Glee y sus personajes no me pertenecen.
Segun sus opiniones vere si este fic sigue o no. Lo dejo completamente en sus manos la decision. Seguire con The Blacklist II, pero esta historia la tenia hace tiempo en mi cabeza. Diferente a lo demas, como la mayoria de mis fics, y bastante divertida con ideas locas. Poco y nada de drama. Viajes al pasado y sorpresas que pronto saldran a la luz.
¡ustedes deciden si merece una oportunidad!
¿Nos seguimos? /heyjudeeok (en mi twitter subire spoilers y fotos del fic si les interesa)
Capitulo Uno
— And although I know that he is blind. Still I…
— ¡Cierra la boca Berry! — Me detuve tras escuchar su grito junto a algo que chocaba directo contra el vidrio de mi ventana. ¿Cómo se atrevía a interrumpir en medio de mi ardua interpretación? ¿Quién osaba de entorpecer el ensayo de la próxima estrella de Broadway?
Carraspee mi garganta y me prepare para entonar nuevamente la melodía que llevaba semanas preparando, pues no estaba en mis planes fallar en mi primera clase de Glee club y siendo la capitana debía de defender mi puesto. Este año planeaba reclutar nuevos miembros para poder ganar las regionales y lanzarnos de una vez por todas a las nacionales acumulando aun mas, buenas notas en mi impecable historial académico.
¿Quién soy? Pues simple. Rachel Barbra Berry. Muchos se burlan de mí porque siempre coloco una estrella dorada después de mi nombre. Pero es una metáfora, y las metáforas son importantes. Mis estrellas doradas son una metáfora de mí siendo una estrella.
Futura estrella de Broadway.
Fui criada por dos padres homosexuales y junto a ellos encabezamos una organización en Lima por sus derechos. Mis dos increíbles padres buscaron donantes basados en la belleza y la inteligencia. Luego mezclaron ambos espermas en una batidora y aquí he el resultado. Aun no sé cuál de los dos es mi padre. Ellos me animaron a tomar clases de arte. Recibí clases de danza y lecciones vocales, cualquier cosa que me llevara directo a la fama.
Este año demostrare que estoy capacitada con buenos dotes cantarines para llenar el lugar de capitana. Hare lo que esté a mi alcance para obtenerlo, demasiado soporté cuando Mrs. Shuester le dio un solo a la asiática tartamuda. Eso fue una tontería… ¡lo sé!
Este año me he mantenido bastante ocupada con mi sitio en MySpace lo cual he tenido que pasar de los amores de verano. En verdad creo que es una pérdida completa de tiempo. ¿Quién derrocharía horas intercambiando saliva pudiendo estar en un campamento de música?
Intento postear un video con mis interpretaciones todos los días para mantener mi talento vivo y creciendo. Como lo hacía hace unos momentos.
La fama es lo más importante hoy en día y ser popular está dentro de ello, y si hay una cosa que he aprendido es que nadie te la regala.
Como decía antes. Aclare nuevamente mi garganta luego de tomar un trago de mi te con limón y miel, y le di play a la pista de audio para volver a empezar desde el principio.
— On my own pretending he's beside me…
Un nuevo golpe volvió a interrumpirme y esta vez ni siquiera hizo falta que algo choque contra mi ventana. Ella misma se hizo presente para detenerme.
Mi peor pesadilla.
— ¿Acaso tienes cera en tus oídos? ¡He dicho que dejes de cacarear a estas horas, Hobbit!
— Primero, ¿Quién te invitó a entrar en mi humilde morada? — Mostré uno de mis dedos enumerando — Segundo, no estoy cacareando sino cantando… algo que tú difícilmente puedas hacer. Tercero… — mis palabras se quedaron atoradas en mi garganta tras seguirla con mi mirada sin prestarme mínimamente atención. — ¡¿Qué haces?! — Grito alarmada.
— ¡Un favor a este pueblo! — Dice desenchufando mi ipod — Hay gente que intenta dormir o estudiar, Berry.
Hago el intento, y digo intento porque mi fuerza ni siquiera puede compararse a la suya, y tomo sus brazos tras ver como esta en sus planes hacerse también con mi cámara grabadora.
— ¡No! ¡Detente! — forcejeamos provocando que pise uno de sus pies para ganar un poco de ventaja. Pero la que gano es mucha ya que ella comienza a quejarse porque mi pisada va mas allá, aterrizando de lleno en parte de su tobillo.
— ¡¿Estás loca?! ¡Aaaaah! — grita soltando mis cosas para tomarse su tobillo derecho. — ¡El lunes tengo pruebas en las cheerios, gnomo!
— Pues que lastima… ahora estarás en el club de los lisiados. — digo pasando a su lado para ir por mi ipod pero es más veloz que yo y toma una de mis piernas ahora, haciéndome caer de bruces contra el suelo.
— ¡Oh por dios! ¡Mi nariz! Me has destrozado mi nariz… — lloriqueo sintiendo como esa parte de mi cuerpo se adormece pero no sangra.
— En todo caso te la arregle. — responde levantándose de su sitio para caminar cojeando cerca mío quitándome el ipod.
— De acuerdo, Quinn. Tú ganas. No cantare esta noche pero devuélveme el ipod. — Prometo falsamente.
— En tus sueños. — me sonríe con burla sentándose en el borde de la ventana. — Llevo tiempo queriendo hacer esto.
— Quinn, devuélvemelo. — digo furiosa aun sosteniendo mi nariz pero sin dejarme intimidar.
— ¿Lo quieres?
— Es mío.
— Pues búscalo. — dice arrojándolo al jardín antes de escabullirse hasta su cuarto.
Oh si, había olvidado un pequeño detalle. Ella era mi vecina.
— ¡Quinn Fabray te odio! — grite cerrando la ventana de un golpe.
— Buen día, pequeña — saludó mi padre al instante en que me vio entrando en la cocina. Él se encargaba de llenar uno de sus jarrones con agua para, seguramente, poner las rosas que esperaban por un poco de atención encima de la isleta. — ¿Cómo has dormido? — pregunta pero rápidamente suelta el jarron para llevarme las manos a la boca — ¡Oh por Dios! ¿Qué te sucedió en tu bella naricita, cielo? — me regala un sonoro beso en mi cabeza tras caminar hasta llegar a su lado. No era Rachel Berry si no comenzaba mi día con un beso de ellos. Luego iría por el de mi papá.
Le reste importancia con mis manos — Me he golpeado accidentalmente. Nada que una curita (bandaid) no pueda sanar. — respondí sonriendo sin profundizar mucho en el asunto. Hoy no me apetecía un gran desayuno. Solo una manzana.
— ¿Todo bien? — Frunce su ceño sonriéndome — Te hemos dejado zumo en la heladera. — comenta y yo solo asiento yendo por el. — Nos pareció extraño con tu padre que aun no dieras señales de vida, pero también hemos querido dejarte dormir. Es raro en ti pero supongo que por ser domingo te diste ese permitido.
Eran las nueve de la mañana y por supuesto que no me había dado ningún permitido. Me levante a las seis de la mañana como todos los días de la semana, me coloque vestimenta deportiva y me subí a mi elíptica luego de inspeccionar detenidamente mi nariz frente al espejo. Luego me duche y tome unos minutos extras en mis aseos personales como cuidar mi cutis o lo que sea que las chicas hacemos luego de un baño. Por supuesto que no olvide lo acontecido en la noche, lo cual me escabullí por mi ventana en busca de mi ipod sin tener éxito.
Lo dije anoche y hoy lo vuelvo a repetir. Odio a Quinn Fabray.
Rachel Berry no puede quedarse de brazos cruzados, decidiendo despertar de una forma amorosa a mi vecina -inserte sarcasmo en mis palabras-. Como decía, tengo una hermosa manguera que enrollamos a un costado de mi casa, justamente debajo de mi ventana provocándome una maravillosa idea. Abrí su ventana con sumo cuidado, tome la manguera y volví a echar nuevamente un vistazo. Ella dormida toda desparrama en su cama seguramente babeando la almohada. Hice un gesto de asco y apunte bien la pistolita que habíamos decidido poner con mi papá para regar el jardín y sus plantas luego de abrir su ventana cuidadosamente. Siempre olvidaba echarle seguro. Mucho antes me asegure que el chorro saliese en forma directa y no como lluvia, lo cual dio de lleno contra su boca abierta una vez que presione el gatillo provocándole tos luego de verla caer por la cama. Tape mi boca para que no descubriese que aun seguía en la ventana y deje la prueba del delito nuevamente en su lugar. Poco sirvió al escuchar su grito.
— ¡Esta me la pagaras, Berry!
Levante mis hombros luego de cerrar mi ventana y verla parada en la suya, frente a la mía. Su pelo revuelto todo mojado y parte de su pijama también. Lo hecho, hecho esta. Ella solo frunció su ceño y yo le sonreí antes de abandonar mi posición de combate.
— De hecho me quede haciendo unas cosas en mi habitación, papi — respondo volviendo a la actualidad, dándole una mordida a mi manzana. Mi papá se sacudía el pantalón en el jardín luego de levantarse del suelo. Las rosas que recibió mi papi se las había cortado él de su propio jardín. Nada más romántico que eso.
— Oí gritos anoche ¿Qué sucedió esta vez?
Niego con mi cabeza volviendo la vista a mi papi — Lo mismo de siempre. Quinn.
— Hija ¿Por qué se comportan de esa forma? Solían jugar de muy pequeñas y no había momento en que con Judy lográramos separarlas.
— Déjame decirte que incluso en ese entonces Quinn también me molestaba. Vivía haciéndolo.
— Lo recuerdo, pero también recuerdo que tú la perdonabas cuando ella te pedía disculpas con algún dibujito o ni siquiera aguantaban más de diez minutos enfadadas sentadas cada una en las puntas opuestas de nuestro porche.
— Papi… eso es pasado. Créeme. — digo terminando mi manzana rápidamente. No me apetecía recordar viejos momentos con él mucho menos sobre Quinn.
— Pues es una lástima. Ambas son hermosas personas. — niega con su cabeza arreglando un poco los tallos de las rosas.
— Oye… esta tarde me iré con Kurt al cine. — digo decidiendo cambiar de tema.
— De acuerdo ¿Vendrán a comer?
— Hmmm… no lo sé — levanto mis hombros antes de deshacerme de mi manzana devorada — Te llamare.
— Hay una feria no muy lejos de aquí. ¿Has oído de ella? — Solo asiento — Oh, pensé que no. Como solían gustarte tanto esas cosas.
— Kurt quiere ir pero a decir verdad a mí no me apetece mucho esa idea. Pero como dije antes, te llamare cualquier plan que surja.
— De acuerdo, cielo. — me sonríe recibiendo un beso en mi mejilla antes de dirigirse hacia la sala para dejar el florero con abundantes rosas en el centro de la mesa donde solemos comer.
— ¡Cariño! ¡Ven a echarme una mano aquí! — grita mi papá saludándome con la mano desde el jardín.
Sé que se dirige hacia mí porque mi papi no está en la cocina y porque odia la jardinería. Solo encontró una aliada en mí, y como es de costumbre siempre que arregla sus flores, yo suelo darle una mano. También tengo mi propio cantero con algunas flores y plantaciones.
Camino hasta el refrigerador, tomo una botella de agua para darle a él y salgo al exterior no sin antes hacerme con mi gorra y unos guantes que él me ha dejado sobre la mesa que tenemos en nuestro porche.
No sé qué haría sin mis domingos familiares. No sé qué sería de mí sin ellos.
— ¿Quinnie? — mi madre ni siquiera se molesto en saludarme, yo tampoco lo haría si veo que mi hija que ama dormir los fines de semana se levanta pasada las nueve de la mañana.
— Si, mamá. Buen día… — murmuro aun arrastrándome con un poco de sueño.
— ¿Te encuentras bien? A penas y son las nueve.
— Ni me lo digas. — vuelvo a responder robotizada pero un poco mas despierta al sentir el olor a tocino adentrándose en mis fosas nasales. Como todos los domingos, era religión tener tocino en mi plato si no querían que incendiase la cocina preparando los míos propios.
— Bueno, cuanto antes empieces tu mañana mas podrás aprovechar de este hermoso día. — dice alegre sirviéndome un poco de huevos revueltos en mi plato. Si Sue Sylvester viese lo que como, me daría unas cuantas patadas en el trasero pero teniendo en cuenta que aun me duele como condenado mi tobillo, ni siquiera se dará cuenta que he ingerido un animal grasiento.
— ¿Te encuentras bien? — me pregunta tras ver mi mueca de dolor.
— Si. Solo pise mal y creo que mi tobillo se ha llevado la peor parte.
— Oh, cariño… ponte un poco de hielo luego. Es domingo, podrás quedarte un poco en casa si no tienes tarea del instituto.
Solo asiento tras ver como mi padre se acerca para obtener su desayuno al igual que yo.
— Buen día Judy — saluda dejándole un beso en su mejilla — Lucy — asiente con su cabeza antes de sentarse en la punta de la mesa con su periódico y su taza de café. — Tengo noticias para ti — interrumpe el silencio que comenzaba a crearse cada vez que el compartía una misma sala que nosotras.
— ¿Noticias? ¿Qué noticias? — pregunto algo nerviosa.
Él solo toma un sobre blanco que descansaba junto a su plato de tostadas tendiéndolo hacia mi — Ábrelo, Lucy. — Y no sabe cuánto odio que me llamen así.
Lo tomo entre mis manos y leo la palabra "YALE" en el borde superior izquierdo. ¿Qué demonios era esto?
— ¿Qué, que es esto? — tartamudeo un poco sin comprender del todo porque mi padre me hace entrega de un sobre con el nombre de una reconocida universidad.
— En tus manos tienes tu futuro. Vamos, no nos hagas esperar a tu madre y a mí. Ábrelo, Lucy.
Y ahí estaba de nuevo ese maldito nombre. No me detuve mucho en esa molestia. Tome uno de los cuchillos limpios que descansaban a mi lado y apuñale el sobre para leer lo que había dentro.
Las manos me temblaban y un párrafo bastante extenso se presentaba ante mis ojos. Estaba aturdida y las letras parecían pequeñas hormigas negras que se movían de aquí para allá.
— ¿Qué dice? — preguntó ansioso mi padre. Enfoque nuevamente mi mirada en la primera palabra intentando apartar mi mareo momentáneo. Mis ojos ibas por todos lados de la carta. — ¡Lee en voz alta!
Suspire y aclare mi garganta — Le informamos por el presente que la señorita Lucy Quinn Fabray ha sido aceptada en…
El grito de mi padre detuvo mi lectura.
— ¡Lo sabia! ¡Sabia que te aceptarían! — abandonó su asiento y por primera vez en años sentí sus brazos alrededor de mi cuerpo en un simple pero cariñoso abrazo. — ¡Sabia que mi hija entraría a Yale, Judy! — se aleja de mi para darle un beso a mi madre. Ella me miraba con sus ojos brillosos, seguramente tan orgullosa como mi padre.
— Pero, pero yo no he enviado ninguna solicitud y apenas comenzaremos el año escolar.
— Lo he hecho yo por ti — me responde una vez que los festejos quedan de lado y volvemos a la rutina — Serás una excelente abogada… como tu padre — me guiña el ojo y sigue con la lectura en su periódico.
— ¡Quinnieeeee! — podía oír los gritos de Brittany tras salir de su casa en su corrida apresurada por llegar hasta mi coche. — ¡Hoy iremos a la feria! ¡Me subiré a los patos con San y nos meteremos al túnel del amor para tener dulce besos de señora! ¿Cierto Santy? — Mi amiga Santana solo asintió abriendo la puerta del copiloto para que Brittany pudiera pasar a los asientos trasero de mi beetle. Amaba mi auto y le había puesto Sassy.
— Ponte el cinturón Britt — dijo Santana una vez que se acomodo en su asiento y puso en su regazo los abrigos. Yo también había traído el mío aunque no pintaba una noche fresca. — ¿Qué hay de nuevo Fabray?
— Nada nuevo — levanto mi hombro poniéndonos en marcha. Brittany ya se había encargado de meterse entre los asientos para encender la música que baje rápidamente por el alto volumen.
— ¿Qué hay con la carta de Yale?
Giro mi cabeza unos segundos para verla con mi ceño fruncido antes de volver la vista a la carretera — ¿Tú como sabes eso?
— Tú madre me conto esta tarde antes de pasarte el teléfono. Entonces… ¿feliz? ¿Rebosante de alegría?
Suspiro. Santana sabe el ambiente que se vive en mi casa. — Él solo quiere que estudie abogacía y fui aceptada.
— ¿Y tú? Porque no te veo contenta con el asunto. — me dice para luego sonreírle a Brittany al verla cantar muy en su mundo.
— Sabes que siempre he querido ser doctora, no abogada como mi padre.
— ¿Por qué hablas en pasado? Te han aceptado en Yale, puedes cambiarte de carrera. Estas a tiempo.
— Mi padre jamás permitiría algo así, Santana. — respondo automáticamente viendo como la cola de coches ya comienza a ser visible.
— Él no estará toda su vida en este mundo, Quinn. Tú debes vivir por ti y nadie más.
— Santana no comiences con eso de nuevo… — Niego con mi cabeza deteniéndome detrás de un auto para pagar la entrada sintiendo como mi pie comienza a matarme lentamente del dolor.
— Quinn deja de ser tan cobarde y por una vez plántate frente a tu padre. Quieres ser doctora, tampoco es que estarás en un semáforo haciendo malabares por unas monedas. Ser doctora es tan respetable como ser abogado.
— Él quiere que… — me interrumpe.
— Él quiere, él quiere… bla bla bla — hace un gesto con su mano burlándose de mi — Es lo único que logro escuchar. ¡¿Qué es lo que tú quieres?!
— Ella quiere a Rachie de nuevo con ella. — suelta Brittany apareciendo con su ridícula sonrisa entre medio de nuestros asientos.
Ni siquiera me detengo a responderle. Bajo la ventanilla de mi lado y pago los boletos además del estacionamiento.
— Oigan… ni se les ocurra dejarme sola aquí. ¿De acuerdo? — digo acomodando mi cámara fotográfica cruzada en mi pecho una vez que bajamos del coche. — Aun no ha llegado Puck.
— Ewww… ¿Por qué lo has invitado? — Pregunta Santana.
— Santy déjala. No la pelees. Es su novio.
— Gracias Britt… y no es mi novio — le sonrío pero ella solo toma la mano de Santana y comienza a tironear de ella señalando el dichoso túnel del amor.
— Patos, San… ¡Patos! — grita.
— Son cisnes, Britt. Nos vemos aquí… — me dice antes de perderse entre la gente.
El favor de no dejarme sola duró menos que un suspiro pero a decir verdad mucho no me importa. Gracias a dios había traído mi cámara conmigo y la feria no estaba tan mal después de todo.
Le quite el protector y apunte hacia la noria o rueda de la fortuna, como quieran llamarlo. Sus luces eran espectaculares y el cielo hacia una perfecta compañía. Los disparos iban uno detrás de otro, sacándole a las atracciones y sus destellos de luces. La calesita era perfecta, y para tener varios años encima parecía completamente nueva. Seguramente la habían restaurado. Camine algunos pasos hacia delante, intentando despejar la lente de mi cámara de tantas personas cuando algo mas apareció.
— No jodas… — proteste apartando la cámara luego de capturarla. Ella ni siquiera se dio cuenta que le había tomado una foto. Parecía algo perdida admirando lo mismo que yo hace unos minutos atrás. Su perfil daba de lleno contra mis ojos y su cuello se inclinaba hacia atrás mirando sobre su cabeza la enorme rueda que había comenzado su vuelta.
Fruncí mi ceño tras sentir el impulso de volver a fotografiar a mi odiosa vecina. Volví a encender mi cámara y ajuste la lente para capturar su enorme sonrisa junto a su brazo extendido saludando vaya a saber a quién que había pagado por esa atracción, pero unos brazos desconocidos me movieron de mi lugar.
— Aquí estas… — me tomo del cuello girando mi rostro para plantar un apretujado beso en mi mejilla. — Luces hermosa.
— Puck — digo atontada por no esperar su presencia tan rápido o quizá el tiempo había volado. — Finn… — saludo desganada a la enorme torre humana.
— ¿Qué hacías? — me sonríe luego de darme otro beso.
— Sacando fotos — digo separándome un poco de su cuerpo para guardar mi cámara. — Lo de siempre — vuelvo hablar mirando sobre mi hombro hacia Rachel pero ni siquiera la encontré cerca. Ella ya había desaparecido.
— ¿Qué dices si vamos al túnel del amor? — me pregunta levantando sugerente sus cejas.
— Eh… — miro a mi alrededor — No creo que haga falta. ¿Qué tal si me compras algo para beber? — abro mi cartera para buscar un poco de dinero.
— Claro, no hace falta que me des dinero — me responde dejando un beso de mi cabeza — Volveré en unos minutos.
— Yo, yo iré… buscare a Rachel — balbucea Finn que había llegado junto a Puck. Solo pongo mis ojos en blanco viendo como su figura se pierde entre la gente.
No esta tan mal esta feria después de todo. Aunque cambiaria el hecho de estar aquí sola, como una idiota mientras todos se divierten en grupos. De hecho… poco podría hacer. Si Puck me viese montada en alguna atracción peligrosa, definitivamente me haría pasar vergüenza pidiendo a gritos que me bajase de donde sea.
Negué con mi cabeza. No estaba en mis planes aquello.
Por alguna extraña razón me pareció ver a Rachel caminando detrás de una de las carpas perteneciente a algunos juegos. No me lo pensé. Salí disparada detrás de sus pasos. Primero porque Finn aun no la había encontrado, y segundo para echar mi furia sobre ella por lo que me hizo esta mañana. Aun no me recupero del golpe, mucho menos de la cojera que tengo en mi pie. Como puedo camino hasta detrás de la dichosa carpa, pero allí no hay nadie. Solo un puesto lo bastante alejado como para temer entrar allí dentro.
Miro hacia los lados. Nadie parece percatarse que por aquí detrás la feria también sigue. Me pregunto en que habrá pensado la persona para poner su carpa aquí. Solo me separan unos diez pasos y me dispongo a recorrerlos aferrándome a la tira de mi cámara. Berry aun no aparece por ningún lado y eso me parece extraño. Más allá de la adrenalina que corre por mi cuerpo, me decido a entrar temiendo que quizá Rachel pueda estar en problemas.
Tomo la lona entre mis manos y la corro un poco descubriendo una hermosa mujer vestida con un largo y al parecer, liviano vestido color blanco sentada detrás de, lo que parece ser, un escritorio.
— Te estaba esperando. — dice provocando que mis ojos se abriesen.
Mire sobre mi hombro, esperando que detrás de mi hubiese alguien más parado y yo estuviese estorbando.
— ¿Yo? — pregunto nerviosa.
— ¿Quién más? — Frunzo mi ceño — Pasa, Quinn. — Me llama con su mano y a continuación apunta la silla que hay frente a ella — toma asiento.
— ¿Cómo sabes mi nombre? — Ella solo me sonríe volviendo a señalar la silla vacía — Oh, entiendo… — digo apuntándola — Es otra broma de Berry ¿cierto? — Ella vuelve a sonreírme pero esta vez negando con su cabeza — Vamos Berry, sal de donde sea que estés. ¡Deja de hacer el ridículo! — digo mirando a mi alrededor.
— Quinn, aquí no está "Berry" — apunta la silla — Toma asiento. Vamos.
— No traigo dinero — miento — Y mis amigos me están esperando, asique solo me iré…
— Se tu secreto — dice una vez que me doy vuelta.
Un escalofrío recorre mi cuerpo provocando que gire en mi lugar para volver a enfrentar a la mujer.
¿Cuál de ellos?
— ¿De qué habla? ¡Yo no tengo ningún secreto, bruja! — me defiendo cruzándome de brazos, como si así pudiese protegerme mejor.
Ella solo me inspecciona unos segundos antes de hablar — La verdad te golpeara cuando menos lo esperes, y el amor te estará esperando en la cima del mundo. Atrévete. Tu viaje está a punto de comenzar. Aférrate a la vida y ponte en el lugar de la persona que amas. — dice antes de abrir la palma de su mano para soplar algo parecido a la purpurina, apuntando hacia mí.
— ¡Loca! — me burlo antes de darle la espalda y empujar la lona para salir de aquí de una buena vez.
¡¿Qué demonios ha pasado allí dentro?!
Frunzo mi ceño acariciando mis brazos como si de repente mi cuerpo comenzara a tener frio. Miro por última vez sobre mi hombro. Las luces del puesto de aquella mujer ahora permanecen apagadas.
¡Loca! ¡Bruja!
Pienso pero algo se interpone en medio de mi camino el cual no estaba mirando. Rápidamente siento como mis manos se llenan de barro y mis rodillas se raspan con el mojado césped.
— Lo, lo siento… — balbucea alguien a pocos metros mío, arrastrándose por el piso en la oscuridad.
— No, yo venía distraída… — digo mirando mi cámara como puedo. Me levanto limpiando un poco mis manos antes de mirar el rostro de la persona con la que tropecé.
— ¡Tú! — gritamos ambas a la vez apuntándonos.
— ¿Eres idiota o qué? — Grito — Pudiste haberme matado aquí, Berry.
— ¿Yo? ¡Pero si tú te has cruzado sin mirar por mi camino! — se cruza de brazos con su ceño fruncido. Sus rodillas están igual de manchadas que las mías.
— Es tu culpa. Me vives siguiendo por todos lados. — digo sin mirarla, prestándole atención a mi cámara.
— ¿Quién crees que eres?
— ¡Mi cámara! Maldición… has roto mi cámara — grito descolocada viendo cómo ni siquiera enciende por el terrible golpe que me he pegado.
— Pues, ahora estamos a mano. Ipod por cámara. Me parece trato justo.
— ¡Te odio! — digo encarándola.
— El sentimiento es mutuo, Fabray. — susurra a centímetros de mi cara.
— ¡Hija! ¿Qué sucede? — mi padre Hiram se levanta asustado de su sillón siendo seguido por Leroy. Ambos intentando ir detrás de mis pasos tras el portazo que di una vez que entre en mi casa.
— ¡Nada! — respondo molesta.
— Estrellita… ¿Has discutido con Kurt? ¿Ha pasado… — su pregunta muere una vez que llego hasta la cima de las escaleras y me giro en mi lugar para verlos a la cara. Ellos solo me miran preocupados unos escalones más abajo.
— Odio a Quinn Fabray. Odio que ella viva al lado y tener que verla todos los días. — Apunto hacia algún lugar en el pasillo haciendo referencia a su casa — Si me dieran un deseo, seria no haberla conocido nunca en mi vida. ¡La odio! — grito antes de perderme dentro de mi habitación dando un nuevo portazo.
Ni siquiera se atrevieron a entrar para tener una charla donde yo pudiese evacuar toda mi frustración. Ellos supieron entender que esta vez iba más allá de un simple enojo. Tanto que no gaste mi tiempo colocándome mi pijama. Tire de las sabanas sobre mi cabeza una vez que mi cuerpo choco contra el colchón, deseando poder entender porque Quinn Fabray se entrometía tanto en mi vida.
— ¡Quinn! ¡Para! — me pide una vez más Santana dentro de mi habitación. Ambas se han quedado a dormir, y lo último que quiero en estos momentos es gente cerca de mí. — ¡Es solo una maldita cámara, supéralo!
— ¿Una maldita cámara? — Pregunto sin creer aquello — ¡No es una maldita cámara! ¡Y Berry una vez más se salió con la suya!
— Quinn, ella ni siquiera te vio venir así como tu tampoco a ella. Deja de tirarle culpa encima. — me pide Santana acomodando un poco la cama para acostarse con Brittany, quien sigue aun sentada en la ventana mirando hacia afuera. — Cualquiera diría que tienes un problema personal. Ya demasiado tiene con ser Rachel perdedora Berry y tu obsesión durante estos largos años en el instituto para hacerle la vida imposible.
— Rachie también esta triste. — dice Brittany haciendo un puchero.
— ¿Obsesión? — Miro a Santana y luego a Brittany — ¿Triste? Mañana la hare llorar tanto que querrá nunca haber nacido. Le hare el día imposible.
— Quinnie, sabes que con eso no conseguirás nada. Solo alejarla más… — dice apartándose de la ventana para acostarse junto a Santana.
— ¡Pues por mi mejor! ¡Cuánto más lejos tenga a Berry, mejor para mí! — respondí girando sobre mis talones una vez que le di el último vistazo a su habitación y apague las luces antes de caminar hacia mi cama.
Luego de unos minutos en silencio una gran e insólita lágrima cayó por mi rostro hasta el dorso de mi mano donde apoyaba mi cabeza. Mire hacia la ventana, sintiendo una sensación extraña dentro de mí. ¿De dónde demonios había salido eso? Deseaba hacer desaparecer a Rachel Berry de mi vida. De eso estaba segura. ¿No?
Pero la respuesta vino de algún lugar bastante oculto dentro de mí como para no atreverse a salir aun. ¿Realmente lo deseaba?
No.
Me senté en mi cama apoyando mi espalda en el respaldar algo asustada por aquella revelación, viendo como la luna bañaba su cama alumbrando a mi vecina que aun se removía en su cama sin poder encontrar el sueño como también me sucedía.
Cerré mis ojos inclinando mi cabeza hacia atrás. Me sentía una idiota. ¿Qué demonios era esa sensación dentro de mi cuerpo?
Abrí mis ojos sintiendo un calor extraño en mi pecho. Mi mirada se encontró con la de ella, que al igual que yo, permanecía sentada en su cama mirando hacia mi habitación.
Sentía que caía una y otra vez en un abismo oscuro e infinito.
Es lo último que recuerdo siendo Quinn Fabray.
— Quinn… Quinn despierta… — escucho una extraña voz a mi derecha. — Vamos, rubia. Llegáramos tarde a las prácticas con Sue y eso no está en mis planes.
Entreabro mis ojos mirando a mí alrededor. ¿Sue? ¿Practicas? ¿Por qué las paredes de mi habitación eran blancas?
— Quinnie…
¡Esperen! ¡¿Qué?!
Abro mis ojos definitivamente viendo como Santana se ajusta su cola de caballo frente a un espejo y Brittany juega con su pulsera sentada a los pies de la cama, donde permanezco acostada, vestida en su traje de porrista.
— ¿Qué, que… — miro a mi alrededor reconociendo perfectamente la habitación. ¿Cómo demonios he llegado hasta la habitación de Quinn? — ¿Cómo llegue hasta aquí? ¿Dónde está Quinn? — pregunto asustada.
Si Quinn me ve aquí, me matara. Lo sé.
— ¿Estás loca o qué? — Me pregunta Santana girándose en su lugar frunciendo su ceño — ¡Apúrate! No dejare que Sue patee mi culo por tu culpa, Fabray.
Intento salir a tropezones de esta cama sintiendo un insoportable pinchazo en mi tobillo, enredada entre las sabanas me arrastro hasta el espejo más cercano, donde estaba Santana, empujándola un poco para verme la cara.
¡OH POR DIOS…!
Abro mis ojos aturdida escuchando mi propia voz en la casa de al lado.
— ¡OH POR DIOS! ¡¿QUÉ ME HAS HECHO, HOBBIT?!
