Nada mío. Solo la idea. Personajes y demases, pertenecen a JK Rowling.
De las cosas imposibles por hacer, los gemelos Weasley habían propuesto la peor de todas. Por sobretodas las cosas, por las burlas que Hermione, constantemente, hacía ante sus trabajos. Tan buenos, aquellos trabajos, para la tienda de bromas. Ella era la única que creía que era una pérdida de tiempo, esfuerzo y dinero.
Entonces, Fred había tenido una idea que realmente era mucho peor que no vender sortilegios Weasley por un mes, estando a punto de lograr el récord de ventas, ese año. Hermione escuchó con atención y parpadeando sorprendida.
— El que haga reír a Snape, entonces gana. ¿Qué te parece, Hermione? Si tú ganas, pasaremos un mes entero sin vender, sin hacer bromas y además ayudaremos en Hogwarts. A instruir a los estudiantes.
Sí, claro. Y ella sería la reina del Quiddicth.
— ¿Y qué pasará si yo pierdo?
— Pues entonces, vas a tener que verte de una forma muy comprometedora en el gran comedor.
Tembló ante ello, tuvo miedo de pensar en ello. Ladeó la cabeza hacia Ginny, quien la acompañaba en la sala común y negaba con la cabeza. Mejor era dejar que sus hermanos hicieran lo que quisieran, pero no una cosa como esa. Como si hacer reír a Snape, fuese tan fácil. ¿Snape sonreía siquiera? Porque burlarse, no era sonreír. Eso era simplemente eso...
Burlarse.
¿Por qué habían llegado a ese punto desde el principio? Porque Hermione había sido víctima de una de las graciosas bromas de los gemelos. De sus absurdos comentarios. Siempre era lo mismo. Aunque aquella idea parecía descabellada e imposible.
Como siempre.
— Es nuestro arreglo. Quien gane, podrá burlarse del otro. Sencillo.
— Hermione, es peligroso. No les hagas caso.
Pero ¿cuándo tendría el lujo de reírse de eso? Nunca.
— Eh...¿de acuerdo?
Estaba hecho el trato. No había marcha atrás y no tenían más opción que conseguirlo. A como diera lugar. Aunque Hermione creía que lo único que hacía reír a Snape, es que alguno de ellos se muriera o asesinarlos.
Lo primero que sucediera.