Nota importante: La serie y la pareja me encantan, sin embargo no tengo mucho tiempo para gozar de la televisión. A pesar de que he tratado de informarme sobre la trama, tal vez no siga en línea las personalidades de los personajes tanto como quisiera. Esto es simplemente una disculpa anticipada.

Prólogo

-¿Estás perdida?

-¿Quién es usted?

-Mi nombre es Marceline, ¿cuál es el tuyo, nena?

-Bon… Bonnibel… y sí, estoy perdida…

-Bueno, no llores, estoy segura que podré ayudarte a encontrar el camino de vuelta a casa. Además, tan limpia… alguien debe estar preocupado y buscándote. Toma mi mano.

La chica del largo cabello negro esbozó una extraña sonrisa pero que denotaba verdaderas intenciones de ayudar. Aunque le habían enseñado a desconfiar de los extraños –y la muchacha, sí que lucía extraña-, también sabía quién era de fiar y quién solo le extendía la mano por su posición.

No era la niña indefensa que todos sus sirvientes pensaban, aunque pudiera parecerlo en esos momentos. La sujetó fuerte.

-Ten, ponte esto, comienza a hacer un poco de frío y es todo lo que puedo ofrecerte- añadió la heroína.

Así era como la veía la pequeña princesa. Era una heroína, llegó de la nada tan solo para ayudarla. Miró la prenda negra que le había puesto en las manos, no era exactamente de su agrado pero se la puso sin objeciones.

Esa chica parecía tan salvaje y al mismo tiempo era considerada. Representaba, en gran parte, lo que quería llegar a ser cuando creciera. El reino que aspiraba a gobernar necesitaba una líder con capacidad de empatía pero cuya palabra pesara. Eran cosas que no tenía claras por el momento, lo único que parecía tener sentido era la admiración que crecía en su pequeño y rosado ser por aquella extraordinaria desconocida. Quién, por cierto, ya la había tomado en sus hombros. Caminaron un rato largo, la princesa no notó cuanto. De pronto sus jóvenes ojos visualizaron el Dulce Reino.

-¿Cómo sabías que vivo aquí?

-No fue tan difícil adivinar, pequeña, los habitantes de cada reino son únicos- respondió tranquila y sonriente.

Mentita volvía de una exhaustiva e infructífera búsqueda cuando de pronto vio una extraña sombra a lo lejos que poco a poco tomaba la forma de la Reina de los Vampiros cargando a la Princesa Bonnibel en hombros.

-¡Princesa!

-Hola Mentita, estoy bien… no te preocupes- no lo dejó terminar.

Marceline y el mayordomo real se dedicaron unas miradas serias. Los ojos de la joven cambiaron pasaron de un tono ámbar a un rojo despiadado en cuanto se cruzaron.

-Supongo que eso es todo.

-Gracias. Por traerla- Dijo el mayordomo sin verla, mientras entregaba a la princesa con sus damas de compañía.

Marceline no respondió y ya caminaba hacia rumbo desconocido.

-Espera, Marceline… ¿a dónde vas?- la princesa había vuelto con tristeza en la voz. Mentita la sujetó del brazo y no pudo acercarse más.

-Cuídate y sé buena.-Alcanzó a decir girando su cabeza solo 90 grados sobre el hombro izquierdo.

Voló. Lejos.

Y no volvió.


Pasó más de una década y la Dulce Princesa aún recordaba todo aquello muy fuerte y claro. Constantemente Marceline aparecía en sus sueños. Por mucho tiempo solo fue así.

De pronto se convirtió en soberana del Dulce Reino y se enteró de cosas que no le resultaron obvias de niña pero parecían más que lógicas. Su heroína no lo era tanto, habiéndose ganado el título de Reina de los Vampiros por haber derrocado –y asesinado, pero odiaba pensar en eso- al gobernante anterior. Se le había sugerido no hablarle más de lo necesario puesto que ambos reinos, a pesar de no ser enemigos y encontrarse como aliados, distaban de ser totalmente fraternos. Tal hecho no resultó difícil durante varios años pues la reina resultó ausente.

El día que asistió por primera vez a la reunión de los Reinos Aliados, la Dulce Princesa no pudo evitar mirarla cada par de segundos mientras hablaba. Marceline ni siquiera la miraba pero por alguna extraña razón, la princesa estaba segura de que la escuchaba. La única vez que la reina interceptó la mirada de la Dulce Princesa, se encontró con unos ojos rojos que la miraban del mismo modo inquisitorio que recordó de aquel día.

La Dulce Princesa no podía entender como Finn y Jake gozaban de la compañía de alguien tan… poco serio. Bueno, tal vez porque Finn era un niño y Marceline parecía no crecer (o envejecer) en ningún aspecto. Tras lo ocurrido con el portero, hubo otra reunión para resguardar los objetos valiosos. La Dulce Prince pidió a Marceline un momento para charlar, esa canción la había hecho quedar como una completa tonta…

Y eso no podía ser.