Los personajes son creación del gran Gene Roddenberry, yo solo los tomo prestados.

Advertencias: Este fanfic NO tiene final feliz, y como verás está clasificado como Angst. Si aún así decides leer, va bajo tu responsabilidad. Yo cumplo con avisar.


¿Dónde están los niños?

En memoria a Leonard Nimoy. DEP.

Su corazón marcaba un ritmo frenético. Violentos golpeteos cimbraban su vientre. Intensas emociones recorrían su cuerpo, equiparándose con la intensidad de la sangre verde que recorría sus venas a una velocidad vertiginosa. Miedo. Podía sentir el miedo

invadiendo su ser. Dolor. El dolor quemaba todas y cada una de sus terminaciones nerviosas. Desesperación. Lo veía, estaba ahí enfrente de él y sin embargo tan lejos. Su mano se aferraba desesperada al cristal, unida a la de él, deseado destruirlo, o al menos atravesarlo, estar junto a él. Abrazarlo, aferrarse a su torso e inútilmente intentar asegurarle que todo saldría bien. Sería su primera mentira, sin embargo no la dirigiría a él, sino a sí mismo.

No podía controlarse. No podía controlar las terribles sensaciones que lo asaltaban sin piedad. Sus labios se sentían entumecidos, por todas las palabras reprimidas y no dichas, por todos aquellos sentimientos que sufrieron el mismo destino que las propias palabras. Habría sido tan sencillo haberle dicho "te amo". Tan sencillo, y aun así no fue capaz de hacerlo, ni siquiera en ese momento. Los ojos azules se cerraron, la mano de él se deslizo perezosa contra el vidrio, creando un sonido chirriante, imperceptible para los humanos, pero no para unos finos oídos vulcanos. La mano cayó al frio suelo. Le tomo un segundo comprender la razón de ello. Se había ido.

A su mente solo pudo llegarle una palabra. Venganza. Encontrar al culpable y destruirlo. De su pecho brotó un feroz rugido, diciendo su nombre y aclamándolo como un grito de guerra, su ira se desbordó. Como un animal salvaje y herido, no le importaba nada, absolutamente nada, más que destruir. Solo una muestra de violencia que pugnaba por salir fue descargada con sus puños. Golpe tras golpe hundiéndose en la carne. Sentía el frio viento chocando contra su rostro, despeinando su estricto corte. Veía al otro perder fuerzas lentamente. Pero no se rendía, seguía luchando. Dos katras enfermas de agresividad, luchado por eliminar a quien causo la muerte de los seres amados. Ninguno cedería, jamás. Ninguno mostraría piedad. Pelearían hasta que la muerte llegara a reclamarlos. Tal vez el perder sería mejor, regresarían al lado de aquellos que vieron perdidos. Pero no estaban dispuestos a irse. Aún no. No sin que el contrario pagara por lo que hizo. El otro embistió, haciendo que él perdiera el equilibrio, ambos rodaron por el frío metal. Su cabeza sintió la falta de superficie, estaba al borde. En un último acto de desesperación, impulsó su cuerpo hacia atrás, el otro no pudo hacer nada, se intentó detener de algún lugar sin éxito. El vulcano permaneció, colgado. Mientras veía al otro caer y la gabardina de este ondeando contra el viento.

Un sonido agudo lo obligó a levantarse. Su respiración era agitada e irregular. Miró confundido a su alrededor. Una habitación familiar le daba la bienvenida. Estaba en su departamento, en su habitación, todo estaba bien. Había sido solo un sueño. Una terrible pesadilla, todo estaba bien. El sonido volvió a presentarse. Era el timbre. Spock se levantó y vistió con rapidez, componiendo su rostro en su clásico gesto carente de emoción. Cruzó velozmente su hogar, necesitaba abrirle, tenerle entre sus brazos y saber que él estaba ahí, bien.

-Has olvidado nuevamente las llaves… -dijo el vulcano antes de abrir

Sin embargo, la persona que estaba afuera no coincidía para nada en lo que él esperaba.

-Nyota –susurró sorprendido

La humana sonrió, la blancura de su sonrisa contrastaba con el bello ébano de su piel. Unas cuantas canas se divisaban en los negros cabellos, que ahora estaban más cortos y elegantemente peinados en lo alto de su cabeza, pequeñas arrugas se asomaban por las esquinas de sus ojos, pero aun así, se veía hermosa. Tanto o más que la última vez que se vieron. La xenolingüista alzó su mano, en el tan afamado saludo Vulcano. Spock supo que no se había equivocado. Indudablemente era ella.

-Buenas tardes Spock –dijo ella –espero no haber interrumpido nada.

El vulcano negó lentamente. Y en silencio le pidió que pasara, intrigado por la razón que había llevado a su antigua compañera a su hogar. La guió hasta la sala. Uhura miró con curiosidad el departamento del vulcano, definitivamente no era lo que esperaba. Los colores eran cálidos y los muebles de madera. Spock la invitó a sentarse con un gesto. Ella tomó asiento en medio del sillón de tres plazas color negro y el pelinegro hizo lo mismo enfrente de ella, en un sofá individual del mismo color.

-¿Cómo te encuentras Nyota? –preguntó Spock amable –hace años que no nos veíamos

- Muy bien, gracias–dijo la humana con una sonrisa –Actualmente estoy colaborando en la nueva versión del banco de lenguaje de la Federación.

-Eso es magnífico –dijo el vulcano, realmente se alegraba por el éxito de la persona frente a él –Siempre supe que tu personalidad dedicada y decidida te daría un factor decisivo para construir una carrera exitosa.

Nyota sonrió.

-Me casaré en dos semanas –dijo, mirando sus manos, aún con la sonrisa en sus labios.

Spock arqueó su ceja con curiosidad.

-Es Scotty –dijo la xenolingüista, timida.

Ahora fueron las dos cejas las que se alzaron con curiosidad.

-Jim me ha comentado nada –dijo el vulcano, en voz suave –seguramente se le habrá olvidado, sé que él sigue en contacto con el señor Scott y que son buenos amigos. Probablemente estas aquí porque no han recibido una confirmación.

-¿Jim? –repitió Uhura abriendo los ojos con sorpresa –¿James Kirk?

-Sí –afirmó el vulcano con un brillo especial en sus ojos –James y yo nos casamos hace diez años. Supuse que lo sabrías. En este momento está en la escuela de los niños. Fue por ellos. Yo tuve que permanecer en los laboratorios del cuartel general durante toda la noche y consideró que debía descansar.

La morena se quedó muda. De pronto su cuerpo estaba helado como el hielo. Sus oídos escuchaban pero su cerebro no podía procesarlo.

-Spock –dijo susurrando y cuidadosamente –Jim, está muerto.

-Me temo que estas confundida, Nyota –dijo Spock levantándose abruptamente –James Tiberius Kirk está vivo.

-No –volvió a negar la morena –James murió hace trece años.

Las imágenes de sus pesadillas lo golpearon brutalmente. No, no podía ser cierto. Solo eran sueños. Solo eso. Jim y él estaban casados, eran felices. Tenían hijos, una vida normal. Alejada de todos los peligros que trabajar en una nave como la Enterprise podía acarrear. Él era un importante investigador en la Federación. Jim era Almirante y profesor en la Academia. Una burbuja de ira se escapó de su control, luego una de miedo.

-No, estas equivocada Nyota –dijo Spock sin dejar entrever ninguna emoción –Jim vive aquí, conmigo, tenemos dos hijos Socik y Emily. Jim fue por los niños a la escuela.

Uhura miró al vulcano sorprendida. Parecía tan seguro. Si no fuese porque ella misma vio todo con sus propios ojos, le habría creído.

-No, Spock –objetó –Jim ya no está, el murió

-¡No! –gritó el vulcano cerrando los ojos, sus manos temblaban, sus emociones comenzaban a fluir por su cuerpo, respiró varias veces, intentando recobrarse, pero todos sus intentos eran infructuosos -¡No es cierto! ¡Mientes! ¡Mentirosa! –Se levantó y comenzó a caminar en círculos por la sala, como un animal enjaulado - ¡Jim está bien! ¡Vive conmigo! ¡Fue por los niños a la escuela! Ya debe estar por llegar.

-¡Reacciona! –gritó Uhura desesperada -¡Jim no está! ¡Los niños no existen! ¿Dónde están los niños, Spock? ¿Dónde?

-En la escuela, los niños están en la escuela –repitió el vulcano como un mantra –Jim fue por ellos, yo me quedé porque anoche tuve que quedarme en el laboratorio. Jim me pidió que descansara en cuanto llegué, él iría por los niños.

-No –dijo ella, negando con la cabeza, mientras sentía caer las primeras lágrimas por sus mejillas –El ya no está, se fue. Los niños no existen.

-¡Jim no me pudo haber dejado! –gritó el vulcano llevando sus manos a su cabeza en un gesto de dolor, el dolor, la ira, su cerebro no podía reaccionar, los neurotransmisores se generaban en exceso, no había recaptación, el control ya estaba fuera de su alcance -¡Él me ama! ¡Me ama! ¿Entiendes? ¡No pudo haberme abandonado! ¡Jim me ama!

Nyota sollozó. Viendo como el ser que nunca demostraba sus sentimientos se desmoronaba ante ella. Un ser completamente lógico y racional, dejándose llevar por sus emociones de manera violenta. Totalmente fuera de control. Tomaba entre sus manos su cabeza, la fuerza era tal que sus nudillos se veían blancos. De pronto la mirada oscura del vulcano recayó en ella.

-¡Tú! –acusó Spock -¡Tú! ¿Qué le hiciste a Jim? ¿Por qué no ha regresado? Seguramente les hiciste algo. Debí suponerlo, no te agradó el término de nuestra relación romántica. Tus sentimientos humanos te empujaron a hacer algo tan bajo. No puedo creerlo. Me decepcionas Nyota. Responde. ¿Dónde está Jim? ¿Dónde están los niños? ¿Qué les hiciste a los niños?

-Los niños no existen –dijo ella susurrando, asustada, negándose a creer lo que veían sus ojoa.

Los ojos de Spock se veían vacíos, desenfocados. La locura lo envolvía. Se acercó a Uhura, tal como un depredador a su presa. La tomó del cuello de su blusa y la estrelló contra la pared. Nyota sollozaba, culpándose a sí misma. ¿Qué había hecho? Spock sintió el miedo de la humana a través de su tacto. Una parte de él se sintió satisfecha.

De pronto las puertas del departamento se abrieron violentamente. Seis personas con el uniforme azul de servicio médico de la Flota Estelar entraron y separaron al vulcano de ella. El pelinegro forcejeaba en un intento de llegar nuevamente hacia Nyota, debía pagar. Los seis hombres batallaban para mantenerlo alejado. Un séptimo entró con un hypospray preparado para tranquilizarlo. El hombre que lo portaba lo aplicó en su cuello inmediatamente, dejando un cuerpo desmallado entre los brazos de los enfermeros. El séptimo hombre se volteó hacia ella. Reconociéndola inmediatamente. Maldijo.

-No debieron dejarte entrar sin advertirte antes –espetó el Dr. McCoy –Despediré inmediatamente a quién lo haya hecho.

-¿Qué fue eso? –preguntó Nyota ignorando el anterior comentario de su antiguo compañero

-Las emociones vulcanas son peligrosas Uhura –respondió McCoy mirándola a los ojos –por eso los vulcanos las reprimen tan fervientemente

-Lo lamento, pero estoy perdida Leonard –dijo ella

El doctor se volteó hacia los enfermeros que sostenían a Spock y con una seña les indicó que lo regresaran a su dormitorio. Amablemente le puso una mano en la espalda a Uhura, invitándola a sentarse nuevamente. Ella lo hizo, más obligada que por buen gusto.

-Las cosas se tornaron muy difíciles desde que nos separamos –comenzó –desde que Jim… tu sabes…

Ella cerró los ojos, dejando que el recuerdo la invadiera. Cuando el tribble en el que el doctor había inyectado la sangre de Khan revivió, tuvieron la esperanza de poder salvar a su capitán. Sin embargo ella llegó demasiado tarde. Cuando fue transportada al lugar de la batalla. Vio con horror como ambos rodaban por la superficie de metal y como Spock empujó a Khan al vacío, casi cayendo con él. Ella corrió a salvarlo. Pero para el otro, era demasiado tarde. La fuerza del impacto destrozó el cuerpo irremediablemente. Siendo imposible sacarle la sangre que necesitaban.

-¡Lo maté! –sollozó Spock en cuanto supo lo que había pasado -¡Yo asesiné a Jim! ¡Fue mi culpa!

-No lo fue –replicó Uhura –tu no lo sabías, no podías saberlo

-¡Si lo fue! Fue mi culpa, si no me hubiese dejado llevar por mis emociones Jim estaría ahora con nosotros.

La morena cruzó la habitación y tomó a Spock de su rostro. Besándolo, intentando transmitirle algún consuelo. En cambió lo que recibió fue muy diferente a lo que ella esperaba. El vulcano la empujó, más fuerte de lo que pretendía, separándose de ella inmediatamente.

-Te pido por favor que no vuelvas a hacer eso, Nyota –dijo serio

Ella lo miró enfadada.

-¡Soy tu maldita novia Spock!-inquirió

-Me temo que eso no puede ser posible más –respondió –Yo amaba a Jim, nunca debí ocultar mis sentimientos hacia él. Ahora no está, no está la posibilidad de confesarle mis sentimientos tampoco.

-¿Estas echándome la culpa? –preguntó

-Claramente no estoy lo suficientemente lucido para afirmar tal cosa –respondió – Aunque no afirmar que nuestra relación fue un impedimento sería ilógico.

Las palabras entraron por los oídos de la humana y se clavaron en su corazón. Ella cerró los ojos reteniendo las lágrimas que pugnaban por salir. Se levantó lentamente y se dirigió a la puerta. La ira llenaba su alma y su ser. Antes de salir, se volteó y vio a Spock por última vez. No lo pensó.

-Lamento haberte separado de Jim –dijo ella –tal vez tengas razón también en que si tu no hubieses reaccionado tan violentamente, él seguiría aquí. Tú lo mataste.

Las palabras de la xenolingüista cayeron en la habitación como una sentencia de muerte. Nyota cruzó el umbral de la puerta mientras un fuerte sollozo escapaba del pecho del vulcano. Ella se fue sin mirar atrás, y esa fue la última vez que habló con él. Al menos hasta que en su futuro, descubrió donde vivía su viejo novio y decidió visitarlo.

-Spock se quedó inmerso en sus emociones –dijo McCoy –Intentamos llevarlo con un sanador en Nuevo Vulcano para reparar su mente. Pero su dolor era muy profundo, ninguno de los que sobrevivieron a la destrucción de Vulcano era lo suficientemente poderoso para penetrar la barrera. Lo trajeron a este hospital. Yo vine con él, no podía dejarlo solo, temía que se suicidara. Perdí a mi mejor amigo, dio la vida por nosotros, por él, no iba a permitir que fuera en vano –hizo una pausa, el relato claramente lo afectaba –El primer año estuvo sedado la mayor parte del tiempo, cuando no lo estaba, lloraba y gritaba de dolor. Era horrible verlo así. Un día despertó, tan serio como siempre había sido antes, preguntó a las enfermeras si podía verme y ellas me llamaron.

-Doctor McCoy –saludó el vulcano con un gesto de su cabeza –el tratamiento ha resultado tan eficientemente como siempre, debo recalcar que ya me encuentro completamente recobrado. Le pido que me dé de alta para poder seguir con mis obligaciones.

Bones miró al vulcano completamente perplejo. Tuvo que pellizcarse para asegurarse que no estaba soñando. No era así.

-¿Estás seguro Spock? –preguntó McCoy –Jim…

-El almirante Kirk debe estar preocupado, debe avisarle de mi recuperación. Socik y Emily no habrán querido presentarse al colegio hasta conocerme sano. Hay una probabilidad del 98.8 por ciento de que James lo haya permitido.

-¿Socik y Emily? –Leonard estaba completamente perdido -¿Quiénes son?

-¿Se encuentra bien doctor?

-¡Por supuesto que sí! –respondió

-Entonces me temo que no comprendo la razón por la cual está desconociendo a sus ahijados. ¿Es algún intento de humor humano?

-Lo dejaron vivir alucinando –dijo ella

-No exactamente –contestó Leonard, mirándola a los ojos –Lo dejamos vivir, siendo feliz a su manera. Incluso, después de un tiempo, la Flota le permitió regresar al servicio. Sigue siendo una mente brillante, a pesar de todo. Aunque siempre mantenemos a un doctor en su equipo para vigilar su estado emocional. A demás, no alucina, no exactamente. No ve a Jim, siempre que lo vemos el piensa que fue por los niños a la escuela, o que está en turno.

-¡Fue mi culpa! –exclamó Nyota ocultando su rostro entré sus manos –si no hubiese dicho esas estupideces esto no habría ocurrido.

Leonard la miró con compasión, hubo un momento en el que efectivamente la culpaba, pero no era cierto, la realidad era otra. No había culpables. Los altos niveles hormonales y el shock de Spock no habían sido provocados por ellos. La culpa vivió en el vulcano desde mucho antes de que Nyota lo dijera, lo más probable es que hubiese ocurrido lo mismo de todos modos.

-Eso no lo sabes, no pienses en eso –le dijo gentil McCoy, apoyando una mano en su rodilla -Tu vida no puede convertirse en un escenario de eterna culpabilidad, más por algo que no tuviste el control. Pudo haber pasado de todos modos. Se lo que pasó la última vez que se vieron, Ny.

La morena miró a McCoy, con alivio en sus ojos.

-¿Lo crees de verdad?

Leonard asintió.

-¡Doctor McCoy! –gritó uno de los enfermeros desde el cuarto del vulcano, interrumpiendo el momento.

Leonard se paró alarmado y prácticamente corrió al lado de Spock.

-Ha perdido todos los signos vitales –dijo el mismo que gritó, un hombre rechoncho y de pelo cano.

-¡Qué demonios sucedió! –explotó Leonard -¡Por su bien espero que no me hayan dado la dosis incorrecta de sedante! Apliquen dos descargas de voltaje estándar –dijo, observando las lecturas en la pantalla de la biocama.

Los enfermeros realizaron lo solicitado. Fue en vano.

-¡Otra vez! –bramó Bones –pónganle 10 mL de solución de Gunter y apliquen dos descargas otra vez.

Fue inútil.

-¡No! –dijo -¡No me puedes hacer esto duende verde! –exclamó

Le dio un masaje cardiaco, antes de que los enfermeros aplicaran otra descarga.

Sin embargo, cualquier cosa que se hiciera, no era efectiva.

Leonard suspiró, cerró los ojos con dolor mientras dejaba una lágrima deslizándose sobre su mejilla.

Pasaron unos segundos, en los que los enfermeros miraron con angustia entre Spock y McCoy, hasta que este les negó con la cabeza. Uno de ellos cubrió su cara con la sabana y tomó la hora de muerte.

-Vivió todo lo que pudo sin él –dijo una voz cálida, poniéndole una mano en el hombro –Creo que nunca debimos retenerlo en este mundo, en contra de su voluntad.

McCoy volteó. Era Nyota.

-Supongo que tienes razón –dijo triste, mientras caminaba al intercomunicador para dar la noticia.


La tranquilidad lo envolvía, por primera vez en muchos años. La oscuridad era reconfortante. Sintió cosquilleos, que intentaban llevarlo de vuelta. Pero él no quería. La realidad estaba llena de dolor, ira, decepción, descontrol. No quería seguir ahí. De pronto, sintió unas manos tomándolo del hombro. El vulcano volteó su rostro y vio el delineado rostro de Kirk, sonriéndole amablemente. Lo tomó de las manos con amor.

-T'hy'la –dijo él

-El sufrimiento ya no está –le susurró Jim –ven.

Lo guio por un tiempo sin rumbo aparente. Spock solo veía oscuridad. Aunque de un momento a otro, este comenzó a ver una luz.

-Jim –dijo, deteniéndose abruptamente -¿Dónde están los niños?

Kirk se detuvo y tomó su rostro con una de sus manos, besándolo ligeramente en los labios.

-Nos esperan justo allá –y señaló hacia la luz.


No estoy segura de donde salió esto. Lo empecé a escribir hace un año, hubo un tiempo en el cual estuve realmente triste, deprimida tal vez y comencé con esto. No me gusta escribir Angst. De hecho no me gusta que las historias no tengan un final feliz. Supongo que por eso me negué a dejar esta sin al menos una pequeña "consolación".

El día de hoy, con la partida de Leonard Nimoy, sentí la necesidad de hacer algo, pero no me sentía con los ánimos de escribir puro amor. Así que me decidí a finalmente terminar esto. No estoy segura de que hice, ni si está bien hecho o bien escrito, pero necesitaba sacarlo de mi sistema de alguna manera. Normalmente no habría puesto algo así en uno de mis fics, para mí el perder la cabeza por la muerte de su amor es algo que Spock no haría, en las películas de la serie original vemos que lidia con dolor pero no pierde la razón. Este Spock sin embargo tuvo una explosión más volátil, pues la culpa, tal y como vimos en TOS en Amok Time (en una escena que eliminaron, la pueden ver en youtube), lo consumía por dentro. Quise explorar ese punto, la fuerza de las emociones vulcanas y como Spock, sin una razón para vivir se dejaba consumir por las emociones y eventualmente, su cerebro, como un mecanismo de autodefensa, se encerraba en si mismo para recuperar el control. James era su todo, el haberlo perdido y más pensando (ilógicamente) que era su culpa, lo destrozaría por completo; además en Amok Time tenía la posibilidad de ser castigado por sus acciones, entregándose a la Flota, sin embargo, este Spock no, por lo cual pienso que el vivir sin control y en contra de lo que siempre había querido, todo el dolor, sería un castigo ideal. Siento que me faltó explicar, pero la historia era demasiado intensa para mí, el escribirla me deprimió, por alguna razón. Tal vez en algún momento la edite, pero no será pronto.

Le agradezco enormemente a Leonard por darme a alguien a quien admirar, por enamorarme de un personaje y contagiarme del propio amor que él le tenía. Le doy gracias por tantas horas de entretenimiento y felicidad. Su vida fue larga y prospera, tal y como debería de ser, aunque claro, todos hubiésemos deseado que fuera más larga. Espero que esté bien donde sea que esté. Descanse en paz.

Live long and prosper.

Bliss