Los personajes son propiedad de Stephenie Meyer.


¿Vida perfecta?

La envidia es una declaración de inferioridad.-Napoleón Bonaparte

Mire con recelo aquel sobre plateado que resaltaba entre toda la correspondencia.

Sabía que tarde o temprano, la invitación llegaría a mi oficina. Pero para ser sincero, tenia le leve sospecha de que esta vez se resignarían, y omitieran la formalidad de invitarme.

Solté un bufido de frustración. Ya había agota todas las escusas posibles, para rehusarme a asistir ¿Qué era lo que iba a hacer ahora?

Tome el sobre entre mis manos, no me extrañaba la decisión del color plateado. Sin duda era uno de los papeles más elegantes que había pasado por ese escritorio. Las rosas que decoraban la punta del sobre indican de antemano que era más que una ocasión especial.

"Querido Edward Cullen", resaltaba en el papel, sin duda estaba dirigido a mí, pero… había tal necesidad de colocar la palabra "Querido" al principio. Sin duda para ella… si la había.

Abrí el sobre para descubrir un papel del mismo color y textura que el sobre. Como si se tratara de una bomba, desplegué suave y temerosamente el papel entre mis manos…

Iba a leer las primeras líneas de la carta cuando el sonido del teléfono hizo que saltara en mi sillón y arrojara el papel por los aires. Enojado conmigo mismo, tome el auricular del teléfono y conteste demasiado furioso a la otra línea.

—Diga—

—Se… Señor Cullen—Contesto una vocecilla titubeante del otro lado.

Desde mi posición, levante la mirada para posarla del otro lado de la pared de vidrio que me separaba de mi secretaria, la astuta secretaria quien fallidamente trataba de ocultar su sonrisita.

— ¿Qué es lo que sucede Bella? —Lo que faltaba, que los empleados se me burlaran en la cara.

— ¡Oh! —Intento ahogar una sonrisita— ¿Se encuentra bien? — Pregunto mirándome a los ojos a través del vidrio.

— ¿Acaso llamas para eso? — Conteste rabioso.

-No, claro que no- Automáticamente había cambiado su expresión por una de temor. Eso estaba mejor- Acaba de llamar el señor Clearwater, dice que ha tenido problemas en Los Ángeles, por lo que se quedara una semana más. También han llamado las señoritas Tanya y Jessica, pero... como usted me ha indicado, les dije que usted se encontraba de viaje, así que les mande un arreglo florar a cada una- Termino diciendo con una mueca.

—Gracias Bella, eso es todo. —

-¡Ah! No, el señor Sánchez ha llamado para cancelar su cena de mañana. —

-¿Qué me ha cancelado? ¿Pero Por qué? ¿Por qué no me lo pasaste?-Dije mientras me levantaba con el auricular en la mano.

-Porque… dijo que estaba a punto de salir con su esposa. Y me dijo que yo le digiera, que de seguro encontrarían un tiempo para hablar de negocios en la boda de su hermana. —

¡Mierda, el también iba a estar ahí!— Pero Bella, ¿Por qué no me lo pasaste, en que estabas pensando? — Grite furioso mientras me paseaba como león enjaulado en mi oficina.

-¡Ya le dije, que llevaba prisa! Le juro señor, que le roge que hablara con usted pero él se negó. —

—Hay algo más de lo que me deba enterar—Le dije fulminándola con la mirada.

—No señor eso es todo. —

—Creo que ya es hora de que te retires a almorzar Bella. —

—Si señor…—

Y con eso colgó el teléfono.

Desde mi oficina, vi como arreglaba sus papeles, levanta su bolso y se marchaba.

Isabela Swan, o Bella, como le gustaba que la llamara, era una joven de 23 años que no llevaba más de dos meses trabajando para mí. Alegre, desenvuelta, amigable con todo el personal, y seguro con un gran futuro por delante.

Es eficiente con los contratos, siempre me recuerda las cosas importantes que paso por alto, trabajadora nunca llega tarde, sabe inventar buenas escusas, y tiene buen gusto para los regalitos de mi "amigas" como las suelo llamar. Santa Bella.

Sin duda era un buen partido para cualquier hombre. Para todos, menos para mí. No iba a negar que tenia buena figura, pero ese traje de sastre que le cubría todo el cuerpo y las gafas de grueso marco negro que usa en la oficina, me decían que ella no era mi tipo.

Demasiado eficiente, demasiado organizada, demasiado buena para Edward Cullen.

¡Mierda! A demás no me podía permitir otro amorío con mi secretaria. Luego de una noche en mi cama, regresaban a la oficina creyéndose las dueñas y señoras de Cullen S.A, tomándose atribuciones demasiadas altas para una simple secretaria.

¿Acaso no entendían que era solo una noche, bueno o dos? , y cuando las mandaba a volar, yo me convertía en el malo de la película y tardaba más de dos semanas en conseguir una nueva secretaria.

Solté un suspiro, mientras me encogía en mi sillón de cuero negro .Sin duda eso no iba a pasar con Bella, ella era joven, alegre, y por lo que recordaba, necesitaba el trabajo.

Levante la mirada mientras ella se desplazaba por el pasillo hacia la salida.

Regrese mi mirada, al plateado papel que resaltaba en el suelo. Sin duda Bella Swan, no tenía que lidiar con esto, y la envidiaba.

Mire sobre mi hombro hacia la oficina del señor Cullen. Su sola presencia, destellaba seguridad y éxito en el mundo.

Aquel traje gris que lucía tras su escritorio, lo asía parecer un modelo de pasarela, más que un empresario. A sus 24 años, había fundado y puesto en marcha Cullen S.A, y hoy tres años después, se encontraba entre una de las mejores empresas de todo Chicago.

Solté un suspiro mientras apagaba mi computadora. Sin duda era un hombre de éxito. Tenía dinero, su empres funcionaba de mil maravillas, y hasta con las mujeres le iba bastante bien.

¿Y quien en su sano juicio, no saldría con Edward Culle? Sin duda nadie… en el poco tiempo que llevaba trabajando con él había visto desfilar miles de mujeres hacia su oficina. Altas, bajas, rubias, morenas, coloradas en fin… hasta creo que unas cuantas famosas modelos han pasado por aquí.

Y no las culpaba, ese brillante cabello cobrizo, esos hermosos ojos esmeraldas, junto a aquel cuerpo de dios griego, conquistaría a cualquiera, hasta a mí, si estuviéramos en otra vida.

Tome mi bolso para salir de la oficina, el menú de hoy no era muy alentador, pero seguro mejor que el de hace una semana.

Hoy me daría el gusto de entrar a un Mc Donald`s, y me comería un merecido Big Mac. Y hasta tal vez podría permitirme un helado, solo tal vez…

Una sonrisita se formo en mis labios, si Anne supiera de esto seguro ya me hubiera regañado.

Cuanto baje a la entrada del edificio, salude a Sam el chico de seguridad, con la mano. Antes de llegar a la entrada, la puerta se abrió dejando ver a una joven señorita con un delantal negro, en sus manos llevaba un gran bandeja plateada cubierta, el aroma a comida invadió toda la entrada del edificio y mis delatador estomago rugió, haciendo que todos se voltearan así mi. La señorita de negro volteo su rostro hacia Sam.

—Disculpe, la oficina de Edward Cullen, por favor—Pregunto.

— ¡Ah! Usted es del restaurante ¿no? — Le contesto Sam

—Si traigo el almuerzo del señor Cullen. —

—Es el último piso, a delante. —

Mi estomago seguía quejándose, así que me apresure a salí a la calle.

Sin duda el señor Cullen no tenía problemas. Era exitoso, rico, y hasta excesivamente hermoso.

El no tenia que lidiar con cosas como el almuerzo y la renta, y por eso lo envidiaba.


N/A: oh! De donde ha salido esto?

Bueno primero… perdón por no actualizar mis otras dos historias si no las has leído ¿Qué esperas para pasar ya? Jajaja

De nuevo perdón por no actualizar ha sido una semana horrible, hoy regreso a la universidad y tenia esto en la cabeza todo el fin de semana espero que les guste.

Besos y espero sus Reviewssi ¡siiii…. Por fa por fa!