a/n; esto es una traducción, lo más literal que me ha sido posible, de "a perfect sonnet", de xoVanilla-Bean. El original está en inglés, así que si podéis u os apetece leerlo, perfecto. Porque está genial escrito, y para mí, es posiblemente el mejor fic post-Sinsajo. De hecho recomiendo la lectura del original fervientemente. A los hechos me remito. Se quedó conmigo de tal forma que voy a tomarme la molestia de traducirlo al español. Como he dicho, he tratado de ser todo lo fiel al original que me ha sido posible, pero es que el original es increíble (fans de Gale/Katniss, preparaos para gritar-llorar-estremeceros).

La historia es lenta, y larga, pero os aseguro que merece la pena.

Os recomiendo escuchar las canciones. Están muy bien elegidas.

Es un eventual Katniss/Gale. Está escrito desde el punto de vista de Gale, de momento. Sucede 5 años después del final de los libros, cuando Gale ve a Katniss por primera vez desde la Guerra, y al principio gira en torno a la dificultad de ambos para reconciliarse con el pasado.


Capitulo uno – vuelta a casa

"Últimamente, he estado deseando haber tenido un deseo,

algo que hiciera no querer otro nunca más

algo que consiguiera que nada importe;

todo estaría más claro entonces" – bright eyes, a perfect sonnet


"¿Gale?"

Deja de golpear el bolígrafo contra la mesa, levanta la vista del contrato que trataba de leer y contempla sus ojos felinos. Sabe que no debería estar allí, en su oficina, cuando está tan cerca de poder terminar el trabajo.

"¿Qué pasa?"

"¿No me has escuchado?" dice ella; su atractiva sonrisa habitual se forma en sus labios al mismo tiempo que ladea la cabeza.

Él se mantiene en silencio, observando el enfado en su cara y ofreciendo una mirada como disculpa.

"Lo siento", dice finalmente, una vez que ha decidido no contestar. "He estado trabajando en esto algunas semanas y el Distrito 3 ha estado cooperando desinteresadamente. No quiero perderlo".

La ira que acumulaba en su rostro se desvanece. "Bien, no te pierdas tú"

Gale sonríe. "Ya deberías de saberlo. Soy un experto en eso".

"Seguro", dice ella, levantándose de su asiento frente a él, y caminando alrededor del escritorio de madera mientras desliza por dedos por los intrincados grabados de la mesa.

Gale recuerda la extraña sorpresa que sintió cuando recibió a los representantes del Distrito 7. Habían ido personalmente a entregar un obsequio al Presidente Paylor por el equilibrado trabajo en la regulación de los alimentos y la movilidad en el nuevo país. Ella, por alguna razón, los dirigió a Gale.

"¿Sabes que más puede hacer que te pierdas?", pregunta, inclinándose sobre él.

"Lo puedo adivinar", dice él, recostándose hacia atrás tanto como puede y manteniendo el contacto visual. "Pero que pasa con…"

"¿Por qué no?", le interrumpe, sabiendo lo que quiere decir. Roza su nariz con la de ella. "¿Es porque estoy enfadada?".

"Reeva", dice mientras agarra sus caderas para evitar que ella se ponga a horcajadas sobre él. "No es eso. Cuando termine el trabajo podemos celebrarlo."

Ella insiste, tratando de liberarse. "Pero es más divertido si alguien está furioso", susurra, luego le da un beso salvaje.

Con ella siempre es así, piensa; siempre es una explosión, buscando una forma diferente de mostrar sus armas. Impredecible. No hay manera de leer en su mirada lo que puede pasar a continuación, no hay advertencia previa, y eso es lo que siempre le ha parecido tan excitante.

Cuando encontró a Gale, él ya estaba fuera del Distrito 2, trabajando a las órdenes de Paylor. La gente llegaba allí por cuestiones de trabajo, para encontrar algo que hacer, o con la noble idea de ayudar a construir una nueva sociedad, ayudar desinteresadamente a la causa mayor de arreglar el mundo.

Reeva accedió fácilmente, para ayudar; pero buscando algo, buscando a Gale.

"Tú eras la mano derecha del Sinsajo, ¿no es así?". Esas fueron sus primeras palabras cuando regresaba de una reunión. Había pocas misiones y distantes entre sí en esos momentos. Más cooperación, menos razones para usar las armas, y para su desesperación, mucha diplomacia. Él trataba de no pensar demasiado en temas políticos, cuando podía, porque si había algo que odiaba más que el ahora descafeinado Capitolio, era la política en la que el Capitolio estaba basado.

Después de esa afirmación, se vio obligado a contestar. "Una vez lo fui", dijo.

"Pero eres libre ahora…" dijo ella sonriendo. "¿Podría quedarme contigo?"

Él no le dio permiso para trabajar allí al principio. Pero ella era una depredadora en todos los aspectos; desde la forma en que se movía cuando entraba en una habitación, a la forma en que el polvo se asentaba cuando se marchaba.

Nunca se desanimó. Andaba por allí, haciendo cosas, y alrededor de la gente con la que habitualmente trabajaba Gale. Algunos bromearon sobre la nueva voluntaria, que no quería dinero por ayudar con las comunicaciones o el suministro de alimentos, o por hacer un simple trabajo de secretaria.

Gale cedió más pronto que tarde. Le dieron igual las motivaciones que pudiera tener. No era la primera y, sin duda, no sería la última. Sabía que no le iba a dar problemas, ella no buscaba marido e hijos.

Parecía como si los cuchicheos de las niñas de la escuela no hubieran terminado, incluso en el ámbito profesional. Pero fue capaz de utilizarlo a su favor. Cuando necesitaba algo, siempre había una mujer a su alrededor.

Lo que le dejaba perplejo era que Reeva siempre volvía. Eso era ciertamente desconcertante.

Besándola en esos momentos, con sus manos todavía presionando firmemente sus caderas, él sabe que puede alejarla o tratar de controlarla.

Algunas veces sus besos son sedantes, suaves, poco exigentes.

Sin embargo no es así como ella le besa ahora. Estos escuecen, como si tuviera grietas en los labios. Y aunque es soportable, siente que está al borde de la ebullición.

Y Gale no quiere llegar a ese punto. Es lo que más odia.

Los besos empiezan a convertirse en carbón ardiendo, hay humo debajo de su lengua y la ceniza se mueve alrededor de su tráquea y sus pulmones. Ella no pone fin a la intensidad y es fácil sentir la agonía y la euforia. O, es fácil sentir como abrasa su piel. Su piel se abrasa todo el tiempo con ella. Y cuando el humo alcanza su estómago con una punzada insoportable, el dolor sabe como la nostalgia, como las minas de carbón debajo del Distrito 12.

Él la empuja, lo suficiente para ver como su cara resplandece, igual que ascuas brillantes bajo de las mejillas.

"Voy a visitar a mi familia".

Ella pone cara de sorpresa. "¿Ahora?"

El afirma con la cabeza. "Después de firmar el contrato. Les he estado descuidando".

Las mejillas de Reeva todavía arden, y sus ojos brillan. "¿No hay celebración entonces?".

Él duda, porque de alguna manera es difícil dejarla así. Es difícil negarle cualquier cosa, con todo ese fuego y calor que le rodea. Él podría dejarla continuar, pero es lo suficientemente fuerte como para manejar la situación. Ya lo ha hecho otras veces. Ella ha estado cerca durante el tiempo suficiente como para aprender a controlar toda su fuerza, aunque aún no sabe cómo controlarse a sí mismo.

Pero hoy es diferente. Ella es carbón en lugar de fuego. Después de todos esos años, Gale sabe ver esas cosas, igual que sabe dónde colocar una trampa. Desafortunadamente, el está desentrenado. Está oxidado. No hay muchos bosques a los que ir, no hay lucha por la supervivencia, no hay gente a la que quiera matar, y ella es un tipo muy diferente de bestia.

Contesta un "No" rotundo.

Ella se levanta con brusquedad, arregla su vestido rojo y deja la habitación.

Gale sólo puede suspirar aliviado, y sorprenderse de que las paredes no estén carbonizadas.


A lo largo de los años el Gobierno se había convertido en algo caótico. Estaba totalmente desorganizado, aunque todavía era estructuralmente funcional. Pasaron algunos meses tras el final de la guerra hasta que las cosas volvieron a funcionar – las comunicaciones, el trabajo, el transporte, el comercio y el desarrollo urbano especialmente. Otros aspectos, como la educación o la defensa, se quedaron en un segundo plano en cuanto a importancia.

Como la defensa ya no era necesaria, Gale era enviado al lugar donde más se le necesitara. En un principio le mandaron al Distrito 2, para limpiar el rastro que había dejado la rebelión; primero en la Nuez, luego tratando de mejorar las condiciones de las viviendas, y después en las instalaciones del propio Gobierno. Los equipos pronto se dispersaron entre los diferentes Distritos para ayudar en la reconstrucción a la población local.

Gale no fue a ningún otro distrito. Él estaba en el grupo enviado al Capitolio.

No era permanente. Estaba asignado en el Distrito 2, pero fue enviado al Capitolio para ayudar en su limpieza y su reconstrucción. Necesitaban manos fuertes para llevar a cabo ese trabajo. Era importante reinventar la ciudad en otra nueva, sin vainas ni trampas como las que los Vigilantes habían colocado estratégicamente en la antigua. Eso estaba en manos de Paylor y sus asesores más cercanos, y en las de los antiguos oficiales del Capitolio; los que aún quedaban. Gale sabía que su edad era un problema para ser nombrado oficial, pero ellos no le habían dejado marchar. Él ayudó a crear la bomba que acabó con todo, a pesar de que era no era consciente entonces. Había demostrado su valía.

En aquel momento no le decepcionó demasiado no llegar a ser un alto cargo. Estar con el equipo que iba a reconstruir el Capitolio era bastante bueno. Ser capaz de cambiar las cosas, era algo con lo que había soñado durante mucho tiempo. Sólo esperaba desesperadamente que Paylor no cometiera los mismos errores que Snow. Ese trabajo estaba bien en sus manos. Él confiaba en ella sin vacilación al respecto; eran todos los demás a su alrededor de quienes no estaba tan seguro.

A medida que el tiempo fue pasando, la transformación fue llevándose a cabo. Se construyeron carreteras, automóviles, trenes, aerodeslizadores, cualquier tipo de transporte que ayudase a conectar a los distritos entre sí. Estos mantuvieron sus fronteras, pero el país comenzó a funcionar de manera unificada.

Después de pedir permiso para salir del Capitolio durante unos días, Gale sube a un aerodeslizador que le deja en las afueras del Distrito 12, donde a él le gusta ponerse en marcha. Porque es como empezar de nuevo. Caminar a través del Distrito y ver cómo ha mejorado respecto a sus recuerdos le hace sentir bien. Le gusta mirar sus zapatos pisando el pavimento de las calles, que ya no son de tierra, y pensar que su familia y los demás están mejor ahora.

Al pasar al lado de la alambrada, ve la pradera convertida en un cementerio, con pequeños palos señalizando los cuerpos allí enterrados, pero mirando el bosque, parece que todo haya permanecido igual. Hay algo que siempre estará allí, ya sea por lo que simboliza, por como mantiene la esencia de la libertad, o por la comida que siempre garantizaba, Gale no está seguro.

No mira en la otra dirección, hacia las viejas casas de la Veta, o a la nueva apertura en la cerca. Es algo extraño que la gente pueda salir a caminar por el bosque ahora, si son precavidos y saben cómo cuidar de sí mismos. Todos esos años entrando y saliendo a escondidas son historia.

Pasa a través del Quemador, que ya no será el Quemador nunca más. Irradia nuevas luces y nuevos ladrillos destinados a perdurar. Sae la Grasienta sigue siendo Sae la Grasienta, pero al ver por la ventana su nuevo puesto inmaculado, Gale se pregunta si aún puede vender perro salvaje y etiquetarlo como solomillo.

La tienda de dulces tiene el mismo aspecto, con todo un poco más brillante, más iluminado y atrayente. La panadería ha vuelto a abrir después de haber estado cerrada durante un tiempo tras la Guerra. Gale no ve nada nuevo respecto a su última visita, pero está seguro de que si se acerca, verá una pequeña fisura en una ventana o un pomo suelto en la puerta de entrada.

Él mantiene la cabeza gacha, sin querer llamar la atención de aquellos que puedan recordarlo. Muchos se han ido a otros distritos, pero mucha gente ha permanecido allí. Quiere estar listo para saludarles y sonreírles, pero la sensación de bienestar que siente al ver la ciudad en movimiento de nuevo es suficiente por ahora.

Cuando llega a casa, está ansioso y excitado. Ambas emociones hacen de su sonrisa casi una mueca. Su madre estará allí, como siempre, con la cara radiante, su mejor sonrisa y los brazos abiertos de par en par; no importa el tiempo que haya tardado en volver. El quiere disculparse y explicarle, pero cuando ella abre la puerta lo abraza como si nunca más fuera a volver, igual que la última vez, y la anterior.

"Hola mamá".

"¡Gale!", le dice, y siente como el aire entra y sale de los pulmones de su madre, en una inhalación profunda.

"Siento llegar tarde", dice refiriéndose a una pequeña broma entre ellos, ya que es más fácil dejar de lado la seriedad de vez en cuando. Las visitas han ido siendo menos frecuentes a lo largo de los años, pero nunca iba a dejar que las cartas se apilasen en su escritorio; la familia es lo único que no está dispuesto a perder.

El tiempo es una de eses cosas que Gale reconoce no haber aprendido a apreciar. Lo nota en la cara de su madre al verle, mirándole como si hubiera estado a punto de olvidar como era. Pero al devolverle la mirada, pueden iniciar fácilmente una conversación.

Su madre le sirve un gran tazón de sopa, patata al horno y otro tipo de manjares que ella siempre le prepara cuando vuelve – aunque ya no sean manjares más, porque pueden permitírselos más a menudo, el nombre persiste en su familia. Mientras come, ella le pone al día sobre Rory, Vick y Posy, y saber que están en la escuela y formándose, en vez de luchando por sobrevivir, le reconforta aún más que la comida caliente de su madre.

"Posy ya tiene a los niños de la escuela girando alrededor de su dedo".

Gale sonríe. " Ha aprendido de los mejores."

"Yo más bien diría que es un defecto de familia", Hazelle ríe.

Se sientan juntos en el nuevo sofá. Nuevo porque nunca habían tenido uno. Ya han tocado cada uno de los temas de sus conversaciones habituales, excepto uno. Gale ya está suspirando en anticipación a la derrota sobre los cojines, cuando escucha decir a su madre:

"Peeta lo está haciendo muy bien con la panadería; es bueno para la gente de aquí, tengo que reconocerlo". Gale recorre su pelo con los dedos, como siempre hace cuando algo le resulta incomodo. "Él hace una especie de cruasanes increíbles", continua Hazelle.

"¿Ahora te has convertido en una experta en bollería?"

"Estoy empezando a serlo", dice encogiéndose de hombros.

Él se pregunta cuántas veces su madre ha estado en esa tienda; se pregunta cuál es su verdadero motivo para ir. "¿Por qué?", decide decir.

Ella mira a Gale, y se toma un momento antes de explicarse: "Porque quiero saber más del hombre al que Katniss ama".

Gale reacciona con una sonrisa torcida. "Es difícil de odiar, ¿no?".

Hazelle afirma con la cabeza. "Es horrible. Él es un amor."

"Estoy seguro de que es tan desinteresado ahora como lo fue en la arena", dice Gale.

"Solo tan desinteresado como tú lo eres con el mundo".

Gale se ríe. "No necesito que me consueles mamá".

Ella permanece callada un momento, tomándose tiempo para examinar a su hijo.

"Ve a decir hola, Gale. Por Katniss".

Gale parpadea, siente las garras del sueño después de almuerzo. Es difícil rechazarlo.

"No es una buena idea."

"No lo sabes", dice ella.

"Confía en mí. No lo es. Es demasiado pronto".

"¿Cinco años no son suficientes?", pregunta Hazelle, y él se percata del enfado de su voz; y la tensión que les rodea.

"Ni siquiera están cerca". Cierra los ojos otra vez, y se sorprende al ver lo rápido que el sueño puede abandonarle.

Pasa un largo rato hasta que su madre vuelve a hablar. "Ella sigue siendo una sombra de lo que solía ser. Ella no es feliz, Gale", susurra. "No caza con tanta frecuencia. Ayuda en la panadería, pero no es lo mismo. Sé que no lo es."

"¿Se ha quejado alguna vez?".

Ella suspira. "No".

"Entonces está bien".

Gale puede sentir la decepción de su madre. Empieza a fingir que está dormido, pero está seguro de que tiene el ceño fruncido. Si se da cuenta, ella no hace nada al respecto.

Al poco rato, Hazelle se marcha a su trabajo como limpiadora en casa de Haymitch. Gale ha querido decirle que dejara la casa del borracho, pero la vio arreglarse, con todas sus herramientas y el equipo listo para la tarea, y decidió que hacía mucho tiempo que ella no parecía tan feliz. Tal vez porque encontró lo que había estado buscando para llevarle a la normalidad. La normalidad es difícil de conseguir. Así que Gale no dice nada al respecto, pero le pregunta, con sarcasmo, si no habrá una boda.

"Por nada en el mundo", contesta ella, lanzando sus manos en alto como si la sola idea fuera atroz y no apta para la conversación.

Gale sonríe y le dice que cuatro hijos son más que suficientes.

Hazelle se tapa los oídos, pero se la ve nerviosa en el silencio.

Tan pronto como escucha el adiós de su madre y la puerta cerrarse, desea haber ocupado algún tiempo en conocer a Haymitch. Él fue un vencedor de los Juegos; un hombre que lo había perdido todo, que está perdido; que de alguna forma, parece digno de vivir borracho en lugar de no vivir en absoluto.

Gale decide… que quizá no debería hablar con él. Hablar con Haymitch puede confirmar que las cosas están de verdad tan mal como parecen. Gale no quiere hacer frente a eso, porque tal vez, él se ha convertido en un Haymitch; ahogado en su propio charco de saliva, en sus propias acciones, con Hazelle allí para fruncir los parches en su ropa sucia.

Tumbado en el sofá, Gale se mira los brazos y las piernas. Puede ver el hilo de su madre remendando cicatrices en las líneas de los codos y alrededor de la cintura de los pantalones. Puede sentirlo cuando frunce el ceño, y se da cuenta de que está en muy mal estado y eso no es algo que le guste admitir. Se ha construido una buena vida, ha hecho muchas cosas buenas. No debería sentir que todo lo que ha hecho no ha servido para nada, como si fuera una ruta de escape que solo sirve para huir. Porque no es así. Pero hay un peso que tira de él hacia abajo, como si no tuviera oxígeno suficiente para sobrevivir por mucho tiempo.

Se levanta lentamente del sofá, empujándose con un odio sedado. Se mueve hacia la puerta y empuja el tirador, saliendo al gris persistente del Distrito. Algunas zonas parecen ser mejores, más coloridas, pero la escala de grises aún está allí, empapando la tierra y el pavimento.

Decide no hacerlo furtivamente esta vez, porque no puede, porque ya está sudando por el hecho de haber dado dos pasos a través de la puerta. El ambiente es demasiado bochornoso y caliente, y la única forma en que se cree capaz de hacerlo es si corre.

Así que lo hace. Corre aceleradamente hasta que sus pies tocan la pradera y siente un escalofrío, como si la vibrante hierba girase debajo de sus zapatos, desatando sus cordones en una trampa y sujetándole con pequeños y delicados dedos.

La pradera está viva. Es de color verde con reflejos dorados por el brillo del sol. Le muestra sus colmillos relucientes y nacarados como una boca abierta que acaba por convertirse en una fosa profunda.

Es atrayente; es tan acogedora, caliente, húmeda y oscura a la vez. La lengua es del color de un pétalo de rosa, sabe como la sangre y Gale puede olerla. El denso aroma se arrastra hasta su nariz como un gusano, y hace de ella su hogar, subiendo hacia arriba, hasta alojarse en su cerebro. Siente como excava, desechando la fina capa de hueso.

Está hipnotizado. Al caminar, deja que sus píes aplasten las flores, y eso es todo lo que necesita para deshacer el ensueño. Pero es sólo porque una flor se ha marchitado y ha muerto. Es sólo porque la flor es – solía ser – una rosa amarilla de primavera.

El gusano, los colmillos y la lengua; todo chirría y se desploma en un montón de cenizas, cubriendo la tumba. La parte superior está rallada, pero unas letras descuidadas muestran el nombre del propietario en descomposición, si es que realmente hay un cuerpo debajo de la tierra. De cualquier manera, parece decirle a Gale que se aleje. Soy tu sentimiento de culpa, escucha decir.

¿Podía haber sido una ilusión? –que encontraron sus pedazos. ¿Está realmente enterrada bajo la pradera, haciéndola florecer con hermosa hierba verde?.

Él se arrodilla y duda, presionando su brazo sobre la flor que había pisado, aunque ya esté muerta. Sus dedos tiemblan. El sudor que comenzó en su casa le cae por la espalda a cubos. Es otoño, pero el sol nunca fue tan sofocante como ahora.

Necesita sólo unos segundos para darse cuenta. No puede hacerlo. No puede tocar la maldita flor porque lo va a atrapar. Él va a detonarla. Se quemará y se convertirá en cenizas, una vez más.

Se pregunta cuando dejará de visitarlo. Cuando su cara dejará de ser gris y empezará a ser del vibrante amarillo que solía ser.

Luego lo oye. El chasquido de una rama o el movimiento de una piedra. Podría ser cualquier cosa, pero es un ruido. Espera, y traga saliva mientras espera, hasta que escucha el rápido sonido de unos píes desaparecer por la curva de un camino que él no puede alcanzar.

Es entonces cuando se da la vuelta, mira hacia abajo, y ve los pétalos frescos, caídos, desplazados delicadamente formando un sendero que se supone invisible.

Puede oírla. Prim dice: "Síguela, Gale. Sigue a Katniss".

Pero su rostro permanece ceniciento, y gris, y abrasado. Él no hace más que escucharlo.


Tal vez se marchó hace demasiado tiempo. Rory, Vick y Posy corren hacia él cuando entra por la puerta de casa. Posy le agarra con fuerza, cargando sus 10 años sobre la vieja y gastada camisa marrón que él lleva puesta.

"¡Tenía la esperanza de que volvieses pronto. Mamá no nos había dicho nada!".

Gale se agacha y envuelve un brazo alrededor de la espalda de su hermana mientras remueve su flequillo con la otra mano. "Esta vez no se lo dije".

Ella murmura un, "mentiroso", y es duro mirarla sin lamentar la ausencia. No recuerda cuándo su pelo se volvió tan largo, ni cuándo creció tanto, o cuándo se hizo esa cicatriz en el brazo. Sólo ha pasado un año, pero los años empiezan a durar demasiado.

Gale levanta la mirada hacia Rory y Vick, ambos convertidos en dos buenos chicos. Mira a Rory y es como verse en un espejo. Su misma cara, ojos, constitución. El pelo es diferente, más corto. Sin embargo, él aún parece joven, con una gran sonrisa y rasgos infantiles, y esa es la mayor diferencia entre ellos.

Vick crece como la maleza, superando a Gale y Rory, y él está feliz de tener que alzar la vista para mirar a los ojos de uno de sus hermanos. La carga que estaba tratando de llevar no parece tan pesada, y Gale sabe que Vick estará a la altura de las circunstancias.

Ambos se acercan, empujando a Posy fuera para poder abrazarlo decentemente.

El sentimiento de haber echado de menos desesperadamente ese lugar siempre golpea a Gale al regresar cada año. Es fácil olvidar el olor del asado de la cena, las bromas, o las historias de lo que han hecho en su día, cuando todos los problemas del mundo circulan alrededor de su cabeza.

Gale se entera de que Rory está ayudando en las minas. Después de la limpieza masiva y la reconstrucción de las viejas y las nuevas casas en los barrios, las minas eran todavía una trampa mortal, sólo parcialmente rehabilitadas. Los fondos para desarrollo urbano se habían enviado; se hicieron reformas menores y los ascensores funcionaban un minuto más rápido. La mayor parte del Distrito estaba satisfecha con eso. Y Rory, inspirado más por Gale que por los estudios, pasaba más tiempo en las minas que en la escuela.

Resultó que Gale no era el único con unas manos imaginativas. Rory estudió mecánica; cómo manipular un cable para enviar la electricidad más rápido, para sujetar los brazos de metal del ascensor y conseguir que se mantuviera estable. El Titán, lo llamaban los mineros. Hecho por Rory, el pequeño león.

Y ahora Rory se había unido a ellos, diecinueve años y pasaba en la oscuridad de seis a seis cada día.

"No tienes que trabajar allí, Rory", dice Gale, "Ya has hecho mucho. Puedes viajar y conocer otros Distritos".

Pero Rory puede decirle que no. "Papá lo hizo, tú lo hiciste, y ahora voy a hacerlo yo, también".

Gale no puede pedir a Rory que no sea como él. Las palabras se le atascan en la garganta con la amplia sonrisa de su hermano.

"Puedes vivir en las minas", dice Vick. "Yo voy a ver el mundo. Hay demasiado por descubrir como para perdérselo".

A Gale le gusta la idea. Vick, al menos, es lo suficientemente joven para entender todos los recuerdos polvorientos del 13 como una especie de tragedia menor. Pero, a veces, Gale se olvida de que ellos no vieron todas las cosas que él tuvo que ver.

Posy se dedica a hacer pucheros en un rincón de la mesa. Mira a Gale con ojos saltones y la cara arrugada, y él le levanta una ceja.

"¿Qué pasa, Posy?"

La niña parpadea, se baja de su silla y se aprieta en su regazo. Todavía es una cosa diminuta, con huesos delgados y músculos delgados. Está lejos de ser la mitad de alta que Gale.

"Los chicos", dice resoplando.

"Ellos pueden ser bichos malos".

"¿Bichos malos?, Posy pregunta, incrédula. "Son horribles".

Él se ríe y besa la parte superior de su cabeza, "¿Eso me incluye a mí también?".

"Tú no eres un chico", dice ella volviendo los ojos, "Tú eres mi hermano".

Gale mira discretamente a Rory y Vick, mientras ríe. "Gracias, Pose".

"¡Ellos no me dejan en paz!".

"Siento tener que decírtelo ya, Posy", Rory habla. "Pero eso va a durar toda la vida".

Posy grita: "¿Toda la vida?".

Gale mira a Rory por encima de la cabeza de Posy. "No te preocupes. Los Hawthorne encontramos la manera de valernos por nosotros mismos".

Posy le mira con esperanza. "¿Quieres decir que ellos se irán lejos?".

Él se encoge de hombros. "Si tu pones un pié en el suelo, puede".

La pequeña parece satisfecha, mientras se desliza hacia abajo. "¿Puedes contarme una historia esta noche?", le dice; y es curioso como se le ilumina la cara al preguntar.

"¿Qué tal si te cuento cinco historias?".

Posy se estruja contra él, sonríe con alegría, y responde: "Te he echado de menos, Gale".

Es todo lo que puede hacer para no ponerla en el suelo y salir corriendo. Porque él se va a marchar de nuevo, y hay demasiada esperanza con ella abrazada y caliente contra su regazo.

"Yo también te he echado de menos".

Mira hacia arriba rompiendo el contacto visual con Posy, sólo para encontrar a su madre mirándole. No ha dicho mucho durante la cena, pero eso no es tan inusual. A ella le gusta contemplar cómo interactúan sus hijos.

Cuando Hazelle se levanta de su asiento, Gale la sigue, diciendo a Posy que va a buscar un vaso de agua y depositándola suavemente en la silla. Hazelle empieza a recoger los platos de la mesa, entrando después de Gale en la cocina.

Ella coloca los platos sucios en el fregadero y abre el grifo, mientras añade unas gotas de jabón.

Espera a que su madre diga algo, pero una vez que ella agarra la esponja y empieza a frotarla contra los vasos de cristal, Gale empieza a hablar.

"No tienes por qué hacer eso", dice. "El lavavajillas funciona bien"

Hazelle vuelve la cabeza sobre su hombro y le sonríe. "Los viejos hábitos tardan en desaparecer". ¿No crees?".

Gale se detiene por un segundo. Se apoya en el mostrador y mira el único vaso que ha podido salvar del pulido de su madre. La parte inferior del mismo actúa como un portal a otro tiempo, a un lugar donde fue enviado temporalmente para detener a un pequeño grupo de rebeldes. Fue hace años, cuando trabajaba en el proceso de reconstrucción de la Nuez.

Detenerlos no fue difícil. En cualquier caso, tenía que ser fácil. Eran un puñado de mediocres con armas de fuego, a lo sumo. Ni siquiera estaban acostumbrados a compartir la comida.

Recuerda verlos delgados de una manera enfermiza y al borde de la locura. Tenían los ojos confusos y perdidos, como si no supieran que Snow había muerto, y que el Capitolio ya no era superior.

Bajad las armas; dijo el líder del escuadrón de Gale. Si no obedecéis dispararemos.

Por supuesto, ellos no obedecieron. Ellos abrieron fuego; las balas pasaban de largo, pero el poder del disparo golpeaba la nariz con suficiente fuerza para sentir el calor y la desesperación.

¡No!, gritaron. No hasta que podamos obtener nuestras casas de nuevo.

Cuando salieron de su escondite, uno por uno, fueron interceptados y abatidos sin mucha consideración.

Una de ellos había conseguido escapar, utilizando los cuerpos caídos como escudos mientras se abría camino. Ella estaba apuntando a Gale, con ojos furiosos y nublados, apuntando la pistola, pero incapaz de controlar la fuerza del retroceso.

Alguien le grito que disparase. ¡Date prisa! ¡Dispara!

Un segundo antes de apretar el gatillo, Gale se preguntó sobre el sacrificio. No había tanta rabia como solía haber dentro de él para acallar sus pensamientos. Envolvió su mente sobre el hecho de estar matándola – y al resto – y como eso terminaría por ser poco más que una molestia. ¿Valían esa gente algo más que sus balas o algo más que sus pistolas? Tal vez no importaba entonces. Porque sus vidas habían sido destrozadas por la Guerra. Eran sólo los escombros de las ruinas.

Ella estaba demasiado cerca cuando él le disparó, con una bala de ella recién incrustada en el hombro izquierdo. Gale apuntaba a su cabeza, pero se estremeció por el impacto y le dio en el ojo.

Eso hizo el trabajo. Algunos de los muchachos bromearon y le preguntaron por qué tardó tanto tiempo. Otros se quedaron en silencio, como si entendieran lo difícil que es apretar el gatillo.

Pero lo que le molestaba a Gale no era tanto el hecho de apretar el gatillo, como la dificultad que había tenido para hacerlo. Nunca sus dedos vacilaron tanto.

Con las dudas, el esperó sentirse culpable, pero la culpa no llegó. No podía evitar la sensación de que eso era lo mejor para ellos. ¿Por qué habría de sentirse culpable entonces?.

Viejos hábitos…

Él no tiene claro si desechar la culpa es un viejo hábito o un vicio invalidante.

"Si", termina diciendo. "Así es".

"Tal vez algún día aprenderé como funciona esa cosa". Hazelle hace un movimiento de cabeza hacia el aparato; "pero no hoy".

Cuando no dice nada más, Gale la examina por unos momentos. Ella no le va a dar un discurso, o a intentar convencerle de que se quede a vivir en el Distrito de nuevo, porque ya sabe que no serviría de nada.

Lo conoce demasiado bien – piensa Gale – porque lo vio crecer con rabia. Y ahora que ha conseguido que la rabia se marche, reemplazada por una extraña sensación de calma, todavía no está seguro de qué es lo que le dejó, aparte de un intenso deseo de arreglar las cosas.

"Deberías comprar un teléfono", dice a su madre, aunque sabe que ese es un punto discutible. Ellos ya han hablado del tema anteriormente.

"¿Esa cosa?", pregunta ella. "No. Es demasiado caro".

"Te he dicho que puedo comprarte uno, si es el dinero lo que te preocupa".

"Gale – ".

"De verdad, mamá", él insiste. "El lavavajillas fue más caro. Además, sería mucho mejor que esperar a que lleguen las cartas. Mis visitas son cortas y distantes".

Hazelle detiene su asalto al lavado, mirándole de la misma forma que lo había hecho en la mesa.

"No lo entiendes, Gale", dice con firmeza. "Si tenemos un teléfono, ¿cuántas veces vamos a verte?".

Es eso lo que le hace darse cuenta; la culpabilidad, el dolor y el perdón van en una misma dirección. Si consigues una parte, pronto conseguirás todas.

La mirada que ella le ofrece es triste y dolida, como si echara de menos a alguien o algo que se ha ido o ha cambiado. Tal vez sea él. Reconoce, desde luego, que no es el mismo que era durante los Juegos y la Guerra. ¿Pero es realmente tan diferente?

Gale espera que ella, simplemente, lo eche de menos.

Y no hay manera de contestar a su pregunta, porque él sabe que las voces son diferentes al papel. Se haría más tolerable el hecho de estar lejos si pudiera hablar con ellos todos los días, así que no importaba lo que diga.

Suspira, sin saber que más puede hacer, y sale de la cocina para llevar a Posy a la cama.

Posy se queda dormida en el pecho de Gale, y él no puede encontrar la manera de moverse. La cama está caliente y confortable, y huele a pino y al Distrito 12, y él está satisfecho de dormir allí.

Escucha pasos tenues en el suelo, seguidos de un ligero golpe en la puerta. Gale parpadea para ver a Vick de pié, frotándose la parte de atrás del cuello.

"Hey, Gale", susurra. "Lo siento. Pensé que no estabas dormido aún"

"No lo estoy", él susurra de vuelta, dándole una sonrisa cansada. "¿Qué pasa?".

"Yo sólo, emm…", dice inquieto. "He estado cazando, los últimos meses", hace una pausa. "Con Katniss".

Gale frunce el ceño y no puede evitar la sorpresa en su voz. "¿En serio?".

Vick se aclara un poco la garganta. "Si. Ella vino a casa un día con Peeta y -", se detiene, con ojos saltones y mordiéndose el labio. "Quiero decir…"

Gale se ríe. "Está bien, Vick. No importa".

"Bien…" dice Vick. "Bueno, ella vino un día a cenar y me preguntó si quería hacerlo. Ha estado bien, ya sabes. Me estoy haciendo muy bueno con el arco", dice sonriendo. "Aunque creo que el cuchillo es uno de mis fuertes".

Una sonrisa se dibuja en la boca de Gale, pero tiene un nudo en la garganta. "Eso es genial, Vick. ¿Has conseguido matar algún ciervo?".

"No", Vick frunce el ceño. "Creo que saben que los cazamos. Son demasiado asustadizos, y no consigo que estén lo bastante quietos", dice encogiéndose de hombros. "Al menos, eso es lo que dice Katniss".

Gale comienza a pensar en que quizá debería llevarle alguna vez al bosque – en cómo debería haberlo hecho antes. El proceso de ir obteniendo suficiente comida para los distritos ha diluido su opinión sobre la caza. Pero nunca dejó que su deseo se desvaneciera. Enseñar a Vick, incluso a Rory, aparte de unas pocas veces durante los Juegos, no se le había ocurrido.

Pero él cree que sabe por qué.

"¿Has aprendido alguna trampa?, pregunta Gale.

Vick frunce más el ceño. "En realidad no. Le pregunte a Katniss una vez, pero se puso muy furiosa. Dijo que nada bueno podía salir de ellas, y que sería una pérdida de tiempo ensenármelas".

Es difícil que eso le sorprenda. "Sólo si lanzas una bomba a alguien", murmura con amargura. Posy cambia de posición y musita algo ininteligible, y él comienza a acariciar su pelo castaño.

"Sí, bueno, ya sé".

Gale duda un instante antes de decir; "Yo puedo, si realmente quieres…, te enseñaré algunas, mientras esté aquí".

Vick se ilumina visiblemente. "Claro. ¿Podemos ir mañana?".

Su entusiasmo es contagioso. "Por supuesto. Justo después de la escuela, ¿de acuerdo?".

"Muy bien", su hermano casi grita. Posy gime y trata de usar la camisa de Gale para amortiguar el ruido. "Le diré a Katniss que podemos ir a cazar otro día de la semana".

"Si quieres cazar con Katniss, podemos ir pasado mañana", Gale sugiere apresuradamente. "No es un problema".

"O podemos ir todos juntos", Vick se encoge de hombros. "Matarías dos pájaros de un tiro, ¿no?".

Gale suspira. "¿Tu también?".

Vick se vuelve tímido. "Mamá tiene buenos argumentos".

"Lo sé", replica Gale, cerrando los ojos y relajándose contra la almohada. "No la escuches".


Cuando Gale caza en los pequeños bosques del Distrito 2, o en los manglares del 4, e incluso en el 7; siempre necesita un tiempo para ubicarse; nunca le recuerdan al 12. Las presas van desde jabalíes salvajes, a pelícanos, o a zorros y coyotes. El terreno es siempre refrescante, y tiene la oportunidad de explorar zonas ocultas y descubrir las pequeñas cuevas que albergan. Aprende cosas sobre diferentes tipos de vegetación, y puede experimentar con bayas y plantas. Se ha ido mejorando con el tiempo, al comprobar que no necesita a nadie más. Y la fuerza de la independencia se agita en él de una forma extraña, llevándolo de vuelta a cuando tenía catorce años, y estaba confundido, y en contra de todos los demás.

De alguna manera, siente que no ha cambiado desde que trataba de llenar la mesa para la cena de su familia y de mantenerles mínimamente alimentados. Odiaba ver como sobresalían sus costillas; como sus huesos se rompían por culpa de la desnutrición; pero en aquel entonces, el único enfado que podía sentir era contra el Capitolio.

Ahora, él intenta mantener al mundo alimentado. Es tedioso estar detrás de un escritorio, pero si el trabajo termina por hacerse, consigue sentirse satisfecho. Y ya no está tan confundido, aunque darles a todos el beneficio de la duda sea agotador.

Sin embargo, con la espalda apoyada contra la corteza de un árbol, respirando los viejos aromas del bosque del Distrito 12, vuelve a sentir que todo está bien.

Mira al sol brillando a través de las hojas, siente el calor fresco del otoño. Ha llevado su antigua bolsa de caza y comprobado si su viejo arco está donde solía estar, escondido en un tronco hueco en el lado izquierdo del camino que se interna en el bosque. También ha llevado su cuchillo, que parece torpe al tacto, aunque piensa que puede arreglarlo bastante bien. Se obligó a llevar un poco de cuerda para las trampas, y la siente en su bolsillo como algo desagradable y natural a la vez, después de todo el tiempo de haberla dejado olvidada. Ha estado intentando reencontrarse con ella; porque tres, cuatro, cinco años son tiempo suficiente para empezar de nuevo a moverse en torno a nudos y trampas. Le ayuda estar haciéndolo por Vick. Eso le da una razón, aunque aún lo odie.

Gale decidió que iría al bosque unas horas antes de que Vick saliera de la escuela, para hacer más fácil el impacto de volver allí. Pero ahora, con los olores, el sonido de los pájaros, y los susurros de las hojas, parece como si no se hubiera ido nunca. Todos se deslizan sobre su piel, y él se mezcla con el polen y la tierra mientras corre a través de los arbustos y sobre las ramas caídas. El oxígeno llena sus pulmones al máximo, y su corazón trabaja rápidamente para mover sus brazos y sus piernas. Ahora, eso es natural. El reloj se detiene un par de segundos, luego un poco más, hasta que el ritmo del mundo se desacelera llegando a un punto en que el susurro de su sangre coincide con los remolinos del viento. Se convierte de nuevo en un cazador.

Sus piernas no necesitan orientación, se mueven hacia un lugar de sobra conocido por sí mismas, y sólo se detienen cuando lo alcanza, mientras mira hacia el cielo, con el sol aún en su altura máxima a esa hora de la tarde. Está allí, en el viejo lugar en el que siempre paraba antes de comenzar sus días. Puede recordar amaneceres pintando la tierra ferozmente de rojo y naranja, contusionando los ojos con su belleza.

Es inquietante verlo ahora – sin cambios a lo largo de los años, y esperando pacientemente a que otro pase por allí; ignorando todas las transformaciones al otro lado de la alambrada. Es un mundo totalmente diferente, y es curioso mirar hacia atrás y darse cuenta de por qué el bosque era un lugar tan interesante, que hacía que una persona se olvidase de todo lo demás; pensar que alguien que corriera dentro podía no ser encontrado nunca.

Es una fantasía, en ese lugar, un refugio lleno de recursos.

Es peligroso.

Gale se gira para encontrar su lugar en la concavidad de la roca, pero se detiene. Rápidamente. Contiene la respiración.

En el interior del hueco está Katniss, ocupando todo el espacio con las piernas estiradas, la cabeza recostada, los ojos cerrados y dormida. Sus brazos se envuelven alrededor de su torso de manera protectora; su trenza se extiende sobre ella más allá de su cuerpo; sus dedos se envuelven entre la hierba.

Parece cansada, incluso mientras duerme, como si el sueño que está teniendo no la dejase descansar en absoluto. Es cierto que tiene pesadillas, se dice a sí mismo. Las suyas no son tantas como solían ser, pero si ellos dos se parecen en algo, es seguro que ella todavía las tiene.

No da la impresión de ser más mayor – de hecho es exactamente igual. No quiere verla con veintidós años, cuando ella todavía sigue teniendo diecisiete en su mente.

Su ropa es diferente de la que ella normalmente se pondría para cazar. Su camisa está limpia, y no está seguro de por qué ella viste de blanco. Sus pantalones son más ajustados y ya no están harapientos. Le recuerdan a los Jeans de algodón que han estado enviando desde el Distrito 2.

Gale interioriza todo de ella, antes de considerar necesario moverse. No puede quedarse mucho. Va a despertarse si se queda mirándola demasiado. Demasiados minutos.

Pero el reloj se ha detenido hace tiempo, y el reloj esta en el lugar equivocado, en el momento equivocado, y eso - eso es tan malo.

Comprueba que no tiene nada cerca de los píes antes de moverse. En la quietud del silencio, el es un terremoto. Eso le hace estremecerse, y sudar, y…

"¿Gale?".

Él todavía está mirando; y su sigilo, y el tiempo - ¿Dónde se han ido?

Su voz es entrecortada y descreída. Sus ojos siguen nebulosos y poco conscientes. Gale cree que todavía puede tomar distancia antes de que ella asuma que es real, y no una pesadilla.

Da un paso hacia atrás y trata de desaparecer en las sombras, pero los árboles no están donde él quiere que estén – están demasiado lejos para esconderse. Considera la posibilidad de correr, simplemente correr, pero el pensamiento le produce un escalofrío ensordecedor.

Él no huyó al principio, antes de sus Juegos, incluso después de la tentación de hacerlo. Ha estado en el Distrito 2, y en todas partes. ¿Puede considerarse una huida el estar evitando un cierto lugar?, ¿a una persona?, ¿un sentimiento?.

Él sabe que ha sido un cobarde, no enfrentándose a la única cosa que puede hacerlo ahogarse en la culpa. No pudo sentirla en el cementerio, ni siquiera pudo sentirla cuando se curaba de las quemaduras de su propia bomba-trampa en el Capitolio.

Sin embargo, en ese momento, la siente; tiene una fuerza implacable. Golpea sus rodillas y presiona sus conductos lacrimales. Los dedos de la hierba vuelven a atraparlo, y lo retienen en ese lugar; igual que en la pradera. Él sabe que tiene que quedarse. No hay forma de huir.

"Hey, Catnip".

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