Disclaimer: Ni los personajes ni el universo de esta historia son míos. Yo solo juego con ellos para crear historias. La imagen que ilustra este relato tampoco me pertenece.
Esta historia participa en el reto "Olores De Armotenia" del foro La Noble y Ancestral Casa de Los Black
Nota: Vale, resulta que he intentado introducir los personajes del mundo de Merlín a partir de la base que Merlín fue a Slytherin, lo que ha resultado complicado al ser este del siglo V y los fundadores del siglo X( Jo, lo siento pero no sabes contar) Así que he creado un complicado AU que creo que se aclara en el capítulo. Si alguien no lo entiende, por favor que lo comente y lo especificaré en mi perfil.
Bueno, sin más demora, aquí está la historia. Espero poder subir los capítulos antes del plazo estipulado.
I
La lluvia caía a borbotones del cielo, como lágrimas ya caídas que se reencarnaban en gotas para terminar su recorrido en el suelo Madre Tierra.
Merlín se atusó su incipiente barba. Miró por la ventana otra vez. El camino que llegaba hasta su castillo seguía estando vacío.
Una capa de espesa niebla se cernía sobre el castillo. Merlín miró a su alrededor. Aquella habitación, a rebosar de libros, pergaminos y plumas. Y en el más oscuro rincón, había un caldero. Merlín sonrió. La poción era de un color rosáceo brillante.
Puede que la última poción que jamás prepararía.
— ¡Merlín! ¿Estás aquí?
— Aquí arriba, Arturo.
El Rey Arturo apareció en la estancia. Lucía una corona y una espada que colgaba de su cinturón. Hacía tiempo que Merlín no trataba de "vos" a Arturo. Y no era para hacerlo: Arturo siempre se sentía honrado de estar en la presencia del mejor mago que ha existido jamás y no creía ser merecedor de ser tratado de Alteza por él. A pesar de que Merlín estaba a sus órdenes.
— ¿Ha venido?—preguntó el rey.
— No, no ha llegado todavía—respondió Merlín, paseándose por la habitación.
— Pero, Merlín, ¿estás seguro que vendrá?
— La conozco bien, Arturo, y tú también. Sabes que vendrá.
Arturo asintió.
— Confío en tu palabra, Merlín, y confío en tus capacidades—Arturo se acercó a Merlín y le puso la mano en el hombro. Era un claro gesto que para él, Merlín era un igual y no un subordinado—. Mucha suerte.
Merlín inclinó levemente la cabeza.
— Gracias, Arturo. Ha sido un honor servir para ti.
Arturo inclinó la cabeza y abandonó la sala, dejando al mago solo. Merlín sonrió con tristeza y se acercó a la poción que había preparado. Vaya sí era la que más le recordaba a ella.
Olía a ella.
Era el sexto año de Merlín en Hogwarts. El aula de Pociones estaba muy vacía debido a que pocos aprobaban el TIMO con el "Supera las expectativas" necesario.
Entre los afortunados se encontraba el joven, siempre un paso por delante, por supuesto. Mientras que el profesor todavía comprobaba el estado de las primeras pociones al principio de la clase, Merlín ya estaba acabando la suya.
Pero no era el único.
Delante de él, una joven Ravenclaw solo iba dos pasos más atrasada. Pero ella lo hacía con mucha gracia, moviendo las manos como si de un baile se tratase, con suavidad, estilo y destreza. Fueron segundos de despiste lo que provocó que la joven se le adelantara y terminara la poción antes.
— Enhorabuena, señorita Le Fay, es increíble pero vos ha terminado su poción en un tiempo récord. ¡Incluso ha terminado antes que el señor Merlín!—la felicitó el profesor, haciendo una breve reverencia y no haciendo demasiado énfasis para no parecer irrespetuoso. Al fin y al cabo, estaba hablando con la hijastra del rey.
Morgana Le Fay.
Sí, Merlín ya conocía a Morgana de antemano. ¿Cómo no? Sus padres servían al Rey Uther y él estaba destinado al gran honor de ser el escudero de Arturo, por lo que básicamente se crió junto a él.
Y junto su bella hermana, Morgana.
No era su hermana del todo, no. Morgana era la hija del mejor amigo del Rey, que murió en batalla cuando ella era muy joven. Y, como la madre había muerto al parir, Uther Pendragon decidió criarla y cuidarla como su propia hija. Creció como la hija del rey y era tratada como tal.
Fue realmente sorprendente la revelación que Morgana era bruja, y ese fue casi el fin de la joven. Su salvación fueron dos caballeros y dos damiselas quienes lograron convencer al rey de que la magia no era algo que se debía de considerar malo: al contrario, era un don que la muchacha siempre podía utilizar en beneficio del reino. Le hablaron sobre la institución que acababan de inaugurar que le enseñaría a usar sus poderes y, al salir, la convertiría en una poderosa hechicera útil en cualquier enfrentamiento.
Aquel dato convenció definitivamente al rey. Pero, lo que si fue sorpresivo es cuando antes de abandonar el castillo, uno de los caballeros que vestía una toga verde, se acercó a Merlín, y determinó que él también poseía el don de la magia, y que algún día sería el mejor mago de todos los tiempos. Aunque Uther se resistió a dejar ir a un plebeyo a aquel colegio que parecía tan prestigioso, ninguno de los cuatro magos parecía dispuesto a dejarlo allí. Pendragon se lo permitió al final, más porque temía a los hechiceros que porque se preocupara por su educación.
Merlín suspiró. Se permitió mirar a Morgana unos segundos pues, a pesar de conocerla de siempre, tenía que tratarlo igual que cualquier otro mago no perteneciente a la nobleza. Su pelo azabache, lleno de rizos, estaban recogidos en una trenza perfectamente hecha, aunque atrapaba un mechón rebelde que se había soltado detrás de su oreja. Su tez blanca, que rozaba la palidez. Y sus enormes ojos azules.
Merlín consideraba aquellos ojos los más bellos que jamás había visto. Tenían el color que tenía el cielo nada más ponerse azul después del naranja que acompañaba el amanecer. El muchacho adoraba las mañanas. Le encantaba despertarse con aquel olor a día recién empezado, asomarse por la ventana y, a pesar del frío, admirar el bello paisaje del Sol haciéndose hueco en el cielo.
Tal vez, por eso, le encantaban los ojos de Morgana.
— ¡Señor Merlín, por favor, acérquese!—Merlín salió de su ensoñación. El profesor lo llamaba. Merlín se acercó a la mesa de este, donde en un caldero enorme burbujeaba una pócima rosada y brillante—. Al ser mi mejor alumno, quiero que me de su opinión sobre esta poción. Se llama Armotenia. Es la pócima de amor más potente jamás creada. Dice que huele a lo que atrae a cada persona. ¿Usted que huele?
Merlín olió.
Olía a mañanas.
— A nada—respondió el joven.
Nota: Intentaré subir el próximo capítulo mañana. Espero que les haya gustado y muchas gracias por leerlo.
Besos,
Liz.
P.D: ¿Alguien me deja un review? Son gratis, ;)
