Tengo del año en que me pidan, en seeerio. Ya, no le demos vueltas al asunto. Después de escribir tres veces el reto navideño (Carrie, estamos en enero, take a hint!) sin sentirme para nada convencida, decidí hacer trampa y publicar a las tres parejas que me tocaban para Ahiru-san en forma de viñetas relacionadas con las estaciones del año. Omfg qué oportuna. /abucheada.
¿Por qué cuatro estaciones si son tres parejas? Hay una sorpresita por la espera. Y pues, muuuuy atrasada feliz Navidad 8D Ahiru-san, espero que sea de tu gusto.
Primera viñeta: Jouyako. Fluff fluffoso del que te gusta 1313
Cuatro estaciones
I — Invierno
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Paso, marca en la nieve, paso. A esas alturas ya le costaba seguirle el ritmo, ¿cómo podía andar tan ligeramente incluso con la nieve creando obstáculos bajo sus pies? La seguía por el simple gusto de seguirla, siempre a cinco prudentes pasos, el calor de su cuerpo y el frío del exterior empañaban a cada rato sus anteojos, ya no tenía sentido alguno detenerse a limpiarlos una y otra vez, lo mejor, por ahora, era seguirla, porque de detenerse a hacer preguntas, le perdería el rastro.
Ella se detuvo delante de él, él tuvo que hacer esfuerzos soberanos por no terminar trastabillando con el hielo y así haber caído. La vio voltearse contra él, en una atmósfera sin sonidos, sin temperatura, sin tiempo y sin espacio, la nieve de pronto desaparecía y los árboles desnudos, cubiertos sólo por la nieve se llenaban de follaje verde.
Verano. Las manos le sudaron copiosamente, los labios de ella se movieron en una frase muda…
[ . . . ]
Despertó nuevamente agitado, el cuello sudado, la respiración irregular. Esperó, mirando fijamente hacia el techo, como si la profundidad de sus ojos negros buscase entender aquello, un sueño demasiado lúcido para ser cierto. Deseó nuevamente ser arrastrado hacia aquel paisaje blanco sin fin, a que el frío invernal volviera a hacerle dolorosas cosquillas en el rostro.
Nada. Apretó los ojos y se irguió, un día nuevo comenzaba.
A Jou ni siquiera le gustaba Miyako. O eso decía su parte consciente, porque en cuanto al subconsciente…
Se asomó por la ventana y todo seguía cubierto por una pobre y sucia capa de nieve, abrió la ventana para sentir otra vez la brisa invernal en su rostro, para rememorar un poco de aquel sueño, para sumergirse nuevamente en el recuerdo de un sueño vago.
Ya era hora de salir e ir a la facultad. Ese año fue más frío que los anteriores, la nieve cayó antes y sin notarlo, Miyako se había vuelto alguien sumamente cercana para él. A veces se encontraba a sí mismo sonriendo de más ante las ocurrencias de la menor, pero aún así, él aseguraba no sentir atracción alguna por ella.
Tan terco como la nieve contra sus botas…
Ya las nueve con cincuenta, él en la cafetería de la universidad, bebiendo tranquilamente un café sin azúcar, espiando el humo que arrancaba del vaso de papel, porque ni siquiera tenía concentración adecuada para tomar un libro y ponerse a estudiar.
Sus calificaciones comenzaban a flaquear, se encontraba a sí mismo rememorando aquel sueño ya repetitivo. Y todo comenzó con el solsticio de invierno. Ya llevaba un mes con dichos pensamientos. Un largo mes que se fue en un abrir y cerrar de ojos. Bajó la mirada y se encontró con la bufanda gris a medio enrollar en su cuello y la sonrisa otra vez decoró sus labios; la bufanda que Miyako le obsequió en Navidad, ¿qué importaba si era un artículo de tienda? La bufanda conservaba —según él— el aroma de sus manos, ¿cuánto habrá debatido por elegir una que le gustase para él?
Pudiera que sí, quizá sí le gustaba.
[ . . . ]
—¿Estás seguro de querer venir? —Su voz sonó suave a su oído, ella sólo se veía tiernamente graciosa envuelta en un abrigo que le iba grande—. Digo, es igual un camino más o menos largo de la entrada al mirador.
Jou dudó unos segundos, ¿desde cuándo la acompañaba a cosas tan pequeñas como paseos durante las tardes? Otra razón por la que sus calificaciones caían; le prestaba más atención a la pelilila que a sus libros de anatomía, pero por una vez no resultó frustrante. Finalmente sólo asintió calladamente, emprendiendo la marcha con ella. Cuesta arriba y la hierba cubierta de blanco, sin duda sería un camino complicado de recorrer, treinta minutos de caminata, treinta minutos para aprovechar su tiempo antes de que asomasen los comentarios de la vista magníficamente escarchada de la ciudad.
Treinta minutos que se volverían silencio. O monólogos a destiempo, monólogos atropellados en que ella hablaría de cachorros y él de obligaciones. Monólogos sobre ordenadores y sobre consejos de salud. A veces reían por la incongruencia de sus conversaciones y volvían al silencio.
Una estela de vaho escapaba de sus labios cuando reía de buena gana, su cabello parecía pegarse a la escarcha y todo aquello se volvía increíblemente llamativo. Él la seguía a cinco pasos de distancia, ella delante, marcando el camino con sus pisadas, él guiado sólo por ella, incluso si conocía de memoria aquel mirador, el punto más alto posible de hallarse en Odaiba.
Cinco pasos que lo separaban de ella, menos de cinco minutos para llegar a la cima y dejar que la ciudad se llevase la atención que él tanto anhelaba. Cinco minutos.
—Miyako… —comenzó, las palabras salían torpes y tibias contra la nieve.
Nieve. Un copo que fue a dar a la punta de su nariz, otro y otro y otro, copos perdiéndose en las hebras azulinas de su cabello, volviendo más escarcha el cabello lila de ella. Nieve.
Ella se volvió a él, sonriendo y acortando los cinco pasos de distancia, a cuatro minutos de la cima. Tomó el borde de la bufanda entre sus manos.
—Desde que te la di ya no llevas ninguna otra —observó, suspicaz como siempre.
—Es porque le he cogido cariño… —argumentó, Jou no sabía mentir—. Es porque me gusta.
—¿Por mí? —Volvió a preguntar con vacilante dulzura, jugando un momento con los flecos.
"Por ti", quiso decirle, el contacto tibio de sus labios le devolvió toda sensación de calor, de la cabeza hasta los pies. La nieve los envolvía, pero el verano había llamado a su puerta un mediodía de enero.
La sensación dulce quedó en sus labios, los cristales de los anteojos de Miyako comenzaban a llenarse de diminutos copos.
—Me gustas.
Y toda brisa, todo ruido, quedó suspendido.
Dos palabras que lo confirmaban absolutamente todo.
« — »
*Grillos*
Pues, bueno, mil disculpas por la tardanza :c espero que al menos sea agradable de leer. Saludines y nos leemos en un rato c:
Carrie.
