¡Mi queridísima Soly! hete aquí a tu caballero blanco y tu amada (?) Arianne jajajaj. :P. Espero sea de tu agrado. Fue el primero que escribí así que siéntete especial jajaja :P.
Te adoro, de más está decirlo. Feliz San Valetín
Disclaimer: Nada es mío y los personajes son propiedad de George Martin.
Era su deber, su obligación moral mantenerse alejado. Había hecho un juramento y debía respetarlo. Que hubiese algunos que no hayan respetado su palabra, no significaba que él debiera hacerlo. ¿Qué hay de hombres como Barristan Selmy que sí pudieron contra la tentación? Y antes de él hubieron cientos, y seguro después habría otros tantos. Pero a él, Arys Oakheart, le estaba costando cada vez mantenerse firme. Ella lo provocaba con sólo pestañear. Ella y su sensualidad que desbordaba en cada paso. Ella y su sonrisa. Ella, Arianne Martell, la princesa de Dorne, la heredera.
Pero debía autocontrolarse, no importa cuán difícil fuera. Él estaba allí por la dulce y pequeña princesa Myrcella, la niña de cabello de oro y ojos verdes, hija de Cersei Lannister. Su hermanito menor, Tommen, era el nuevo rey tras la muerte de Joffrey. Y si estaba allí, era por resguardo, por protección de Myrcella y aunque Arys tenía bien en claro sus obligaciones; esos cabellos largos y negros y los pechos y caderas de Arianne, mantenían su mente dispersa. Aún así, se aferraba con uñas y dientes a la misión a la que fue encomendado.
El Desconocido, seguro fue él. Él y su maldad, hicieron que caiga en la tentación, en el abismo de un cuerpo curvilíneo. Porque Arys cayó entre las piernas de una mujer única, o eso era ella para sus ojos, mente y corazón. Arianne Martell, lo había atrapado y él se había dejado hacer. Diez años, diez años habían pasado desde que… ya casi había olvidado cómo era estar con una mujer.
¿Y cómo decirle que no a sus ojos oscuros? ¿Cómo decirle que no a sus labios que lo llevaban al éxtasis cada vez que los probaba o ella se los deslizaba por la piel en un camino de besos que iban desde su frente hasta más allá de su ombligo?
—Mi caballero —le decía ella.
Sí, de ella. Todo era de ella. Qué dificil es, a veces, separar el deber del placer. Eso le sucedía al verla, al oirla, al sentirla. Las comidas picantes y calientes de Dorne, le recordaban a ella. El color de la arena del desierto, le recordaba a su vestido favorito. Si le hubieran preguntado al caballero por qué en Dorne hacía tanto calor, capaz hubiera respondido que era por culpa del fuego de la joven princesa.
Para Arys, ella era la verdadera serpiente de Dorne. Arianne lo había mordido e inyectado un veneno peligroso, sensual y adictivo. Un veneno al que él no era inmune, ni quería serlo. Arianne lo había envenenado de amor y ya no había vuelta atrás.
