hombre que se opone a la paz del mundo y aunque sonase ridículo, había perdido la virginidad antes del matrimonio. Ni pudo casarse, más bien, le arrebataron a Yahiko.
Es completamente seguro afirmar que vivió llena de pecado.
Dos manos que se colocan en sus hombros la sacan de sus cavilaciones y con lentitud retira las suyas de su rostro, mirando alerta a las presencias detrás de ella.
—Konan—murmuran con suavidad los sujetos, sonriéndole con la misma calidez que el Sol irradia.
Nagato y Yahiko a pesar de todo también están en el edén.
Las lágrimas siguen precipitándose y se voltea para abrazarlos, con tanta fuerza que siente que desaparecerán. Los latidos de sus corazones junto con los escandalosos sollozos de ella son lo único que se escucha, permitiendo un ambiente lleno de paz.
El ángel después de serenarse les cuenta todo lo que sucedió después de la muerte de Nagato, convirtiendo sus manos en puños al mencionar que fracasó en asesinar a Madara Uchiha. Sus angelados le extienden un ramo de rosas, otorgándole el perdón que tanto anheló, pidiéndole que deje de abrazar al dolor. Lo hace y sonríe como nunca lo hizo en vida, sintiendo el poder de la liberación.
Está en casa.
