— Mira, Sesshomaru_sama —Dijo alegremente Rin, mientras le mostraba una cantidad desorbitante de flores— Las recogí hoy.
Sesshomaru no dijo nada, pero aparto la vista del lago y la miro fijamente dándole a entender que le estaba prestando atención.
— Pensé en hacer una corona de flores ¿Y qué dice?
Ella lo miro con curiosidad. Sesshomaru se encogió de hombros.
— Haz lo que más te guste.
Rin, se quedó un rato pensativa.
— Hace un tiempo he querido hacer algo... —Inició— ¿Puedo tocar su cabello?
Las pupilas del demonio se dilataron.
— ¡Es que se ve tan lindo! —Explicó entusiasmada— ¡Y el color es tan hermoso! ¿Podría?
Sesshomaru emitió un suspiro al verla hacer un puchero, por el hecho de querer tocar su cabello.
— Adelante.
Al oír esas palabras ella se sentó de rodillas y comenzó a tocar su cabello, en suaves caricias.
— ¡Qué lindo, cabello! —Exclamó Rin con los ojos brillosos— Es tan suave.
Internamente Sesshomaru estaba feliz de que lo alabaran.
— ¿Puedo hacerle un bonito peinado?
El aceptó sin pensar lo que la dulce Rin iba hacerle a su hermoso cabello. Y lo sintió cuando comenzó a tirar su cabello y tomar mechones del mismo y darle vuelta.
El demonio no se inmutaba, a pesar de que a la mitad del proceso del peinado, se dio cuenta que su protegida estaba haciendo trenzas y para colmo. Estas la decoraban con flores.
Al rato, Rin dejo de peinarlo y se levantó para admirar su obra.
— Termine, señor Sesshomaru —Anunció feliz.
El demonio, al saber que finalizo, se levantó, directo para ver su reflejo en el lago. Y al mirarlo, inspiró y exhaló. Sin embargo, aun así, no pensaba decirle nada a Rin que hiera sus sentimientos, a pesar de que Sesshomaru tenía herido su ego.
— ¿Y le gusta? —Preguntó muy interesada en saber su opinión— ¡Le queda hermoso!
— Amoooooo bonitooooooo.
De pronto una voz se oyó y cuando Sesshomaru se giró y lo vio, había furia en sus ojos. Jaken, al observarlo, se le desencajo su mandíbula y ahora la tenía por los suelos.
— ¡Ni una palabra! —Masculló entre dientes en tono amenazante. Su fiel sirviente, enseguida, acotó la orden.
Y en ese instante, Sesshomaru estaba considerando internarse en el bosque por un tiempo. Hasta que pueda deshacerse del peinado sin hacer sentir mal a Rin y no tener que matar a alguien por la vergüenza de llevar un peinado tan afeminado.
Aun seguía sin poder lo que hacía por esa niña. Y mientras más la miraba, quien ahora sonreía orgullosa por tal peinado, creía que tenía algo que le hacía querer cumplir todas sus peticiones.
Algo debía tener.
