Digimon no me pertenece y escribo esta historia sin fines de lucro.
Con Miyako, me gustaba caer
Para Kailey Hamilton, ¡feliz cumpleaños!
Takeru me dijo una vez que quería "escapar" de los clichés. Que le resultaba sencillo, como escritor amateur, escribir clichés, caer en frases hechas: tensiones que se cortan con cuchillo, ojos abiertos como platos, sonrisas como el sol. Yo lo entendí, poniéndome en sus zapatos: si alguien ya lo escribió antes, una, y otra vez, y otra más, y funcionó, se puede "usar", ¿correcto? Eso era lo que pensaba él, que no estaba mal reciclar frases hechas. Pero que el buen escritor no reciclaba.
Nunca más hablamos del tema, pero nunca lo olvidé, tampoco. Porque me di cuenta que la vida, para mí, era más linda cuando caíamos en clichés.
Me gustaba quitarle los anteojos a Miyako cuando dormía y mirarla mientras el sol caía sobre su rostro sereno. Me gustaba pensar que era más linda con sus gafas redondas, aunque ella no estuviera de acuerdo. Me gustaba que fuera bella vistiera lo que vistiera, incluso un trapo sucio (nunca la vi, en realidad, vistiendo un trapo sucio). Me gustaba ser tal vez el único que lo pensaba.
Con Miyako, me gustaba caer. En la cama, en el pasto, en clichés, por la vida. Con Miyako, caer. Porque caer, para mí, implica continuar. Ella extendía su mano para que yo me levantara, yo la tomaba. Miyako me sonreía a través de sus lentes, con una sonrisa blanca y con los ojos transparentes, Miyako, mi hermosa.
Por eso me cuesta tanto entender que los escritores, como Takeru, quieran huir de los clichés. ¿Qué es de una buena vida sin clichés? La primera vez que corrí por un aeropuerto para reencontrarme con alguien, fue por Miyako. La primera vez que me sentí el hombre más feliz del mundo, fue cuando Miyako me anunció su embarazo. La primera vez que sentí que tocaba el sol con las manos, fue cuando nos confesamos que nos amábamos. La primera vez que pensé que podía bajarle, a alguien, la luna, fue a Miyako.
Mi vida con Miyako, pienso, es una sucesión de clichés y caídas, de "caeres" y más clichés, caer en clichés. ¿Con quién vi por primera vez una estrella fugaz? Con Miyako. ¿Sorpresa? No, cliché.
Fue en la tierra, esa vez. No solíamos salir de noche, pero estábamos de vacaciones y habíamos ido a la playa. Miyako no la conocía, yo tenía "vagos recuerdos" (cliché), de haberla visitado con mi hermano.
Me gustaba visitar el mar con Miyako, y por eso a la noche nos escapamos del pequeño hotel donde dormíamos. Corrimos por las calles como locos, tomados de las manos, sintiendo el viento pegar en nuestros rostros, riendo a boca abierta, dejando salir a un niño interior que a mí me gustaba esconder (a ella, no tanto). ¿Existirá un verbo que sea algo así como "clicherear"? Porque, a esa noche, Miyako y yo la clichereamos.
Nos acostamos en la arena, boca arriba, a mirar estrellas y a dibujar digimons uniéndolas. Ella es más creativa que yo, o tal vez tiene más práctica. Mis primeras tardes avistando nubes fueron a su lado, mis primeras noches enseñando constelaciones también. Con el tiempo, fui volviéndome relativamente bueno.
Recuerdo que Miyako hablaba de una torta que quería cocinar para su familia, pero que sus hermanos no la dejaban porque no tenía mano en la cocina. A ella, en ese momento, no le parecía molesto, le resultaba gracioso.
―A veces me acusan porque no quiero ayudar en la casa ―me dijo. En mi opinión, eso no era cierto. Miyako, a veces, exagera―. ¡Y cuando quiero hacer algo lindo por ellos, me rechazan! La mía es una casa de locos.
Reí por el cliché y recordé el drama de Takeru, sonriendo.
La tomé de la mano, recostados como estábamos, y le enterré los dedos en la arena. Ella se rio y quiso retirarla, pero la retuve con fuerza mientras reíamos juntos. Nunca se ríe más cómodo que cuando se está con ella, debería ser un deporte nacional.
Se había quitado las gafas y la miré a sus ojos claros, color de la miel derretida. (¿O será de la miel antes de cristalizarse?).
―¿Sigues buscando formas? ―pregunté, porque notaba que su atención no estaba puesta cien por ciento en mí. A través de sus ojos, veía el reflejo de las estrellas.
―No busco formas ―dijo―. Te busco a ti.
Me ruboricé. A veces no la entiendo.
La amo.
Ella sonrió, yo sonreí. Éramos dos enamorados, tumbados en la arena de una playa en una noche veraniega, contando estrellas y jugando con nuestras manos entrelazadas. Me sentí feliz de poder compartir una vida de clichés al lado de una mujer tan maravillosa como Miyako. Y a mi vida, por cierto, la compartí entera con ella.
Fue entonces cuando vi la estrella fugaz... o, más bien, vi su reflejo, ya que fue a través de los ojos de mi preciosa prometida.
―¡Una estrella fugaz! ―gritó Miyako; se sentó en la arena, yo la imité. No dejé, sin embargo, de mirarla―. ¡Ken, te la perderás! ―me reclamó.
―No es cierto ―dije, cuando ya la primera estrella fugaz que vi en mi vida había desaparecido de sus ojos―. No te perderé nunca ―dije.
Y no mentí.
Notas: Kailey linda, ¡feliz cumpleaños! Espero que hayas pasado un buen día, sé que estás tapada de estudio, pero ojalá puedas relajarte al menos por hoy.
Me inspiré un poco en un libro que se llama The kite runner, de Khaled Hosseini, quien habla en un momento de los clichés. Por lo demás, simplemente quise escribir sobre algo tan cliché como ver una estrella fugaz con tu pareja.
Seguiré publicando fics kenyako en esta colección.
