Disclaimer: Los personajes pertenecen a Twilight de Stephanie Meyer, mi historia es totalmente ficticia.
Beteado por Yanina Barboza, beta de Élite Fanfiction (www facebook com / groups /elite . fanfiction)
Agradecimientos a mi prima Carolina Baeza que me ayudó a urdir la historia, escuchó mis delirios, me dio ideas geniales, apoyándome en esta aventura y corrigió mis malditas tildes, también a Yanina Barboza, la cual se pasó horas escuchando mis locuras y corrigió más errores, entre las tres fraguamos esta historia, espero que les guste y la disfruten.
Batalla contra el Miedo
Summary: Todo presagiaba que era para mal, el dolor y el miedo nunca desaparecerían, nunca tendría su final feliz; pero ese destino infernal fue el que la llevó a sus brazos, a superar sus temores y librar una batalla contra el miedo. Cuando el miedo que debería ser algo normal se convierte en una realidad, en una enfermedad, sin embargo, él está ahí... Su paraíso personal. Olderella.
"Cuando no se puede volver atrás, solo debemos preocuparnos por la mejor manera de seguir adelante"
Paulo Coelho.
Todas las cosas que nos suceden en la vida nos llevan a nuestro destino, eso era algo que la cabeza de Bella no podía comprender, su vida no era vida, estaba condenada y nada podría hacerla salir de su cárcel, ya que era algo autoimpuesto y por más que deseaba olvidar, superar y recibir su carta de libertad no lograba conseguirlo, a decir verdad, ya se había acostumbrado a su vida tal y como estaba ahora, ¿para qué cambiar?, los cambios no eran buenos, eso era algo que ella aprendió...
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—Deberías llamar a Isabella —dijo Carlisle, cansado de que su mujer se quejara de que no tenían con quién dejar a los chicos para ir a la cena anual que se celebraba en el hospital.
—¿La chica Swan? —Esme contestó despectivamente, la verdad no quería tener nada que ver con esa familia.
—Sí, es una excelente chica, solo se escucha que es muy buena; en las casas donde se ha ocupado de los niños ha sido estupenda, todos los chavales la adoran, no hay quejas y, por lo que dice Charlie, le va muy bien en los estudios, así que podría echarle una mano a Edward con sus deberes de Biología, sabes que le está yendo fatal en esa asignatura. Además será solo una noche. —Esperaba que con la diatriba que había soltado lograra convencer a su mujer, de verdad necesitaban que alguien se ocupara de los chicos.
—Sinceramente, Carlisle, no sé de dónde sacas tus informaciones, por lo que sé, esa joven se la pasa todo el tiempo con la otra casquivana de Rosalie Hale, por favor, esa chica vive en una caravana y su madre es igual a Renée, una... ya sabes. —Su tono peyorativo dejaba muy claro lo que opinaba sobre las mujeres Swan y Hale, algo que en realidad Carlisle no le podía discutir. No era un secreto que Shelly Hale era la prostituta del pueblo, pero todo lo que hacía era fruto de su infancia traumática y de ser madre con tan solo quince años; nadie podía discutirle que era una buena madre y hacía lo mejor por el bien de Rose, ella sola la había sacado adelante sin que le haya faltado nada nunca, sinceramente Rose era la que tenía fama de problemática, ya que se había metido en varias reyertas; no obstante, en sí la chica se comportaba como cualquier adolescente de diecisiete años. Renée Swan, por el contrario, era otro tema, esa mujer hacía lo que hacía por vicio y sin importar su matrimonio ni su hija; sin embargo Bella solo se veía metida en líos gracias a Rose, no porque ella los buscara. Eso no quitaba que las dos chicas, aun viniendo de los círculos sociales de los cuales venían, eran muy inteligentes y tenían las mejores notas, increíblemente guapas; totalmente opuestas físicamente, eran como un Zipi y Zape en femenino pero hermosas, tenían a todos los chavales del pueblo revolucionados.
—Dale una oportunidad, además será solo ella, le dejaremos claro que Hale no puede venir. —En ese punto casi la tenía convencida, se acercó a ella y le dio un ligero beso en los labios que terminó por convencerla por completo, ella le sonrió, aunque no le gustaba la idea era la única forma de poder salir.
La señora Cope —que era quien se ocupaba de los chicos— se había mudado a Florida a una residencia de jubilados, de esta manera pocas opciones tenían, por no decir ninguna. Escuchó como hablaba con la chica Swan, le explicaba todo con respecto a Victoria, su hija de cuatro años, a qué hora debía ir a la cama, qué debía comer, ver en la televisión, leerle, en fin, lo normal. Luego le explicó que con respecto a Edward, por ningún motivo debía decir que le cuidaba a él también, ya que a sus diez años su hijo estaba empezando su camino a la adolescencia y por lo que se veía sería bastante complicado, ya se consideraba un hombre y no un niño que necesitara de ser cuidado; es más, había insistido en ser él quien se quedara cuidando a Vic y ganarse ese dinero.
No querían coartarle su libertad, así que le hicieron parecer la tarea de cuidar a su hermana algo engorroso y el chico se lo tragó, la escuchó también hacer hincapié en que le ayudara a Edward con Biología, pero que lo hiciese parecer como algo que salía de ella, no que ellos se lo habían pedido. Le dejó bien claro que no quería a nadie en su casa, así que, que ni se le ocurriera invitar a nadie, la casa estaba monitoreada y se enteraría. Carlisle sonrió, la verdad la chica Swan debería necesitar el dinero para aceptar todo lo que decía Esme, sobre todo su tono que era muy fuerte; todo le pareció bien a la joven, ya que su mujer colgó el teléfono y le dijo que todo estaba arreglado para el sábado.
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Edward Cullen a sus diez años de edad no sabía lo que era el amor hasta esa noche. En el momento que bajó las escaleras para que su madre le presentara a la nueva niñera de su hermana, nunca se imaginó ver a la mujer de sus sueños, él pensaba que sería una mujer igual o parecida a la señora Cope, nada más lejos de la realidad... Una chica de unos diecisiete o dieciocho años de edad, alta, con unas piernas larguísimas parecidas a las de una modelo, se encontraba junto a su madre; su cabello marrón le llegaba a la altura de los hombros, su piel era blanca como la porcelana y su rostro era como el de una actriz de cine, ojos chocolates llenos de pestañas negras muy tupidas, seguro que no necesitaba rímel con esas pestañas tan largas que llegaban a la altura de sus cejas, las cuales tenía bien definidas, su nariz respingona bien cincelada y sus labios... ¡oh Dios, esos labios!, eran gruesos y llenos de un tono rosa que no necesitaban pintalabios, tenían un brillo natural; cuando lo miró y sonrió... para él fue el paraíso, sus dientes eran relucientes, perfectos y se le hacía un lindo hoyuelo en su mejilla derecha al sonreír.
No entendía lo que le sucedía a su cuerpo, nunca le había pasado algo como esto, se quedó paralizado en el último escalón de la escalera mirándola fijamente, su cuerpo hormigueaba, las palmas de sus manos empezaron a sudar, su corazón latía como si hubiese estado jugando al fútbol, sentía una opresión en su pecho y lo peor de todo fue consciente de partes de su cuerpo que sabía que existían pero que nunca habían reaccionado hasta ahora. Ella se le acercó con su hermosa sonrisa y extendió su mano, era realmente una diosa y, ¡jolines!, la tendría en su casa toda la noche cuidando de Vic, estaba seguro que no se iría de su lado en toda la noche aunque tuviese que aparentar que era un niño de mami.
—Hola, Edward, soy Bella. Vaya, ¡cómo has crecido!, pero si eres un hombre ya. —Señor, de dónde había salido esta mujer, nunca había reparado en una, pero estaba seguro que no necesitaba mirar otra para saber que estaba enamorado.
La noche pasó sin incidentes, con un Edward muy pegado a Bella en todo momento como se había prometido a sí mismo, Victoria amó a Bella en cuanto la vio como su hermano, aunque no del mismo modo. A Esme le costó irse a la cena y dejar a sus niños con la Swan; esa chica no le gustaba nada, ni ella, ni su familia, aun así salió a pasar la noche fuera con su esposo como estaba planeado.
Bella les dio de cenar, de verdad le encantaron los chicos Cullen, no tenían nada que ver con los otros niños del pueblo que había estado cuidando para conseguir ahorros para la universidad, estos niños eran educados, la niña era un amor siempre a su lado y muy mimosa, su hermano nada diferente, pensaba que a su edad sería un poco más rebelde sobre todo por lo que le había dicho la señora Cullen, nada más lejos de la realidad, obedecía a todo lo que ella le indicaba y siempre con una sonrisa. Eran unos niños muy lindos, sus ojos eran de un verde intenso; los de Edward eran más llamativos que los de su hermanita, al igual que su cabello, el de la niña era rojo fuego y el del chaval era cobrizo; ambos tenían la piel blanca, tenían estos rasgos de su madre, pero no cabía duda que su belleza era heredada de su padre, ya que aunque la señora Cullen era guapa no tenía nada que ver con su esposo y ni hablemos de esa mueca de disgusto que tenía siempre en su cara, era como si estuviese oliendo mierda constantemente, nunca la había visto sonreír y eso que la conocía desde pequeña, se preguntó cómo hacía el señor Cullen para soportarla.
Estaba explicando a Edward sobre Biología —la verdad no comprendía por qué al chico le iba mal, pues estaba demostrando ser muy listo, captaba todo lo que le explicaba al vuelo—, cuando se escucharon unos ligeros golpes en la ventana, al levantar la vista, cómo no, ahí estaba Rose, mira que le dijo que no fuese.
—¿Que haces aquí, Rose? Te dejé bien claro que no podía recibir visitas.
—¡Joder, B! Encima que me las ingenio para llegar a esta mierda de casa que está en el culo del pueblo me sales con esas, sabes que no puedo vivir sin ti, nena. —Esto sacó una sonrisa a Bella.
—Rose, no hables así, hay niños.
Edward se envaró y se puso firme en la silla.
—No soy un niño, soy un hombre.
—Claro que sí, machote, eres todo un hombre —respondió la rubia condescendientemente mientras se internaba en la casa, pero el muchacho no lo captó.
—Hay cámaras, Rose, no quiero problemas con los Cullen y me vendría... —se corrigió—, nos vendría genial que volviesen a llamarme, necesitamos el dinero. Por cierto ¿por qué no estás trabajando?
Rose sonrió pícara.
—Le dije a King que me sentía mal y, como se muere por mis huesos, me mandó a casa para que me recuperara pronto, asegurándome que no me descontaría nada de la paga. Además no iba a perderme la oportunidad de ver por dentro la casa de los más ricos del pueblo y seguro que la bruja no se entera, he sido cuidadosa.
—No hay cámaras, Bella —dijo Edward mirándolas fijamente. Esa mujer era igual de hermosa que Bella, una rubia despampanante, con una sonrisa de suficiencia, de esas que tienen las mujeres guapas y lo saben. ¿De dónde salían estas mujeres?, y lo que es mejor ¿cómo podía estar fijándose en esas cosas si nunca lo había hecho?
—¿Ves?, solo lo decía para asustarte. ¡Wow, qué pedazo de casa! Esto parece un palacio de cristal, joder, y yo viviendo en una caravana y compartiendo habitación con mi madre, ¡joder! ¿Cuánto les vas a sacar por cuidar... la niña?
—Diez dólares la hora —contestó volviendo a la mesa para seguir con los deberes de Edward.
—Mierda, sí que son agarrados, eso es una miseria, por eso están tan forrados.
—Eso es lo que me pagan en las otras casas. —Lo dijo riendo, esta era Rosalie Hale, decía lo que le pasaba por la mente sin amilanarse ante nada, cuando se conocieron tenían tan solo cinco años, fue cuando Charlie fue a buscar a Renée a la caravana de Shelly después de una de sus crisis, las dos se habían hecho amigas de inmediato y compensaban lo que les faltaba en la vida; a Rose un padre, el cual Charlie tomó el papel encantado, y Bella una madre, ya que la suya era otra historia; pero Shelly siempre había estado ahí para ellas y cuando sus padres se ponían de acuerdo era la catástrofe; sin embargo habían sido felices y ambas se habían concebido el propósito de salir de ese pueblo, donde todo se sabía... Ya sé sabe pueblo chico, infierno grande.
La mejor forma de lograrlo era siendo las mejores en los estudios para obtener una beca y lo habían conseguido, el próximo año entrarían a la universidad con casi todos los gastos pagos gracias a las becas por excelencia y por labor social dado sus antecedentes familiares, no irían a una universidad cualquiera, no, sería una de las de la Ivy League. Habían sido elegidas en todas las universidades donde habían mandado solicitudes, cuatro de éstas eran de las mejores del país, se habían decidido por Cornell, ya que no solo estaba lejos sino que también ofrecía más becas sociales que las otras, ambas habían decidido ir juntas a ésta; aunque aún no lo habían comunicado a sus padres, de ahí que tuviesen que ahorrar para llevar algo de dinero, aparte de con el que les apoyarían sus padres, todavía no era el momento de decir nada, al fin faltaba un año para que eso sucediese.
—Sí, pero los otros son unos pobres diablos como nosotras, en cambio estos son ricos, mira que pedazo de casa, B.
Sinceramente, Bella les dio la tarifa, así que no se podía quejar, sabía que tenían dinero; sin embargo no quería aprovecharse, la verdad nunca se imaginó qué tanto estaban forrados y por unos cuántos dólares más por hora estaba segura que no se arruinarían; pero lo hecho, hecho estaba, ya no había vuelta atrás.
—Edward, ¿te puedo pedir un favor? —El chiquillo la miró y sonrió asintiendo, se sentía como Superman por poder hacer algo por ella—. ¿Me prometes que no les dirás a tus padres que Rose ha estado aquí? —Se lo dijo melosa aunque no necesitara usar esas mañas con el chaval, ya le tenía comiendo de su mano.
—Te lo prometo, Bella, nadie sabrá que ella ha estado aquí. —Bella le acarició el cabello y para él eso fue el paraíso...
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Tan solo pasaron un par de meses para descubrir que lo que sentía por Bella no era algo normal, no conseguía verla como veía a todas las demás, para él no era una chica más.
El día que la conoció perdió su infancia, pero no de una mala manera, al contrario, él pensaba que fue algo bueno. Dejó de comportarse como el niño que era para darle paso a un hombre en cuerpo de niño, o al menos tanto como podía. Ya no se comportaba de forma caprichosa, era atento, trataba de ayudar en todo lo que podía, evitaba los berrinches y hasta compartía sus cosas con su hermana, ¿qué niño de esa edad haría eso? Pero al parecer eso no era suficiente para ella, por más cosas que realizaba ella no lo veía como él quería.
Así lo comprobó esa noche mientras ella hablaba por teléfono con Rose, solo pudo escuchar la parte de Bella, pero eso fue más que suficiente para que su corazón se rompiera un poco.
—Ja, ja. Qué graciosa —decía Bella a su amiga, él no sabía de qué estaban hablando, pero quería saberlo, quería saber todo sobre ella, todo—. Él puede estar muy bueno, pero eso no quita que solo tenga dieciséis años, ya sabes que no me gusta salir con hombres de mi edad o más chicos que yo...
Después de eso Edward ya no escuchó más, ya no le interesaba saber nada más, lo que había escuchado era más que suficiente. Ella nunca se fijaría en él, no le interesaban los hombres más chicos que ella. Su pecho dolió ante esa confirmación, a pesar de que era algo más que obvio.
Él solo era un chico que nada podía ofrecerle a una mujer, por más que la quisiese; lo que sí tenía claro es que no se alejaría de ella, se conformaría con tenerla a su lado aunque fuera solo su "amigo", pero le dolía.
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Estaba junto a la piscina observando a los chicos, al final este se convirtió en su trabajo de todos los fines de semana, hacía seis meses había abandonado los otros trabajos, ya que éste le compensaba más. Edward la impactada, para su edad era tan maduro, se ocupaba de Vicky sin problema, vigilaba todos sus movimientos, se preocupaba muchísimo por su seguridad, cualquier chico de esa edad estaría más preocupado en su diversión que en su hermanita de cuatro años, el chico levantó la mirada y centró sus ojos esmeralda en ella, en cuanto la vio sonrió tan grande que parecía que hubiese pasado todos las pantallas de su videojuego favorito, cogió a su hermana de la mano y se acercó a ella.
—¿Estás bien, Bella? ¿Por qué no vienes al agua con nosotros? —preguntó al ver a la chica perdida en sus pensamientos.
Era el primer y último verano que Bella pasaría con ellos, después se iría a la universidad, por lo que no deseaba perder su oportunidad, aun sabiendo que eran pocas sus posibilidades.
—Si salgo al sol con mi color de piel me pareceré a una langosta al final del día —contestó señalándose para dejar el punto claro.
El chico se acercó a ella y le ofreció su protector solar, mientras Vicky se acomodada a su lado, colocando su cabecita en las piernas de Bella, ella sonrió.
—Gracias, Edward. ¿Te importaría aplicarlo en mi espalda?
Los ojos de Edward brillaron sonriendo aun más que momentos antes. ¡Oh por favor, tenía que ser delito sonreír de ese modo!, pensó la castaña. El chico asintió y se puso a su espalda, aplicó la crema en sus manos y comenzó a esparcirla por su espalda, empezó tímido, lentamente; pero poco a poco fue cogiendo confianza, él era tan tierno con ella, siempre dispuesto a hacer cualquier cosa que ella quisiera.
Rose le había dicho que el chaval tenía una especie de enamoramiento con ella, a veces lo creía por el modo en que la observaba tan intensamente. Edward rozó con sus dedos por un costado muy cerca de su pecho, se sintió tan bien que se le escapó un suspiro, qué manos tenía este niño, era perfecto, malditas hormonas, estaban alborotadas, ahora al parecer le gustaba este niño, sacudió su cabeza para sacar esas ideas extrañas de su mente.
Estaba enferma solo por haber tenido un pensamiento de ese tipo con un niño.
El corazón de Edward por el contrario estaba paralizado, el poder tocar la piel de esta hermosa mujer, que ella le permitiera tocarla, hablarle, era un sueño hermoso y a la vez triste por el hecho de saber que solo podía hacerlo porque no lo veía como un hombre sino como un chiquillo. Cuando terminó ella se dio la vuelta y le besó su mejilla dándole las gracias, otra sentencia de que ella era la mujer de su vida, la ideal y más perfecta mujer que podía existir. El sentir sus labios en su piel en lugar de darle la libertad de amarla, lo condenaba a una prisión, al estigma de no poder encontrar nunca alguien como ella, alguien a quien sí pudiera tener y no un imposible como la castaña que ocupaba sus pensamientos desde que la conoció.
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Había pasado un año desde que empezó a trabajar para los Cullen, Edward no perdía oportunidad de estar con ella siempre, Esme tuvo que aceptar que Bella hacía un gran trabajo con los chicos, Edward había mejorado mucho en sus estudios al igual que Victoria, la cual estaba aprendiendo cosas nuevas, no existía queja sobre la chica Swan; a pesar de eso el tenerla en su casa no le gustaba nada.
Bella y Rose comunicaron la decisión de irse a Ithaca, Nueva York; para ambos padres fue un gran golpe ya que en ambos casos se quedarían solos, Shelly no tenía a nadie más en el mundo y Charlie, bueno, Charlie era otra historia, el estar casado con Renée no implicaba nada, hacía años que dejaron de ser una pareja propiamente dicha; pero ella estaba enferma, su corazón de héroe y salvador no le permitía abandonarla a su suerte, que claramente sería desastrosa, por lo cual seguían casados y viviendo en la misma casa.
Ahora ya no le importaba; a pesar de eso en su momento fue terrible para él todas las adicciones de su mujer. Era adicta a las drogas, empezó con porros mientras trabajaba en su estudio de pintura, su excusa era que la inspiraba; pero a medida que pasaba el tiempo fue a más, también decía que escuchaba voces, sin embargo, para él escuchaba esas voces por las mismas cosas que metía a su cuerpo.
Carlisle llevaba viendo a su hijo alicaído, no era el mismo chico sonriente y vivaz de hace unos meses, cada vez estaba más triste, era algo que él no soportaba ver en la carita de su niño de once años, por lo que no aguantó más y le preguntó.
—Edward, ven, quiero que hablemos de hombre a hombre. —Creía que su chico apreciaría eso, se soltaría más fácil que si le trataba como a un niño. Edward se levantó y siguió a su padre hacia el estudio, preguntándose qué sucedía, estaba seguro que no había hecho nada mal—. Toma asiento, hijo.
—¿Qué pasa, papá?
—Nada, hijo, solo quiero hablar contigo, últimamente te veo triste, sabes que puedes confiar en mí y contarme lo que te está pasando.
El chaval se sorprendió, en realidad no esperaba que este fuese el tema de conversación, se lo pensó por unos largos minutos, los cuales Carlisle le dejó que se tomara, guardando silencio para animarlo.
—Papá, estoy enamorado. —Su padre le miró detenidamente, no dejando entrever ninguna emoción; aunque por dentro estaba emocionado, su hijo de verdad estaba dejando de ser un niño, le salió un chico bastante precoz, sonrió, sí, ya estaba dejando de ser un niño, la determinación con que dijo esto lo dejaba claro.
—¿Y se puede saber quién es la afortunada? —Edward hizo una mueca, sacudiendo la cabeza en una muda negativa—. ¡Oh vamos, hijo!, no puedes decirme esto y no continuar. —Lo miró fijamente y pudo ver el momento justo donde tomó la determinación de contárselo.
—Bella Swan. —Lo dijo alto y claro, con un tono defensivo, aunque él no había dicho, ni hecho nada para esa actitud del chaval. ¡Vaya!, otra sorpresa, no era una niña sino una mujer, y ¡vaya mujer!, de las más guapas de todo el pueblo. Miró al niño, se dio cuenta de que lo peor no era que se hubiese enamorado, ni de quién, sino que la edad de la chica hacía imposible que sucediera algo entre ellos, inevitablemente el corazón de su hijo se rompería, él no podría hacer nada para evitar ese dolor en su niño, esperaba que esto no fuera nada serio, y que esta ilusión que no llegaría a ningún lado, no le menoscabara el autoestima. Cuando iba a responder, no sabía qué, porque en realidad no sabía cómo tratar este tema con él. El chico volvió a hablar—: Sé que no tengo oportunidad, que ella no me ve de esa manera, sé que todos piensan que soy joven y que no entiendo de esas cosas de los mayores, lo único que sé, es que cada vez que la veo mi corazón se detiene y me siento feliz cada vez que me sonríe, y creo que podría conseguir cualquier cosa si ella me lo pidiese.
No, su niño ya no era un niño aunque su cuerpo pareciese el de uno, resultó ser más maduro de lo que se imaginó. ¿De verdad un niño de once años podía sentir de esa manera?, al parecer sí. La conversación llegó a su fin con un reforzamiento de su chico, diciendo que algún día Bella sería su novia y que solo estaba triste porque ella se iba a estudiar fuera, que lo superaría. ¡Joder!, no podía ser verdad, su hijo no podía haber dicho eso; pero la cuestión es que sí lo había dicho. Parecía tan determinado que por un instante dudó, sin embargo, fue solo un momento, él era un hombre adulto que al parecer olvidó que las emociones que sentimos en nuestra pubertad son muy fuertes, así que decidió no darle importancia, seguro que con el tiempo ese enamoramiento se pasaría.
Al día siguiente, cuando Bella fue a recibir su último sueldo y despedirse de la familia Cullen, no se esperaba lo que sucedió. El pequeño Edward le había robado un beso, confesado que la amaba, que nunca la olvidaría y que tuviese por seguro que ella tampoco los olvidaría, y menos ese adiós. Ya se había despedido de todos, pero cuando iba camino a la camioneta de su padre escuchó que el chico la llamaba, se dio la vuelta y él la abrazó con fuerza por la cintura, tenía lágrimas en los ojos, verlo así consiguió que los suyos se empañaran también, ella agachó la cabeza para decirle que volvería a visitarlo. Señor, como se había encariñado con esos niños, pensó la chica. Él aprovechó el momento que ella fue a hablar y le dijo un "Te amo", se alzó sobre la punta de los pies y rozó sus labios, fue algo rápido, después él se dio la vuelta y salió caminando hacia su casa sin mirar atrás; ella no tuvo más reacción que acariciar sus labios y sonreír, al final Rose tenía razón. «Vaya que venía pisando fuerte la nueva generación.»
Una cosa estaba clara, nunca podría olvidar ese rostro de niño, esos ojos verdes que la miraban con una intensidad, una madurez y una determinación que no se correspondían con un chico de su edad.
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Siete años pasaron hasta que se volvieron a encontrar, Bella estaba por cumplir veinticinco y Edward acababa de cumplir dieciocho, ese año iría a la universidad, empezaría a estudiar Medicina como su padre, la verdad es que le gustaba esa idea de ayudar a la gente, siempre había sido de ese tipo de ideas, además su gran determinación le hizo merecedor de ser admitido en Oxford, una de las mejores universidades europeas. Solo faltaban cuatro días para coger un avión rumbo a su futuro.
Estuvo tentado de aceptar Princeton, estaba en Nueva Jersey, más cerca de New York que era donde residía Bella y así le sería más fácil encontrarla, ella había vuelto en todos estos años a Forks pero solo consiguió verla en dos ocasiones. Nunca coincidían, sabía que era diseñadora gráfica, que le iba jodidamente bien, trabajaba para una empresa de publicidad y, por lo que se escuchaba en el pueblo, se estaba forrando. Ella y Rose eran el orgullo de la pequeña localidad. Rosalie se había graduado con honores en la facultad de derecho; pero su fortuna se la estaba haciendo trabajando como modelo de nada más y nada menos que Victoria's Secret, se había llevado a su madre con ella hacía un par de años, eran famosas y triunfadoras, por lo cual él debía ser el mejor para estar a la altura de ella, la mujer de sus sueños, que bien podía hacerle competencia a su mejor amiga como modelo. A su padre no le costó mucho hacerle ver que lo mejor para su futuro, su carrera y ser un triunfador como ella, era empezar en Europa, en una de las mejores universidades, en la cual estaba obligado a ser sobresaliente para obtener una plaza.
Caminaba por su habitación como león enjaulado, había escuchado al jefe Swan hablando y haciendo planes con uno de sus compañeros, que parecía un mastodonte de lo grande que era, sobre el futuro compromiso de ese tío con Bella, con su Bella, al parecer el otro bombero le iba pedir matrimonio a Isabella en un par de días cuando volviera a casa por su cumpleaños. ¡Joder!, él no podía permitir que ese tío se quedara con la mujer que amaba desde hacía ocho años, tenía que hacer algo; sin embargo, no sabía qué. Ella no le había visto en mucho tiempo y no habían intercambiado más que saludos las pocas ocasiones que tuvo la suerte de encontrársela. ¿Cómo un tío como ese cabeza de chorlito, que solo pensaba en comer, podía haber conquistado a una mujer tan inteligente como Bella?, era algo que no podía explicarse, lo que sí tenía claro es que tenía que encontrarse con ella y convencerla de darle una oportunidad. Aún recordaba esa conversación que tuvieron hace tanto tiempo...
«Edward se encontraba triste todo el tiempo, sabía el porqué se sentía así, pero no se lo podía decir a nadie, nadie comprendería. Aparte de triste estaba enojado, enojado con el tiempo que no le permitió nacer en el mismo año que ella, ¿por qué su madre no lo tuvo antes, por qué tuvo que esperar tanto tiempo?
Y hablando de su kriptonita, ahora mismo se dirigía hacia él.
—Hey, Edward, ¿qué te pasa, estás enfermo? —le preguntó Bella, la mujer de sus sueños—. ¿Tengo que llamar a tus padres?
—Ehh... No, no, estoy bien —contestó, pero no pudo evitar suspirar cuando ella le tocó en la frente para comprobar su temperatura.
La noche anterior la había escuchado hablar con Rosalie y su corazón se había roto, la verdad no se encontraba bien, le dolía algo, pero no sabía exactamente lo que era, solo que no le apetecía levantarse de la cama y quería llorar.
—¿Estás seguro? —volvió a preguntar, mirándole intensamente, esos preciosos ojos le miraban como queriendo conocer todos sus secretos—. Te ves enfermo.
—Eh... Yo... yo... solo... —comenzó a balbucear.
—Tranquilo, respira, sabes que me puedes decir cualquier cosa, ¿verdad?
—Sí —contestó, pero sabía que no le podía decir lo que le pasaba ahora, no a ella precisamente.
—¿Entonces? Dime, sabes que soy tu amiga —insistió ella.
Suspiró hondo y se decidió, tal vez podría disfrazar un poco la verdad.
—Hay una chica... —empezó a decir.
Bella chilló emocionada.
—¿De verdad, Edward? ¡Eso es genial! —exclamó la castaña.
—Mmm... no tanto, ella no sabe que existo, al menos no de la forma en que yo quiero que me vea.
—Oh, Edward, si no te ve es una tonta. —Si ella supiera de quién estaban hablando no creía que pensara así—. Tú eres genial, eres inteligente, atento y muy guapo —dijo Bella, el chico se sonrojó ante sus cumplidos. La cabeza de Edward solo se preguntaba internamente: «Si piensas eso, entonces ¿por qué no me ves, Bella?».
—¿Crees... crees que si insisto ella... ella se fije en mí? —preguntó tímido, y esperando ansioso su respuesta.
—Claro que sí, si no lo hace es realmente una tonta. No te des por vencido, Edward, ella tarde o temprano te verá —sentenció la mujer de su vida.
Y si ella lo decía debía ser así, porque ella nunca le había mentido.
—Así lo haré —contestó ahora más animado.
Esa conversación fue la que selló su destino, no se iba a dar por vencido con ella, ella quería que insistiera y así lo haría.»
Por esa razón, ahora, tantos años después, estaba determinado a intentar estar con ella, lograr que le diese una oportunidad.
Pasaban los días y se le acababa el tiempo, aún no había coincidido con ella, harto de toda esa mierda de no poder verla, decidió montar guardia en la puerta de la casa del jefe Swan, sabía que el tipo ese McCarty le pidió matrimonio el día de su cumpleaños y ella había aceptado. ¡Joder! ¡Infiernos!, parecía un acosador, pero la verdad no le importaba una mierda, él necesitaba verla, hablar con ella y mira por dónde la suerte estaba de su lado, justo cuando aparcaba su Volvo en la acera de enfrente a la casa Swan, vio a Isabella salir en la camioneta nueva del jefe.
La siguió hasta West End Outreach Services, que era el centro mental y de tratamiento químico donde estaba internada Renée Swan desde hacía un par de años, todos pensaban que era a causa de su dependencia a las drogas y que el jefe Swan se había cansado de ser el hazmerreír del pueblo a causa de su esposa, la cual robaba en su propia casa y se prostituía a cambio de drogas; en fin, todos pensaban que la mujer era una simple adicta hasta que hirió a su amante, un joven dieciocho años menor que ella llamado Phil del pueblo vecino, nadie sospechaba que su adicción era un síntoma de su esquizofrenia y que la mujer estaba realmente enferma de la cabeza.
Ella pasó por lo menos dos horas en la clínica y cuando salió ya estaba anocheciendo, pensaba acercase en ese momento pero ella fue muy rápida, cuando se dio cuenta ya estaba en su automóvil, fue en la tienda de comestibles que tuvo su oportunidad, así que cuando ella aparcó en la parte de atrás de la tienda él hizo lo mismo y bajó del coche en su búsqueda.
Bella estaba ensimismada como siempre le ocurría cuando iba a ver a su madre, se culpaba por no darse cuenta antes que su madre en realidad tenía algo más que una adicción, todo era mucho más complejo y difícil de solucionar. El que tuviese que estar recluida en la clínica por un par de años más, por agredir a ese chico, en realidad era un alivio, se veía mucho mejor, había ganado peso y pensaba más coherentemente, estaba dedicada a su pasión, la pintura, algo que ella también amaba, por eso fue que escogió como su carrera algo creativo. Se le erizó la piel al pensar que tenía más en común con su madre de lo que imaginaba, el miedo de llegar al punto donde estaba ella la paralizaba, sabía que la esquizofrenia tenía factores hereditarios y eso la mantenía alerta, sobre todo con su idea de formar una familia próximamente con Emmett, llevaban saliendo un par de años desde que se reencontraron, él trabajaba como bombero con su padre y fue un gran apoyo para ellos con la situación de Renée, lo quería pero desde hace un par de días que aceptó casarse con él su mente le decía que algo iba mal y que pensara en el futuro.
Se agachó a coger una lata de maíz dulce y cuando levantó la mirada un par de ojos color esmeralda la miraban intensamente, se quedó perdida en esa mirada verde, esa intensidad la había visto antes, le miró el rostro completo y su cabello, era... Edward. ¿Hacía cuánto que no lo veía?, ¿dos años, quizás tres?, pero nunca olvidaría esa mirada. Él le sonrió, ¡Señor, qué guapo se había vuelto el chico! Tenía el cabello alborotado y su rostro había cambiado, ahora era más masculino; pero seguía siendo él, miró hacia abajo y sí, sí había cambiado, su cuerpo era más grande, aún seguía siendo delgado; sin embargo su cuerpo se había desarrollado, lo normal para un chico de su edad, ahora medía al menos un palmo más que ella. ¡Vaya, quedó atrás la época en que ella le sacaba una cabeza! El chico era todo un guaperas.
—Edward, hola, ¿cómo estás?
—Bella, me alegro tanto de verte.
—Yo igual, hace siglos que no te veía y vaya estás... muy guapo. —¡Oh Dios, qué sonrisa! Esa sonrisa hará bajar muchas bragas en el presente y en el futuro, pensó la castaña.
Su sonrisa no había cambiado, cuando reía lo hacía también con sus ojos, solo que ahora impactaba más viéndola en el rostro de un hombre y no en el de un niño, su niño. Dios, cómo lo había extrañado, jugar a la Xbox y que le riñera por no hacerlo como él le decía y por ello hacerlo perder, sus noche de pelis de terror a escondidas de Esme Cullen y por supuesto su mirada intensa, que la hacía parecer el centro del universo, ahora que lo veía nuevamente se daba cuenta de lo mucho que lo había extrañado.
—Estaba deseando verte, Bella, necesito hablar contigo. —Ella levantó una ceja incitándolo a continuar y así lo hizo—. Pero no aquí... Es algo privado.
No sabía de qué tendría que hablar este chico con ella después de tanto tiempo, en un momento le llegó un flashback de su despedida, la cual Bella no había podido olvidar, ni lo que le había dicho ni el beso de después. No, no podía ser eso, eso sucedió hace mucho tiempo y eran ilusiones de un niño, mirándolo asintió.
Ella siguió con su compra, con él acompañándola, hablaron de todo un poco, él le contó sobre sus planes a futuro, lo felicitó, también hablaron de sus familias, de Vic, la verdad es que la situación le parecía algo extraña pero no mal, solo rara. Cuando terminó de pagar, la acompañó hacia su auto cargando sus bolsas, era muy caballeroso, siempre había sido tan atento, en realidad era un niño lindo, se sorprendió de tener ese pensamiento; no obstante lo asumió como la verdad, él era realmente atractivo y sus buenas maneras lo hacían ver aún más lindo. Llegando al coche él le indicó que lo siguiera hacia una zona del bosque, no sabía por qué lo hizo, pero llegó hasta él; se bajaron del coche, caminaron un pequeño trecho, se sentó en una mesa de camping con los pies en la banca, él se quedó de pie mirándola, estaba impaciente por saber qué sucedía y el chico no decía nada, solo la veía detenidamente, hasta que encontró valor y habló.
—Te pido por favor que no me interrumpas hasta que acabe, porque si lo haces no sé si tendré valor para continuar. —Ella lo miró y asintió, así que él continuó—: Bella, sé que te parecerá una locura pero mis sentimientos hacia ti no han cambiado, solo se han acentuado más, cada vez que pienso en ti, te veo como mi futuro, la mujer de mi vida. —Bella dio un respingo, ¡joder con el crío!—. Quiero estar contigo, formar una familia, que seas mi mujer, te amo tanto, Bella, que duele —se calló, suspiró y miró al cielo, luego bajó su verde mirada y la enfocó en sus ojos.
—¿Ya puedo hablar? —Él la miró y asintió lentamente, respirando con fuerza, preparándose para lo peor, pudo notarlo—. Edward, no sé qué decir, solo que gracias, no sé… Sabes que esto no puede ser, estoy con Emm y nos vamos a casar. —Para enfatizar levantó la mano enseñando su anillo, el chico hizo una mueca de dolor y ella bajó la mano enseguida—. Edward, soy mayor que tú, ¿es que no te das cuenta?, encontrarás a alguien de tu edad, te enamorarás y te reirás de esto.
—Eso no va a pasar, Bella, no he dejado de amarte en ocho años y créeme he tenido oportunidad de estar con alguien, pero solo te quiero a ti, solo a ti.
—Lo siento, Edward. —Diciendo esto se levantó de la mesa y se encaminó hacia el coche, cuando estaba por llegar sintió la mano de Edward en su brazo, dándole la vuelta, esta acción podría parecer brusca pero no lo fue, al contrario, fue sumamente delicado.
Su rostro estaba muy cerca, realmente cerca como para captar su aliento, era dulce y respiraba entrecortadamente, mirando sus labios fijamente, levantó los ojos y dijo:
—Te amo, Isabella Swan, te amo desde hace mucho tiempo. —Cuando terminó de hablar se acercó lentamente a sus labios.
Esta vez el beso no duró un instante como el primero hace años atrás, fue largo y suave, acariciándole los labios con los suyos, ese sabor dulce se coló por los sentidos de ella, saboreó esa dulce esencia que desprendía el chico, era deliciosa y anheló más, por lo cual respondió el beso. Él dejó escapar un suspiro al ver que la mujer que amaba le devolvía el beso. Sin dejar escapar su oportunidad, colocó una de las manos que tenía en su rostro en su cintura y la acercó más a él, pasando la punta de su lengua por el labio inferior de la mujer para profundizar el beso, a la cual ella respondió abriendo su boca, dejándolo entrar.
Bella no sabía por qué lo hacía, responder ese beso era como ir al paraíso, todo su cuerpo vibraba como si tuviese carga eléctrica, ahora solo podía sentir, así que dejándose llevar levantó las manos hasta llevarlas a su nuca y tirar de su cabello, ¡joder, qué suave, al igual que sus labios! Acariciando su lengua con la suya se dejó llevar, cuando él empujó hacia atrás pensó que se iba a caer, pero no, sintió su cuerpo aplastarse contra la puerta del auto, amoldando su anatomía a la del chico que la tenía encerrada en sus brazos y sin margen de huida, recostada en el lateral de su coche, fue consciente de todo su cuerpo y de el de él; sintió algo duro restregándose contra su cadera y en vez de hacerla alejarse, lo que consiguió fue que lo deseara más cerca y rotara su cadera de esa forma en otro punto de su cuerpo, como si estuviese leyéndole la mente amoldó su erección a su centro y ¡oh mierda, eso se sentía verdaderamente bien!
Edward estaba en lo más alto de su cúspide sentimental y corporal, podía sentir cada músculo de la mujer que amaba contra él, besándolo, acariciándolo. Esto era un sueño magnífico, sueño donde por fin conseguía estar con la persona que llenaba sus pensamientos, no pensaba dejar que esta ocasión se desvaneciera sin conseguir lo que deseaba... que ella lo amara, que reconociera ese sentimiento y así poder estar juntos. Separando sus labios milímetros empezó a dejar besos húmedos por su rostro, descendiendo hasta su cuello y de vuelta hasta sus labios.
Esto estaba mal, estaba verdaderamente mal, Bella lo sabía; pero se sentía jodidamente bien, era una explosión de sensaciones que nunca había sentido y cuando decía nunca, se refería a nunca. Edward volvió a sus labios, bajó su mano izquierda agarrando su pierna, incitándola a levantarla para que sus caderas se encontraran completamente, la verdad es que no sabía lo que estaba haciendo, era la primera vez que estaba con una mujer, por eso dio rienda suelta a los instintos que ahora dominaban su cuerpo más que su cerebro. Bella levantó la pierna y la enrolló en su glúteo, él empezó a hacer movimientos oscilantes clavando su extensión en el centro de ella por encima de sus pantalones vaqueros, ella gimió en su boca. ¡La gloria, simplemente la gloria hecha mujer! No perdió tiempo y con su mano derecha subió el borde de su camiseta llegando hasta su pecho donde apretó a placer, sin embargo no era suficiente, necesitaba más, de esta manera, bajando la copa del sujetador, tocó la piel de su pecho. ¡Ummmm, esto era un sueño, el sueño más vívido que había tenido!
Esto era real, no las fantasías de autosatisfacción de sus noches solitarias, y mil veces mejor.
Bella también bajó sus manos, las metió bajo su camiseta y rastrilló sus uñas por su espalda hasta llegar a sus nalgas las cuales estrujó, estaba totalmente perdida en la neblina de la pasión. Edward se separó un poco, levantando la camisa de ella, dejando al descubierto su pecho por fuera de las copas del sujetador, bajó su cabeza y metió en su boca una de sus sonrosadas crestas. ¡Deliciosa, simplemente deliciosa! Deseaba probar más de su piel, mordisqueó un poco y volvió a sus labios absorbiendo sus gemidos, cuando se separó de ella le susurró:
—Lo sabía, Bella, sabía que me amabas tanto como yo a ti. —Con esto volvió a sus labios y con su mano derecha empezó a desabrochar los pantalones de la mujer. Bella lo único que sabía era que su cuerpo deseaba esto, que ella deseaba esto, que estaba sucediendo, en el momento en que él volvió a abandonar sus labios, gimió frustrada, no quería que se alejara; pero él no fue muy lejos, volvió a bajar su cabeza a sus pezones—. Voy a dejar todo y me iré a New York contigo y tú dejarás ese mastodonte para estar conmigo, te amo, Bella, mi Bella.
Eso fue todo lo que necesitó Isabella para volver a la cordura, su burbuja explotó, la neblina de pasión se esfumó haciéndola entrar en razón. ¡Joder! Estaba montándoselo con el chico Cullen, el niño que ella había cuidado, no solo eso, en medio de la carretera donde cualquier coche que pasara podría verlos, estaba engañando a su prometido con el cual hacía tan solo dos días se había comprometido, sin contar que Edward Cullen era menor que ella por siete años. Joder. ¡Joder, joder, mierda! ¿Qué era, una pedófila? No, no, no, Edward era mayor de edad, sin embargo eso no quitaba que era menor que ella, era un chico que aún ni siquiera había salido de ese pueblo a explorar lo que había fuera, vivir otras experiencias, cosas que ella ya había vivido. Ahora era como su madre que se liaba con hombres menores, dejaría a su padre de nuevo en ridículo delante de todos, él no se merecía eso, ella por mucho que quisiese a su madre no quería tener ningún parecido a ella, esta revelación la hizo sacudirse y empujar a Edward lejos de ella.
—No, no, esto está mal y no va volver a ocurrir y tú... tú... tú te vas a olvidar de mí, vas a seguir con tu vida. —Pudo ver perfectamente el momento en que el corazón de ese chico se partió en mil pedazos, ella, nadie más que ella era la culpable por dejarlo llegar hasta este punto. Organizando su ropa lo miró una última vez—. Lo siento, Edward, pero tú sabes que esto no está bien y no puede pasar, me voy a casar, amo a mi prometido. —Lo dijo intentando convencerse a sí misma, porque sabía que si de verdad le amase tanto no hubiese llegado tan lejos jamás, ni siquiera a permitir que él la tocara.
No podía comprender qué sucedió, un momento estaba con el amor de su vida comiéndose a besos y un momento después ella lo alejaba, no solo corporalmente sino también a nivel sentimental, ya no estaba tan propensa a escucharlo, lo entendió; aunque todos pensaran que él era solo un chico, era un hombre maduro, le daría la opción a estar juntos o no, aunque esto le partiera el alma.
—Está bien, Isabella, es tu decisión, esto no quiere decir que no te ame, solo que soy consciente que no puedo obligarte a estar conmigo, tengo claro que tú y yo estamos hechos el uno para el otro —dijo jadeante aún, pero con un tono de tristeza en su voz—. El viernes me voy a mediodía a Seattle, cogeré un vuelo a Inglaterra, pero si tú me buscas y decides que me quieres en tu vida me quedaré contigo.
Dios, este chico era tan maduro, tan guapo y sexy... ¿Qué coño estaba pensando?, eso no podía ser y punto.
—Adiós, Edward.
—Hasta pronto, Bella.
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Solo habían pasado tres meses desde su mini affaire con Edward y aún no conseguía sacárselo de la cabeza. Llegó a tanto que, tal como le pidió él, fue cerca de su casa antes de que se fuera hacia el aeropuerto, no fue capaz de acercarse, solo lo vio marchar desde lejos. No tenía idea de qué le sucedía, no podía parar de rememorar lo que sucedió entre ellos, lo bien que se sentía y sus ojos, esos lindos ojos verdes que brillaban cada vez que le decía que la amaba, le dejó una marca, aunque por fuera no se notase por dentro la tenía bien clara. No pudo estar sexualmente con Emmett desde ese día, eso era algo que la preocupaba.
En tan solo cuatro meses sería su esposa, ¿qué podía hacer? Además se notaba nerviosa todo el tiempo, intuía que era por lo que venía sucediendo en las últimas tres semanas, se despertaba con su piel encendida y solo se calmaba si le daba un poco de marcha, todas las veces el único hombre que aparecía en su mente mientras se autosatisfacía era Edward Cullen, sus ojos, sus manos, sus labios, joder, lo que sintió cuando la apretaba, cuando restregaba su erección contra ella, sus labios en sus pechos, Edward, Edward, todo Edward. Aunque lo que era peor y más preocupante aún, era que no conseguía su liberación hasta que no escuchaba en su mente, como una cinta rayada, a ese chico diciendo que la amaba.
Por si fuera poco aún no había podido hablar con Rose, desde el día siguiente de su compromiso que tuvo que marcharse por trabajo a Europa no hablaba con ella más que cuatro palabras para saber cómo se encontraban y de verdad lo necesitaba. No sabía cómo se lo contaría, necesitaba desahogarse, no entendía cómo algunas personas hacían para callar sus pensamientos, ella no podía, ella tenía su confidente y la iba usar, como si la hubiese llamado con la mente el teléfono de su oficina sonó, era su rubia.
—Si te digo que estaba pensando en ti, ¿me creerías?
—Si fuese de ese modo, ¿por qué coño no me has llamado?
—Estaba esperando que volvieras.
—Bien, ya estoy aquí, ¿quedamos esta tarde después de la oficina?
—Sí, pero tendrá que ser más tarde, tengo hora en la estética, mi última sesión de láser y adiós pelo, ¿ves como sí utilizo tus regalos?
—Y una mierda, Bella, solo vas porque no quieres que en la noche de bodas el grandulón se encuentre con la selva amazónica, además odias tener que estar depilándote cada poco tiempo y esto es definitivo. Aunque si el grandote y tú quieren hacerme un regalo por tener tus partes íntimas en buen estado, pueden invitarme a un ménage à trois, sería un detalle. —No cambiaba, Rosalie Hale, era una loca bisexual sin pelos en la lengua.
—Sueña, Hale, eso no va a pasar, no me gustan las mujeres.
—¿Cómo puedes saber que no te gusta si no lo has probado? Además esto es raro, siempre terminas esa frase con un: "Y Emmett no estará en la cama con nadie más que conmigo", y ahora me sales con esto, ¿te has olvidado del gigante? —Se oyó un suspiro, Rose tenía claro que Bella quería hablar con ella y que sería algo serio, la notaba distante cada vez que hablaban por teléfono, sin embargo ese suspiro le dejó claro que era más serio de lo que pensaba. Que se agarrara los machos el grandullón si le había hecho algo a su amiga, porque se los iba a cortar a lo Lorena Bobbit—. Está bien, no me digas nada, después de tres margaritas se te soltará la lengua, nos vemos a las siete y media fuera de la estética, te voy a llevar a un bar nuevo al que fui con unas amigas, hay un rubio guapo en la barra, justo lo que me gusta, cara de chica con una pija.
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Tal como había dicho, la rubia estaba esperándola fuera de la estética a las siete y media, fueron a un bar a las afueras de Manhattan, para ser sincera el lugar estaba bien, pero daba a dos callejones solitarios. Como vaticinó Rose, al tercer margarita Bella soltó la sopa y vaya qué sopa, eso sí que no se lo esperaba.
—¿Y te gustó?
La morena asintió.
—Me encantó —contestó sin titubeos.
—Vaya, vaya, quién iba a decir que mi amiga sería una tigresa. —Bella la miró mal, Rose no podía parar de reír—. Vamos, Cougar, je, je, no me mires de ese modo. Te envidio, chica, de verdad, antes de irme lo vi corriendo en el parque y el chico se veía muy bien, ya no es un niño, está muuuuy bueno y tiene un culito respingón como para hincar el diente.
—Rose, esto es serio, Emmett ya no me enciende.
—Bueno, Bella, sé que le quieres, lo que pienso es que estás confundida y tienes nervios, se acerca el día de la boda, no te sientes del todo segura, esa mierda es normal, por otra parte el chico está tremendo y te descolocó, algo que también es normal y por último necesitabas desconectar, venías de ver a la loca de tu madre, necesitabas sentirte viva, tómatelo como tu despedida de soltera.
—No la llames así, es una enfermedad. —Rose hizo un gesto con la mano desechando esa idea—. Además no quiero ser como ella, temo tener su enfermedad. —Bella se estremeció.
—Vale, lo del trauma que tienes de parecerte a tu madre es para otra ocasión, ahora estamos con otro tema, solo te diré, cariño, que si no estás segura, no te cases, estaré ahí con el coche en marcha si te das cuenta en el último minuto.
—¿Siempre?
—Siempre, B., aunque seas un muermo y no quieras ser mi chica, siempre cuidaré de ti.
—Y yo de ti, siempre, pero ¿pensé que te gustaba el camarero?
—Y yo, pero ahora que lo veo con barbita no me gusta tanto, me gustaba más con su carita de niña, me buscaré a un macho grandote como el tuyo o una chica sexy como tú. —Ambas se rieron. Sinceramente, al principio Bella pensaba que eran solo bromas suyas, hasta que llegando de un viaje a Forks un día antes al departamento que compartían, la encontró en pleno acto con una chica en su sofá, fue una gran sorpresa, ya que siempre la había visto con hombres y aunque ya se lo había dicho, ella no la creía—. Pero claro, a mi chica ya no es que no le gusten los hombres, es que le gustan los chicos, ¿no, Cougarella?
Bella le tiró una aceituna a la cabeza y se echó a reír.
Pasaron toda la noche bebiendo, hablando, bailando y con las bromas de Rose sobre la tigresa de Bella. A mitad de la noche el camarero se les acercó y Rose coqueteó con él, bailaban, se tocaban...
—Bella, dice Jazz, ¿que si hacemos un trío?
—Estáis locos.
—Lo siento, Jasper, mi chica dice que no. —Y con eso despachó al pobre chico, sabía que esa sería su respuesta por lo que era una treta de la rubia para deshacerse del tipo, cuando se fue, Rose se tomó el margarita de un solo trago y se sentó a su lado—. Es un estúpido, Cougarella, ya no sabía cómo mandarlo a la mierda, qué tío más pulpo, esa pija no va estar en mí, ni loca.
Ambas se rieron, pero cuando Bella levantó la mirada él las miraba fijamente y seguro como el infierno que las había escuchado, lo dedujo por su mirada de odio. Bella sintió un escalofrío, se lo contó a Rose, pero ésta pasó del tema y siguió a lo suyo. Después de un rato Bella también lo olvidó y no le volvió a ver, cosa que ayudó más a que se relajara.
Sobre las tres de la madrugada ya no quedaba nadie en el bar y las dos salieron a buscar un taxi.
Dos calles más arriba se encontraron de frente con el capullo del camarero, Rose se detuvo y empezó a reírse del hombre en su cara, justo en ese momento el tipo sacó una navaja y se la colocó en el cuello a Rose, Bella se quedó paralizada, las empujó a un callejón sin salida, con la morena delante de ellos, el bolso de la rubia cayó al suelo haciendo un gran ruido, pero nadie escuchó nada, todo estaba solitario.
—Se te acabó el jueguito, calienta pollas.
—Suéltame, cabrón.
Éste se echó a reír y le empujó un poco más la navaja hasta que le hizo un poco de sangre, en ese momento Rosalie empezó a tomarse las cosas en serio, su estado de ligera ebriedad se desvaneció, dejándola lúcida de todo lo que sucedía, miró a Bella pidiendo ayuda con la mirada, pero Bella estaba entumecida, su mirada era de terror absoluto. El tipo empujó a Rose tirándola al suelo, cayendo él encima, ésta se retorcía como un animal, defendiéndose con uñas y dientes, pero él era más fuerte y estaba armado, si tan solo Bella hiciera algo podrían con él mientras se entretenía en intentar controlar a la rubia; sin embargo la morena casi ni respiraba, vio cuando su mejor amiga fue herida en la pierna y el abdomen, dejando de moverse.
Todo lo que podía ver era rojo, solo veía sangre, Rose volvió su mirada a Bella y el dolor estaba grabado en ella, ella quería moverse, quería ayudarla, hacer algo, pero no hizo nada, su cuerpo no era suyo, no podía moverlo, su mente no trabajaba, solo sentía algo caliente, bajó su vista a su cuerpo y notó que se había hecho pis encima.
Impotencia.
Miedo.
Dolor.
Miedo.
Sangre.
Miedo.
Suciedad.
Miedo.
Un animal, sus ojos solo mostraban un animal lastimando a su amiga, ese hombre encima de ella dañándola, hiriéndola, veía las lágrimas caer de los ojos de Rose, ojos que en ningún momento la abandonaron, escuchaba la maldad del hombre, el cual desvariaba.
—¿No decías que no tendrías mi pija en ti, puta? Estás disfrutando, se te nota, zorra.
Rose cerraba los ojos con fuerza cada vez que lo escuchaba, susurró el nombre de su amiga, sin embargo la morena seguía acurrucada en el suelo llorando, estiró una mano hacia ella, pero era una estatua, solo se escuchaban sus sollozos y las locuras que ese hombre decía.
—Puta lesbiana.
—Maldito cabrón —dijo Rose en un momento de fuerza, empujando su cuerpo a un lado.
El tipo se echó atrás y la golpeó en la cara tan fuerte que la dejó inconsciente.
—Jasper, ramera, di mi nombre. —Pero la mujer ya no escuchaba.
Cuando el tipo acabó se fue a por Bella, dejando a Rose tirada en el suelo sangrando e inmóvil.
—Tu turno, bollera. —Diciendo esto se abalanzó contra ella.
«Bella, haz algo, muévete. No permitas que este hombre te dañe»; le decía una voz interior, pero no podía. Sintió un movimiento, luego pensó que lo había imaginado hasta que notó otra vez algo caliente y creyó que se había hecho pis de nuevo, hasta que vio más sangre, ésta era suya, salía de su costado, no sintió dolor, estaba paralizada. «Bella, no dejes que esto te pase. Bella, despierta, esto es una pesadilla».
Despierta.
Despierta.
Despierta.
«No, no, esto es real». El tipo tiró de su camisa por encima del abrigo rompiendo ambos, no sentía dolor, solo miedo. Miró a Rose, pero no se movía, su amiga, su hermana estaba inerte y pálida. «Muévete, Bella, muévete», le volvieron a repetir. ¿Por qué su cuerpo no reaccionaba? «Tienes que hacer algo o te hará lo mismo que Rose. Grita, grita». Pero no había voz. Otro golpe, un ruido fuerte, un dolor agudo en su cabeza y la nada, solo la nada, solo rojo, todo rojo, solo rojo...
Rojo.
Rojo.
Rojo.
Gracias por leer
