Los vampiros nunca te lastimarán
Así era, no como Tom había dicho que sería, pero la vida le iba fácil la mayor parte del tiempo; sin amor, ni gloria, ni un héroe en su cielo. Ginevra no podía quitarle los ojos de encima.
Advertencias: Cierto contenido homosexual (así como hetero), temas oscuros, parejas indefinidas y demás linduras.
"El ayer del mañana"
"Y ahora la noche llega"
Vampires will never hurt you— My Chemical Romance.
Pequeñas gotas de agua se filtraban por todas partes, la humedad dominando, implacable, el clima de por sí molesto para la mayoría. Del techo caían, las benditas gotas, como el impasible tic tac de un reloj más viejo que el tiempo mismo; por las paredes de piedra se deslizaban, haciendo crecer una desagradable capa de musgo verde en algunas zonas.
Era la peor tormenta en 30 años.
Y aún así la ruinosa edificación se mantenía en pie, altiva, como queriendo mostrar a los impertinentes vientos que si bien la madera se había desvanecido hacía siglos atrás, el granito y la piedra no serían tan fáciles de eliminar.
Ese remedo de castillo era el actual Cuartel General de los Mortífagos.
Draco Malfoy arrugó la nariz en disgusto cuando una de sus costosas botas de piel de dragón chino (increíblemente caras, puesto que nadie se atrevía a cazar un dragón chino al ser éstos augurio de buena suerte para los nativos) aterrizó justo en el centro de un charco lodoso; el cómo había lodo en un piso de piedra macizo era algo que jamás llegaría a saber.
"Uno pensaría que al ser ésta la morada de los magos más dignos habría un poco más de dignidad en el ambiente" se dijo a sí mismo sardónicamente, sonriendo a pesar de todo. Apretó su varita y continuó su camino hacia la sala de reuniones donde el Lord mismo le esperaba. Aquella era una noche para regocijarse.
La sala de reuniones era uno de los cuartos más amplios del castillo (o lo que quedaba de él), un recinto circular sostenido por cuatro pilares que parecían ajenos al paso del tiempo alrededor. Todo estaba hecho de piedra ahí, paredes, piso, techo y los propios pilares incluso; lo único que se escapaba era la enorme mesa rectangular de madera que abarcaba casi todo el diámetro de la habitación. Y, Draco podía asegurar, tampoco estaba hecha de una madera muy fina (como habría de esperarse en dominios del Señor Oscuro), para nada, vil pino común y corriente. Nogal, cuando mucho, pero ni a cedro llegaba.
— Mi señor—pronunció dócilmente, haciendo una ligera reverencia al entrar y observarle sentado a la cabecera de la mesa.
— Draco—contestó el hombre, serpiente¿Híbrido?... haciendo un gesto con la mano para que se levantase. Resultaba muy fácil identificar al último de los Malfoy, incluso más cuando no llevaba la máscara puesta; como en ese momento. Aunque, y lo decía por experiencia personal, el Lord tenía una escalofriante habilidad para identificar a cada uno de sus siervos bajo la máscara blanca— ¿Hiciste lo que te pedí?
Draco, acercándose con una sonrisa triunfal, asintió con la cabeza— Por supuesto, mi señor. Fue algo difícil, pero logré encontrar la guarida.
El Señor Oscuro entornó sus ojos, del color de la sangre e increíblemente brillantes, llevándose una mano de largos y pálidos dedos huesudos a la delgada abertura que tenía por boca.
— Y dime, Draco¿Dónde se han estado escondiendo?—preguntó Voldemort, con un aire de imperturbabilidad que Draco por naturaleza había asociado a Dumbledore y que ahora al verlo en su amo le ponía los pelos de punta. Figurativamente, claro está, puesto que un Malfoy jamás traía los pelos de punta.
— Escondiéndose no es la palabra precisa, más bien, "bajo cubierta" sería el término que yo utilizaría, mi señor—trató de decir lo más humildemente que pudo— El asunto es que se han dispersado por el mundo, y sólo el líder permanece con unos cuantos…
Voldemort asintió, interrumpiendo— Este siglo no ha sido muy benevolente con los vampiros, era lógico que buscaran una manera de dispersarse para pasar desapercibidos…
— Y aún así siguen reuniéndose en puntos de paso, algo así como los pubs muggles—arrugó la nariz en asco, haciendo que el Lord sonriera ligeramente— un movimiento algo estúpido, he de agregar. Fue así como los pude rastrear desde París, hasta Santa Carla, California, en Estados Unidos. Es ahí donde se encuentra el líder…
— Excelente, Draco, tu información resultará muy útil. Pero dime¿Acaso la obtuviste de algún vampiro?
Draco frunció el ceño antes de contestar— No, verá, esos lugares funcionan como uh… tabernas para todo público, es decir, los muggles—de nuevo el gesto de asco— van ahí. Pero en la parte de atrás se reúnen los vampiros. Y, como siempre, ningún estúpido muggle se da cuenta de nada. Lo que hice yo fue escuchar atentamente, pero del lado de los muggles—otra vez, mucho mucho asco.
— Oh, excelente… Draco, siéntate—El rubio obedeció al instante, mientras un mortífago (mujer por la manera de caminar) entraba a la sala, alentada por un gesto del Lord— Sabes muy bien que nuestra posición en la guerra es precaria, cuando Severus y tú mataron a Dumbledore creímos que la Orden no sería un obstáculo importante; pero se organizaron e, incluso sin Potter, se volvieron bastante poderosos.
Draco asintió, complacido de ser uno de los pocos mortífagos con quienes el Lord discutía la situación real de la guerra.
— Y si bien no estamos acabados, tampoco ellos lo están. Necesitamos aliados, Draco, y los vampiros serían un punto clave si estuvieran de nuestro lado.
— Mi señor, creo que si les hiciera alguna oferta…
— Así es, Draco—El aludido pudo notar como la mortífaga (que se había parado a la izquierda del Lord) balanceaba su peso de un pie a otro, presumiblemente nerviosa, o incómoda, o desesperada… no podía saberlo por la máscara— yo puedo ofrecerles un número ilimitado de víctimas, puedo darles el adiós a su vida de ocultarse y temer, la gloria sería suya una vez que pudiésemos instaurar nuestro régimen. Pero quiero que seas tú quien consiga su lealtad…
Draco asintió, complacido— Me sentiría honrado de llevar a cabo una misión de tal importancia
Voldemort sonrió (para sus estándares) torcidamente— Me alegro que te honre, porque no estarás solo—señaló con un ligero movimiento de cabeza a la mortífaga— ella te acompañará
— Mi señor—murmuró la mortífaga, la voz distorsionada un poco al ser atrapada por la máscara— pensé que quería que me encargara del asunto McGraff…
El Lord le hizo un gesto con la mano para que se acercara y, mientras le susurraba algo al oído, Draco pudo ver un largo mechón de cabello pelirrojo resbalar por el hombro de la chica. Maldijo mentalmente, sólo conocía a una mortífaga con el cabello de un rojo tan vivo.
— De acuerdo, será como usted ordene—comentó la mortífaga al levantarse, quitándose la máscara— Si desea que acompañe a Malfoy, lo haré.
Draco se tragó el comentario hiriente que amenazaba por salir de su boca al comprobar sus suposiciones— Yo encantado de trabajar con Weas…ley, si usted desea que lo haga
— Por supuesto que lo deseo—Sonrió burlonamente— No les habría mandado juntos si quisiera que estuvieran separados. Confío en que me traerán los mejores resultados, siendo ustedes dos tan buenos elementos por separado… ¿Tienes algo que comentar, Draco?
El rubio, atrapado en su mohín, asintió— Una misión tan delicada, mi señor¿No cree que sería mejor llevada con alguien de, digamos, mayor experiencia?
— Es la primera y última vez que permitiré un cuestionamiento de tu parte, Malfoy. Pero te iluminaré con una respuesta, ya que has sido un fiel seguidor desde el principio; y tu padre antes de ti también lo fue. Y me siento de buen humor en este momento. A decir verdad, no encontrarás a nadie tan capacitado para este trabajo como Ginevra; quien resulta ser magnífica con los encantamientos, como ya has podido constatar en el pasado—Draco desvió la mirada, con las mejillas algo sonrosadas. ¿Cómo era posible que el Lord supiera de aquel desagradable episodio de su quinto año?
— Veo que lo recuerdas—continuó el Lord, al ver su reacción—Le vas a necesitar, Draco. Y a ver si de una vez por todas entiendes dónde yacen las lealtades de Ginevra—Al decir esto el Lord volteó a ver a la pelirroja, quien les miraba fijamente. Ninguna expresión discernible en su rostro.
Draco asintió, sin decir una palabra ante el extraño comportamiento de su amo. No era usual que defendiera a nadie. Ni que se justificara. ¿Acaso significaba…
— Mi señor—habló la comadreja, interrumpiendo su escalofriante pensamiento— ¿Sería posible que pudiera pasar a despedirme de Tom antes de partir?—preguntó, bajando la mirada.
— Me temo que no, Ginevra. Pero yo le diré a dónde has ido, no te preocupes. Ahora váyanse, los quiero en camino cuanto antes—les despidió con un ademán.
— Dime, Comadreja—tronó Draco en cuanto hubieron salido de la sala— ¿Qué le dices a tu madre cuando te pregunta si tienes novio, cuando te pregunta sobre ésto¿Le comentas acaso que te convertiste en una de las putas del Lord?
— Mi madre murió en el ataque al Callejón Diagon hace 5 años, Hurón. El Señor Oscuro en persona se encargó de ella; esa mujer simplemente no entendía que ya no quiero saber nada de ellos. Y eso que le dejé una nota cuando me uní a las filas: "Mamá, esta vida apesta. Me voy con los Mortífagos. Besos, Ginny" Lo demás son fantasías de esa huronil cabeza tuya…
Draco arqueó una ceja. Nunca se había interesado mucho en la Weasley más pequeña (para él todos eran iguales), sobre todo después de que la comadrejita fuera novia de Potter; pero era verdad que la chica había sido una de las primeras en unirse a las filas del Lord, incluso antes de terminar Hogwarts.
— No te creo—sentenció, cruzando los brazos— No sé a qué estás jugando, pero no me parece gracioso.
La pelirroja rió secamente— Eres la persona más prejuiciosa que conozco; el hecho de que venga de una familia de idiotas no significa que yo también lo sea. Pero bueno, no se puede esperar mucho de tus tres neuronas¿Ah?... Nos vemos en dos horas aquí, trae sólo lo indispensable.
Draco se quedó atónito, mirando a la chica marcharse. Una Weasley le acababa de ordenar algo; una Weasley mortífaga.
— Nunca negaste ser una de sus putas, Weasley—sentenció Draco mientras Ginevra aparcaba el pequeño jeep verde militar en el centro de Santa Carla, California (un extraño pueblecito en el que nadie parecía prestarles la más mínima atención, no que se fueran a quejar). El rubio se revolvía incómodo en el asiento del acompañante, no le gustaba ser el segundo en nada pero obviamente no iba a manejar él un aparatejo muggle; a parte de que no sabía hacerlo.
La pelirroja suspiró, rascándose el cuello. Hacía un calor de los mil demonios y ellos con mangas largas (no podían exponerse, ni siquiera en un lugar tan apartado como aquél, a que alguien viese la Marca Oscura en sus antebrazos).
— Vamos a trabajar juntos, Malfoy, por si no has llegado a asimilar esa angustiante revelación—el sarcasmo impregnaba la voz de la chica— Lo cual implica una gran probabilidad de que nuestros pellejos vayan a depender del otro en algún momento. Así que dejaremos las cosas bien claras desde el principio; ésta es una misión que no podemos echar a perder ni por tus estúpidos prejuicios ni por mi… desagrado hacia tu persona—Draco resopló— Primero que todo, mi nombre es Ginevra; no Weasley, no Comadreja, ni cualquier otro apodo que tu febril imaginación pueda crear. Segundo, ya que tanto te interesa mi vida sexual (Y yo aquí pensando que la señora Malfoy te era suficiente) has de saber que ésta no incluye—miró hacia todos lados, asegurándose de que nadie los estuviera escuchando— al Señor Oscuro. Tercero, somos un equipo queramos o no; pero si vuelves a abrir tu bocota para decir alguna estupidez como hasta ahora te juro que te vuelvo a hacer el mocomurciélago¿Entendiste?
Draco apretó la mandíbula, a falta de algo inteligente e insultante que replicar.
— Así me gusta—sonrió la pelirroja, el tono mordaz evaporándose— Bien, ahora voy a entrar a esa tienda—señaló una pequeña tienda de víveres— a comprar algunas cosas y hablar con la gente; puedes venir si quieres, pero te advierto que estará lleno de muggles…—miró a sus alrededores— todo de aquí en adelante¿Te quedas?
El rubio bufó— ¿Y dejar que arruines la misión, Ginevra?—sonrió triunfalmente, al menos había logrado que el nombre sonara a insulto— por supuesto que voy.
— Bien, Malfoy…
— Draco—interrumpió él, retándola con la mirada.
— Como gustes—continuó, sonriendo de medio lado mientras se bajaba del automóvil. El rubio la imitó mientras caminaba tras ella, admirando el panorama.
Había que admitir que la chica no era nada fea.
— Buenas tardes—saludó el dependiente de la tiendecilla, un anciano desdentado y de mirada amable— ¿Puedo ayudarlos en algo?
— Oh sí—sonrió Ginevra, poniendo rápidamente una expresión sonriente sin rastro de malicia alguna. La pelirroja tomó algunas bolsas de los mostradores y un par de botellas de algún líquido oscuro que Draco no conocía— La verdad es que no somos de aquí…
El anciano rió— De eso me di cuenta desde que entraron, querida. Tu chico—Draco arqueó una ceja— luce como una de esas serpientes rosas en el desierto… sin intención de ofender
Ginevra rió, genuinamente divertida, mientras Draco se contenía las ganas de echarle un Crucio al estúpido viejo.
— Es el pelo, le he dicho que no se lo pinte de ese color. Nadie lo tiene así, pero ¿Cree que me hace caso?—La pelirroja negó con la cabeza— En fin, nos vamos a llevar esto—puso las bolsas y las botellas junto a la caja registradora— Y quisiera preguntarle de algún hotel o un lugar dónde quedarnos…
El anciano marcó las cosas— Van a ser 7.95… hay un pequeño motel a la salida del pueblo, pero sólo se los recomendaría si van de paso como la mayoría de los turistas…
— ¿De paso? Pero si este es un pueblecito encantador, de hecho nos vamos a quedar unos días para conocerlo… ¿Tan mal está el motel?
El viejo sonrió, encantado con la pelirroja. Draco contuvo las ganas de vomitar— Me temo que sí, querida. Pero pueden ir con Trudy, en la casa victoriana pintada de azul que está en la calle principal, siempre tiene habitaciones disponibles… y son mucho mejores que las del motel.
— Muchísimas gracias—le dijo, tendiéndole el dinero. Draco se preguntó cuándo había conseguido dinero muggle americano— lo haremos. Vamos, Draco—El rubio puso los ojos en blanco— Hasta luego
— Hasta luego, querida. Y si se van a quedar quizá quieran pasarse por la feria…
Ginevra puso cara de fingido interés mientras tomaba las bolsas con lo que acababa de comprar— ¿La feria?
— Sí, es divertido. Sobre todo para una pareja joven…. Sólo hay que ser cuidadosos en la noche… —murmuró el vejete. Al fin algo de información útil.
— ¿A qué se refiere?—preguntó ella, disimulando la ansiedad en su rostro.
— Ah, nada. No le hagas caso a este viejo chocho, querida. Que tengan buen día… —El anciano parecía nervioso.
— Gracias, igualmente—Ambos salieron de la tienda, Draco percatándose por primera vez de la campanilla en la puerta.
— ¿Y bien?—le dijo la pelirroja, soltando las bolsas en el asiento trasero.
Draco arqueó una ceja, aún dolido por el comentario sobre su pelo— Definitivamente vamos a tener que ir a la feria.
— Lo mismo pensé, Draco… pero primero vamos a tener que ir con "Trudy"—comentó, señalando la enorme casa azul con las vistas amarillas. Draco cerró los ojos para evitar que se le quemaran la retinas.
Trudy resultó ser otra anciana, de mirada adusta y expresión de severidad que les recordó horriblemente a Minerva McGonagall.
— Así que quieren pasar unos días en Santa Carla, bastante curioso¿Puedo preguntar la razón?
Parados en el porche de la casa, Ginevra tenía las manos en los bolsillos traseros de sus jeans muggles y sonreía lo más encantadoramente posible; con Draco parapetado tras ella (era un shock para él estar entre tanto… muggle).
— Pues, verá, simplemente estamos cansados de la rutina en la ciudad…—contestó ella, ladeando la cabeza.
— Me parece perfectamente comprensible. Díganme¿Cuánto tiempo tienen de casados?—la viejecilla los miró con ojo crítico— No me irán a decir que son una de esas parejas de ahora que nada más se juntan y ya… porque ese tipo de cosas yo no las apruebo, mucho menos las permito bajo mi techo—sentenció.
— Uh…—Ginevra miró al rubio, en busca de apoyo.
Draco vomitó mentalmente (Ese era un truco casi exclusivo de los Malfoy) y se preparó para la mentira más espeluznante de su existencia. Las cosas que hacía por el Señor Oscuro.
— No¿Cómo puede creer eso, señora?—fingió un tono de horror— Ginevra y yo contrajimos matrimonio hace dos años, aunque por trabajo hemos estado mucho tiempo separados. Fue por eso que decidimos hacer este viaje, será la luna de miel que nunca tuvimos…—sonrió, aprovechando que el cuerpo de la pelirroja lo tapaba para sacar su varita y transfigurar uno de los anillos que cargaba ella, así como el que llevaba él.
Ginevra, al sentir el hechizo, sacó la mano del bolsillo. Sonrió al ver la flamante sortija de matrimonio reluciendo en su dedo anular.
— Oh, me parece una magnífica idea la suya, muchachos. Y tengo la habitación perfecta; amplia, con vista al pueblo y muy privada… síganme—la vieja abrió la puerta y se metió.
— Mis felicitaciones, señor Malfoy. Asimiló usted a la perfección el concepto de trabajo en equipo—le dijo la pelirroja sonriendo, pero con un toque de burla que Draco encontró irritante.
— Disfrútelo mientras dure, señora Malfoy—respondió con sorna, deseando que la pobre de Pansy no se estuviera muriendo en ese momento por la blasfemia tan grande.
Lo primero que el par hizo cuando estuvieron solos en su habitación fue transfigurar la enorme cama matrimonial en unas gigantescas camas gemelas, hechizo que tendrían que revertir cada que salieran de la habitación y quizá con mayor frecuencia. Después agrandaron los baúles que traían consigo y Draco, proclamando imperiosa necesidad, se apropió de la ducha privada que tenían.
Ginevra se desparramó sobre su cama, admirando el paisaje que les ofrecía la enorme ventana con balcón. Santa Carla no era un pueblo feo, con sus pequeñas callecitas y casas antiguas; algo polvoso, pero el paisaje también tenía un poco de desértico, así que no se podía quejar de eso. "Sería tan lindo vivir aquí, así, lejos de todo y de todos" pensó antes de quedarse dormida.
La despertó el ruido de alguien caminando cerca de donde ella yacía y se incorporó rápidamente para encontrarse a Malfoy paseándose por la habitación; un montón de camisas desperdigadas por el suelo y una mueca de disgusto en la cara del rubio.
— ¿Ocurre algo?—preguntó, frunciendo el ceño.
— No encuentro nada que ponerme—contestó Malfoy, sacándose la camiseta negra que llevaba sobre los pantalones beige y remplazándola por una camisa de vestir color guinda.
Ginevra, lejos de la vista del rubio, se frotó la cara bostezando— Lo estás haciendo mal—le dijo— ¿Por qué no pruebas con unos jeans?
— ¿Tú crees? Ese tipo de pantalones siempre me han parecido un poco vulgares—contestó el rubio, sacando más ropa de su baúl.
Ginevra, quien llevaba jeans en ese momento, decidió que jamás volvería a hablar de ropa con el rubio.
— Todos los muggles los llevan, sobre todo en pueblos y en ferias de pueblos—sentenció cortantemente.
— Si tú lo dices—murmuró él y procedió a quitarse los pantalones ahí mismo. Ginevra decidió que Malfoy era demasiado afeminado para su gusto.
— Esa camisa es muy formal—comentó ella cuando él acabó de ponerse sus jeans (de diseñador, carísimos, por supuesto)— ¿No tienes algo de algodón?
El rubio pareció pensárselo y al final extrajo de su baúl un suéter delgado de un tono grisáceo muy parecido a sus ojos.
— Algodón egipcio hilado a mano, no has vivido hasta que usas algo como ésto—señaló la prenda, que tenía la suerte de no lucir muy costosa.
— Perfecto, eso no llamará tanto la atención—El rubio se encogió de hombros y se quitó la camisa, la vista de la Marca Oscura sobre la nívea piel causándole escalofríos a ella, para luego ponerse el suéter que, con el cuello de tortuga que tenía, deshizo el cuidadoso peinado hacia atrás que él llevaba.
Al menos ya no usaba litros de gel, pensó ella, mientras le detenía para que no tratara de rehacerse el peinado.
— Así te ves mejor—aseguró, antes de tomar algo de ropa del baúl propio y meterse a bañar ella.
Draco se quedó mirándose en el espejo, debatiendo mentalmente si la pelirroja estaría diciendo la verdad y realmente se veía mejor. Al final optó por dejarlo, el cabello suelto iba más con el estilo de los jeans. Sonrió mientras se acomodaba el suéter, adoraba cómo se le ajustaba en las partes indicadas.
Ginevra salió de la ducha en un tiempo sorprendentemente corto (Draco arrugó la nariz en asco al pensar que nadie podía ducharse tan rápido), vistiendo una larga falda de algodón corriente en tonos azules y una especie de blusa de tirantes que sólo cubría hasta arriba de su ombligo.
— ¿Te vas a ir así?—preguntó, señalando la Marca Oscura al aire. Y no era sólo eso, porque la falda era tan traslúcida que uno podía adivinar el contorno de las curveadas piernas de la chica sin mayor dificultad; la blusa tenía el cuello tan bajo que Draco estaba seguro de que con cualquier movimiento brusco un seno saldría de ahí.
— No realmente—contestó la chica, poniéndose una especie de trapo que sólo tenía… mangas y cubría un poco más el pecho de la pelirroja. Luego se calzó unos tenis, tomó una chaqueta ligera del baúl y se giró a verlo— así me voy a ir.
Draco se cruzó de brazos. Esa mujer era demasiado vulgar para su gusto.
Estaba oscuro cuando llegaron a la feria, Ginevra sufrió los constantes comentarios desagradables del rubio sobre los juegos mecánicos, los puestos de tiro al blanco, los puestos que vendían comida, los aparatos que fabricaban algodón de azúcar, las exhibiciones de fenómenos del circo, los payasos, los globos de colores y los carruseles; y Draco sufrió, en general, por estar rodeado de muggles y una Weasley. Pero todo tuvo su recompensa cuando, entre una multitud de gente que observaba una especie de concierto, divisaron a un grupo de… ellos.
Ambos magos tenían suficiente experiencia en el campo como para reconocer a un vampiro, incluso a lo lejos. La diferencia estaba en la manera en que se movían, como si las leyes naturales no se aplicaran a ellos (y eso era cierto en muchos casos), en la energía oscura que irradiaban, además de otros detalles como sus ojos y sus uñas.
Ginevra suspiró y jaló la manga de Draco, para hacerlo voltear hacia donde estaban. El rubio la miró y asintió.
— ¿Y ahora qué?—preguntó él.
— Nos acercamos y tratamos de hablar con ellos. Ten lista tu varita—contestó.
Draco puso los ojos en blanco— Como si necesitara que me lo recordaras…
Ginevra fingió no escucharlo— Tú ve por la izquierda y yo por la derecha, hay que averiguar quién es el líder.
— Seguro
Se separaron y antes de que Ginevra pudiera procesarlo, se encontraba sumergida en una masa de adolescentes que gritaban y brincaban con la música. Giró un poco la cabeza y encontró a Draco hablando con una de ellos.
"Vaya que es rápido" pensó.
— ¿Estás sola, dulzura?—escuchó una voz cerca de su oído y giró para encontrarse con unos ojos iridiscentes que parecían ser violetas. Cabello negro como la noche misma, labios rojos y piel de alabastro. Alto como pocos hombres había visto en su vida. Un vampiro sin duda.
— Por el momento—contestó sonriendo.
— Uy, extranjera—ronroneó el sujeto en una voz que tenía un ligero acento que no podía ubicar realmente. El tipo no aparentaba más de 25 años— ¿Qué hace una dama británica como tú en un pueblucho como éste?
— Buscando dónde divertirme—contestó como si fuera lo más natural del mundo— ¿Alguna sugerencia?
El tipo la evaluó con ojo crítico antes de contestar— Hay un lugar cerca, tomas la carretera interestatal hasta el kilómetro 12 y ahí está un bar llamado "La hija del vampiro". Deberías ir, se la pasa uno genial…
Ginevra sonrió, eso era lo más parecido a una invitación que iban a conseguir— Muchas gracias—le tendió la mano— por cierto, soy Ginevra
El vampiro estrechó su mano, dejando que Ginevra comprobara la brillantez antinatural de sus uñas. Todo en regla. Vampiro al 100 por ciento— Lucien, mucho gusto
— El gusto es mío, Lucien. Pero me tengo que ir¿Te veré por "La hija del vampiro"?—sonrió coqueta— Tengo una oferta que no podrás rechazar.
— Por supuesto, Ginevra, cuando quieras.
— ¿Qué tal mañana?
— Ahí estaré…—miró hacia donde estaban otros hombres, probablemente vampiros— sirve que te presento a unos amigos
Ella asintió, señalando hacia donde estaba Draco— Lo mismo digo
— Hasta mañana Ginevra
— Hasta mañana Lucien
La pelirroja caminó lejos de la masa, topándose con Draco.
— "La hija del vampiro", está en la interestatal—dijeron los dos al mismo tiempo, rompiendo a reír, embriagados por el éxtasis. Ginevra lo atribuyó al éxito tan rápido, porque de ninguna manera estaban afectados por el encanto de los vampiros.
— Le dije a Lucero que la veríamos ahí mañana—comentó Draco, mirando de reojo hacia donde se encontraba la mujer vampiro con la que había estado charlando.
— Lo mismo le dije yo a Lucien—contestó ella, viendo hacia donde el pelinegro estaba parado; abrazando a otro pelinegro un poco más bajo. Un adolescente, por la complexión, probablemente otro vampiro.
Draco sonrió— Somos un buen equipo, Ginevra. Mañana averiguaremos quién es el líder.
La pelirroja no pudo sino imitar el gesto— Tienes mucha razón, Draco, mañana lo haremos.
Lucien observó al rubio y la pelirroja marcharse del lugar con una sonrisa en los labios. Agachando la cabeza para que sus labios rozaran el oído del chico que yacía entre sus brazos, susurró.
— Mira, amor, un mago y una bruja. ¿No te parecen lindos?
El chico entornó sus ojos verdes y contestó, recargando su peso en el adulto— Me parecen como cualquier humano¿Saben diferente?
— Un poco, amor, pero sí que son diferentes. Si te concentras podrás sentir la magia irradiando de sus cuerpos…
El chico hizo como le habían pedido y, después de unos momentos, asintió— Puedo sentirlo, Lucien, es como un aura brillante
Lucien sonrió complacido— Precisamente. Sus auras son bastante brillantes, aunque no se le comparan en lo más mínimo a la de un mago que conocí hace tiempo
— ¿Era muy fuerte?
Lucien acomodó sus manos en las caderas del chico, atrayéndolo hacia él para que dejara caer la cabeza sobre su hombro— El más poderoso—susurró, acariciando el cuello expuesto con sus labios— Y el más delicioso.
