Descargo: Hermione Granger, Bellatrix Lestrange, Draco Malfoy, etc. Son propiedad de J.K. Rowling. Esta historia no se puede vender, ni usar para obtener beneficio económico.
Advertencia: Bueno, no mucha. Mujer/Mujer. Alguna escena perdida de violencia y poco lenguaje inapropiado…bastante suave.
Mi inesperada familia del corazón
Capítulo 1
Enamorada ¿de quién?
— ¿QUÉ?—gritó Draco, con los ojos desorbitados—, definitivamente, te has vuelto loca—aseguró, totalmente impresionado por la confesión que momentos antes su amiga le había revelado.
— ¡Shhhhh!, baja la voz, ¿quieres?—pidió avergonzada, cubriéndose el rostro con ambas manos—. Me siento morir ¿Piensas que no lo sé?, ¡claro que lo sé!, es una locura, es imposible, es extremadamente suicida, es… ¿Por qué me suceden estas cosas?, no soy normal, ¿no?—preguntó en un susurro lastimero, acurrucándose más contra el gran árbol, a metros de la orilla del lago.
—Absolutamente no, no lo eres, Hermione—confirmó con media sonrisa y un poco más calmado— ¿Tus amigos ya lo saben?—quiso saber.
— ¡NO!, nunca podría decírselos. Arruinaría nuestra amistad por completo. No soportaría perderlos por… una ilusión—hizo una mueca imaginando la cara de su casi hermano Harry, si se llegara a enterar que estaba completamente enamorada de su peor enemiga mortal; asesina de su padrino; torturadora de gente inocente, ¡Bellatrix Lestrange!
—Bien, porque te aseguro que ese par de idiotas no lo aceptarían jamás.
El rubio se levantó de la roca donde estaba sentado y se acercó para consolar a su ahora, ¡mejor amiga! ¡Sí, mejor amiga!
La abrazó, recostándose en el tronco del árbol y perdió su vista en el denso follaje del bosque prohibido.
Como han cambiado las cosas, pensó. Un año atrás habría matado al que dijera tal disparate. Que él, Draco Malfoy, se haría amigo de una sangre sucia. Y ahí estaba, sentado en el césped, ensuciándose sus pulcras prendas, dándole consuelo a la persona menos pensada.
Narcissa Malfoy o mejor dicho, ahora Black, había sido la causante de tal cambio.
La mujer de rasgos elegantes se había separado de Lucius Malfoy, en muy malos términos. Hacía ya un año y dos meses que madre e hijo habían repudiado el apellido y ahora eran sólo Black.
La gota que rebasó el vaso, no fueron las infidelidades del aristócrata, conocidas por todo el mundo mágico, ni tampoco las continuas agresiones verbales que eran moneda corriente en la mansión. El límite de Narcissa siempre fue su único hijo, por lo tanto, la noche que Lucius llegó exigiendo que Draco debía llevar la marca tenebrosa, explotó en cólera. Tomó sus pertenecías, y azotando la puerta, gritó a todo pulmón, ¡A MI HIJO NO LO MARCARAN COMO A UN ANIMAL! Llevándose sin opción a replicas a un aturdido rubio, que no podía creer que su padre había sido capaz de venderlo de esa miserable manera por tan sólo un poco de poder ante el Lord.
Poco después, la noticia de su muerte a manos de ese cruel asesino, no fue sorpresa para nadie, y el pequeño rastro de tristeza que sintieron, fue remplazado rápidamente por alivio. Sus ganas de comenzar una vida nueva, alejados de las antiguas demencias de su ahora difunto esposo, llevaron a Narcissa a decidir que era el momento de reunirse con Dumbledore.
Así fue como de pasar a ser unos potenciales traidores, se convirtieron en activos miembros de la Orden del Fénix.
Se mudaron a una pequeña casa para nada comparable a la mansión Malfoy. Pero eran felices, y por primera vez en sus vidas, podían decir que tenían un hogar.
Un nuevo comienzo, le había dicho Narcissa a su hijo, y como todo nuevo comienzo, las reglas impuestas rigurosamente por gente de nuestro pasado, como mis padres, tú padre, y todas las personas que antiguamente nos rodeaban, quedan nulas en ese preciso instante, ¿entiendes, Draco? Comenzando por la número uno y la más estúpida de todas, la de la pureza de sangre. Tienes que ser más flexible cariño, y encontrar amistades verdaderas, no por intereses. Esa absurda obsesión, sólo sirve para dividir las aguas, ¿prometes que lo harás?
Draco no podía negarle nada a su madre, pero en el fondo se cuestionaba, no creía que fuera capaz de romper su coraza de la noche a la mañana, pero lo intentaría aunque sinceramente no supiera por dónde empezar.
Tres meses después, luego de una reunión relámpago por el hallazgo de un horrocrux, inexplicablemente Hermione Granger se le había acercado ofreciéndole una taza de té recién hecho. Por supuesto que en ese momento dudo seriamente en aceptar la pequeña ofrenda de paz que la muchacha le ofrecía con una media sonrisa, pero recordó que de seguir en ese camino lo convertiría en su odiado padre y decidió hacer lo imposible para que eso no sucediera. Por lo tanto, después de innumerables tazas de té, escasas palabras al principio, y la paciencia de Hermione respetando sus tiempos, la chica se había transformado en su mejor amiga, y ni en sus más locas pesadillas imaginó quererla tanto como la quería.
— ¿En qué piensas?—preguntó la castaña frunciendo su ceño, observando como el rubio se había perdido en las nubes hacía más de diez minutos.
—Estaba recordando el espectáculo que montaste en el gran comedor—rió divertido.
— ¡Pobres!, Harry y Ron casi me internan en San Mungo. Creyeron que me habías hechizado con un Imperio—soltó una carcajada, reproduciendo ese momento en su mente cuando en una discusión con sus amigos se había levantado de su mesa Gryffindor, vociferando a los cuatro vientos: Draco Black, es el chico más dulce, encantador, buena persona, sensible y buen amigo. Así que será mejor para todos que se vayan haciendo la idea, porque no permitiré que se hable mal de él en mí presencia. Todas las miradas del gran comedor, incluyendo las de los atónitos profesores, fueron dirigidas a ella. Hermione había salido como una estampida con el rubio del brazo, dejando atrás a más de uno, por no decir a todos, con la mandíbula desencajada.
—Sabes qué ese día mí reputación de chico malo se fue al demonio, ¿no?—la regañó, bromeando.
—Oh, vamos, no dije nada que no fuera cierto—sonrío, sincera—, a demás la reputación de chico malo, como tú dices, se esfumó el día que ayudantes a Lavender en la clase de pociones.
—La cara que puso mi padrino, —rió, sin control—por poco no le dio un ataque ahí mismo—recordó, limpiándose las lágrimas que le brotaban a borbotones.
—Sí, y creo que fue la primera vez en la historia que Snape le resto puntos a tú casa sin ningún motivo—agregó, contagiada por la risa, olvidándose momentáneamente de su preocupación inicial.
—Bueno…, basta de hablar de mi—Se calmó respirando profundo varias veces, así poder preguntarle seriamente—. ¿Qué piensas hacer para acercarte a mi tía, y sobre todo, para no ser asesinada en el proceso?—. Ahora que lo pensaba, no recordaba ni un sólo momento en donde Bella hubiera sido amable con nadie, ni siquiera con su familia. A esa mujer le gustaba más torturar, lacerar, he infligir dolor, que comer.
Todavía no le entraba en la cabeza como Hermione se había enamorado de ella, pero por supuesto, haría lo que estuviera en sus manos para que su amiga tuviera una insignificante posibilidad de acercamiento, aunque dudaba que su posición como sobrino sirviera de algo, ya que su tía, lo había repudiado con toda su alma después de negarse a llevar la marca tenebrosa.
— ¡Por supuesto que nada! No mastico vidrio. Se perfectamente que no tengo ninguna posibilidad con ella—se apresuró a contestar, lamentándose por ser tan tonta. Habiendo tantas chicas por ahí, su corazón masoquista, había elegido a la peor demente de todos los tiempos.
—Falta un mes para las vacaciones, pensaré en algo. Pero desde ya te digo, tienes menos "cien" de posibilidades. Bella tiene obsesión con la pureza de sangre, y que sea la más fiel servidora de Voldemort no ayuda en nada—razonó, pensativo. Seguro que algo se le ocurriría, pero qué ese algo saliera bien, era muy distinto.
—No te preocupes, ¡de veras! Ya lo tengo totalmente asumido. Bellatrix Lestrange es un amor platónico, sólo eso—suspirando se levantó, sacudiéndose la ropa.
En una hora tendrían transformaciones y quería comer algo antes de entrar a clases.
¿Te sentaras con nosotros?—preguntó, refiriéndose en plural por Blaise Zabini.
El moreno, después de declarar abiertamente su noviazgo con Luna, había cambiado notablemente algo que Hermione agradecía profundamente. Su amigo, ahora no solo era rechazado por los Gryffindor. Su propia casa de serpientes le había dado la espalda, después de la separación de sus padres, y Blaise fue el único que se mantuvo firme a su lado, ignorando a todo aquel que se burlara de ellos por una supuesta traición a la sangre, como en varias ocasiones se lo habían recalcado sus propios compañeros.
—¡Claro! iré a ver a Ron y en diez minutos nos encontramos para desayunar—lo más seguro era que sus amigos ya hubieran terminado de comer, así que los buscaría en la sala común donde podría alcanzarle al pelirrojo la introducción del ensayo que había pedido McGonagall para hoy.
Hermione y Draco se separaron justo al cruzar la puerta de entrada. Los dos absortos en sus propios pensamientos, ella perdida en unos bucles azabaches que le robaban el sueño cada noche, y él, con la imagen de una hermosa pelirroja, dueña de las pecas más encantadoras.
Desafortunadamente, los dos tenían las mismas chances de ser correspondidos. Un enorme o más bien, gigante ¡cero!
