Una niña estaba sentada sobre un baúl, se encuentra sola a excepción de un gato callejero que se empeñó en seguirla desde que entro a la estación, está molesta y no es por el capricho de aquel animal.

Su padre y ella habían pelado la noche anterior; al parecer no parecía agradarle la idea de que Sally se marchara a un internado del cual no sabía su localización.

¿Por qué le importaba ahora?, solo cuando sabía que la perdería le importaba, como a alguien que se sabe que pronto va a morir, pero ya era demasiado tarde.

Apretó con fuerzas los puños a sus costados hasta que se volvieron completamente blancos, las lágrimas en sus ojos azules luchaban por salir, ella las contenía con todas sus fuerzas, no lloraría por una persona que no valía la pena, ella no debía de sentir nada hacia su padre.

Se lo había repetido mil veces y con el tiempo, lo había creído.

Con toda la rabia incluso había olvidado el motivo por el que estaba ahí, no exactamente le gustaba estar sola en una estación repleta de gente que al pasar la miraba por su aspecto. Si, ella llevaba una túnica y se sentía orgullosa por ello, pues ella, Sally- Anne Perks era una bruja.

Podía hacer magia, aquello con lo que había soñado desde niña; cuando en las noches despertaba buscando a su madre, pidiendo a una persona que en su vida nunca había existido una sensación la invadía cuando leía por décima vez sus cuentos de fantasía, ahora sabía que lo que leía en esos libros no se asemejaba a lo que haría en Hogwarts, el nombre de su escuela

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Una sonrisa se extendió en su rostro lleno de pecas, todo el enfado se marchó rápidamente. Observo el reloj de la estación y se dio cuenta que aún faltaba media hora para que el tren se marchara, pero mejor irse en ese momento que en otro cuando hubiera más alumnos.

Se echó la maleta al hombro y jalo el baúl con la otra, el gato que se había instalado cómodamente en él se sobresaltó ante el movimiento y brinco a los pies de Sally con un bufido, a pesar de eso, la siguió en la marcha.

Sally se detuvo a pocos metros de los andenes nueve y diez, ella nunca había viajado en tren y por lo tanto no sabía la numeración que manejaban, ridícula se vería ahora preguntando a las personas por un andén que no existía. Tomo coraje y pregunto a una señora de aspecto apresurado que miraba el reloj cada minuto.

-No molestes niña, ese número no existe.- respondió en tono rápido alejándose lo más posible de ella. La castaña se puso roja y se recargo sobre la barandilla, hablando entre labios diciéndose a sí misma que eso mismo ocurriría.

Se había dado por vencida, ya estaba pensando en cómo le explicaría a su padre al llegar a casa que nunca encontró el tren que la llevaría a aquel internado. Fue entonces cuando lo vio, un sapo saltando felizmente entre los pies de la gente y que de un brinco atravesó la barrera que se encontraba solo a unos pasos de ella.

Sally tomo entusiasmada sus cosas y camino decidida hacia donde instantes atrás el sapo había desaparecido, paso su mano por la barrera y se encontró con que no era tan sólida como ella pensaba, que su mano desaparecía y atravesaba en otro lugar, el resto de su cuerpo la atravesó; pronto la chica podía ver un tren de color escarlata.

Muchos chicos y chicas con uniforme, la mayoría acompañados por sus padres o algún familiar, lechuzas y búhos encerrados en jaulas, del cual solo escuchaba su suave ulular, era mágico aun cuando todavía le quedaba mucha magia por ver ese día.

Subió con trabajo su baúl por la escalerilla pues nadie parecía dispuesto a ayudarla y busco el compartimiento lo más alejado posible de los demás, Sally no solía agradarle a las personas de su edad y para ella era igual.

A penas acomodo sus cosas, se quedó dormida en su asiento, aun con el gato cerca.

Algo la seguía, la chica intentaba escabullirse, si tan solo pudiera hacer magia todo sería más sencillo para ella y el pequeño bulto que llevaba en brazos.

La sombra la sigue a paso lento, regodeándose por el miedo que provoca con su sola presencia, ni siquiera ha tenido la necesidad de lanzar un solo hechizo. Una sucia squib, quien hubiera pensado, observando su árbol genealógico, un desperdicio.

Solo quiere lo que lleva en brazos, aunque admite que sería divertido poder torturarla, es mejor ver a las personas sufrir antes de asesinarlas, le habían ordenado que no lo hiciera así no llamaría la atención con los gritos de la squib.

-¡Avada Kedravra!

Dice apuntando con su varita a su espalda, la muchacha cae con un ruido sordo, nadie sabría nunca la causa de su muerte, lo único extraño en su cuerpo era aquella expresión de terror y tristeza en su rostro.

Inmediatamente dirige su vista hacia las extremidades, donde en lugar de estar un bebé, solo se encuentran las mantas vacías. Una furia invade todo su cuerpo, le ha engañado, pero eso no es lo que más le molesta, su maestro se enojara y mucho.

Sally despierta aturdida, olvidando momentáneamente el lugar en el que se encuentra, ha tenido sueños similares, pero ninguno tan completo y detallado como ese, como sea, no le interesa mucho. Su atención se dirige rápidamente a la persona que ha entrado al compartimiento.

Es un chico de aspecto enclenque, solo un poco mas alto que Sally, cabello oscuro rizado y ojos de un tono aceitunado; se acomoda en el asiento de enfrente sin decir una sola palabra, cosa que no le molesta a la chica, ya se habia preocupado por tener que iniciar una conversación.

Sally saca un libro de su maleta y se dispone a leer. Ha pasado mas de la mitad del viaje cuando levanta la vista de su lectura, con aquella sensacion que tiene cada vez que alguien la observa, simplemente no lo toleraba; se encuentra con los ojos del chico mirandola fijamente, el no parece darse cuenta aun de que la sigue viendo, lo hace finalmente dirigiendo su vista hacia otra parte con un ligero tono rosado sobre sus mejillas.

-¿Cual es tu nombre?.- pregunta Sally, ignorando como siempre los gestos faciales.

-Theodore Nott.- responde con una voz delgada y recia, mostrando al mismo tiempo que poseia unos incisivos largos, como los de un conejo.- puedes decirme solo Theo.

El chico espera un escalofrio, una mueca en el rostro, una señal de reconociemiento, como sucedia cada vez que nombraba su apellido.

-Mucho gusto, mi nombre es Sally- Anne Perks.

Una nacida muggle tal vez, por que se notaba que nunca había escuchado nada del Señor Tenebroso o sus seguidores. Cuando era un niño su padre lo obligaba a solo tener amigos sangre pura, lo apartaba lo mas que se podia del mundo muggle, le decia cosas terribles de lo que el llamaba "impuros o sangresucia", aun asi el nunca pudo pensar lo mismo que su padre.

Asi comenzo una conversación, donde quien mas hablaba era Theo, respondiendo o explicando cosas a Sally. Ella habia aprendido mucho del niño mado, sabia que no compartia todas las ideas de su familia, que su caracter era mas parecido al de su madre, a quien vio morir, que era inteligente y que esperaba quedar en Slytherin, para no decepcionar a su padre.

Sally le describio a grandes rasgos lo que era su vida, comenzando por que ella tampoco tenia una madre, diciendo que su padre era un adicto al trabajo que parecia hacer grandes esfuerzos por jamas verla, que cuando era niña siempre se la pasaba con ñineras, ella tuvo que explicar ese termino y Theo entendio que eran una especie de elfos domesticos, omitio la parte en la que despertaba cada noche llorando por su mamá, hasta que comprendio que nadie acudiria a su llamado.

Ella no podia llamar a aquello amistad o simplemente no estaba familiarizada con el termino, Sally siempre solia alejar a las personas a su alrededor.

Para la niña era la conversacion que necesitaba para estar en paz, de aquellas que sirven para alejar sentimientos y darse cuenta que existen personas iguales a ella.

Cuando el tren paro, ella lo vio marcharse en la oscuridad de la noche, perdiendose entre montones de alumnos felices por volverse a ver. Theodore volteo y le dedico una sonrisa, que de ahora en adelante seria el recordatorio de aquel niño mago que no pertenecía a Slytherin.