Si había una cosa que Hermione Granger detestaba en el mundo era no tener cada momento del día planeado. La palabra "improvisar" no entraba en su extenso vocabulario curtido año tras año en la biblioteca de Hogwarts. El simple hecho de no saber qué hacer le provocaba una sensación muy desagradable que se le pasaba rápidamente al mirar su agenda, su bien material más preciado junto a su varita, y encontrar en algún margen alguna nota en su diminuta y torcida letra que le dijera que hacer.
Aun así había momentos del día en los que no tenía nada que hacer y que dedicaba a estar con Harry y Ron frente a la chimenea de la sala común de Gryffindor recordando momentos vividos; o bien a leer (mejor dicho releer) cualquier libro que se pusiera en su camino. Puede que sí que hubiera algo que amase más que su agenda, los libros. A Hermione le fascinaba la manera en que los libros la transportaban a ínfimas realidades: había sido asesina, princesa, policía, campesina; había viajado por las estrechas y abarrotadas calles de Bombai, por los suburbios de Nueva York, por todas y cada una de las miles de islas Griegas; y todo esto sin moverse de su habitación. Los libros formaban parte de ella, le eran tan necesarios como comer, podía pasar tiempo sin leer, pero al final para sobrevivir debía hacerlo.
Había gente en Hogwarts que creía que Hermione estudiaba y leía solo para impresionar y pelotear a los profesores y para hacer sentir inferior a los demás alumnos. En su opinión, esta gente era idiota. Es decir, si su objetivo era caer bien como ellos decían, lo más sencillo sería no hacer nada y caer bien a los cientos de estudiantes de Hogwarts en vez de a una docena de profesores. Lo que ella decía, idiotas.
No le preocupaba mucho lo que pensaran de ella, no quería caer bien a todo el mundo, pero debía reconocer que a veces querría tener más amigos. Harry y Ron eran sus pilares, no se podía imaginar una vida sin ellos, pero aun sí eran chicos, y ella a veces necesitaba alguna chica con la que poder hablar, desahogarse y compartir sus problemas. Ginny era una gran amiga, pero Hermione sentía que la aburría, y sus compañeras de habitación, Parvati y Lavender la detestaban aunque intentaran disimularlo con una máscara de falsedad.
Amor tampoco era un término muy usado por Hermione. Teniendo en cuenta que le caía mal a la mayoría de sus compañeros, Hermione no había tenido nunca novio, exceptuando a Viktor. Aunque tampoco se puede decir que fueran novios, sino más bien amigos con derecho, aunque su único derecho hubiera sido un par de besos. Las chicas de Hogwarts cuchichearon durante semanas después de que Rita Skeeter publicará en el profeta que ella y Viktor habían roto su "romance" a las pocas semanas de que éste iniciara. Por los pasillos siempre oía comentarios como: "quien querría estar con esta" o "normal que Viktor haya recapacitado y la haya dejado", comentarios que le hacían mucha gracia, puesto que ella había cortado su relación con Viktor. Le tenía mucho aprecio, pero solo eso, aprecio, mientras que él le había declarado su amor por cartas. Hermione decidió que no podía estar con alguien sin quererle, por mucho que éste la quisiera, fuera muy guapo y besara increíblemente bien.
En cuanto a los chicos de Hogwarts, aparte de no llevarse bien con ellos, no había ninguno que valiese la pena. Bueno, exceptuando a Roger Davies, el dios de los dioses, pero que desafortunadamente tenía novia, Cho Chang. Ésta empezó con Roger a los dos días de besar a Harry, lo que demostraba perfectamente que clase de mujer era. Éste lo había pasado un poco mal por ello, lo que hacía que a Hermione le hirviera la sangre al ver a Cho.
Siguiendo con los chicos guapos de Hogwarts, pocos más había para resaltar. Si Hermione le hubiese preguntado a cualquier chica, ésta hubiera respondido o bien Harry Potter o bien Draco Malfoy (sin olvidar a Roger Davies). Harry era su amigo y por ello quedaba descartado, a pesar de que tenía que reconocer los primeros sentía tal admiración por la gran persona que era, que muchas veces había confundido éste sentimiento con posible amor. Pero no, según pasaban los años se dio cuenta de que Harry era su mejor amigo, era como su versión masculina, su otro yo. Y vayamos al siguiente punto, Draco Malfoy. Hermione rio al pensar en la posibilidad de que le gustase Malfoy. Hagamos un repaso de él: Rubio, ojos grises, cara con un constante gesto de estar oliendo mierda pero endiabladamente perfecta y simétrica, una sonrisa que haría llorar a los padres de Hermione de felicidad, alto, delgado pero fibrado… ¡Mierda! Aunque a Hermione le molestara, debía reconocer que físicamente Malfoy era perfecto, aunque su personalidad lo echaba a perder.
Draco Malfoy era la persona más desagradable de toda Inglaterra. Era egocéntrico, egoísta, cínico, cruel y tenía la asquerosa costumbre de insultar a los nacidos de muggles, especialmente a ella. Eso la había hecho llorar sus primeros años, pero año tras año había aprendido a contraatacar a Malfoy, y ahora en su quinto año podía decir que incluso disfrutaba sus discusiones con Malfoy. Bien, a nadie le gusta que le insulten por su procedencia, pero cuando discutía con Malfoy cada discusión era un reto, debía usar todo su intelecto para soltar respuestas mordaces contra él y no dejarse ganar.
Si Malfoy no fuera como era, cualquiera, ella incluida, caería a sus pies. Lástima que fuera gilipollas.
Hermione iba pensando en esto mientras iba para su clase de Pociones cuando notó un golpe en el hombro. Giró la cabeza y se encontró a su peor pesadilla.
-Ten más cuidado Malfoy. El pasillo mide tres metros de ancho así que- y él, maleducado como siempre la cortó.
-Granger si quisiera saber lo que mide el pasillo me pasaría todo el día en la biblioteca leyendo Historia de Magia como tú. Solo aparta ese culo gordo que tienes y déjame pasar.
Hermione consciente de que su culo distaba mucho de estar gordo (estaba bastante delgada) le respondió:
-Malfoy mamá y papá debieron enseñarte que no es de buena educación mirarle el culo a las mujeres, por muy gordo que lo tengan- le dijo con voz infantil, como si estuviera hablando con un niño de 5 años.
-Bueno, yo no veo ninguna mujer por aquí, aquí solo hay una sangre sucia- dijo él sonriendo, aunque Hermione notó que estaba picado por que le hubiese hablado así.
Hermione a pesar de que intentaba ignorarle se sintió muy ofendida por el comentario, e hizo algo impensable, improvisó. Se acercó a él lentamente, y éste retrocedió al pensar que le volvería a pegar como en tercero hasta llegar a la pared, en un recoveco en el que la gente que pasaba por el pasillo no lo podía ver fácilmente. Ella se acercó hasta que sus caras casi se rozaban, y subió el rostro para estar a la misma altura. Acercó los labios a su oreja y susurró:
-¿Estás seguro de que no soy una mujer, Malfoy?– y enfatizó su nombre. –Porque por lo rápido que respiras creo que eres demasiado consciente de ello.- Alejó sus labios de su oreja y volvía estar cara a cara con él. Su cara era de sorpresa, pero Hermione pudo ver debajo de la sorpresa algo inconfundible en su mirada. Excitación. Tentando a la suerte se acercó un poco más y sus labios casi se rozaron. Hermione podía sentir el aliento de Malfoy entrando y saliendo entre sus labios. Sabía que en ése momento lo tenía en la palma de su mano.
-Que no vuelva a pasar. Por cierto, deberías usar unos pantalones más anchos o todo el mundo notará a tu amiguito- Y en ése momento Malfoy miró hacia abajo y se encontró con un gran bulto en sus pantalones. Hermione aprovechó ése momento para huir antes de que éste le hiciera nada.
Intentando no soltar carcajadas empezó a correr por el pasillo, ya que llegaba cinco minutos tarde a clase.
