HISTORIA DE UN BLACK

Por Cris Snape

Disclaimer: El Potterverso, incluida la familia Black, es propiedad de la señora Rowling.

Esta historia participa en el reto "Viñetas de emociones" del foro "La Noble y Ancestral Casa de los Black". El reto consiste en escribir tres viñetas de no más de 1000 palabras cada una y que giren en torno a tres sentimientos en concreto. En mi caso, he elegido a MariusBlack como personaje y me han tocado en suerte las siguientes emociones: ternura, lástima y alegría. Y como me gusta seguir el orden de las cosas, comenzaré con la ternura.


1

TERNURA

El niño no ha dejado de llorar desde que llegó. Aunque intente disimular, Phineas Black puede escuchar sus sollozos y ver su cuerpo temblar a pesar de la absoluta oscuridad que reina en el apartamento. Y entiende que el chiquillo esté asustado y se sienta abandonado, pero realmente necesita dormir. La noche anterior fue bastante agitada y el dolor de cabeza va en aumento, de la misma manera que la paciencia disminuye a pasos agigantados.

—Niño —Su voz es apenas un susurro y el pequeño no le escucha, así que insiste—. Marius, deja de llorar.

—Lo siento, señor —El chiquillo ha tardado un segundo en responder. Phineas le ve limpiándose las lágrimas y escucha un nuevo sollozo. No será fácil lidiar con esa situación, está más que claro—. No quería molestar.

—Es muy tarde. Duérmete.

—Sí, señor.

Durante un par de maravillosos minutos, todo queda en silencio. Phineas sonríe con satisfacción y se acurruca entre las sábanas de su no demasiado cómoda cama. Tiene que buscar un lugar mejor para vivir, pero realmente le gusta ese barrio. La decadencia de sus calles y sus gentes, la sensación de no tener nada que perder y los muggles dispuestos a cualquier cosa para lograr sobrevivir. Phineas está seguro de que sus hermanos encuentran ese sitio repugnante, lo cual sólo demuestra lo cerrados de miras que son.

Phineas se hubiera quedado allí para siempre, pero ahora tiene a su cargo al hijo de su hermano, prueba más que tangible de todos sus prejuicios. Porque, ¿qué clase de padre es capaz de abandonar a su hijo, a un niño? El ser un squib es una excusa bastante pobre, aunque Phineas debe reconocerle cierto mérito a Cygnus. Está convencido de que cualquiera de sus otros hermanos hubiera buscado la forma de acabar con la vida del chiquillo. Cygnus tuvo el valor de buscar a su hermano el repudiado para ponerle a salvo. "Atajo de locos", piensa mientras el sueño le vence. Está a punto de caer rendido cuando escucha el llanto de nuevo y siente que algo hierve en su interior. Se levanta con brusquedad, ilumina todo con la varita y se acerca al niño.

—¿Quieres callarte, mocoso?

Marius Black le mira con sus enormes ojos grises repletos de lágrimas. Es un niño guapo, parecido a Cygnus cuando era pequeño. A pesar de no tener más de once años, ya posee el porte aristocrático característico de la familia. Phineas, que conoce a su orondo y poco agraciado hermano mayor, llega a la conclusión de que ese chiquillo desdichado hubiera sido un digno heredero para los Black. Reúne todas las cualidades que siempre han caracterizado a los miembros de tan antiquísima estirpe excepto una: la magia. Y aunque Phineas Black nunca ha sido un hombre sentimental, la ternura se le atasca en la garganta cuando enfrenta aquella mirada infantil plagada de miedo, de vergüenza y de culpa.

—Lo siento, señor.

Phineas siente como su mal genio se evapora. Hace un gesto desdeñoso con la mano y se sienta en el catre en el que descansa el pequeño Marius.

—Eso lo has dicho antes y sigues llorando. ¿Qué te pasa?

—Nada, señor.

El niño aprieta los labios y Phineas ve el orgullo escaparse por cada poro de su ser. Sonríe. Y que luego su hermano diga que no es merecedor de su apellido.

—¿Te crees que soy tonto, sordo o ciego? Porque no soy ninguna de las tres cosas. ¿Qué te pasa?

Marius agacha la cabeza y niega imperceptiblemente. Phineas, que sabe perfectamente cómo es estar en su lugar, le pone una pesada mano en el hombro y busca una forma de animarle.

—La primera noche que pasé fuera de casa también fue bastante horrible, pero luego todo mejora.

Phineas recuerda aquel día. Claro que él no tenía once años, sino dieciocho. Su padre le había pillado en una de sus escapadas nocturnas, mientras se estaba tirando a una muggle de lo más desinhibida, y le dio un ultimátum. Y a Phineas siempre le gustó ser un Black, eso por descontado, pero encontraba que la gente sin magia era mucho más interesante que defender un montón de postulados racistas pasados de moda.

—Quiero irme a casa —Murmura el niño mientras se deja caer contra su brazo en busca de consuelo.

—Lamentablemente eso no es posible, Marius. Ya no eres bienvenido en ese lugar. Tu padre lo ha dejado bien claro.

El niño solloza otra vez y Phineas se encuentra a sí mismo abrazándole. Pobre mocoso. Malditos Black.

—Siento ser un squib.

—Por suerte o por desgracia, eso no es algo que puedas elegir —Phineas hace que el niño le mire y vuelve a enfrentar la intensidad de esos ojos grises—. Escúchame, Marius. Tienes que olvidar la vida que llevabas antes. Ya no hay padres ni hermanos ni una casa a la que volver. A partir de ahora estamos solos tú y yo. Y sé que no me conoces y entiendo que estés asustado, pero te prometo que voy a cuidar de ti. Todo saldrá bien.

Marius Black le mira fijamente durante unos segundos, como sopesando la veracidad de sus palabras, y al final se arroja a sus brazos y no se preocupa por ocultar el llanto. Phineas lo encuentra ligeramente desagradable porque significa que ahora tiene una responsabilidad de la que no podrá huir, pero abraza al niño igual y se jura a sí mismo que hará de ese mocoso un hombre de bien. Squib y todo, será el Black ideal.


Según Word, eso han sido exactamente 916 palabras. Ando cerca del límite, pero sin traspasarlo. A ver qué ocurre con la siguiente viñeta. Nos vamos a por la lástima.