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Velis nolis


La mira detrás del ventanal del living y su ceño se agudiza. Rachel está arrodillada frente a un rosal oliendo y admirando las flores de colores brillantes, en especial las de color blanco, corta algunas y sigue en su labor, eligiendo las más bonitas. Sus ojos azules tienen un brillo único: inocencia, ilusión, la oscuridad acabó por abandonarlos y ya no reflejan vacío.

El cabello rubio recogido en una cola de caballo se ondea con el viento y es ahí cuando ella se da cuenta de su escrutinio, alza el rostro y le dedica una pequeña sonrisa enseñando los dientes para después seguir con lo suyo. Después de un rato el ligero vestido blanco que viste Rachel se ondea en cuanto se levanta, sosteniendo contra su pecho el gran ramo de rosas que ha juntado, esta vez no presta atención a su mirada y vuelve a la casa con sigilo, seguramente para poner las flores en un jarrón.

Zack aprieta los puños y mira de refilón su guadaña recargada en una esquina, imaginándola por un momento cubierta de brillante y líquida sangre roja. Cinco años han trascurrido desde que pactaron que él le quitaría la vida y si es sincero, desconoce el estado de aquella promesa en estos momentos. Todo está listo para ser cumplida: ya no tiene mirada de muerta, su sonrisa es verdadera y ella está dispuesta a morir, aunque algunas a veces parezca lo contrario cuando se acurruca contra él en las noches y le susurra "te amo", cuando le lee en las noches acariciando su cabello, cuando se entrega a él con sinceridad absoluta.

Él no es un mentiroso, sabe lo que debe de hacer: tomar la guadaña y atravesarla con ella.

—Zack.

Lo llama, asomando su cabeza del cuarto de la cocina. Da media vuelta y fija sus ojos en ella, pidiéndole mudamente que explique qué es lo que desea.

—¿Quieres comer ya?

Luce como todo un ángel e inconscientemente va hacia ella con largas zancadas.

—Rachel, sé sincera y no me mientas.

Sus ojos se amplían ligeramente y sus mejillas imitan al color rosado de sus labios cuando Zack la abraza fuertemente, como si se aferrara a su existencia.

—Dime Zack.

—Maldita sea, ¿quieres que te mate?

Una sonrisa se dibuja en los labios de Rachel para el desagrado de Zack.

—Hey, no he dicho un chiste para-

—Sí quiero.

La respuesta le cae como un balde de agua helada, no soy un mentiroso, no soy un mentiroso se repite como una mantra, ha sido pactado y no debería costarle trabajo hacerlo. ¿Entonces…por qué?

—Pero no ahora.

Rachel huele a rosas recién cortadas y a sol de verano, sus ojos son tierna espuma de mar que lo acobija y el calor de su cuerpo lo llena de una sensación de paz.

—¿Cuándo?

Aprieta los labios con una expresión pensativa, después de algunos segundos recupera su suave expresión.

—Cuando sea el momento.

¿Incluso en la muerte podrían continuar? ¿Existe un para siempre? ¿El cielo o el infierno? El delicioso olor de una sopa lo saca de sus cavilaciones y Rachel lo separa, tomando con cariño su mano para guiarlo hacia la cocina.

—Rachel…

—¿Hmm?

—Rompí el jarrón el otro día.

—Bueno… eso explica por qué no lo hallé, usé un vaso.

No hay fecha, pero algo le queda claro: el ángel que sostiene su mano merece una muerte sin dolor.


Velis nolis: Quieras o no quieras, en latín.