Salvo un par de ellos, ninguno de los personajes que aparecerá en esta "historia" me pertenece, al igual que todo lo relacionado con el mundo "Potter", que es propiedad intelectual de J.K. Rowling. Sin más...


#01 . James Potter

Todo comenzó el día en que Remus decidió regalarle un conejo a Amanda. ¿Porqué? Pues según parecía, porque era tan mono y esponjoso como ella y esa manera de arrugar la nariz era casi idéntica a la de la muchacha. Era un maldito conejo poseído por el diablo, yo doy fe de ello. Nada más llegar a nuestras vidas empezó a dar problemas: no sabía dónde hacer sus necesidades. Al entrar en la habitación había que andarse con cuidado, pues el bicho era feliz saltando y defecando por doquier. Y no era divertido pisar sus "bolitas".

"Mandy", que era como se llamaba el conejo que resultó ser coneja, permaneció una semana en nuestra habitación (sin duda, la de más difícil convivencia entre nosotros, quizá por tener una chica en nuestro territorio). Fue una semana larga, llena de pelusillas de conejo en los uniformes y vanas explicaciones a Amanda, todo porque no sospechase en su primer aniversario con Remus.

Remus había decidido preparar una cita romántica para su chica el sábado por la noche, momento en el que, en teoría, Mandy desaparecería de mi vida salvo por ocasionales cruces en la sala común. Así que, con la perspectiva (obviamente feliz) de perder de vista al endiablado conejo, el viernes acudí a mi entrenamiento de quidditch, confiado en encontrarlo enjaulado a mi llegada un par de horas después.

Pero claro, Mandy tenía que dar la nota.

Llegué sudoroso y agotado del entrenamiento y subí con rapidez a la habitación. Todo estaba desordenado: había pergaminos esparcidos por todos lados y los baúles de la ropa estaban movidos. Me quedé paralizado en la puerta, observando el panorama desolador que se presentaba ante mí: había hecho mi recogida semanal esa misma mañana y ahora parecía estar como al principio. De pronto, una cabeza de pelo pajizo asomó bajo mi cama.

-Ha desaparecido.

-¿Quién ha desaparecido?

-Mandy… James, ¡Mandy ha desaparecido!

-¿Y…?

Vale, admito que me gané aquella chancla en la cabeza, pero deberíais entenderme: acababa de llegar de dejarme en cuerpo y alma en el campo junto a mi equipo y al llegar a mi espacio de relax me encontré con que un torbellino había pasado por allí.

-Alguien dejó la puerta abierta y aprovechó para largarse.

Observé a Sirius salir de detrás de un armario y su cara mostraba lo mismo que la mía: absoluta indiferencia. Y es que yo no era el único que había sufrido por culpa de aquel animal. Mandy había decidido que la cama de Sirius era dulce y cómoda y que pasar allí su estancia sería perfecto… Y a Sirius no le gustan las cosas bonitas y esponjosa… Y menos si no controlan sus esfínteres cuando duermen.

-No me sorprende… -añadí, encogiéndome de hombros.

-Sois unos grandes amigos, chicos… No os preocupéis, que esto lo ordenaré yo después… No os peleéis por ayudarme.

-¿Quién se estaba…? ¡Ouch!

A veces había que frenar la lengua de Sirius, porque solía ocasionar alguna que otra batalla campal.

-Voy a darme una ducha y bajaré a la sala común a echar un vistazo, ¿vale?

Remus asintió, al menos había evitado que me volase la cabeza con uno de sus diccionarios de términos mágicos.

Pero ojalá hubiese ido directamente a la sala común… Mandy me esperaba, como una acosadora, dentro del plato de ducha de aquel baño. Durante un instante nos miramos fijamente a los ojos… Los suyos rojos y los míos azules… No sabía muy bien que hacer, si llamar a Remus para que lo cogiese y cogerlo yo y lanzárselo a Remus para que nos dejara en paz, se sintiese culpable y nos consiguiera bizcocho en señal de disculpa… Bizcocho.

Me acerqué a aquella cosa peluda que movía la nariz de una manera ligeramente preocupante: estaba tramando algo… ¡Cómo no me di cuenta en aquel momento! Di un paso, después otro y otro más… Me agaché hasta quedar a su altura y una pequeña garra, que no sabía muy bien de donde salió, me arañó la cara, moviendo las gafas de lugar.

Ahogué un grito y me dispuse a atacarle de nuevo cuando… ¡Zas! Aquel maldito conejo era demasiado rápido para mí… Se movía de un lado a otro dando saltitos, burlándose de mí con su movimiento de nariz. Entonces se quedó inmóvil, mirándome, provocándome para que fuera donde él… Avancé… Pisé algo que prefiero no recordar… Y caí al suelo, golpeándome el hombro sobre el frío suelo de piedra.

Entonces sí que grité.

Para cuando mis amigos entraron en el baño, Mandy volvía a estar encima de mí, sobre mi pecho, mirándome, arrugando su naricilla… No se parecía en nada a Amanda… Y se lo iba a decir en cuanto tuviera ocasión… Ella no era tan agresiva… O al menos no arañaba así.

-¿Estás bien?

-No –alcancé a musitar.

-Hablaba con Mandy…

No sé si os he dicho que era una coneja…

-Te ha ganado una tía, colega…

Gracias por recordármelo Sirius…